1 Crónicas 18 - 20 y Salmo 60
En resumen:
David continúa a establecer su dominio por victorias militares llamativas sobre sus enemigos. Podemos resumir la lectura por la frase: Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba (1 Crónicas 18:13).
David continúa a establecer su dominio por victorias militares llamativas sobre sus enemigos. Podemos resumir la lectura por la frase: Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba (1 Crónicas 18:13).
En más detalle:
Entre las victorias militares impresionantes en esta lectura, se resalta una diferencia marcada entre la narrativa del cronista y la del autor de 1 Samuel – 2 Reyes. Note que el cronista salta por encima de casi toda la vida de David descrita en 2 Samuel 11 – 21. Parece que vamos a entrar el tema de su pecado con Betsabé por ejemplo, cuando dice: Aconteció a la vuelta del año, en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra, que Joab sacó las fuerzas del ejército, y destruyó la tierra de los hijos de Amón, y vino y sitió a Rabá. Mas David estaba en Jerusalén… (1 Crónicas 20:1) Hace eco de 2 Samuel 11:1 cuando introduce su pecado con Betsabé.
Pero en vez de recontar su pecado, lo salta por completo y llega a la conclusión: Y tomó David la corona de encima de la cabeza del rey de Rabá, y la halló de peso de un talento de oro, y había en ella piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David (1 Crónicas 20:2), igual como en 2 Samuel 12:30. Es decir, saltó casi dos capítulos completos de 2 Samuel, sin mencionar a Betsabé, ni a Urías, ni a Natán, ni su pecado ni su arrepentimiento. Tampoco menciona nada sobre Amnón y Tamar ni las dificultades con Absalón que le motivaron a la rebelión, que tampoco menciona. ¿Por qué no menciona el cronista estos conflictos y la disciplina de la casa de David por sus pecados? ¿Será que nos ha dado una falsa representación de la historia de Israel?
No. Permita unas observaciones:
1) El cronista supone que su lector tiene acceso a otras historias y fuentes de información sobre la historia de Judá y específicamente sobre el rey David. Menciona por ejemplo: el registro de las crónicas del rey David (1 Crónicas 27:24), la historia del libro de los reyes (2 Crónicas 24:27), el libro de los reyes de Israel (1 Crónicas 9:1), el libro de los reyes Judá y de Israel (2 Crónicas 16:11; 25:26; 28:26; 32:32) y el libro de los reyes de Israel y de Judá (2 Crónicas 27:7; 35:27; 36:8). Además menciona: Los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente, con todo lo relativo a su reinado, y su poder, y los tiempos que pasaron sobre él, y sobre Israel y sobre todos los reinos de aquellas tierras (1 Crónicas 29:29-30). Aunque no menciona los eventos de la disciplina de la casa de David por su pecado con Betsabé y contra Urías heteo, no podemos llegar a la conclusión que intenta a “esconder” algo; sus lectores tenían más fuentes de información sobre David a su disposición que nosotros, y eran eventos muy bien conocidos y destacados a tal punto que se pudo hacer una mención breve y ser entendido: David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo (1 Reyes 15:5).
De nuevo debemos acordarnos de que la Biblia no tiene un propósito enciclopédico al narrar la historia. El cronista no intenta a decirnos todo lo que pueda sobre la vida de David sino sólo lo que concuerda con sus fines narrativos. Desea señalar a los exiliados que han regresado a repoblar la tierra prometida los eventos ejemplares de la vida de David que deben imitar, y la narrativa sobre Betsabé, Urías, Tamar, Amnón y Absalón sería un desvío largo de ese fin.
De hecho, el cronista hace lo mismo que nosotros hoy en día cuando le contamos a otro algún evento. Normalmente no queremos darle un relato enciclopédico de algún evento sino sólo la información pertinente a la conclusión que queremos que reciba.
