2 Samuel 11 - 13 y Salmo 51
Primero que todo hoy, deseo subrayar algunos de los detalles del pecado de David para que veamos cuán escandaloso es. Lo hago no para denigrar a David sino para que veamos algunos detalles importantes que no son evidentes las primeras veces que leemos 2 Samuel 11.
Aunque David no reconoció a Betsabé a primera vista, le habría reconocido por los nombres de sus familiares: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo (2 Samuel 11:3). Urías es uno de los treinta soldados más valientes y más celebrados del rey David (2 Samuel 23:39; 1 Crónicas 11:41). Así es Eliam también (2 Samuel 23:34). Y el abuelo de Betsabé es Ahitofel, el consejero más confiable que David tiene (2 Samuel 15:12; 16:23; 23:34). Esos hombres se han arriesgado las vidas constantemente en devoción y apoyo al rey David. Son parte del círculo íntimo que lo respalda. Y David está por traicionarlos por acostarse con su esposa / hija / nieta.
Este hecho hace más dolorosa la comparación entre los engaños de David y la valentía de Urías. David piensa cubrir el embarazo de Betsabé por llamarle a Urías del campo de batalla por un pretexto; confía que al volver a su casa en Jerusalén, se acostará con su esposa. Luego cuando se anuncia el embarazo, todos pensarán que Urías es el papá, y David se salva de este escándalo. Pero Urías se comporta con un compromiso excepcional a Jehová, a Israel, a su general y a sus compañeros de batalla: El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa (2 Samuel 11:11). Pero, ¿qué hizo David en las mismas condiciones, teniendo la oportunidad de demostrar la misma
valentía? Se durmió con la mujer del hombre que le demostró tanta devoción.
Cuando no puede quitarle la valentía de Urías ni por la insistencia ni por el alcohol, David hace que lleve la carta que ordena su propia ejecución. La misma fidelidad de Urías lo llevará a su muerte. Luego David se puede casar con la viuda y, cuando se hace evidente el embarazo, todos pueden felicitarle a David por ser papá de nuevo, sin saber las verdaderas circunstancias en que fue concebido. Encima de todo da su consolación insípida: No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas (2 Samuel 11:25). Todo va a continuar como normal, como si los pecados de David nunca hubieran ocurrido. Cualquier rey pagano habría sido impresionado con las mañas de David.
Pero no Jehová: Esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová (2 Samuel 11:27). Ambos David y Betsabé deben morir: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos (Levítico 20:10). David merece morir dos veces si pudiera: No tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá (Números 35:31). El que celebró tantas veces la gloria de Jehová en los salmos hace que los enemigos de Jehová lo blasfeman (2 Samuel 12:14). Es en este trasfondo que tenemos que entender la misericordia de Jehová a David en no matarlo (2 Samuel 12:13), la severidad del castigo que va a sufrir (2 Samuel 12:11-12, 14), la gracia de Jehová en amar a Salomón (2 Samuel 12:24-25), su gracia en darle victoria sobre los amonitas (2 Samuel 12:26-31), y la mal que se manifiesta en su casa por todo 2 Samuel 13 en los hechos de su primogénito Amnón (mencionado por primera vez en 2 Samuel 3:2) y por Absalón. Los pecados de David en 1 Samuel 11 son escandalosos, de rebeldía e infidelidad inconcebibles y de consecuencias graves y extendidas.
Además, note el choque en que estos pecados aparecen precisamente en esta parte de 2 Samuel. Si no fuera por el primer versículo de 2 Samuel 11, pensaríamos que estamos en otra década del reinado de David, en un punto cronológico muy lejano de las lecturas de 2 Samuel 5 – 7 y 8 – 10. El primer versículo encuadra los eventos de 2 Samuel 11 – 12 en línea con la conquista y fundación de Jerusalén, con la llegada del arca a la ciudad santa, con el pacto de Jehová con David, con su gracia profunda al prometerle un trono estable eternamente, con los grandes éxitos militares, con la paz impuesta sobre todas las naciones, con el enriquecimiento por la llegada de sus tesoros, con la misericordia demostrada a Mefi-boset y más recientemente con la victoria sobre los amonitas y sus aliados sirios en 2 Samuel 10:18-19 que ahora va a solidificar por el ataque contra la capital de Amón: Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá (2 Samuel 11:1). ¿Cómo puede haber pecado David tan descaradamente en medio de tanta abundancia de bendiciones y de gracia de Jehová?
