1 Crónicas 27 - 29 y Salmo 132
En resumen:
Estos capítulos describen no sólo la prosperidad y la seguridad del pueblo de Jehová bajo el gobierno de David sino la humildad con que su pueblo las recibe.
Estos capítulos describen no sólo la prosperidad y la seguridad del pueblo de Jehová bajo el gobierno de David sino la humildad con que su pueblo las recibe.
En más detalle:
Toda la organización descrita en 1 Crónicas 27, como la de los capítulos anteriores, refleja el orden del dominio justo de Jehová sobre toda la creación. Por la bendición de su Dios, el pueblo de Jehová administra la adoración y la alabanza y ahora su defensa ordenadamente, en grandes números, prosperidad y paz.
Mientras disfrutan estas bendiciones, su pueblo tiene que reconocer los límites de sus capacidades y acordarse de que la gracia viene de Jehová, una lección que el israelita individual tuvo que comprender y cumplir según Deuteronomio 26:1-11. En esos versículos, tuvo que llegar al tabernáculo, entregar una parte de las primicias de todos los frutos y declarar: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre… Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová (Deuteronomio 26:5-6, 8-10). Ahora en 1 Crónicas 27, sin la ceremonia pero con la misma humildad en medio de la bendición abundante, el rey y los gobernantes tienen que reconocer que la prosperidad del pueblo y la seguridad que disfrutan se debe a Jehová: No tomó David el número de los que eran de veinte años abajo, por cuanto Jehová había dicho que él multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo. Joab hijo de Sarvia había comenzado a contar; pero no acabó, pues por esto vino el castigo sobre Israel, y así el número no fue puesto en el registro de las crónicas del rey David (1 Crónicas 27:23-24). Aprendieron la lección, y un espacio en blanco en el registro real testifica de la humildad de su arrepentimiento y el agradecimiento por las bendiciones recibidas.
La humildad en medio de la bendición abundante también se ve entre los planes de David para la construcción del templo. Allí encontramos una alabanza que capta la razón por su construcción: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo (1 Crónica 29:10). Van a construir el templo porque Jehová es digno de alabanza y adoración. La frase: “Bendito seas tú, oh Jehová” no significa que podemos añadir algo a Jehová, que podemos cumplirle algún favor o darle algo que le falta. Es una declaración en voz alta, anunciada claramente a los oyentes que Jehová es excelso y digno de su atención. “Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre” es un título que no sólo reconoce el hecho histórico de que Jehová entró en pacto con sus antepasados Abraham y Jacob sino que subraya la fidelidad de Jehová aún hasta la generación de David también. “Desde el siglo y hasta el siglo” significa que mira hacia el futuro y aún a la eternidad pasada y futura con la seguridad de que la fidelidad de Jehová nunca se acabará.
Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor (1 Crónicas 29:11). Por varios capítulos el cronista ha descrito la gloria del rey David por contarnos de sus batallas, su organización, sus riquezas y la gente numerosa que está bajo su dominio. Pero Jehová le supera en todas estas características y logros. Jehová mismo define la magnificencia porque es más que suficiente por Israel y por toda la creación. No sólo declara la justicia sino que tiene poder para imponerla y hacer que todos se sometan a ella. La gloria presenta la belleza de Jehová, la atracción mezclada con el temor que se siente el creyente para acercarse a Él y conocerlo mejor. La victoria capta la forma decisiva con que hace rendir sus enemigos a sus decretos justos. El honor describe su majestad que deja a todos con la boca abierta en maravilla, casi sin palabras para describir con ganas sus excepcionales atributos. El reinado de David descrito en los capítulos anteriores tuvo su magnificencia, poder, gloria, victoria y honor, pero era simplemente un reflejo del reinado de Jehová, el que tiene todos estos atributos por excelencia.
Porque todas las cosas que están en los cielos y la tierra son tuyas (1 Crónicas 29:11). El dominio de David se extendió sobre todo Judá y luego todo Israel por un total de 40 años; el dominio de Jehová se extiende sobre toda la creación y por todo el tiempo. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos (1 Crónicas 29:11). Aquí David toca el tema principal de toda la Biblia, el dominio justo de Jehová, y nota que Jehová lo cumple con la excelencia incomparable. Especifica cómo manifiesta su dominio justo cuando dice: Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y dar poder a todos (1 Crónicas 29:12).
Describe nuestra respuesta apropiada a su gloria cuando dice: Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre (1 Crónicas 29:13). Y mientras alabamos su gloria incomparable, nos sentimos el peso de que somos insignificantes frente a Él: Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano damos (1 Crónicas 29:14). Es imposible que añadamos a la gloria de Jehová; simplemente podemos reflejar o devolver lo que en su benevolencia nos ha compartido. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo (1 Crónicas 29:15-16).
