2 Samuel 5 - 7 y Salmo 2
Hoy llegamos a una de las lecturas fundacionales para entender no sólo el Antiguo Testamento sino toda la Biblia.
Incluye la confirmación de David como rey sobre todo Israel (2 Samuel 5:1-3); la conquista decisiva de Jerusalén (2 Samuel 5:6-9; note que fue conquistada en Jueces 1:8, pero no la pudieron ocupar según Josué 15:63 y Jueces 1:21); la llegada del arca a Jerusalén (2 Samuel 6) y sobre todo el pacto de Jehová a David (2 Samuel 7). Después de muchos años de espera, Jehová echa los cimientos por la monarquía de su ungido en su ciudad santa. Y los parámetros por los cuales los israelitas y los cristianos pensamos en nuestra relación con el Dios viviente nunca van a ser iguales.
David piensa levantar una casa para el arca de Dios (2 Samuel 7:1-2). Pero la gracia de Jehová es mucho más grande que cualquier bendición que David le puede regalar a Jehová; de hecho, David recibe las sorprendentes noticias de que Jehová le hará casa para él (2 Samuel 7:11). Va a levantar a un descendiente después de él y va a afirmar su reino para siempre (2 Samuel 7:12-13, 16). Este descendiente va a edificar casa a Jehová (2 Samuel 7:13).
Por una parte refiere al descendiente de David que va a reinar y edificar el templo en la próxima generación, a Salomón. Pero las promesas sobre un trono afirmado para siempre, un trono estable eternamente, nos dirigen a un descendiente físico de David más grande que Salomón, uno que reinará eternamente: a Jesucristo. Y así entendemos los cristianos el cumplimiento de este pacto: parcialmente es por los descendientes físicos de David que reinaron en Jerusalén en las generaciones de que leemos en el Antiguo Testamento, pero sobre todo por el descendiente de David llamado “Señor de señores y Rey de reyes” (Apocalipsis 17:14), “la raíz y el linaje de David” (Apocalipsis 22:16), Él ante quien se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra y de quien confesará toda lengua que es Señor (Filipenses 2:10-11). Jesucristo es el Rey por excelencia a quien refieren estos versículos.
Por eso celebramos los cristianos estas noticias con el rey David. Después de tantos años del ciclo espiritual en declive en las generaciones de los jueces y del rey Saúl, Jehová por su gracia revela un pacto declarando la estabilidad permanente del dominio justo de su ungido. Confirmamos la oración de David: Tú estableciste a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehová, fuiste a ellos por Dios. Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y has conforme a lo que has dicho (2 Samuel 7:24-25).
Incluye la confirmación de David como rey sobre todo Israel (2 Samuel 5:1-3); la conquista decisiva de Jerusalén (2 Samuel 5:6-9; note que fue conquistada en Jueces 1:8, pero no la pudieron ocupar según Josué 15:63 y Jueces 1:21); la llegada del arca a Jerusalén (2 Samuel 6) y sobre todo el pacto de Jehová a David (2 Samuel 7). Después de muchos años de espera, Jehová echa los cimientos por la monarquía de su ungido en su ciudad santa. Y los parámetros por los cuales los israelitas y los cristianos pensamos en nuestra relación con el Dios viviente nunca van a ser iguales.
David piensa levantar una casa para el arca de Dios (2 Samuel 7:1-2). Pero la gracia de Jehová es mucho más grande que cualquier bendición que David le puede regalar a Jehová; de hecho, David recibe las sorprendentes noticias de que Jehová le hará casa para él (2 Samuel 7:11). Va a levantar a un descendiente después de él y va a afirmar su reino para siempre (2 Samuel 7:12-13, 16). Este descendiente va a edificar casa a Jehová (2 Samuel 7:13).
Por una parte refiere al descendiente de David que va a reinar y edificar el templo en la próxima generación, a Salomón. Pero las promesas sobre un trono afirmado para siempre, un trono estable eternamente, nos dirigen a un descendiente físico de David más grande que Salomón, uno que reinará eternamente: a Jesucristo. Y así entendemos los cristianos el cumplimiento de este pacto: parcialmente es por los descendientes físicos de David que reinaron en Jerusalén en las generaciones de que leemos en el Antiguo Testamento, pero sobre todo por el descendiente de David llamado “Señor de señores y Rey de reyes” (Apocalipsis 17:14), “la raíz y el linaje de David” (Apocalipsis 22:16), Él ante quien se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra y de quien confesará toda lengua que es Señor (Filipenses 2:10-11). Jesucristo es el Rey por excelencia a quien refieren estos versículos.
Por eso celebramos los cristianos estas noticias con el rey David. Después de tantos años del ciclo espiritual en declive en las generaciones de los jueces y del rey Saúl, Jehová por su gracia revela un pacto declarando la estabilidad permanente del dominio justo de su ungido. Confirmamos la oración de David: Tú estableciste a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehová, fuiste a ellos por Dios. Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y has conforme a lo que has dicho (2 Samuel 7:24-25).