2 Crónicas 24 - 27
En más detalle:
En su narrativa de los próximos cuatro reyes de Judá, el cronista nos presenta información que no vimos en 2 Reyes para que se destaquen ambos lo bueno y lo malo de sus reinados.
Por ejemplo, ya supimos de la reparación del templo bajo el reinado de Joás en 2 Reyes 12:4-16. Claro que el gozo del pueblo en contribuir por su restauración (2 Crónicas 24:10) era una historia atractiva para el cronista y digna de ser repetida. Añade que la culpa por el descuido del templo estaba con Atalía: Porque la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa de Jehová (2 Crónicas 24:7), no por una falta de atención de parte de los sacerdotes y los levitas.
Pero lo que más distingue el reinado de Joás en 2 Crónicas con el de 2 Reyes es el papel elevado del sacerdote Joiada. En los primeros versículos de 2 Crónicas 24 el cronista observa: E hizo Joás lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote (2 Crónicas 24:2), una referencia cronológica que normalmente el autor de 1 y 2 Reyes reservaba sólo para los reyes. Además, el cronista no sigue su observación con una referencia al número de los hijos del rey Joás sino a la prosperidad familiar del sacerdote Joiada (2 Crónicas 24:3). Por estos versículos (además de lo que nos contó sobre Joiada en 2 Crónicas 23) el cronista prepara el campo por la observación de que lo bueno del reino de Joás fue debido a la fidelidad y la devoción del sacerdote Joiada y su fuerte influencia sobre el rey.
Así observa el cronista en el resto de la narrativa. El sacerdote Joiada muere y es elogiado como si fuera rey (2 Crónicas 24:15-16). E inmediatamente el rey es corrompido por la influencia de los príncipes de Judá que se quedaron: Y desampararon la casa de Jehová el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado (2 Crónicas 24:18). Su rechazo de Jehová al morir Joiada se ejemplifica en el decreto de muerte contra su hijo Zacarías por haber profetizado que se arrepintiera (2 Crónicas 24:19-22). No es por coincidencia que el año que sigue un ejército pequeño de Siria vence a Judá (2 Crónicas 24:23-24), un evento que mencionó el autor de 2 Reyes pero sin notar el elemento de la retribución divina. El cronista cierra su relato de Joás por notar que su sepultura no fue de honor como la de Joiada (2 Crónicas 24:16, 25).
El cronista también nos da más información sobre Amasías que el autor de 2 Reyes. Nos cuenta de la ofensa que cometió contra los israelitas por tomar a 7000 soldados por sueldo sólo para despedirlos luego por no haber consultado a Jehová (2 Crónicas 25:6-10). Nos da más detalles sobre su guerra contra los edomitas (2 Crónicas 25:11-13); nos revela su idolatría que provoca la ira de Jehová (2 Crónicas 25:14-15) y su rechazo de la reprensión divina que prepara lugar por su caída (2 Crónicas 25:16). Todo esto pone una nueva perspectiva en los eventos que leímos en 2 Reyes 14 – allá se destaca la soberbia militar de Amasías y su humillación frente al rey Joás de Israel; en 2 Crónicas se revela el juicio que Jehová decretó contra Amasías no sólo por la soberbia militar sino también por la soberbia que se manifestó en la idolatría y el rechazo de la palabra de Jehová. Como los exiliados sabrán muy bien, el templo no sirve como talismán para proteger a Jerusalén del juicio justo de Jehová contra la soberbia.
El reinado de Uzías (Azarías en 2 Reyes 15:1-7) recibe mucha más cobertura por el cronista. Da resumen de su reinado por decir: Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó (2 Crónicas 26:5). Y nos da una larga lista de ejemplos en 2 Crónicas 26:6-15 que no vimos en 2 Reyes. Incluyen la derrota de sus enemigos y la población de nuevas ciudades (2 Crónicas 26:6); el reconocimiento extranjero de su poder (2 Crónicas 26:7-8); la fortificación de Jerusalén y el desierto (2 Crónicas 26:9-10); el poder militar (2 Crónicas 26:11-14) y avances en la ingeniería militar (2 Crónicas 26:15).
Pero como Amasías, Uzías se cae a la soberbia: Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso (2 Crónicas 26:16). Decidió tomar para sí un privilegio que disfrutaban los reyes paganos en todo el Medio Oriente, aun los reyes en Israel en el culto falso de Jeroboam (según 1 Reyes 13:1) pero que era prohibido a los reyes de Judá, como le avisan inmediatamente: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios (2 Crónicas 26:18). Lleno de soberbia, reacciona con ira contra la reprensión, y la lepra brota en su frente inmediatamente (2 Crónicas 26:19). En realidad, su castigo fue misericordioso; se puede haber quedado como Nadab y Abiú en Levítico 10.
