1 Reyes 6 - 7 y Salmo 48
Hoy empezamos con un anuncio que nos hace saber que esta lectura va a ser monumental: En el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, comenzó él a edificar la casa de Jehová (1 Reyes 6:1). La edificación del templo en Jerusalén es digna de ser comparada con el éxodo de Egipto, como dos evidencias culminantes del plan de Jehová por su pueblo.
También se ve su importancia en el tamaño del edificio en comparación con el tabernáculo. Es dos veces más largo que el tabernáculo, dos veces más ancho y tres veces más alto (1 Reyes 6:2 con Éxodo 26:15-22, notando que la longitud de cada tabla (10 codos) será utilizado para la altura del tabernáculo, no su largura). Es comparable en tamaño con otros templos grandes de la época en Siria (Alfred J. Hoerth, Archaeology and the Old Testament; Baker Books, 1998: pág. 281).
No hay tanto detalle sobre el templo como hay del tabernáculo en el libro de Éxodo. La descripción del templo en 1 Reyes 6 se fija en diferencias con el tabernáculo como el uso de ventanas, la construcción de aposentos alrededor del templo y el uso de piedras labradas y puertas de madera. También hay muchos detalles sobre el interior del templo, lo que la gran mayoría de los israelitas nunca iban a ver. El énfasis en el oro, los querubines y las decoraciones sirven con la información de 1 Reyes 4 – 5 para impresionarnos con la gloria, la grandeza y la organización con que Jehová le ha bendecido al pueblo por su ungido Salomón.
Con la misma admiración debemos leer 1 Reyes 7. Algunos desean criticar a Salomón porque pasó más tiempo en la construcción de su propia casa que en la del templo, pero no hay ninguna evidencia de crítica al Salomón en el texto por eso, ni ninguna mención de las muchas razones que pueden haber causado demoras en la construcción. Simplemente continúa la misma explicación con admiración por todo el capítulo, no sólo de la casa del bosque del Líbano sino del templo otra vez, ahora para admirar sus columnas de bronce, el mar (que contiene unos 54,600 litros de agua), las basas de bronce para agua y los demás utensilios de bronce y enseres de oro.
Y buenas noticias llegan al final del 1 Reyes 7: Así se terminó toda la obra que dispuso hacer el rey Salomón para la casa de Jehová (1 Reyes 7:51). Hace eco del anuncio con que Moisés terminó la construcción del tabernáculo: Así acabó Moisés la obra (Éxodo 40:33). Sólo falta, como en Éxodo 40:33, lo más importante de todo, la Presencia de Jehová. Ya había prometido: Con relación a esta casa que tú edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a David tu padre; y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a mi pueblo Israel (1 Reyes 6:12-13). Vamos a ver en la lectura de mañana cómo responde Jehová.
También se ve su importancia en el tamaño del edificio en comparación con el tabernáculo. Es dos veces más largo que el tabernáculo, dos veces más ancho y tres veces más alto (1 Reyes 6:2 con Éxodo 26:15-22, notando que la longitud de cada tabla (10 codos) será utilizado para la altura del tabernáculo, no su largura). Es comparable en tamaño con otros templos grandes de la época en Siria (Alfred J. Hoerth, Archaeology and the Old Testament; Baker Books, 1998: pág. 281).
No hay tanto detalle sobre el templo como hay del tabernáculo en el libro de Éxodo. La descripción del templo en 1 Reyes 6 se fija en diferencias con el tabernáculo como el uso de ventanas, la construcción de aposentos alrededor del templo y el uso de piedras labradas y puertas de madera. También hay muchos detalles sobre el interior del templo, lo que la gran mayoría de los israelitas nunca iban a ver. El énfasis en el oro, los querubines y las decoraciones sirven con la información de 1 Reyes 4 – 5 para impresionarnos con la gloria, la grandeza y la organización con que Jehová le ha bendecido al pueblo por su ungido Salomón.
Con la misma admiración debemos leer 1 Reyes 7. Algunos desean criticar a Salomón porque pasó más tiempo en la construcción de su propia casa que en la del templo, pero no hay ninguna evidencia de crítica al Salomón en el texto por eso, ni ninguna mención de las muchas razones que pueden haber causado demoras en la construcción. Simplemente continúa la misma explicación con admiración por todo el capítulo, no sólo de la casa del bosque del Líbano sino del templo otra vez, ahora para admirar sus columnas de bronce, el mar (que contiene unos 54,600 litros de agua), las basas de bronce para agua y los demás utensilios de bronce y enseres de oro.
Y buenas noticias llegan al final del 1 Reyes 7: Así se terminó toda la obra que dispuso hacer el rey Salomón para la casa de Jehová (1 Reyes 7:51). Hace eco del anuncio con que Moisés terminó la construcción del tabernáculo: Así acabó Moisés la obra (Éxodo 40:33). Sólo falta, como en Éxodo 40:33, lo más importante de todo, la Presencia de Jehová. Ya había prometido: Con relación a esta casa que tú edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a David tu padre; y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a mi pueblo Israel (1 Reyes 6:12-13). Vamos a ver en la lectura de mañana cómo responde Jehová.