En la página de los videos encontrará un nuevo enlace para los libros de 1 y 2 Samuel. Incluyen los primeros tres videos que examinan estos libros fascinantes versículo por versículo. Dios mediante, espero subir nuevos videos poco a poco, semana por semana hasta cubrir los dos libros completamente. Por favor oren por este proyecto y también por la subida de las explicaciones por toda la Biblia.
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En resumen: La última lectura de 2 Samuel es un mosaico de la fidelidad al pacto, los castigos por quebrarlo y la esperanza de la justicia futura.
En más detalle: A la primera lectura, 2 Samuel 21 – 24 parece un desorden de temas e historias restantes en vez de una conclusión a un libro. Pero si percibimos algunos de los temas principales en estos últimos cuatro capítulos, podemos ver un retrato impresionante de la gracia de Jehová por el pacto. Primero, note la fidelidad al pacto que se destaca en estos capítulos. Empieza por una lección fuerte por la infidelidad de Saúl al pacto hecho con los gabaonitas en Josué 9. Aunque la falta de discernimiento de los líderes de Israel en esa generación fue lamentable, fue un pacto sellado delante de Jehová: Nosotros les hemos jurado por Jehová Dios de Israel; por tanto, ahora no les podemos tocar (Josué 9:19). Ahora aprendemos que entre las desobediencias de Saúl se incluye una campaña contra esos cananeos protegidos: Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas… Saúl había procurado matarlos en su celo por los hijos de Israel y de Judá (2 Samuel 21:1,2). Es impresionante considerar que los israelitas tienen que guardar aún los pactos que han hecho con los gentiles y los cananeos; su fidelidad a los pactos con otras naciones debe reflejar en alguna manera la fidelidad de Jehová a su pacto con su pueblo escogido. También es impresionante ver que Saúl, el que cometió las ofensas, ya ha muerto – pero su rebelión al pacto con los gabaonitas tiene que ser vindicada, y eso de parte de Jehová. Por eso vemos al rey David en un papel que no hemos visto antes – el que o venció a las naciones o las recibe en sumisión, paz y amistad ahora tiene que humillarse a pedirles perdón: ¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción os daré, para que bendigáis la heredad de Jehová? (2 Samuel 21:3) Y tiene que someterse a su petición: Désenos siete varones de sus hijos, para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehová (2 Samuel 21:6). Tal vez más sorprendente para el lector moderno es ver no sólo esta condición sino el resultado – efectuó la propiciación de Jehová; empezó a llover (2 Samuel 21:10). Termina la historia en gran tristeza y la compasión a los cadáveres de los difuntos, una lección grave y pesada sobre la santidad de Jehová y su celo por el pacto y por la justicia a los de menos protección en su reino. Segundo, note las hazañas de los valientes de David ambos en matar a los gigantes filisteos en 2 Samuel 21:15-21 y en sus hechos en 2 Samuel 23:8-39. En medio de este pasaje encontramos un salmo de David en 2 Samuel 22 que en su esencia es igual al Salmo 18. Aquí hace destacar que las victorias de los valientes de David, igual como las del rey mismo, fueron logradas por el celo de Jehová por su ungido. Todas las visiones casi cinematográficas del salmo demuestran el poder de Jehová de dirigir las fuerzas naturales más allá de la autoridad y el poder de David… y el celo de Jehová por su ungido al juntarlas y ejercerlas a su favor, para rescatarlo. Entre los pasajes sobre las victorias sobre los gigantes filisteos y los logros de los hombres valientes, demuestra el poder y la pasión de Jehová por establecer a su ungido. Por eso David puede celebrar: Vive Jehová, y bendita sea mi roca, y engrandecido sea el Dios de mi salvación. El Dios que venga mis agravios, y sujeta pueblos debajo de mí; el que me libra de enemigos, y aun me exalta sobre los que se levantan contra mí; me libraste del varón violento. Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, y cantaré a tu nombre. El salva gloriosamente a su rey, y usa de misericordia para con su ungido, a David y a su descendencia para siempre (2 Samuel 22:47-51). Tanto favor y misericordia vemos porque Jehová es fiel a su pacto revelado a David en 2 Samuel 7. Celebra David la fidelidad de Jehová a su pacto con otro breve salmo en 2 Samuel 23:1-7. Ve por fe y por revelación de Jehová a un Descendiente suyo que reine en la verdadera y pura justicia que aún le falta a David en su reino: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios (2 Samuel 23:3). Su gobierno será el inicio de un tiempo de refrigerio y justicia: Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra (2 Samuel 23:4). David y su casa no merece este favor: No es así mi casa para con Dios (2 Samuel 23:5); este favor es nada menos que la gracia de Jehová puesta en evidencia: Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas (2 Samuel 23:5). El mismo celo que puso en evidencia en la salvación de David descrita en 2 Samuel 22 será perpetuo por el Ungido futuro a quien Dios hará someter a todos sus enemigos. En el último capítulo