De Jotam hay muy poca información en 2 Reyes 15:32-38. El cronista especifica la evaluación de Jotam del autor de 2 Reyes: Él hizo lo recto ante los ojos de Jehová; hizo conforme a todas las cosas que había hecho su padre Uzías (2 Reyes 15:34); añade el cronista: salvo que no entró en el santuario de Jehová (2 Crónicas 27:2). Observa el declive espiritual en la nación: Pero el pueblo continuaba corrompiéndose (2 Crónicas 27:2). Pone en lista las otras evidencias de un reinado bendecido como la construcción adicional en la casa de Jehová (2 Crónicas 27:3), la edificación de fortalezas (2 Crónicas 27:3-4), la victoria militar contra sus enemigos y la prosperidad por el tributo (2 Crónicas 27:5). Claro que estas bendiciones le vinieron por su devoción a Jehová: Se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios (2 Crónicas 27:6).
Por eso, los cuatro retratos reales que el cronista nos presenta en la lectura para hoy añaden mucho más a lo que vimos en 2 Reyes. Por medio de las biografías breves de estos reyes, el cronista les advierte a sus lectores y oyentes de los peligros de la soberbia, sobre todo la soberbia contra Jehová y su ley. Si se manifiesta:
1) directamente contra la autoridad espiritual (como en el ejemplo de Joás que terminó por rechazar la autoridad de Joiada),
2) por la idolatría (como en el caso de Amasías),
3) por el rechazo de la palabra de Jehová en reprensión (como en los casos de Joás, Amasías y Uzías), o
4) por no respetar los privilegios levíticos y sacerdotales en la adoración (como Uzías),
Jehová tiene que castigar la soberbia para la vergüenza de la casa real y el empobrecimiento de todo el pueblo.
La mejor protección del pueblo, entonces, es el ungido de Jehová (y todo el liderazgo) de corazón sumiso, uno que promueve la devoción a Jehová en concierto con los sacerdotes y levitas. Así, según el cronista, Jehová establecerá su pueblo.
Por eso los cristianos tenemos otra razón más por apreciar la declaración de Jesús, el Ungido por excelencia: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11:29). Es el Ungido de corazón perfecto, sin soberbia, que dirige a su pueblo en la devoción apasionada a su Padre. Ejemplifica perfectamente las características de la justicia que anhelaban experimentar el cronista y sus lectores.
En su narrativa de los próximos cuatro reyes de Judá, el cronista nos presenta información que no vimos en 2 Reyes para que se destaquen ambos lo bueno y lo malo de sus reinados.
Por ejemplo, ya supimos de la reparación del templo bajo el reinado de Joás en 2 Reyes 12:4-16. Claro que el gozo del pueblo en contribuir por su restauración (2 Crónicas 24:10) era una historia atractiva para el cronista y digna de ser repetida. Añade que la culpa por el descuido del templo estaba con Atalía: Porque la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa de Jehová (2 Crónicas 24:7), no por una falta de atención de parte de los sacerdotes y los levitas.
Pero lo que más distingue el reinado de Joás en 2 Crónicas con el de 2 Reyes es el papel elevado del sacerdote Joiada. En los primeros versículos de 2 Crónicas 24 el cronista observa: E hizo Joás lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote (2 Crónicas 24:2), una referencia cronológica que normalmente el autor de 1 y 2 Reyes reservaba sólo para los reyes. Además, el cronista no sigue su observación con una referencia al número de los hijos del rey Joás sino a la prosperidad familiar del sacerdote Joiada (2 Crónicas 24:3). Por estos versículos (además de lo que nos contó sobre Joiada en 2 Crónicas 23) el cronista prepara el campo por la observación de que lo bueno del reino de Joás fue debido a la fidelidad y la devoción del sacerdote Joiada y su fuerte influencia sobre el rey.
Así observa el cronista en el resto de la narrativa. El sacerdote Joiada muere y es elogiado como si fuera rey (2 Crónicas 24:15-16). E inmediatamente el rey es corrompido por la influencia de los príncipes de Judá que se quedaron: Y desampararon la casa de Jehová el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado (2 Crónicas 24:18). Su rechazo de Jehová al morir Joiada se ejemplifica en el decreto de muerte contra su hijo Zacarías por haber profetizado que se arrepintiera (2 Crónicas 24:19-22). No es por coincidencia que el año que sigue un ejército pequeño de Siria vence a Judá (2 Crónicas 24:23-24), un evento que mencionó el autor de 2 Reyes pero sin notar el elemento de la retribución divina. El cronista cierra su relato de Joás por notar que su sepultura no fue de honor como la de Joiada (2 Crónicas 24:16, 25).
