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2 Reyes 24 - 25 y Salmo 53

25/4/2012

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         En esta lectura entramos la época más baja de la historia de Israel en el Antiguo Testamento.  ¡Cuán lejos hemos caído de la gloria de Salomón!  Hace sólo dos semanas que leímos: Y Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el Éufrates hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto; y traían presentes, y
sirvieron a Salomón todos los días que vivió (1 Reyes 4:21).  Hoy leemos que el señorío sobre todo ese territorio ha pasado a manos de otro: Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra; porque el rey de Babilonia le tomó todo lo que era suyo desde el río de Egipto hasta el río Éufrates (2 Reyes 24:7). Y los presentes que traían a Salomón son llevados para enriquecer a otros: Sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho (2 Reyes 24:13; véase también 25:13-17).  En la pérdida de tierra, de gente, de dominio y de la Presencia de Jehová, ocurre el revés de las promesas a Abraham.
         A pesar de la tristeza que uno se siente al leer estos capítulos, nos toca entenderlos bien, en parte porque hay seis libros de los profetas asociados con esta época histórica: Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Habacuc y Sofonías. 
Por eso queremos entender bien cuatro eventos que ocurren en estos capítulos.
         El primer evento es la pérdida de independencia de Judá causada por la muerte de Josías.  Egipto y Babilonia peleaban por los restos del imperio asirio, el viejo enemigo del pueblo de Jehová que fue derrotado en la destrucción de su capital Nínive en 612 a.C. y en la de su próximo capital Harrán dos años después.  En el año 609 a.C.: Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Éufrates (2 Crónicas 35:20), e igual que la gran mayoría del transporte internacional de esa época, pasó por la costa mediterránea de la tierra prometida.  Salió Josías contra él (2 Crónicas 35:20), posiblemente con la intención de imponer su dominio sobre esa región que ya no pertenecía a Asiria.  Y Necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá?  Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure.  Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya (2 Crónicas
35:21).  Mas Josías no acepta la advertencia, ataca a Necao en el campo de Meguido y muere (2 Crónicas 35:22-24).  El profeta Jeremías endecha a Josías (2 Crónicas 35:25).
         Necao continúa su marcha al norte y pierde la batalla de Carquemis a los caldeos de Babilonia en 609 a.C.  De regreso a Egipto, decide imponer su autoridad sobre el reino de Judá que ha puesto a Joacaz en lugar de su padre Josías como rey (2 Reyes 23:31; 2 Crónicas 36:1).  Lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro (2 Reyes 23:33).  ¡El rey de Judá, descendiente de David, es tomado preso por Faraón!  De aquí Judá pierde su independencia y no la va a recobrar por siglos.
         El rey de Judá ahora es títere de Egipto: Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí (2 Reyes 23:34).  En sumisión a su nuevo señor: Joacim pagó a Faraón la plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao (2 Reyes 23:35).  El deseo de volver a ganar la independencia perdida es un motivo fuerte en las decisiones de los próximos años.
         El segundo evento destacado es el remplazo de señores sobre Judá cuando Egipto pierde otra batalla de Carquemis en 605 a.C.  Como consecuencia, Babilonia sigue en marcha al sur y toma los territorios egipcios incluyendo a Judá: En su tiempo subió en campaña Nabucodonosor rey de Babilonia (2 Reyes 24:1).  Ahora Jerusalén es sitiada, derrotada, y sufre la primera deportación a Babilonia, principalmente para la preparación de funcionarios para la administración del nuevo territorio de Judá: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.  Y el Señor entregó en sus
manos a Joacim rey de Judá (Daniel 1:1-2).  Dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus
eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3-4).  Entre estos jóvenes se encuentran Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego.
         El tercer evento empieza cuando Babilonia es derrotada en la frontera de Egipto en 601 a.C., y Joacim ve su oportunidad por la independencia: Joacim vino a ser su siervo por tres años, pero luego volvió y se rebeló contra él (2 Reyes 24:1). 
Los eventos que siguen tampoco dependen tanto del poder de Babilonia ni de la fuerza que Joacim supone que tiene: Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas (2 Reyes 24:2).  Jerusalén es sitiada otra vez, Joacim muere y es remplazado por su hijo Joaquín que en 597 a.C. sólo tiene tiempo para entregar la ciudad y ser llevado en la segunda deportación que incluye a muchos de la familia real y todos los príncipes, hombres valientes, artesanos y herreros (2 Reyes 24:10-16).  También incluye a otro joven que será llamado a profetizar en el exilio, a Ezequiel.
         Sedequías es nombrado rey y gobierna durante el cuarto evento destacado, la destrucción final de Jerusalén y la última deportación a Babilonia en 586 a.C.: Vino, pues, la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia (2 Reyes 24:20).  Jeremías profetiza en Jerusalén, y Daniel y Ezequiel en el exilio en los años que llegan a ese punto culminante del juicio de Jehová.
         Para resumir, estos cuatro eventos principales son:
         1)  La pérdida de independencia de Judá con la muerte de Josías (609 a.C.)
         2)  Babilonia toma control de Judá y manda la primera deportación (605 a.C.)
         3)  Después de la rebelión de Joacim, Babilonia hace someter a Judá otra vez y manda una segunda deportación más grande (597 a.C.)
         4)  Después de la rebelión de Sedequías, Babilonia destruye Jerusalén por
completo y manda una deportación masiva (586 a.C.)
         En medio de este juicio devastador y decisivo sobre Jerusalén, todavía se queda encendida una pequeña esperanza.  Después de 37 años de cautiverio, el ex-rey Joaquín, el que había reinado sólo por tres meses, es sacado de la cárcel y puesto en un lugar de gracia y privilegio por el rey de Babilonia (2 Reyes 25:27-30). 
Aunque sin reino, la casa de David continúa.
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2 Reyes 21 - 23 y Salmo 119:169-176