Por ejemplo, anteayer mis hijos jugaron al fútbol en dos partidos diferentes, y mi esposa no los pudo asistir. Cuando nos vimos en casa, le conté a mi esposa lo más esencial del partido que le interesaría: un hijo marcó un gol, y el otro, dos goles, todos por penales. Al escuchar esta información, hizo una pregunta sobre por qué ocurrieron las penales, y se quedó satisfecha. No le tuve que relatar las mejores jugadas de los otros, mi evaluación de las decisiones del árbitro ni de la condición de la cancha. Ella ya tenía la información que quería. En cambio, durante uno de los partidos hablé con un amigo que es papá de uno de los jugadores del otro equipo. Notamos las estrategias de los dos entrenadores, los cambios de estrategia desde la última vez que jugaron, el desarrollo y el mejoramiento de algunos de los jugadores de los dos equipos en las últimas semanas. Casi no mencionamos la participación de nuestros hijos en el partido. Nuestra conversación
tenía otros fines.
Ahora, si se pusieran las dos narrativas por escrito, se esperara varios años y las diera a otra persona para leer, ese lector podría quedarse insatisfecho. ¿De veras son dos historias del mismo partido? Lo más importante de la narrativa A (lo que dije a mi esposa) ni se mencionó en la narrativa B. Las dos narrativas tienen perspectivas muy diferentes. ¿No será conversación A una falsa o por lo menos inadecuada representación de lo que verdaderamente pasó?
No; en realidad, son dos narrativas dichas por la misma persona el mismo día sobre el mismo evento. Pero había dos fines narrativos diferentes, y por eso son tan diferentes. Algo parecido pasa aquí entre 2 Samuel y 1 Crónicas y en otras ocasiones cuando la Biblia habla del mismo evento por dos, tres, cuatro o aún más perspectivas. Sin intentar a narrar de una forma enciclopédica, los autores de la Biblia contaron a veces el mismo evento a lectores diferentes, en épocas diferentes y para fines diferentes, con todo inspirado por el Espíritu Santo para contarnos sobre Jehová. Estas perspectivas enriquecen nuestra percepción de su gloria.
Así es en 1 Crónicas 18 – 20. El cronista desea explicar a la generación que vuelve del exilio las características que deben imitar del fundador de la casa real de David. Reinó David sobre todo Israel, y juzgaba con justicia a todo su pueblo (1 Crónicas 18:14). Sin negar sus pecados (vamos a ver otro en la lectura de mañana), el cronista hace resaltar su devoción a Jehová y nos cuenta la victoria militar, la justicia y la paz que disfrutó por su gracia. Así retrata las bendiciones que puede disfrutar el pueblo de Dios si anda en los caminos de Jehová con todo su corazón.
Entre las victorias militares impresionantes en esta lectura, se resalta una diferencia marcada entre la narrativa del cronista y la del autor de 1 Samuel – 2 Reyes. Note que el cronista salta por encima de casi toda la vida de David descrita en 2 Samuel 11 – 21. Parece que vamos a entrar el tema de su pecado con Betsabé por ejemplo, cuando dice: Aconteció a la vuelta del año, en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra, que Joab sacó las fuerzas del ejército, y destruyó la tierra de los hijos de Amón, y vino y sitió a Rabá. Mas David estaba en Jerusalén… (1 Crónicas 20:1) Hace eco de 2 Samuel 11:1 cuando introduce su pecado con Betsabé.
Pero en vez de recontar su pecado, lo salta por completo y llega a la conclusión: Y tomó David la corona de encima de la cabeza del rey de Rabá, y la halló de peso de un talento de oro, y había en ella piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David (1 Crónicas 20:2), igual como en 2 Samuel 12:30. Es decir, saltó casi dos capítulos completos de 2 Samuel, sin mencionar a Betsabé, ni a Urías, ni a Natán, ni su pecado ni su arrepentimiento. Tampoco menciona nada sobre Amnón y Tamar ni las dificultades con Absalón que le motivaron a la rebelión, que tampoco menciona. ¿Por qué no menciona el cronista estos conflictos y la disciplina de la casa de David por sus pecados? ¿Será que nos ha dado una falsa representación de la historia de Israel?