Tal vez intentamos a contestar la pregunta por el mismo versículo que nos dice: En el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab,… pero David se quedó en Jerusalén (2 Samuel 11:1). David no estaba donde debía estar. Si estuviera en el campo de batalla, no habría visto a Betsabé bañándose en el terrado; si no la habría visto, tampoco la habría llamado; no se habría adulterado con ella; no habría mandado a Urías a su muerte…
Creo que hay algo de verdad en este razonamiento, pero es interesante que cuando David se arrepiente de su pecado en el Salmo 51, nunca dice: Perdóname, Señor: estaba en el lugar equivocado. En cambio, señala algo mucho más profundo como el motivo de su pecado: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmo 51:5). No quiere culparle a su mamá por lo que hizo, ni decir que fue concebido por el adulterio y por eso adultera, ni nada por el estilo. Dice que la maldad que le motivó a estos pecados escandalosos está dentro de él, es parte de su ser, y que siempre ha sido parte de su ser desde el momento que fue concebido. Reconoce David que para él, lo más natural es pecar, aún en obstinada rebelión contra tanta gracia y privilegio de Jehová.
Adolorido por este reconocimiento clama: Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve… Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí (Salmo 51:7, 9-10). Hay una limpieza del pecado y de su maldad que sólo puede hacer Jehová, y ésta le clama repetidas veces. David, el ungido de Jehová, reconoce que él mismo necesita a un Redentor, a Alguien que lo redima del pecado que hay en él. Y este anhelo nos dirige al otro Ungido de Jehová, al Ungido por excelencia, de quien la Biblia nos dirá: Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:5-6). Aún al rey David, en medio de tanta gracia y privilegio, le urgía recibir el perdón de pecados y el nuevo nacimiento que sólo podría procurar Jesucristo en su muerte en la cruz por nosotros.
¿Reconoce usted su naturaleza pecaminosa y que es capaz de manifestarse aún en medio de la gracia y el privilegio de Jehová?
Si dice que sí, ¿le ha clamado a Jehová por la creación de un nuevo corazón, el nacimiento de nuevo que sólo viene por fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo?
Aunque David no reconoció a Betsabé a primera vista, le habría reconocido por los nombres de sus familiares: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo (2 Samuel 11:3). Urías es uno de los treinta soldados más valientes y más celebrados del rey David (2 Samuel 23:39; 1 Crónicas 11:41). Así es Eliam también (2 Samuel 23:34). Y el abuelo de Betsabé es Ahitofel, el consejero más confiable que David tiene (2 Samuel 15:12; 16:23; 23:34). Esos hombres se han arriesgado las vidas constantemente en devoción y apoyo al rey David. Son parte del círculo íntimo que lo respalda. Y David está por traicionarlos por acostarse con su esposa / hija / nieta.
Este hecho hace más dolorosa la comparación entre los engaños de David y la valentía de Urías. David piensa cubrir el embarazo de Betsabé por llamarle a Urías del campo de batalla por un pretexto; confía que al volver a su casa en Jerusalén, se acostará con su esposa. Luego cuando se anuncia el embarazo, todos pensarán que Urías es el papá, y David se salva de este escándalo. Pero Urías se comporta con un compromiso excepcional a Jehová, a Israel, a su general y a sus compañeros de batalla: El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa (2 Samuel 11:11). Pero, ¿qué hizo David en las mismas condiciones, teniendo la oportunidad de demostrar la misma
valentía? Se durmió con la mujer del hombre que le demostró tanta devoción.
Cuando no puede quitarle la valentía de Urías ni por la insistencia ni por el alcohol, David hace que lleve la carta que ordena su propia ejecución. La misma fidelidad de Urías lo llevará a su muerte. Luego David se puede casar con la viuda y, cuando se hace evidente el embarazo, todos pueden felicitarle a David por ser papá de nuevo, sin saber las verdaderas circunstancias en que fue concebido. Encima de todo da su consolación insípida: No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas (2 Samuel 11:25). Todo va a continuar como normal, como si los pecados de David nunca hubieran ocurrido. Cualquier rey pagano habría sido impresionado con las mañas de David.