24/4/2012

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         Después de ver la justicia de Ezequías y la gran redención que obró Jehová por Judá en 2 Reyes 18 – 19, es difícil leer de la iniquidad de Manasés en 2 Reyes 21.
         No es que desconoce los caminos de Jehová sino que parece contradecirlos de forma sistemática y calculada.  Volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió
culto a aquellas cosas (2 Reyes 21:3).  Profana la casa de Jehová por hacerla un centro de idolatría: Y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira (2 Reyes 21:6).  Los peores reyes hasta este punto, los que provocaron más condenación para el pueblo de Jehová (Jeroboam, Acab y Acaz) ni se comparan con Manasés en su maldad.  El narrador tiene que remontar a la época pre-israelita para encontrar una comparación con sus iniquidades: Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel (2 Reyes 21:2).
         Y esto nos prepara por la condenación que va a recibir Judá por sus acciones.  Repetidas veces leímos las advertencias: Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros (porque todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de vosotros, y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros (Levítico 18:26-28).  Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra, no sea que os vomite la tierra en la cual yo os introduzco para que habitéis en ella.  Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación (Levítico
20:22-23).
         Por eso viene el juicio: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos (2 Reyes 21:12). Note que esta frase es una repetición de la introducción al juicio que Jehová le declaró al joven Samuel contra la casa de Elí en 1 Samuel 3:11.  Luego le dijo a Samuel: Yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas (1 Samuel 3:14). Nos sugiere que el juicio en 2 Reyes 21:12 será también llamativo, nacional y sin posibilidad de ser cambiado.  Como la casa de Elí, Manasés pasó el límite, y toda la nación sufrirá las consecuencias.
         Es un juicio dirigido por Jehová: Extenderé sobre Jerusalén… (2 Reyes 21:13)  No hay duda contra quién ha pecado Manasés.  Y no será por accidente los eventos en los próximos capítulos.  Él que obró tantas veces a favor de Judá ahora va a dirigir su soberanía y poder contra él.
         Es un juicio conforme a sus antecedentes históricos: Extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab (2 Reyes 21:13).  Jehová no actúa de forma arbitraria o incierta; siempre juzga de acuerdo con sus juicios eternos.  Si desea ver cómo lo va a castigar, Judá sólo tiene que echar la mirada hacia atrás para ver qué les pasó a las diez tribus del norte en 2 Reyes 17.
         Es un juicio completo para quitar la inmundicia: Limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo (2 Reyes 21:13).  Como a un plato sucio, la limpieza de Jerusalén será completa, sin dejar rastro de la inmundicia anterior.
         Es un juicio en que Judá va a experimentar el abandono del Dios que ellos han abandonado: Desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios (2 Reyes 21:14).
         Es un juicio culminante: Por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto hasta hoy (2 Reyes 21:15).  Se dirige a la acumulación de pecado por las generaciones porque el pueblo no se ha arrepentido de los pecados pasados sino que los ha guardado y multiplicado.
         El anuncio de este juicio seguro, llamativo, nacional, no cambiable, culminante y del abandono de Dios hace impresionante la lectura de 2 Reyes 22 – 23 sobre la reforma durante el reinado de Josías.  Como Manasés obró decisivamente para
establecer la idolatría, Josías obró para desarraigarla y cimentar la adoración a Jehová.  Note la campaña militar de destrucción que emprende Josías en 2 Reyes 23:4-20.  ¡Aún sale fuera de las fronteras de Judá para destruir la idolatría!  Se compara con las campañas militares de Josué, o de David contra sus enemigos o de Jehú contra la casa de Acab, pero en este caso el blanco de su poder militar no son los cananeos ni los vecinos de Israel ni una casa real condenada sino los ídolos, los lugares de idolatría y los sacerdotes que los promocionan.  No sólo los derroca y los polvoriza sino que contamina permanentemente sus lugares para que ninguno vuelva a usarlos.
