2 Crónicas 5:2 - 7:22 y Salmo 97
En resumen:
Salomón manifiesta su sabiduría al dirigir al pueblo de Israel unido en adoración a Jehová.
Salomón manifiesta su sabiduría al dirigir al pueblo de Israel unido en adoración a Jehová.
En más detalle:
En lo más básico, note que es Salomón, el ungido de Jehová, el que dirige al pueblo en oración. Aunque se supone que el sacerdote Sadoc tiene un lugar de gran importancia por dirigir a los demás sacerdotes en los sacrificios, la narrativa ni lo identifica. Es el hijo de David que dirige al pueblo unido en oración y que recalca el pacto de Jehová con su descendencia: Bendito sea Jehová Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que prometió con su boca a David mi padre, diciendo: Desde el día que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, ninguna ciudad he elegido de todas las tribus de Israel para edificar casa donde estuviese mi nombre, ni he escogido varón que fuese príncipe sobre mi pueblo Israel. Mas a Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que esté sobre mi pueblo Israel (2 Crónicas 6:4-6). Jehová ha cumplido su palabra que había dicho, pues me levanté yo en lugar de David mi padre, y me he sentado en el trono de Israel, como Jehová había dicho, y he edificado casa al nombre de Jehová Dios de Israel (2 Crónicas 6:10). Has guardado a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; tú lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como se ve en este día (2 Crónicas 6:15).
Lejos de ensoberbecerse por este privilegio, por la sabiduría Salomón teme a Jehová y reconoce que es por su gracia que disfruta el cumplimiento del pacto. Por eso pide su futuro cumplimiento y reconoce la obediencia que requiere: Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le has prometido, diciendo: No faltará de ti varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que sus hijos guarden su camino, andando en mi ley, como tú has andado delante de mí. Ahora, pues, oh Jehová Dios de Israel, cúmplase tu palabra que dijiste a tu siervo David (2 Crónicas 6:16-17).
En sabiduría Salomón reconoce: Jehová con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia (Proverbios 3:19). Es excelso sobre la creación: He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado? (2 Crónicas 6:18) Por eso se da cuenta del privilegio que por la gracia de Jehová se pueden relacionar en oración: Mas tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, oh Jehová Dios mío, para oír el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti (2 Crónicas 6:19). Y pide la continuación de esta bendición: Que tus ojos estén abiertos sobre esta casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste: Mi nombre estará allí; que oigas la oración con que tu siervo ora en este lugar. Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hicieren oración, que tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada (2 Crónicas 6:20-21). En sabiduría, reconoce el obstáculo más grave que impediría esta comunión en oración: Que oigas y perdones (2 Crónicas 6:21).
En sabiduría Salomón desea que el diario vivir de la sociedad refleje la justicia de Jehová sobre toda la creación. Por eso afirma la integridad de los votos por su Presencia en el templo: Si alguno pecare contra su prójimo, y se le exigiere juramento, y viniere a jurar ante tu altar en esta casa, tú oirás desde los cielos, y actuarás, y juzgarás a tus siervos, dando la paga al impío, haciendo recaer su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo al darle conforme a su justicia (2 Crónicas 6:22-23).
En sabiduría reconoce la santidad devastadora de Jehová de que aprendimos sobre todo en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, y por eso en temor de Jehová (el principio de la sabiduría según Proverbios 1:7), dirige la mayor parte de su oración a la protección del pueblo de la santidad de Jehová y la rectificación de su relación cuando la rompe el pecado. Por ejemplo: Si tu pueblo Israel fuere derrotado delante del enemigo por haber prevaricado contra ti, y se convirtiere, y confesare tu nombre, y rogare delante de ti en esta casa, tú oirás desde los cielos, y perdonarás el pecado de tu pueblo Israel, y les harás volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres (2 Crónicas 6:24-25).
Estas peticiones por la respuesta de Jehová en medio de los crisis nacionales no son motivadas sólo por el deseo de la seguridad y la prosperidad sino por reconocer su relación con el pecado tal como Jehová la explicó en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Por ejemplo: Si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce (Levítico 26:18-19). Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas (Deuteronomio 28:23-24). Por eso responde Salomón al orar: Si los cielos se cerraren y no hubiere lluvias, por haber pecado contra ti, si oraren a ti hacia este lugar, y confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres, tú los oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, y les enseñarás el buen camino para que anden en él, y darás lluvia sobre tu tierra, que diste por heredad a tu pueblo (2 Crónicas 6:26-27). Más que simplemente desear la protección y la prosperidad por sí, desea Salomón que sean evidencias de una relación de sumisión gozosa y obediencia al dominio justo de Jehová.
Por la sabiduría, Salomón reconoce que la verdadera devoción a Jehová se guarda en el corazón: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Por eso, confía que Jehová juzgará y responderá a las peticiones y los pensamientos guardados en los corazones de su pueblo: Toda oración y todo ruego que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cualquiera que conociere su llaga y su dolor en su corazón, si extendiere sus manos hacia esta casa, tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdonarás, y darás a cada uno conforme a sus caminos, habiendo conocido su corazón; porque sólo tú conoces el corazón de los hijos de los hombres; para que te teman y anden en tus caminos, todos los días que vivieren sobre la faz de la tierra que tú diste a nuestros padres (2 Crónicas 6:29-31).
En sabiduría reconoce Salomón que Jehová reina no sólo sobre Israel sino sobre todas las naciones y le dio a Abraham la promesa de ser el medio de bendición a ellas: Serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:3). De acuerdo con este enlace con todas las naciones ora: Y también al extranjero que no fuere de tu pueblo Israel, que hubiere venido de lejanas tierras a causa de tu gran nombre y de tu mano poderosa, y de tu brazo extendido, si viniere y orare hacia esta casa, tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y harás conforme a todas las cosas por las cuales hubiere clamado a ti el extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, y te teman así como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo he edificado (2 Crónicas 6:32-33).
En sabiduría reconoce Salomón el papel del ejército de Israel en la guerra santa de Jehová contra sus enemigos como estudiamos en el libro de Números. Por eso ora: Si tu pueblo saliere a la guerra contra sus enemigos por el camino que tú les enviares, y oraren a ti hacia esta ciudad que tú elegiste, hacia la casa que he edificado a tu nombre, tú oirás desde los cielos su oración y su ruego, y ampararás su causa (2 Crónicas 6:34-35).
Y el cronista, con su atención a los exiliados que siglos después vuelven a repoblar y edificar Jerusalén, incluyendo el templo, sobre las ruinas donde Salomón ofreció su oración, debe haber maravillado y aun temblado al repetir las palabras: Si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la casa que he edificado a tu nombre; tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti (2 Crónicas 6:38-39).
Termina la oración Salomón con el mismo énfasis que el cronista. Primero, hay la prioridad del templo en la relación viva con Jehová: Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar (2 Crónicas 6:40). Segundo, enfatiza el culto ordenado y apasionado a Jehová dirigido por los levitas, en particular los sacerdotes: Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad (2 Crónicas 6:41). Tercero, que todo sea ordenado según el ungido de Jehová de la casa de David: Jehová Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con David tu siervo (2 Crónicas 6:42).
La respuesta de Jehová confirma que estamos en un momento culminante de su relación con su pueblo escogido: Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa (2 Crónicas 7:1). Responde que, igual como su ira justa fue propiciada y escuchó la oración de David por la preservación de Jerusalén en 1 Crónicas 21 – 22 cuando el lugar era simplemente la era de Ornán jebuseo, estimará la oración y la propiciación levantadas en el templo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio (2 Crónicas 7:12). Confirma también el pacto con la casa de David: Si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos, yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel (2 Crónicas 7:17-18).
También hay una advertencia – la misma santidad, justicia y fidelidad que les responden en perdón y en bendición cuando le obedecen también exigirán su castigo severo si lo menosprecian (2 Crónicas 7:19-22). Así repite el cronista para todos sus lectores que vuelven del exilio y en todo tiempo.
En lo más básico, note que es Salomón, el ungido de Jehová, el que dirige al pueblo en oración. Aunque se supone que el sacerdote Sadoc tiene un lugar de gran importancia por dirigir a los demás sacerdotes en los sacrificios, la narrativa ni lo identifica. Es el hijo de David que dirige al pueblo unido en oración y que recalca el pacto de Jehová con su descendencia: Bendito sea Jehová Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que prometió con su boca a David mi padre, diciendo: Desde el día que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, ninguna ciudad he elegido de todas las tribus de Israel para edificar casa donde estuviese mi nombre, ni he escogido varón que fuese príncipe sobre mi pueblo Israel. Mas a Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que esté sobre mi pueblo Israel (2 Crónicas 6:4-6). Jehová ha cumplido su palabra que había dicho, pues me levanté yo en lugar de David mi padre, y me he sentado en el trono de Israel, como Jehová había dicho, y he edificado casa al nombre de Jehová Dios de Israel (2 Crónicas 6:10). Has guardado a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; tú lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como se ve en este día (2 Crónicas 6:15).
Lejos de ensoberbecerse por este privilegio, por la sabiduría Salomón teme a Jehová y reconoce que es por su gracia que disfruta el cumplimiento del pacto. Por eso pide su futuro cumplimiento y reconoce la obediencia que requiere: Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le has prometido, diciendo: No faltará de ti varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que sus hijos guarden su camino, andando en mi ley, como tú has andado delante de mí. Ahora, pues, oh Jehová Dios de Israel, cúmplase tu palabra que dijiste a tu siervo David (2 Crónicas 6:16-17).
En sabiduría Salomón reconoce: Jehová con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia (Proverbios 3:19). Es excelso sobre la creación: He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado? (2 Crónicas 6:18) Por eso se da cuenta del privilegio que por la gracia de Jehová se pueden relacionar en oración: Mas tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, oh Jehová Dios mío, para oír el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti (2 Crónicas 6:19). Y pide la continuación de esta bendición: Que tus ojos estén abiertos sobre esta casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste: Mi nombre estará allí; que oigas la oración con que tu siervo ora en este lugar. Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hicieren oración, que tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada (2 Crónicas 6:20-21). En sabiduría, reconoce el obstáculo más grave que impediría esta comunión en oración: Que oigas y perdones (2 Crónicas 6:21).
En sabiduría Salomón desea que el diario vivir de la sociedad refleje la justicia de Jehová sobre toda la creación. Por eso afirma la integridad de los votos por su Presencia en el templo: Si alguno pecare contra su prójimo, y se le exigiere juramento, y viniere a jurar ante tu altar en esta casa, tú oirás desde los cielos, y actuarás, y juzgarás a tus siervos, dando la paga al impío, haciendo recaer su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo al darle conforme a su justicia (2 Crónicas 6:22-23).
En sabiduría reconoce la santidad devastadora de Jehová de que aprendimos sobre todo en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, y por eso en temor de Jehová (el principio de la sabiduría según Proverbios 1:7), dirige la mayor parte de su oración a la protección del pueblo de la santidad de Jehová y la rectificación de su relación cuando la rompe el pecado. Por ejemplo: Si tu pueblo Israel fuere derrotado delante del enemigo por haber prevaricado contra ti, y se convirtiere, y confesare tu nombre, y rogare delante de ti en esta casa, tú oirás desde los cielos, y perdonarás el pecado de tu pueblo Israel, y les harás volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres (2 Crónicas 6:24-25).
