Pablo da gracias y ora con gozo por los filipenses: Por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora (Filipenses 1:5). Mientras sufren con Pablo en su defensa y confirmación del evangelio, está seguro que por el evangelio Dios los va a perfeccionar hasta la segunda venida de Jesucristo para que sean sinceros e irreprensibles para ese día (Filipenses 1:6-7, 10-11). Les informa del progreso del evangelio (Filipenses 1:12), y a pesar de los sufrimientos y las contiendas, se goza en que por el evangelio, Cristo es anunciado (Filipenses 1:18). Aunque ahora no sabe si va a vivir o morir, su anhelo más grande es que los filipenses se comporten como es digno del evangelio, que se queden firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio (Filipenses 1:27).
El evangelio les informa cómo vivir firmes en la fe, humildes y sin contiendas ni vanagloria entre ellos (Filipenses 2:1-11). El poder del evangelio obra en ellos para que se ocupen en su salvación con temor y temblor y resplandezcan como luminares en el mundo, irreprensibles para el día del Señor (Filipenses 2:12-18). Y mientras tanto, pueden seguir los ejemplos de colaboradores en el evangelio como Timoteo y Epafrodito (Filipenses 2:19-30).
Es impresionante parar y evaluar nuestras vidas según la centralidad del evangelio en la carta a los filipenses. Tal vez podemos identificar el día o la época cuando primero escuchamos el evangelio con fe, pero, ¿continuamos a evaluar nuestra vida según este mensaje?
Es decir, cuando pensamos en el futuro, ¿lo visualizamos a la luz las oportunidades personales, los planes para negociar y estudiar, la pensión y la casa, o lo vemos enteramente a la luz de la segunda venida de Jesucristo?
Cuando pensamos en nuestro trabajo más esencial y duradero, ¿lo vemos como nuestra carrera, la organización de la casa y la familia, o lo vemos como la participación en la evangelización?
Cuando pensamos en la gente a quien más admiramos, ¿la admiramos por sus logros atléticos, financieros, políticos y culturales, o la admiramos por su compromiso en evangelizar a pesar de los sufrimientos?
Cuando evaluamos si vivimos esta vida terrenal exitosamente o en fracaso, ¿la evaluamos según nuestra seguridad material, nuestra reputación con los demás, el número de descendientes que hemos dejado, o según nuestra participación en el evangelio?
No es que las otras cosas carecen de importancia sino que queremos ver las prioridades en su orden. Al final de todo, no le va a interesar al Señor cuánto ganamos en una pensión ni cuán grande era la casa que construimos. Tocamos la eternidad no por manejar los bienes materiales sino por obedecer y comunicar el evangelio, el poder de Dios para salvación.