         Junto con la campaña militar contra la idolatría dirige una devoción a Jehová comparable sólo con los mejores momentos del reconocimiento de su gracia: Entonces mandó el rey a todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá (2 Reyes 23:21-22).  No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual (2 Reyes 23:25).
         Por eso se hacen tan aterradoras los versículos siguientes sobre el juicio: Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado.  Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí (2 Reyes 23:26-27).  El juicio sobre la casa de Judá es tan seguro que aún un rey tan arrepentido y devoto como Josías no puede apaciguarlo.
         Por eso, dos lecciones fuertes se destacan de la lectura hoy: 1) No sabemos en qué día ni con qué acción pasó Manasés el límite para despegar tal clase de juicio contra Judá.  Pero cuando lo pasó, no había forma de hacer retroceder las consecuencias.  ¿No sería mejor arrepentirnos inmediatamente de nuestro pecado en vez de continuar a consentirlo y a jugar con la iniquidad, sin saber cuándo Jehová dirá: “Basta ya”?  2) ¿Es Jehová digno de devoción, arrepentimiento y adoración… aunque no quite el juicio seguro sobre nuestras sociedades?  La vida de Josías demuestra que Jehová es digno de una reforma de todos los aspectos de nuestro diario vivir, aun si aparentemente no quite las consecuencias de nuestros pecados o el juicio recibido por haberlos cometido.  Que sea alabado Jehová aun cuando su juicio devastador está por estallar.
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2 Reyes 17 - 20 y Salmo 108

23/4/2012

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         En la lectura de hoy se desborda la amenaza asiria.  Traga por completo el
reino de Israel: En el año nuevo de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos (2 Reyes 17:6).  Así se cumple el juicio declarado contra la idolatría y la desobediencia al pacto siglos antes: A vosotros os esparciré entre las naciones, y desvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades (Levítico 26:33).  Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.  Jehová traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño (Deuteronomio
28:47-50).  Las diez tribus del norte son conquistadas y llevadas al exilio.
         No sirve a los asirios la tierra vacía de habitantes, entonces de acuerdo con su política del exilio mandan a otras naciones para poblar la tierra prometida: Trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades (2 Reyes 17:24).  Mezclan la devoción a los dioses paganos de sus lugares de origen con la devoción a Jehová: Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados…  Así temieron a Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así
hacen hasta hoy (2 Reyes 17:33, 41).  Los descendientes de estos pueblos fuera del pacto de Jehová con Abraham y Moisés continuarán en la tierra prometida; siete siglos después aparecen en el Nuevo Testamento bajo el nombre “samaritanos”.
         Pero los asirios no paran con la conquista de Israel: A los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó (2 Reyes 18:13).  Senaquerib manda a su oficial el Rabsaces para amenazar e intimidar al pueblo para que se rebelen contra el débil ungido de Jehová y se entreguen al fuerte rey de Asiria.  Responde Jehová con una redención impresionante.  A su enemigo declara: He conocido tu situación, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí.  Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, yo pondré mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste (2 Reyes 19:27-28).  Promete a Ezequías: Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sion los que se salven.  El celo de Jehová de los ejércitos hará esto…  Yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo (2 Reyes 19:31, 34).  E inmediatamente cumple la salvación prometida.
         Pero a pesar de los favores recibidos, Ezequías vuelve a confiar en la redención por los pueblos que no conocen a Jehová, esta vez por Babilonia (2 Reyes 20:12-19).  La amenaza asiria será remplazada por la amenaza caldea.  El juicio contra el pecado continuará hasta que sea arrancado por completo.
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2 Reyes 13 - 16