Estas peticiones por la respuesta de Jehová en medio de los crisis nacionales no son motivadas sólo por el deseo de la seguridad y la prosperidad sino por reconocer su relación con el pecado tal como Jehová la explicó en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Por ejemplo: Si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce (Levítico 26:18-19). Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas (Deuteronomio 28:23-24). Por eso responde Salomón al orar: Si los cielos se cerraren y no hubiere lluvias, por haber pecado contra ti, si oraren a ti hacia este lugar, y confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres, tú los oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, y les enseñarás el buen camino para que anden en él, y darás lluvia sobre tu tierra, que diste por heredad a tu pueblo (2 Crónicas 6:26-27). Más que simplemente desear la protección y la prosperidad por sí, desea Salomón que sean evidencias de una relación de sumisión gozosa y obediencia al dominio justo de Jehová.
Por la sabiduría, Salomón reconoce que la verdadera devoción a Jehová se guarda en el corazón: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Por eso, confía que Jehová juzgará y responderá a las peticiones y los pensamientos guardados en los corazones de su pueblo: Toda oración y todo ruego que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cualquiera que conociere su llaga y su dolor en su corazón, si extendiere sus manos hacia esta casa, tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdonarás, y darás a cada uno conforme a sus caminos, habiendo conocido su corazón; porque sólo tú conoces el corazón de los hijos de los hombres; para que te teman y anden en tus caminos, todos los días que vivieren sobre la faz de la tierra que tú diste a nuestros padres (2 Crónicas 6:29-31).
En sabiduría reconoce Salomón que Jehová reina no sólo sobre Israel sino sobre todas las naciones y le dio a Abraham la promesa de ser el medio de bendición a ellas: Serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:3). De acuerdo con este enlace con todas las naciones ora: Y también al extranjero que no fuere de tu pueblo Israel, que hubiere venido de lejanas tierras a causa de tu gran nombre y de tu mano poderosa, y de tu brazo extendido, si viniere y orare hacia esta casa, tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y harás conforme a todas las cosas por las cuales hubiere clamado a ti el extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, y te teman así como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo he edificado (2 Crónicas 6:32-33).
En sabiduría reconoce Salomón el papel del ejército de Israel en la guerra santa de Jehová contra sus enemigos como estudiamos en el libro de Números. Por eso ora: Si tu pueblo saliere a la guerra contra sus enemigos por el camino que tú les enviares, y oraren a ti hacia esta ciudad que tú elegiste, hacia la casa que he edificado a tu nombre, tú oirás desde los cielos su oración y su ruego, y ampararás su causa (2 Crónicas 6:34-35).
Y el cronista, con su atención a los exiliados que siglos después vuelven a repoblar y edificar Jerusalén, incluyendo el templo, sobre las ruinas donde Salomón ofreció su oración, debe haber maravillado y aun temblado al repetir las palabras: Si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la casa que he edificado a tu nombre; tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti (2 Crónicas 6:38-39).
Termina la oración Salomón con el mismo énfasis que el cronista. Primero, hay la prioridad del templo en la relación viva con Jehová: Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar (2 Crónicas 6:40). Segundo, enfatiza el culto ordenado y apasionado a Jehová dirigido por los levitas, en particular los sacerdotes: Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad (2 Crónicas 6:41). Tercero, que todo sea ordenado según el ungido de Jehová de la casa de David: Jehová Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con David tu siervo (2 Crónicas 6:42).
La respuesta de Jehová confirma que estamos en un momento culminante de su relación con su pueblo escogido: Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa (2 Crónicas 7:1). Responde que, igual como su ira justa fue propiciada y escuchó la oración de David por la preservación de Jerusalén en 1 Crónicas 21 – 22 cuando el lugar era simplemente la era de Ornán jebuseo, estimará la oración y la propiciación levantadas en el templo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio (2 Crónicas 7:12). Confirma también el pacto con la casa de David: Si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos, yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel (2 Crónicas 7:17-18).
También hay una advertencia – la misma santidad, justicia y fidelidad que les responden en perdón y en bendición cuando le obedecen también exigirán su castigo severo si lo menosprecian (2 Crónicas 7:19-22). Así repite el cronista para todos sus lectores que vuelven del exilio y en todo tiempo.