Pero no Jehová: Esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová (2 Samuel 11:27). Ambos David y Betsabé deben morir: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos (Levítico 20:10). David merece morir dos veces si pudiera: No tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá (Números 35:31). El que celebró tantas veces la gloria de Jehová en los salmos hace que los enemigos de Jehová lo blasfeman (2 Samuel 12:14). Es en este trasfondo que tenemos que entender la misericordia de Jehová a David en no matarlo (2 Samuel 12:13), la severidad del castigo que va a sufrir (2 Samuel 12:11-12, 14), la gracia de Jehová en amar a Salomón (2 Samuel 12:24-25), su gracia en darle victoria sobre los amonitas (2 Samuel 12:26-31), y la mal que se manifiesta en su casa por todo 2 Samuel 13 en los hechos de su primogénito Amnón (mencionado por primera vez en 2 Samuel 3:2) y por Absalón. Los pecados de David en 1 Samuel 11 son escandalosos, de rebeldía e infidelidad inconcebibles y de consecuencias graves y extendidas.
Además, note el choque en que estos pecados aparecen precisamente en esta parte de 2 Samuel. Si no fuera por el primer versículo de 2 Samuel 11, pensaríamos que estamos en otra década del reinado de David, en un punto cronológico muy lejano de las lecturas de 2 Samuel 5 – 7 y 8 – 10. El primer versículo encuadra los eventos de 2 Samuel 11 – 12 en línea con la conquista y fundación de Jerusalén, con la llegada del arca a la ciudad santa, con el pacto de Jehová con David, con su gracia profunda al prometerle un trono estable eternamente, con los grandes éxitos militares, con la paz impuesta sobre todas las naciones, con el enriquecimiento por la llegada de sus tesoros, con la misericordia demostrada a Mefi-boset y más recientemente con la victoria sobre los amonitas y sus aliados sirios en 2 Samuel 10:18-19 que ahora va a solidificar por el ataque contra la capital de Amón: Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá (2 Samuel 11:1). ¿Cómo puede haber pecado David tan descaradamente en medio de tanta abundancia de bendiciones y de gracia de Jehová?
Tal vez intentamos a contestar la pregunta por el mismo versículo que nos dice: En el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab,… pero David se quedó en Jerusalén (2 Samuel 11:1). David no estaba donde debía estar. Si estuviera en el campo de batalla, no habría visto a Betsabé bañándose en el terrado; si no la habría visto, tampoco la habría llamado; no se habría adulterado con ella; no habría mandado a Urías a su muerte…
Creo que hay algo de verdad en este razonamiento, pero es interesante que cuando David se arrepiente de su pecado en el Salmo 51, nunca dice: Perdóname, Señor: estaba en el lugar equivocado. En cambio, señala algo mucho más profundo como el motivo de su pecado: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmo 51:5). No quiere culparle a su mamá por lo que hizo, ni decir que fue concebido por el adulterio y por eso adultera, ni nada por el estilo. Dice que la maldad que le motivó a estos pecados escandalosos está dentro de él, es parte de su ser, y que siempre ha sido parte de su ser desde el momento que fue concebido. Reconoce David que para él, lo más natural es pecar, aún en obstinada rebelión contra tanta gracia y privilegio de Jehová.
Adolorido por este reconocimiento clama: Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve… Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí (Salmo 51:7, 9-10). Hay una limpieza del pecado y de su maldad que sólo puede hacer Jehová, y ésta le clama repetidas veces. David, el ungido de Jehová, reconoce que él mismo necesita a un Redentor, a Alguien que lo redima del pecado que hay en él. Y este anhelo nos dirige al otro Ungido de Jehová, al Ungido por excelencia, de quien la Biblia nos dirá: Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:5-6). Aún al rey David, en medio de tanta gracia y privilegio, le urgía recibir el perdón de pecados y el nuevo nacimiento que sólo podría procurar Jesucristo en su muerte en la cruz por nosotros.
¿Reconoce usted su naturaleza pecaminosa y que es capaz de manifestarse aún en medio de la gracia y el privilegio de Jehová?
Si dice que sí, ¿le ha clamado a Jehová por la creación de un nuevo corazón, el nacimiento de nuevo que sólo viene por fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo?