1 Samuel 13 - 15
1 Samuel 13 – 15 sirve como un resumen del reinado de Saúl. Por el lado positivo nos dice: Después de haber tomado posesión del reinado de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba, y contra los filisteos; y adondequiera que se volvía, era vencedor. Y reunió un ejército y derrotó a Amalec; y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban (1 Samuel 14:47-48). Saúl se esforzó y abrió lugar para Israel entre las naciones para que vivieran en libertad.
Pero por el lado negativo hay bastante que nos debe preocupar del reinado de Saúl.
Primero, cuando ve que el pueblo se le desertaba en Gilgal en 1 Samuel 13, se apura y ofrece el holocausto antes de la llegada del profeta Samuel (1 Samuel 13:8-10). Samuel le dice: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado (1 Samuel 13:13). Cuando Saúl se sentía el peligro de la situación, ¿qué debe haber hecho?
Podemos encontrar muchos ejemplos de Moisés y Josué, pero vamos a contentarnos con el ejemplo más reciente, de cómo Samuel le había guiado a Israel en 1 Samuel 7: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová (1 Samuel 7:5). Se sentían temor en ese entonces igual como Saúl en 1 Samuel 13, pero la reacción de todos era diferente: Subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios… y clamó Samuel a Jehová, y Jehová le oyó… Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel (1 Samuel 7:7-9, 10).
En vez de conformarse con este patrón y dependerse en Jehová y en Samuel, Saúl se pone en el centro como si todo dependiera de sus propias fuerzas. Note bien su justificación: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto (1 Samuel 13:11-12). Según su respuesta, todo movimiento dependía de Saúl. Los demás no cumplían… Jehová se quedaría inmóvil hasta que alguien lo implorara… entonces la salvación de Israel de la mano filistea dependía de uno que viera la situación con más claridad que todos, que se esforzaría en medio de la inactividad de los demás. La salvación dependía de él. Y esta soberbia o egocentrismo le justificó a Saúl la desobediencia.
Las consecuencias de su rebelión son fuertes: No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo (1 Samuel 13:13-14). Moisés perdió la entrada a la tierra prometida por no santificar a Jehová en Números 20, pero sus descendientes pudieron entrar. ¡Ahora Saúl ha perdido mucho más! Toda su descendencia será perjudicada por su rebelión.
Y por ahora, las consecuencias presionan fuertemente a Israel también. En vez de una victoria decisiva contra los filisteos como en 1 Samuel 7 que le motivó a Samuel a poner la piedra memorial Eben-ezer, esta vez el profeta sube de Gilgal a Gabaa de Benjamín sin orar (1 Samuel 13:15). No se levanta ningún Eben-ezer en camino. Los filisteos mandan a tres grupos de merodeadores para afligir a Israel, y no hay manera de resistirlos.
Cuando Jehová les da la victoria en 1 Samuel 14, es notable ver cómo Saúl se queda fuera de la obra de Jehová. Está sentado bajo un granado, no con Samuel sino con un descendiente de la casa sacerdotal reprendida de Elí (1 Samuel 17:2-3). (¡Qué junta de líderes tan triste para Israel!) No sabe que Jonatán y su criado han salido (1 Samuel 14:3, 17). Cuando empieza el alboroto que va a terminar en la victoria de Israel, no sabe lo que está pasando. Pide el arca de Dios; luego, no hay tiempo para eso (1 Samuel 14:18-19). Pone un juramento que estorba la victoria y motiva el pueblo a pecar (1 Samuel 14:24, 29-32). Está dispuesto a matar a su propio hijo, al joven por quien Jehová había ganado la victoria ese día (1 Samuel 14:44-45). Cuando la Biblia dice: Así salvó Jehová a Israel aquel día (1 Samuel 14:23), nos damos cuenta de que lo hizo a pesar de su rey, no por medio de él.
Pero en vez de reconocer su lejanía de la obra de Jehová para luego arrepentirse y buscarlo otra vez, Saúl se hunde más en la soberbia. Desobedece la palabra de Jehová otra vez en 1 Samuel 15 y se elabora una justificación más atrevida para cubrirlo. Cuando Samuel denuncia su desobediencia, Saúl revela lo que verdaderamente le motiva. Teme al pueblo más que a Jehová (1 Samuel 15:24). Pero en vez de arrepentirse del pecado, ¡prefiere preservarlo! Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová (1 Samuel 15:24-25). Su preocupación es que sea visto delante del pueblo con la aprobación de Samuel y de Jehová: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios (1 Samuel 15:30). Está dispuesto a admitir su pecado en privado, con tal que pueda continuar como el centro de la atención de todos.