22/4/2012

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         Mientras lee, note los temas siguientes:
         La maldad continua de Israel: Repetitivo es el juicio de Jehová contra los reyes de Israel porque repetitivo es su pecado: Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y siguió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; y no se apartó de ellos (2 Reyes 13:2; véase también 13:11; 14:24; 15:9, 18, 24, 28).  A pesar de las indicaciones claras de que el culto por los dos becerros de oro en Dan y Bet-el fue inventado por la mente de Jeroboam (1 Reyes 12:26-33), a pesar del juicio claro de Jehová contra Jeroboam por ese culto condenable (1 Reyes 13:1-10; 14:1-14; 15:29-30), a pesar del juicio claro de Jehová contra los otros reyes israelitas por eso (1 Reyes 16:1-4, 12-13, 19) y a pesar del juicio claro de Jehová contra todo Israel por lo mismo (1 Reyes 14:15-16), obstinadamente guardan los reyes de Israel los pecados
institucionalizados de su predecesor.  Como la maleza, el pecado arraigado persiste en guardar su territorio y en crecer.  Como la maleza, no será desarraigado sino por una acción decisiva.
         La maldad continua de Judá: Aunque no participa en el culto de los dos becerros, también se entrega a la idolatría: Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en esos lugares altos (2 Reyes 14:4; véase también 15:4, 35).  Aún crece su pecado durante el reinado de Acaz.  Hace cambios en el culto del templo en Jerusalén para incorporar las
ideas paganas a la verdadera religión de Jehová (2 Reyes 16:10-18).  Pero mucho peor todavía: Anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel (2 Reyes 16:3).  El sacrificio de un hijo a un dios pagano en sí es una abominación pero especialmente cuando se considera que ese niño es candidato posible para reinar en el trono de Judá por el pacto de Jehová a David.  Es difícil pensar en una rebelión a Jehová más digna de condenación.
         La paciencia de Jehová y su gracia en medio de la iniquidad de Israel: Se encendió el furor de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de Hazael rey de Siria, y en mano de Ben-adad hijo de Hazael, por largo tiempo.  Mas Joacaz oró en presencia de Jehová, y Jehová lo oyó; porque miró la aflicción de Israel, pues el rey de Siria los afligía (2 Reyes 13:3-4).  Restauró [Jeroboam II] los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá… porque Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás (2 Reyes 14:25-27).
         El acercamiento de una nueva amenaza: Aparecen los asirios por primera vez, un imperio nuevo centrado en el norte de Mesopotamia por el río Tigris y basado en la conquista militar por la violencia en extremo, una conquista incansable que
quiere hacer someter a todos los pueblos y los pone en exilio si se rebelan. Sus conquistas se acercan cada vez más a Israel durante esta época, y aparecen en la Biblia por primera vez en 2 Reyes 15:19 cuando Manahem los paga para afirmar su nuevo puesto como rey de Israel.  Se ha empezado una relación muy peligrosa.  Ya en 2 Reyes 15:29 toman para sí los territorios del norte de Israel y ponen en exilio
por primera vez una parte del pueblo de Jehová.  Luego en 2 Reyes 16:7-9, el rey Acaz de Judá repite el error de depender de los asirios por la seguridad.  Vencen a los viejos enemigos del pueblo de Israel, a los sirios.  Pero, ¿qué ha pasado a la seguridad en Jehová?
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2 Reyes 9 - 12 y Salmo 36