No. Permita unas observaciones:
1) El cronista supone que su lector tiene acceso a otras historias y fuentes de información sobre la historia de Judá y específicamente sobre el rey David. Menciona por ejemplo: el registro de las crónicas del rey David (1 Crónicas 27:24), la historia del libro de los reyes (2 Crónicas 24:27), el libro de los reyes de Israel (1 Crónicas 9:1), el libro de los reyes Judá y de Israel (2 Crónicas 16:11; 25:26; 28:26; 32:32) y el libro de los reyes de Israel y de Judá (2 Crónicas 27:7; 35:27; 36:8). Además menciona: Los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente, con todo lo relativo a su reinado, y su poder, y los tiempos que pasaron sobre él, y sobre Israel y sobre todos los reinos de aquellas tierras (1 Crónicas 29:29-30). Aunque no menciona los eventos de la disciplina de la casa de David por su pecado con Betsabé y contra Urías heteo, no podemos llegar a la conclusión que intenta a “esconder” algo; sus lectores tenían más fuentes de información sobre David a su disposición que nosotros, y eran eventos muy bien conocidos y destacados a tal punto que se pudo hacer una mención breve y ser entendido: David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo (1 Reyes 15:5).
De nuevo debemos acordarnos de que la Biblia no tiene un propósito enciclopédico al narrar la historia. El cronista no intenta a decirnos todo lo que pueda sobre la vida de David sino sólo lo que concuerda con sus fines narrativos. Desea señalar a los exiliados que han regresado a repoblar la tierra prometida los eventos ejemplares de la vida de David que deben imitar, y la narrativa sobre Betsabé, Urías, Tamar, Amnón y Absalón sería un desvío largo de ese fin.
De hecho, el cronista hace lo mismo que nosotros hoy en día cuando le contamos a otro algún evento. Normalmente no queremos darle un relato enciclopédico de algún evento sino sólo la información pertinente a la conclusión que queremos que reciba.
Por ejemplo, anteayer mis hijos jugaron al fútbol en dos partidos diferentes, y mi esposa no los pudo asistir. Cuando nos vimos en casa, le conté a mi esposa lo más esencial del partido que le interesaría: un hijo marcó un gol, y el otro, dos goles, todos por penales. Al escuchar esta información, hizo una pregunta sobre por qué ocurrieron las penales, y se quedó satisfecha. No le tuve que relatar las mejores jugadas de los otros, mi evaluación de las decisiones del árbitro ni de la condición de la cancha. Ella ya tenía la información que quería. En cambio, durante uno de los partidos hablé con un amigo que es papá de uno de los jugadores del otro equipo. Notamos las estrategias de los dos entrenadores, los cambios de estrategia desde la última vez que jugaron, el desarrollo y el mejoramiento de algunos de los jugadores de los dos equipos en las últimas semanas. Casi no mencionamos la participación de nuestros hijos en el partido. Nuestra conversación
tenía otros fines.
Ahora, si se pusieran las dos narrativas por escrito, se esperara varios años y las diera a otra persona para leer, ese lector podría quedarse insatisfecho. ¿De veras son dos historias del mismo partido? Lo más importante de la narrativa A (lo que dije a mi esposa) ni se mencionó en la narrativa B. Las dos narrativas tienen perspectivas muy diferentes. ¿No será conversación A una falsa o por lo menos inadecuada representación de lo que verdaderamente pasó?
No; en realidad, son dos narrativas dichas por la misma persona el mismo día sobre el mismo evento. Pero había dos fines narrativos diferentes, y por eso son tan diferentes. Algo parecido pasa aquí entre 2 Samuel y 1 Crónicas y en otras ocasiones cuando la Biblia habla del mismo evento por dos, tres, cuatro o aún más perspectivas. Sin intentar a narrar de una forma enciclopédica, los autores de la Biblia contaron a veces el mismo evento a lectores diferentes, en épocas diferentes y para fines diferentes, con todo inspirado por el Espíritu Santo para contarnos sobre Jehová. Estas perspectivas enriquecen nuestra percepción de su gloria.
Así es en 1 Crónicas 18 – 20. El cronista desea explicar a la generación que vuelve del exilio las características que deben imitar del fundador de la casa real de David. Reinó David sobre todo Israel, y juzgaba con justicia a todo su pueblo (1 Crónicas 18:14). Sin negar sus pecados (vamos a ver otro en la lectura de mañana), el cronista hace resaltar su devoción a Jehová y nos cuenta la victoria militar, la justicia y la paz que disfrutó por su gracia. Así retrata las bendiciones que puede disfrutar el pueblo de Dios si anda en los caminos de Jehová con todo su corazón.