El cronista también nos da más información sobre Amasías que el autor de 2 Reyes. Nos cuenta de la ofensa que cometió contra los israelitas por tomar a 7000 soldados por sueldo sólo para despedirlos luego por no haber consultado a Jehová (2 Crónicas 25:6-10). Nos da más detalles sobre su guerra contra los edomitas (2 Crónicas 25:11-13); nos revela su idolatría que provoca la ira de Jehová (2 Crónicas 25:14-15) y su rechazo de la reprensión divina que prepara lugar por su caída (2 Crónicas 25:16). Todo esto pone una nueva perspectiva en los eventos que leímos en 2 Reyes 14 – allá se destaca la soberbia militar de Amasías y su humillación frente al rey Joás de Israel; en 2 Crónicas se revela el juicio que Jehová decretó contra Amasías no sólo por la soberbia militar sino también por la soberbia que se manifestó en la idolatría y el rechazo de la palabra de Jehová. Como los exiliados sabrán muy bien, el templo no sirve como talismán para proteger a Jerusalén del juicio justo de Jehová contra la soberbia.
El reinado de Uzías (Azarías en 2 Reyes 15:1-7) recibe mucha más cobertura por el cronista. Da resumen de su reinado por decir: Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó (2 Crónicas 26:5). Y nos da una larga lista de ejemplos en 2 Crónicas 26:6-15 que no vimos en 2 Reyes. Incluyen la derrota de sus enemigos y la población de nuevas ciudades (2 Crónicas 26:6); el reconocimiento extranjero de su poder (2 Crónicas 26:7-8); la fortificación de Jerusalén y el desierto (2 Crónicas 26:9-10); el poder militar (2 Crónicas 26:11-14) y avances en la ingeniería militar (2 Crónicas 26:15).
Pero como Amasías, Uzías se cae a la soberbia: Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso (2 Crónicas 26:16). Decidió tomar para sí un privilegio que disfrutaban los reyes paganos en todo el Medio Oriente, aun los reyes en Israel en el culto falso de Jeroboam (según 1 Reyes 13:1) pero que era prohibido a los reyes de Judá, como le avisan inmediatamente: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios (2 Crónicas 26:18). Lleno de soberbia, reacciona con ira contra la reprensión, y la lepra brota en su frente inmediatamente (2 Crónicas 26:19). En realidad, su castigo fue misericordioso; se puede haber quedado como Nadab y Abiú en Levítico 10.
De Jotam hay muy poca información en 2 Reyes 15:32-38. El cronista especifica la evaluación de Jotam del autor de 2 Reyes: Él hizo lo recto ante los ojos de Jehová; hizo conforme a todas las cosas que había hecho su padre Uzías (2 Reyes 15:34); añade el cronista: salvo que no entró en el santuario de Jehová (2 Crónicas 27:2). Observa el declive espiritual en la nación: Pero el pueblo continuaba corrompiéndose (2 Crónicas 27:2). Pone en lista las otras evidencias de un reinado bendecido como la construcción adicional en la casa de Jehová (2 Crónicas 27:3), la edificación de fortalezas (2 Crónicas 27:3-4), la victoria militar contra sus enemigos y la prosperidad por el tributo (2 Crónicas 27:5). Claro que estas bendiciones le vinieron por su devoción a Jehová: Se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios (2 Crónicas 27:6).
Por eso, los cuatro retratos reales que el cronista nos presenta en la lectura para hoy añaden mucho más a lo que vimos en 2 Reyes. Por medio de las biografías breves de estos reyes, el cronista les advierte a sus lectores y oyentes de los peligros de la soberbia, sobre todo la soberbia contra Jehová y su ley. Si se manifiesta:
1) directamente contra la autoridad espiritual (como en el ejemplo de Joás que terminó por rechazar la autoridad de Joiada),
2) por la idolatría (como en el caso de Amasías),
3) por el rechazo de la palabra de Jehová en reprensión (como en los casos de Joás, Amasías y Uzías), o
4) por no respetar los privilegios levíticos y sacerdotales en la adoración (como Uzías),
Jehová tiene que castigar la soberbia para la vergüenza de la casa real y el empobrecimiento de todo el pueblo.
La mejor protección del pueblo, entonces, es el ungido de Jehová (y todo el liderazgo) de corazón sumiso, uno que promueve la devoción a Jehová en concierto con los sacerdotes y levitas. Así, según el cronista, Jehová establecerá su pueblo.
Por eso los cristianos tenemos otra razón más por apreciar la declaración de Jesús, el Ungido por excelencia: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11:29). Es el Ungido de corazón perfecto, sin soberbia, que dirige a su pueblo en la devoción apasionada a su Padre. Ejemplifica perfectamente las características de la justicia que anhelaban experimentar el cronista y sus lectores.