21/4/2012

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         Las profecías cumplidas en la lectura para hoy estaban pendientes desde hace años.  Acuérdese de lo que leímos en las lecturas anteriores:
         Cuando Elías fue a Sinaí para presentar una demanda contra Israel por su idolatría y su endurecimiento contra el pacto, Jehová le respondió: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de
Siria.  A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará (1 Reyes 19:15-17).  Una gran parte del cumplimiento de estas profecías ocurre en la lectura para hoy.
         Después de que Acab mató a Nabot y tomó su heredad, Jehová le mandó a Elías para anunciarle su sentencia: He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel.  Y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías, por la rebelión con que me provocaste a ira, y con que has hecho pecar a Israel.  De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel (1 Reyes 21:21-23).
         Luego que Acab demostró algo de remordimiento por lo que había hecho, Jehová dijo: ¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí?  Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa (1 Reyes 21:29).
         Note por lo menos cuatro aspectos del cumplimiento de estas profecías en la lectura para hoy:
         La precisión de las profecías de Jehová: Han pasado muchos años y muchos eventos, pero el juicio de Jehová se manifiesta exactamente cómo había declarado años antes.  Jehová ordenó a cada persona a su lugar y cada acción sin faltar ninguno, y lo hizo todo naturalmente.
         La rapidez con que se cumplen: Había una larga espera desde la sentencia de 1 Reyes 19, pero cuando llega el momento de cumplirse, nadie la puede detener.  El tiempo por el arrepentimiento ya pasó; apenas hay tiempo para reconocer el juicio cuando se descarga.
         El propósito del juicio de Jehová: Claro que el juicio castiga a la casa real de Acab, pero también purga el culto de Baal del país.  El juicio de Jehová tiene una función purgativa además de destructora para santificar a su pueblo y desarraigar por completo su pecado.
         El juicio de Jehová se pone en contraste con su fidelidad a la casa de David: La casa de David es purgada también cuando Jehú mata a Ocozías, el descendiente de David que: Anduvo en el camino de la casa de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como la casa de Acab; porque era yerno de la casa de Acab (2 Reyes 8:27).  La muerte de Ocozías aún motiva a su madre a intentar a matar a toda la descendencia real (2 Reyes 11:1), igual como había pasado a las casas de Jeroboam, de Baasa y ahora de Acab.  Pero en vez de dejar que la casa de David sea exterminada, Jehová la preserva: Pero Josaba hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y lo ocultó de Atalía, a él y a su ama, en la cámara de dormir, y en esta forma no lo mataron (2 Reyes 11:2).  Y con tiempo, hay un avivamiento en la relación de Judá con Jehová cuando Joás llega a subir el trono: Entonces Joiada [el sumo sacerdote] hizo pacto entre Jehová y el rey y el pueblo, que serían pueblo de Jehová; y asimismo entre el rey y el pueblo…  Y todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estuvo en reposo, habiendo sido Atalía muerta a espada junto a la casa del rey (2 Reyes 11:17, 20).
         En resumen, vemos que el juicio de Jehová es seguro y rápido, que se descarga para purgar además de condenar, y que la protección del juicio viene por arrimarse al ungido de Jehová.  De nuevo, los eventos de 2 Reyes nos urgen a arrepentirnos de nuestros pecados antes de que sea demasiado tarde, y nos empujan a encontrar salvación y protección del juicio por confiar únicamente en Jehová.
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2 Reyes 5 - 8

