2 Reyes 5 - 8:15
El tema destacado en estos capítulos es la salvación sorprendente de Jehová en contraste con su juicio devastador.
Digo: “la salvación sorprendente” porque alcanza a algunos a quienes menos esperamos que sean salvos.
Naamán, el general del ejército de Siria está primero en la lista cuando por fe en Jehová y la palabra de su profeta, es sanado de la lepra. Nota Jesús la sorpresa, aún la ofensa, de esta sanidad / salvación cuando predica en la sinagoga de Nazaret y dice: Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio (Lucas 4:27). El pueblo en la época de Jesús no estaba dispuesto a celebrar la salvación de Dios en la sanidad de uno de sus enemigos en preferencia a todos los leprosos israelitas. En reacción: Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue (Lucas 4:28-30). Subraya la salvación chocante con que empezamos la lectura hoy.
No sólo esto, sino que su juicio devastador toca un israelita, al siervo del mismo profeta de Jehová. Sueña con lucrarse de esta salvación sorprendente a tal punto que finge una petición urgente del profeta para llevar feliz a unos 68 kilos de plata y dos vestidos nuevos a un recinto secreto. Y es castigado cuando él y su descendencia reciben también la lepra que tenía Naamán.
La salvación del general sirio no significa que Jehová haya abandonado a Israel, pero es interesante notar en estos capítulos que los israelitas pobres y de menos influencia disfrutan la salvación de Jehová: un hijo pobre de los profetas de quien se le cayó una hacha prestada, unos leprosos que descubren primero que los sirios abandonaron su campamento, y la sunamita y su hijo que sobreviven la sequía de siete años por morar fuera de Israel y de repente reciben la restauración de sus tierras y los ingresos que habían perdido. Jehová se alegra de demostrar su salvación a los más pobres y necesitados de su pueblo.
Y su remanente humilde necesita la salvación y la protección de su Dios porque vienen días peores en el futuro: Entonces le dijo Hazael [a Eliseo]: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas (2 Reyes 8:12). El juicio devastador de Jehová sólo ha empezado a manifestarse; hay que apurarse a buscar el refugio sólo en él.
Digo: “la salvación sorprendente” porque alcanza a algunos a quienes menos esperamos que sean salvos.
Naamán, el general del ejército de Siria está primero en la lista cuando por fe en Jehová y la palabra de su profeta, es sanado de la lepra. Nota Jesús la sorpresa, aún la ofensa, de esta sanidad / salvación cuando predica en la sinagoga de Nazaret y dice: Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio (Lucas 4:27). El pueblo en la época de Jesús no estaba dispuesto a celebrar la salvación de Dios en la sanidad de uno de sus enemigos en preferencia a todos los leprosos israelitas. En reacción: Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue (Lucas 4:28-30). Subraya la salvación chocante con que empezamos la lectura hoy.
No sólo esto, sino que su juicio devastador toca un israelita, al siervo del mismo profeta de Jehová. Sueña con lucrarse de esta salvación sorprendente a tal punto que finge una petición urgente del profeta para llevar feliz a unos 68 kilos de plata y dos vestidos nuevos a un recinto secreto. Y es castigado cuando él y su descendencia reciben también la lepra que tenía Naamán.
La salvación del general sirio no significa que Jehová haya abandonado a Israel, pero es interesante notar en estos capítulos que los israelitas pobres y de menos influencia disfrutan la salvación de Jehová: un hijo pobre de los profetas de quien se le cayó una hacha prestada, unos leprosos que descubren primero que los sirios abandonaron su campamento, y la sunamita y su hijo que sobreviven la sequía de siete años por morar fuera de Israel y de repente reciben la restauración de sus tierras y los ingresos que habían perdido. Jehová se alegra de demostrar su salvación a los más pobres y necesitados de su pueblo.
Y su remanente humilde necesita la salvación y la protección de su Dios porque vienen días peores en el futuro: Entonces le dijo Hazael [a Eliseo]: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas (2 Reyes 8:12). El juicio devastador de Jehová sólo ha empezado a manifestarse; hay que apurarse a buscar el refugio sólo en él.