Con gran compasión Samuel tolera la soberbia del rey: Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová (1 Samuel 15:31). Pero reconocemos que esta aprobación aparente cubre una realidad espiritual muy grave: Nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel (1 Samuel 15:35). ¿Por cuánto tiempo va a tolerar Jehová esta soberbia?
Pero por el lado negativo hay bastante que nos debe preocupar del reinado de Saúl.
Primero, cuando ve que el pueblo se le desertaba en Gilgal en 1 Samuel 13, se apura y ofrece el holocausto antes de la llegada del profeta Samuel (1 Samuel 13:8-10). Samuel le dice: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado (1 Samuel 13:13). Cuando Saúl se sentía el peligro de la situación, ¿qué debe haber hecho?
Podemos encontrar muchos ejemplos de Moisés y Josué, pero vamos a contentarnos con el ejemplo más reciente, de cómo Samuel le había guiado a Israel en 1 Samuel 7: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová (1 Samuel 7:5). Se sentían temor en ese entonces igual como Saúl en 1 Samuel 13, pero la reacción de todos era diferente: Subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios… y clamó Samuel a Jehová, y Jehová le oyó… Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel (1 Samuel 7:7-9, 10).
En vez de conformarse con este patrón y dependerse en Jehová y en Samuel, Saúl se pone en el centro como si todo dependiera de sus propias fuerzas. Note bien su justificación: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto (1 Samuel 13:11-12). Según su respuesta, todo movimiento dependía de Saúl. Los demás no cumplían… Jehová se quedaría inmóvil hasta que alguien lo implorara… entonces la salvación de Israel de la mano filistea dependía de uno que viera la situación con más claridad que todos, que se esforzaría en medio de la inactividad de los demás. La salvación dependía de él. Y esta soberbia o egocentrismo le justificó a Saúl la desobediencia.
Las consecuencias de su rebelión son fuertes: No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo (1 Samuel 13:13-14). Moisés perdió la entrada a la tierra prometida por no santificar a Jehová en Números 20, pero sus descendientes pudieron entrar. ¡Ahora Saúl ha perdido mucho más! Toda su descendencia será perjudicada por su rebelión.
Y por ahora, las consecuencias presionan fuertemente a Israel también. En vez de una victoria decisiva contra los filisteos como en 1 Samuel 7 que le motivó a Samuel a poner la piedra memorial Eben-ezer, esta vez el profeta sube de Gilgal a Gabaa de Benjamín sin orar (1 Samuel 13:15). No se levanta ningún Eben-ezer en camino. Los filisteos mandan a tres grupos de merodeadores para afligir a Israel, y no hay manera de resistirlos.
Cuando Jehová les da la victoria en 1 Samuel 14, es notable ver cómo Saúl se queda fuera de la obra de Jehová. Está sentado bajo un granado, no con Samuel sino con un descendiente de la casa sacerdotal reprendida de Elí (1 Samuel 17:2-3). (¡Qué junta de líderes tan triste para Israel!) No sabe que Jonatán y su criado han salido (1 Samuel 14:3, 17). Cuando empieza el alboroto que va a terminar en la victoria de Israel, no sabe lo que está pasando. Pide el arca de Dios; luego, no hay tiempo para eso (1 Samuel 14:18-19). Pone un juramento que estorba la victoria y motiva el pueblo a pecar (1 Samuel 14:24, 29-32). Está dispuesto a matar a su propio hijo, al joven por quien Jehová había ganado la victoria ese día (1 Samuel 14:44-45). Cuando la Biblia dice: Así salvó Jehová a Israel aquel día (1 Samuel 14:23), nos damos cuenta de que lo hizo a pesar de su rey, no por medio de él.
Pero en vez de reconocer su lejanía de la obra de Jehová para luego arrepentirse y buscarlo otra vez, Saúl se hunde más en la soberbia. Desobedece la palabra de Jehová otra vez en 1 Samuel 15 y se elabora una justificación más atrevida para cubrirlo. Cuando Samuel denuncia su desobediencia, Saúl revela lo que verdaderamente le motiva. Teme al pueblo más que a Jehová (1 Samuel 15:24). Pero en vez de arrepentirse del pecado, ¡prefiere preservarlo! Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová (1 Samuel 15:24-25). Su preocupación es que sea visto delante del pueblo con la aprobación de Samuel y de Jehová: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios (1 Samuel 15:30). Está dispuesto a admitir su pecado en privado, con tal que pueda continuar como el centro de la atención de todos.
Con gran compasión Samuel tolera la soberbia del rey: Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová (1 Samuel 15:31). Pero reconocemos que esta aprobación aparente cubre una realidad espiritual muy grave: Nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel (1 Samuel 15:35). ¿Por cuánto tiempo va a tolerar Jehová esta soberbia?