20/4/2012

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         El tema destacado en estos capítulos es la salvación sorprendente de Jehová en contraste con su juicio devastador.
         Digo: “la salvación sorprendente” porque alcanza a algunos a quienes menos esperamos que sean salvos.  Naamán, el general del ejército de Siria está primero en la lista cuando por fe en Jehová y la palabra de su profeta, es sanado de la lepra. 
Nota Jesús la sorpresa, aún la ofensa, de esta sanidad / salvación cuando predica en la sinagoga de Nazaret y dice: Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio (Lucas 4:27).  El pueblo en la época de Jesús no estaba dispuesto a celebrar la salvación de Dios en la sanidad de uno de sus enemigos en preferencia a todos los leprosos
israelitas.  En reacción: Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.  Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue (Lucas 4:28-30).  Subraya la salvación chocante con que empezamos la lectura hoy.
         No sólo esto, sino que su juicio devastador toca a un israelita, al siervo del mismo profeta de Jehová.  Sueña con lucrarse de esta salvación sorprendente a tal punto que finge una petición urgente del profeta para llevar feliz a unos 68 kilos de plata y dos vestidos nuevos a un recinto secreto.  Y es castigado cuando él y su descendencia reciben la lepra que tenía Naamán.
         La salvación del general sirio no significa que Jehová haya abandonado a Israel, pero es interesante notar en estos capítulos que los israelitas pobres y de menos influencia disfrutan la salvación de Jehová: un hijo pobre de los profetas de quien se le cayó una hacha prestada, unos leprosos que descubren primero que los sirios abandonaron su campamento, y la sunamita y su hijo que sobreviven la sequía de siete años por morar fuera de Israel y de repente reciben la restauración de sus tierras y los ingresos que habían perdido.  Jehová se alegra de demostrar su salvación a los más pobres y necesitados de su pueblo.
         Y su remanente humilde de veras necesita la salvación y la protección de su Dios porque vienen días peores en el futuro: Entonces le dijo Hazael [a Eliseo]:
¿Por qué llora mi señor?  Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas (2 Reyes 8:12).  El juicio devastador de Jehová sólo ha empezado a manifestarse; hay que apurarse a buscar el refugio sólo en él.
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2 Reyes 1 - 4

19/4/2012

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         Una frase concisa para resumir los temas de estos capítulos sale de la boca de Eliseo cuando regresa a la orilla del Jordán: Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? (2 Reyes 2:14)  La respuesta vemos en evidencia abundante aquí: reinando en lo alto en su
dominio glorioso, atento a las necesidades del remanente que ha preservado por
gracia.
         Protege a su profeta Elías de la amenaza del arresto por Ocozías.  Recibe a
Elías, y manifiesta su poder por medio de Eliseo.  Sana las aguas de una ciudad. 
Preserva a los reyes de Israel, Judá y Moab por darles agua en el desierto y victoria sobre los edomitas.  Provee abundantemente por una viuda.  Bendice a la sunamita con un hijo y lo resucita de la muerte.  Quita el veneno de un potaje para los profetas y los sacia cuando hay poca comida.  Una y otra vez Jehová demuestra su
provisión y su protección cariñosas a su remanente.
         Por otro lado, se manifiesta su juicio también.  Elías tiene una pregunta para juzgar al rey Ocozías: ¿No hay Dios en Israel, que vais a consultar a
Baal-zebub dios de Ecrón? (2 Reyes 1:3)  Por lo menos Jeroboam en toda su idolatría todavía buscó al profeta de Jehová cuando le mandó a su esposa que consultara por la vida de su hijo (1 Reyes 14:1-3); Ocozías prefiere escuchar de un dios pagano y por eso, morirá (2 Reyes 1:16). Un grupo grande de jóvenes sale del centro de idolatría Bet-el para amenazar, menospreciar y burlarse del profeta de Jehová.  De
acuerdo con la maldición de Levítico 26:22 (Enviaré también contra vosotros
bestias fieras que os arrebaten vuestros hijos), 42 de ellos son despedazados (2
Reyes 2:24).  Aunque los enemigos de Jehová tengan poder terrenal y superioridad de números, no aguantarán el ardor de su ira.
         Por todas estas historias nos enfrentan las mismas preguntas: ¿nos
identificamos con Jehová aún en tiempos de escasez, de debilidad, de amenaza y
de tribulación?  ¿O somos llevados por el modo de pensar de la mayoría y de los poderosos en la tierra? ¿Mantenemos nuestra devoción a Jehová cuando no está de moda?  Elías, Eliseo y el remanente de 2 Reyes experimentaron que Jehová es
suficiente y digno de alabanza especialmente en medio de esas situaciones.
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Guía para 1 y 2 Reyes