Por estas alabanzas David demuestra que aún la preparación por la construcción del templo fue una oportunidad para alabar y adorar al Ser incomparable cuyo dominio eterno y majestuoso intenta a reflejar. Y en medio de tanta bendición, sus alabanzas y obediencia demuestran la humildad con que todos sus siervos se someten a su dominio.
Toda la organización descrita en 1 Crónicas 27, como la de los capítulos anteriores, refleja el orden del dominio justo de Jehová sobre toda la creación. Por la bendición de su Dios, el pueblo de Jehová administra la adoración y la alabanza y ahora su defensa ordenadamente, en grandes números, prosperidad y paz.
Mientras disfrutan estas bendiciones, su pueblo tiene que reconocer los límites de sus capacidades y acordarse de que la gracia viene de Jehová, una lección que el israelita individual tuvo que comprender y cumplir según Deuteronomio 26:1-11. En esos versículos, tuvo que llegar al tabernáculo, entregar una parte de las primicias de todos los frutos y declarar: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre… Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová (Deuteronomio 26:5-6, 8-10). Ahora en 1 Crónicas 27, sin la ceremonia pero con la misma humildad en medio de la bendición abundante, el rey y los gobernantes tienen que reconocer que la prosperidad del pueblo y la seguridad que disfrutan se debe a Jehová: No tomó David el número de los que eran de veinte años abajo, por cuanto Jehová había dicho que él multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo. Joab hijo de Sarvia había comenzado a contar; pero no acabó, pues por esto vino el castigo sobre Israel, y así el número no fue puesto en el registro de las crónicas del rey David (1 Crónicas 27:23-24). Aprendieron la lección, y un espacio en blanco en el registro real testifica de la humildad de su arrepentimiento y el agradecimiento por las bendiciones recibidas.
La humildad en medio de la bendición abundante también se ve entre los planes de David para la construcción del templo. Allí encontramos una alabanza que capta la razón por su construcción: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo (1 Crónica 29:10). Van a construir el templo porque Jehová es digno de alabanza y adoración. La frase: “Bendito seas tú, oh Jehová” no significa que podemos añadir algo a Jehová, que podemos cumplirle algún favor o darle algo que le falta. Es una declaración en voz alta, anunciada claramente a los oyentes que Jehová es excelso y digno de su atención. “Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre” es un título que no sólo reconoce el hecho histórico de que Jehová entró en pacto con sus antepasados Abraham y Jacob sino que subraya la fidelidad de Jehová aún hasta la generación de David también. “Desde el siglo y hasta el siglo” significa que mira hacia el futuro y aún a la eternidad pasada y futura con la seguridad de que la fidelidad de Jehová nunca se acabará.
Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor (1 Crónicas 29:11). Por varios capítulos el cronista ha descrito la gloria del rey David por contarnos de sus batallas, su organización, sus riquezas y la gente numerosa que está bajo su dominio. Pero Jehová le supera en todas estas características y logros. Jehová mismo define la magnificencia porque es más que suficiente por Israel y por toda la creación. No sólo declara la justicia sino que tiene poder para imponerla y hacer que todos se sometan a ella. La gloria presenta la belleza de Jehová, la atracción mezclada con el temor que se siente el creyente para acercarse a Él y conocerlo mejor. La victoria capta la forma decisiva con que hace rendir sus enemigos a sus decretos justos. El honor describe su majestad que deja a todos con la boca abierta en maravilla, casi sin palabras para describir con ganas sus excepcionales atributos. El reinado de David descrito en los capítulos anteriores tuvo su magnificencia, poder, gloria, victoria y honor, pero era simplemente un reflejo del reinado de Jehová, el que tiene todos estos atributos por excelencia.
Porque todas las cosas que están en los cielos y la tierra son tuyas (1 Crónicas 29:11). El dominio de David se extendió sobre todo Judá y luego todo Israel por un total de 40 años; el dominio de Jehová se extiende sobre toda la creación y por todo el tiempo. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos (1 Crónicas 29:11). Aquí David toca el tema principal de toda la Biblia, el dominio justo de Jehová, y nota que Jehová lo cumple con la excelencia incomparable. Especifica cómo manifiesta su dominio justo cuando dice: Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y dar poder a todos (1 Crónicas 29:12).
Describe nuestra respuesta apropiada a su gloria cuando dice: Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre (1 Crónicas 29:13). Y mientras alabamos su gloria incomparable, nos sentimos el peso de que somos insignificantes frente a Él: Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano damos (1 Crónicas 29:14). Es imposible que añadamos a la gloria de Jehová; simplemente podemos reflejar o devolver lo que en su benevolencia nos ha compartido. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo (1 Crónicas 29:15-16).
Por estas alabanzas David demuestra que aún la preparación por la construcción del templo fue una oportunidad para alabar y adorar al Ser incomparable cuyo dominio eterno y majestuoso intenta a reflejar. Y en medio de tanta bendición, sus alabanzas y obediencia demuestran la humildad con que todos sus siervos se someten a su dominio.