1 Reyes 1 - 3 y Salmo 25
¿Cómo reaccionamos a las manipulaciones políticas y las ejecuciones de los enemigos de Salomón en la lectura para hoy? Primero, vamos a ver cómo los retrata el Autor de la Biblia y segundo, vamos a encontrar nuestra guía en las apariencias del nombre de Jehová.
Primero note que la Biblia nos dice claramente: Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré (1 Reyes 1:5). Sus acciones vienen de la Escuela de Liderazgo de Absalón, no de la dirección de Jehová por su profeta: Y se hizo carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él (1 Reyes 1:5; véase también 2 Samuel 15:1). Su hermoso parecer hace eco de las descripciones de Saúl, Eliab y Absalón, líderes rechazados por Jehová. Y como Absalón, Adonías recibió la formación por un padre que no quería disciplinarlo (1 Reyes 1:6). Al ver la debilidad de su padre, se aprovecha de la situación con el apoyo de algunos de los hombres de más influencia en el reino para declararse rey y excluir a los que seguían a Salomón (1 Reyes 1:7-10). Todo indica que estamos por entrar en los capítulos de la rebelión de Absalón otra vez, pero con Salomón como el blanco de la rebelión.
¿Qué prohíbe que Adonías se empodere del trono, o que Israel caiga en una guerra civil? El juramento dado a Jehová: Señor mío, tú juraste a tu sierva por Jehová tu Dios, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono (1 Reyes 1:17). Cuando David recibe el testimonio de dos testigos (de Betsabé y de Natán) de la urgencia de la rebelión de Adonías, dice: Vive Jehová, que ha redimido mi alma de toda angustia, que como yo te he jurado por Jehová Dios de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mi, y él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy (1 Reyes 1:29-30). Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey y dijo: Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey. De la manera que Jehová ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David (1 Reyes 1:36-37). Y no falta la aprobación divina cuando Jonatán lea anuncia a Adonías y sus convidados: El rey ha dicho así: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos (1 Reyes 1:48). La rebelión de Adonías sólo sirvió para descubrir a los enemigos del ungido de Jehová.
En este trasfondo entendemos 1 Reyes 2 – 3. Salomón tiene que seguir a Jehová: Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel (1 Reyes 2:3-4). Y así hace, por lo menos en esta parte temprana de su reinado: Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David (1 Reyes 3:3).
Pero los enemigos del ungido de Jehová demuestran la rebelión guardada en sus corazones en 1 Reyes 2. Como en capítulo 1, Adonías confía en las alianzas políticas más que en la elección de Jehová y se atreve a pedir la ayuda de Betsabé para casarse con Abisag, una acción que Salomón correctamente percibe como un paso para apoderarse del reino (1 Reyes 2:22). Betsabé es muy astuta en decir que comunicará su petición al rey (1 Reyes 2:18); creo que sabe perfectamente bien que con esta petición Adonías ha firmado el orden de su propia ejecución, y simplemente se la va a decir al rey para que él obre por la protección de su reinado y de ella también. Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy (1 Reyes 2:24). Uno de los enemigos del ungido de Jehová es eliminado.
El segundo enemigo del ungido tiene que jubilarse a fuerzas: Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre. Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo (1 Reyes 2:26-27). Acuérdese que habíamos leído sobre el juicio a la casa de Elí en 1 Samuel 2:27-36 y 3:11-14. Ahora vemos cumplido la parte de la profecía que dice: Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel (1 Samuel 2:32). También en la lectura para hoy vemos el cumplimiento de la parte de la profecía que dice: Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días (1 Samuel 2:35). Se cumple en Sadoc, el que no siguió a Adonías y que unge a Salomón como rey (1 Reyes 1:8, 39; 2:35).
El tercer enemigo del ungido sospecha que va a ser eliminado como Adonías aunque no tenemos ninguna evidencia de que Salomón mandó su muerte en ese momento: Huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar (1 Reyes 2:28). Pone en evidencia su rebelión al desobedecer el mandato del rey: Entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré (1 Reyes 2:30). Se ejecuta contra él la sentencia de muerte por asesinar a Abner y Amasa (1 Reyes 2:31-33).
El cuarto enemigo del ungido también muere por desobediencia (1 Reyes 2:36-46). Elimina al que tendría más influencia para levantar a los soldados de Benjamín contra el ungido para apoyar a algún candidato posible de la vieja casa de Saúl. Por eso la muerte de Simei es tan significativo que dice: El rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová… El reino fue confirmado en la mano de Salomón (1 Reyes 2:45, 46).
Después de todas estas acciones, no vemos ninguna reprensión sino la confirmación de parte de Jehová: Se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé (1 Reyes 3:5). Si estas acciones no hubieran recibido la aprobación de Jehová, esperaríamos algún mensaje como el del profeta contra la casa de Elí o de Natán contra David por su pecado con Betsabé. En cambio vemos la aprobación de Jehová al ungido que eliminó con violencia a los que guardaban una actitud de rebelión contra él.
Y esto nos debe llamar la atención en relación con Jesucristo, el Ungido por excelencia. Tampoco tolera la rebelión. Así describe la Biblia la segunda venida de Jesucristo: Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificados en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (2 Tesalonicenses 1:7-10). Más firme, más eficaz y con consecuencias eternas será el establecimiento de su reino. Por eso, que recibamos la advertencia del Salmo 2: Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira, bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:11-12).