19/4/2012

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Haga clic aquí para ver un estudio cronológico de todos los reyes en 1 y 2 Reyes.  El primer documento es de una página y cubre todo 1 Reyes; el segundo de tres páginas y cubre todo 2 Reyes.  Incluyen:
         el nombre del rey y el año en que empezó a reinar,
         el número de años que reinó,
         un detalle destacado de su reino,
         las citas de 1 y 2 Reyes y 2 Crónicas en que describen su reinado
         los nombres de los escritores profetas que ministraron durante su reinado
Espero que les sirvan para seguir el laberinto de nombres reales que es 1 y 2 Reyes.
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Lucas 5 - 7

13/9/2011

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         Uno de mis milagros favoritos ocurre en Lucas 7:11-17 cuando Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, un milagro que sólo se presenta en el evangelio de Lucas.  Creo que me llama la admiración por la compasión de nuestro Señor Jesús.
         “Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín” (Lucas 7:11).  Es la única vez que se menciona este pueblo en la Biblia.  Era un pueblo pequeño entre muchos pueblos pequeños, y si no fuera por este evento que está por pasar, nadie hoy le haría caso.  Cuando leo sobre Naín pienso en los muchos pueblos pequeños en mi estado, pueblos que no tienen fama ni ningún impacto en la corriente diaria de la historia… en cambio, ¡parece que la historia pasa por encima de ellos sin hacerles caso!  Pienso en muchos pueblos por los cuales he pasado en México o en Honduras, sólo para bajar la velocidad un poco antes de continuar a las ciudades más importantes.  Hay casas, gente, animales y todas las demás evidencias de que son hogares para muchas familias pero a la vez, si les pregunta a la gran mayoría de los que viven alrededor: ¿Has visitado al pueblo X? pausarían un momento para identificarlo, y luego dirían: No.  Sé dónde está; lo paso en camino a la ciudad, pero no conozco a nadie que viva allá.  No tengo motivo para pararme allá.
         ¡Las buenas noticias son que el Señor les hace caso, los conoce, los visita y aún hace milagros entre ellos!
         “E iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.  Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad” (Lucas 7:11-12).  Dos multitudes en caminos opuestos, por motivos diferentes, que se desconocían.  Un encuentro no planeado… sino por Dios.
         ¡Qué tristeza sufría esta mujer!  Se le había desfallecido su esposo, su mejor compañero, su apoyo, el con quien había soñado una larga vida de felicidad juntos.  Y ahora acaba de morir su hijo único, el a quien criaba desde el vientre, el a quien vio crecer con gozo y con esperanza, el único apoyo que le quedaba.  La presencia de tanta gente en su entierro debe haber sido de gran apoyo emocional, pero a la vez, ¿cómo podría quitarle el dolor doble que se sentía?  ¿Quiénes podrían tranquilizar la ansiedad que se sentía sobre su futuro, sola y pobre?
         “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella” (Lucas 7:13).  ¡El Señor del universo, el Cristo, el Deseado de las naciones, se compadeció de esta viuda adolorida de un pueblo sin importancia!  Su compasión no tiene frontera; alcanza aún a los lugares más desconocidos y a la gente más desamparada.  Y que la gloria sea siempre a su nombre, porque cuando Lucas dice que se compadeció de ella, no refiere a una emoción sola sino una emoción que siempre se manifiesta en acción.
         “Y le dijo: No llores” (Lucas 7:13).  Note que Jesús le ministra a su dolor emocional primero, e inmediatamente sigue por resolver su necesidad física.  Claro que en ese momento mismo no entiende por qué le dice: No llores (¿una lección cruel?  ¿por querer decir algo cuando no tiene palabras para consolar?), pero la compasión de Jesús se manifiesta primero en esta atención y toque emocional.  No simplemente se presenta para demostrar su poder; empieza a ministrar por el enlace de la compasión.  Que nunca nos olvidemos de la compasión primero cuando les ministramos a los demás.
         “Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron” (Lucas 7:14).  No usaban ataúdes como nosotros hoy.  El féretro habría sido una tabla de madera con que llevaban el cadáver cubierto completamente con una sábana, a la vista de todos presentes.  ¡Qué atrevido sería el parar la procesión funeraria!  Si uno se alterara tanto por el llanto que se quería acercar al cadáver con gritos y sollozos en negación de la muerte, tal vez se entendería esta acción pero, ¿que un desconocido saliera de una multitud forastera para dirigirse a la viuda y luego parar la procesión funeral?  ¡Qué atrevimiento!  ¿Qué está por pasar?  ¿Y por qué desea tocar un féretro inmundo por la presencia del cadáver encima?
         “Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate” (Lucas 7:14).  Si su primer atrevimiento fue grande, éste aún más.  ¿“A ti te digo”?  ¿Quién tiene este poder, sino Dios?
         “Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar” (Lucas 7:15). ¡Quién se habría imaginado!  ¡Una procesión funeraria convertida en presentación de la resurrección!
         “Y lo dio a su madre” (Lucas 7:15).  ¡De repente se convirtió el doble de tristeza al doble de gozo!  Imagine la recepción de su hijo otra vez con vida, junta con el reconocimiento de la misericordia inaudita que le ha concedido el Señor.
         “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo” (Lucas 7:16).  Para medir y entender este milagro, el pueblo vuelve a los grandes ejemplos del Antiguo Testamento.  Lo que acaban de ver les acuerda de Elías que resucitó al hijo de la viuda de Sarepta de Sidón (1 Reyes 17:17-24) o de Eliseo que resucitó al hijo de la sunamita (2 Reyes 4:18-37).  Dios ha visitado a su pueblo de nuevo por un gran profeta a la estatura de estos dos varones de Dios.
         “Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región alrededor” (Lucas 7:17).  La fama de Jesús continúa a crecer por la evidencia de su poder… y de su compasión.
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Miqueas 1 - 4