Primero note que la Biblia nos dice claramente: Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré (1 Reyes 1:5). Sus acciones vienen de la Escuela de Liderazgo de Absalón, no de la dirección de Jehová por su profeta: Y se hizo carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él (1 Reyes 1:5; véase también 2 Samuel 15:1). Su hermoso parecer hace eco de las descripciones de Saúl, Eliab y Absalón, líderes rechazados por Jehová. Y como Absalón, Adonías recibió la formación por un padre que no quería disciplinarlo (1 Reyes 1:6). Al ver la debilidad de su padre, se aprovecha de la situación con el apoyo de algunos de los hombres de más influencia en el reino para declararse rey y excluir a los que seguían a Salomón (1 Reyes 1:7-10). Todo indica que estamos por entrar en los capítulos de la rebelión de Absalón otra vez, pero con Salomón como el blanco de la rebelión.
¿Qué prohíbe que Adonías se empodere del trono, o que Israel caiga en una guerra civil? El juramento dado a Jehová: Señor mío, tú juraste a tu sierva por Jehová tu Dios, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono (1 Reyes 1:17). Cuando David recibe el testimonio de dos testigos (de Betsabé y de Natán) de la urgencia de la rebelión de Adonías, dice: Vive Jehová, que ha redimido mi alma de toda angustia, que como yo te he jurado por Jehová Dios de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mi, y él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy (1 Reyes 1:29-30). Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey y dijo: Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey. De la manera que Jehová ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David (1 Reyes 1:36-37). Y no falta la aprobación divina cuando Jonatán lea anuncia a Adonías y sus convidados: El rey ha dicho así: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos (1 Reyes 1:48). La rebelión de Adonías sólo sirvió para descubrir a los enemigos del ungido de Jehová.
En este trasfondo entendemos 1 Reyes 2 – 3. Salomón tiene que seguir a Jehová: Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel (1 Reyes 2:3-4). Y así hace, por lo menos en esta parte temprana de su reinado: Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David (1 Reyes 3:3).
Pero los enemigos del ungido de Jehová demuestran la rebelión guardada en sus corazones en 1 Reyes 2. Como en capítulo 1, Adonías confía en las alianzas políticas más que en la elección de Jehová y se atreve a pedir la ayuda de Betsabé para casarse con Abisag, una acción que Salomón correctamente percibe como un paso para apoderarse del reino (1 Reyes 2:22). Betsabé es muy astuta en decir que comunicará su petición al rey (1 Reyes 2:18); creo que sabe perfectamente bien que con esta petición Adonías ha firmado el orden de su propia ejecución, y simplemente se la va a decir al rey para que él obre por la protección de su reinado y de ella también. Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy (1 Reyes 2:24). Uno de los enemigos del ungido de Jehová es eliminado.
El segundo enemigo del ungido tiene que jubilarse a fuerzas: Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre. Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo (1 Reyes 2:26-27). Acuérdese que habíamos leído sobre el juicio a la casa de Elí en 1 Samuel 2:27-36 y 3:11-14. Ahora vemos cumplido la parte de la profecía que dice: Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel (1 Samuel 2:32). También en la lectura para hoy vemos el cumplimiento de la parte de la profecía que dice: Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días (1 Samuel 2:35). Se cumple en Sadoc, el que no siguió a Adonías y que unge a Salomón como rey (1 Reyes 1:8, 39; 2:35).
El tercer enemigo del ungido sospecha que va a ser eliminado como Adonías aunque no tenemos ninguna evidencia de que Salomón mandó su muerte en ese momento: Huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar (1 Reyes 2:28). Pone en evidencia su rebelión al desobedecer el mandato del rey: Entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré (1 Reyes 2:30). Se ejecuta contra él la sentencia de muerte por asesinar a Abner y Amasa (1 Reyes 2:31-33).
El cuarto enemigo del ungido también muere por desobediencia (1 Reyes 2:36-46). Elimina al que tendría más influencia para levantar a los soldados de Benjamín contra el ungido para apoyar a algún candidato posible de la vieja casa de Saúl. Por eso la muerte de Simei es tan significativo que dice: El rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová… El reino fue confirmado en la mano de Salomón (1 Reyes 2:45, 46).
Después de todas estas acciones, no vemos ninguna reprensión sino la confirmación de parte de Jehová: Se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé (1 Reyes 3:5). Si estas acciones no hubieran recibido la aprobación de Jehová, esperaríamos algún mensaje como el del profeta contra la casa de Elí o de Natán contra David por su pecado con Betsabé. En cambio vemos la aprobación de Jehová al ungido que eliminó con violencia a los que guardaban una actitud de rebelión contra él.
Y esto nos debe llamar la atención en relación con Jesucristo, el Ungido por excelencia. Tampoco tolera la rebelión. Así describe la Biblia la segunda venida de Jesucristo: Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificados en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (2 Tesalonicenses 1:7-10). Más firme, más eficaz y con consecuencias eternas será el establecimiento de su reino. Por eso, que recibamos la advertencia del Salmo 2: Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira, bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:11-12).