14/8/2011

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         Miqueas profetizó en la misma época general que Isaías.  Vivió durante la caída del reino de Israel y la destrucción de su capital, Samaria en 722 a.C. (2 Reyes 17:1-23); sobrevivió el ataque de Senaquerib y los asirios contra Jerusalén (2 Crónicas 32:1-23; Isaías 36:1 – 37:38).

         Podemos entender mejor los primeros 4 capítulos de su libro si identificamos estos temas generales:

         1)  Jehová juzga ambos a Israel y a Judá por su injusticia (el tema principal de Miqueas 1).  Por injusticia los poderosos toman las tierras (o heredades) de los demás (Miqueas 2:1-2).  Oprimen y roban a los necesitados a tal punto que parecen caníbales (3:1-3).  Imponen su voluntad por violencia (3:10).  Y los profetas y los sacerdotes están en liga con los poderosos y aprueban sus injusticias mientras reciben una parte de sus despojos (2:6-7, 11; 3:5, 11).

         2)  Por eso, Jehová va a imponer una verdadera justicia contra Israel y Judá.  Va a quitar la tierra de los poderosos para dársela a otros (Miqueas 2:3-5).  Tendrán que abandonar la tierra donde pensaban reposar (2:10).  No les va a responder cuando le claman (3:4).  Los profetas no recibirán ninguna profecía (3:6-7), y Jerusalén será destruida (3:12).

         3)  Pero Jehová va a salvar al remanente de su pueblo por su gracia.  Va a recoger al resto de su pueblo y lo va a guiar personalmente (Miqueas 2:13).  Va a reinar en justicia sobre muchos pueblos desde Jerusalén, y no habrá más guerra ni más avaricia (4:1-4, 8).  Va a tratar a los débiles y a los necesitados con cariño, no con opresión (4:6-7).  Aun en medio de los profetas falsos del momento, Jehová en su gracia levanta a su profeta verdadero para llamarle a su pueblo al arrepentimiento antes de la venida de la destrucción (3:8).

         Mientras Miqueas profetiza, el pueblo de Jehová experimenta su castigo (Miqueas 4:9-11).  Pero por fe en la profecía que Jehová le ha dado a su siervo Miqueas, su pueblo arrepentido debe mirar más allá de la experiencia dolorosa presente para ver y confiar en la victoria futura que Jehová les ha prometido (4:12-13).
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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