de la lectura hoy (y del 2 Samuel), David peca por hacer un censo del pueblo. Acuérdese que en nuestro estudio de Éxodo 30, parece que un censo del pueblo de Israel lo dejaba culpable – tal vez por la soberbia que podía incitar – y por eso todos tenían que pagar un dinero de rescate o de redención, de igual cantidad, como en reconocimiento de que su vida cuenta en el censo por la salvación y la gracia de Jehová. Si el censo de David fue pecaminoso por la soberbia, por no recibir ningún dinero de redención o por otra razón, podemos hacer dos observaciones: 1) Estaba completamente bajo el control de Jehová, esta vez en castigo al pueblo: Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá (2 Samuel 24:1), y 2) Es tan obvio el pecado que aún Joab no quiere cumplirlo: Añada Jehová tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿por qué se complace en esto mi señor el rey? (2 Samuel 24:3) Pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército (2 Samuel 24:4). Después de que David reconoce el pecado, Jehová le da tres opciones por el castigo, y el rey escoge cualquier de las dos opciones (la primera o la tercera) que le permite caer en las misericordias de Jehová (2 Samuel 24:13-14). Mueren 70,000 hombres, y la misericordia de Jehová detiene la mano del ángel que destruía al pueblo para que no mueran más. Luego la ira de Jehová es propiciada por los sacrificios de la era de Arauna jebuseo (2 Samuel 24:25; 2 Crónicas 21:26-28). Y por ver que en este lugar Jehová oye las peticiones de su pueblo, anuncia David: Aquí estará la casa de Jehová Dios, y aquí el altar del holocausto para Israel (2 Crónicas 22:1). En este sitio se edificará el templo de Jehová – la tragedia del peste ahora ha dirigido a David a encontrar el lugar donde la gracia de Jehová por su pacto se manifestará a las próximas generaciones de su pueblo. Entonces esta lectura, aunque parece extraña y desordenada a primera vista, es un mosaico de los temas destacados de todo 1 y 2 Samuel y de todo lo que hemos leído en la Biblia hasta el momento: la fidelidad de Jehová a su pacto, el celo con que establece, preserva y exalta a su ungido, y la necesidad de la propiciación por la ira justa de Jehová contra los pecados del hombre. Todo esto se declara en preparación por el futuro descendiente de David, el Ungido por excelencia, Jesucristo. Mientras tanto, seguimos la narrativa mañana empezando el libro de 1 Reyes. Cuando David escuchó: Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón (2 Samuel 15:31), David oró inmediatamente: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel (2 Samuel 15:31). No es por accidente que el versículo próximo nos dice: Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos, y tierra sobre la cabeza (2 Samuel 15:32). David le manda a la ciudad para que sirva de espía y contradiga el consejo de Ahitofel (2 Samuel 15:33-34), y en la lectura de hoy por la gracia de Jehová, cumple excepcionalmente la tarea. Mirémoslo en detalle.
Ahitofel empieza con otra muestra de sabiduría muy acertada: Entonces Ahitofel dijo a Absalón: Yo escogeré ahora doce mil hombres, y me levantaré y seguiré a David esta noche, y caeré sobre él mientras está cansado y débil de manos; lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él huirá, y mataré al rey solo (2 Samuel 17:1-2) –acciones rápidas y decisivas para lograr el objetivo: Así haré volver a ti todo el pueblo (pues tú buscas solamente la vida de un hombre); y cuando ellos hayan vuelto, todo el pueblo estará en paz (2 Samuel 17:3). Todos reconocen que su consejo es excelente (2 Samuel 17:4), pero no ha hablado Jehová todavía. Absalón es movido a llamar a Husai por su consejo, y el plan de Jehová toma un paso decisivo adelante: El consejo que ha dado esta vez Ahitofel no es bueno (2 Samuel 17:7). Y mientras Ahitofel explicó todo su plan y sus resultados en solo tres versículos, Husai se alarga el suyo a seis. Añade descripciones de la naturaleza, contradice el retrato de David que hizo Ahitofel – pero en su punto más importante, se dirige a la soberbia de Absalón. Ahitofel dijo: Yo escogeré… me levantaré y seguiré… caeré sobre él… lo atemorizaré… mataré… Así haré volver a ti todo el pueblo (2 Samuel 17:1-3), pero Husai insiste: Aconsejo, pues, que todo Israel se junte a ti, desde Dan hasta Beerseba, en multitud como la arena que está a la orilla del mar, y que tú en persona vayas a la batalla (2 Samuel 17:11). Así demostrará Absalón su mando sobre todo el pueblo: Entonces le acometeremos en cualquier lugar en donde se hallare, y caeremos sobre él como cuando el rocío cae sobre la tierra, y ni uno dejaremos de él y de todos los que están con él (2 Samuel 17:12). Por su consejo, Husai ha cambiado el objetivo de la batalla – de la captura rápida de David a la glorificación de Absalón al hacerlo. Y Jehová no va a tolerar que nadie le quite la gloria y el puesto a su ungido: Entonces Absalón y todos los de Israel dijeron: El consejo de Husai arquita es mejor que el consejo de Ahitofel. Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de Ahitofel se frustrara, para que Jehová hiciese venir el mal sobre Absalón (2 Samuel 17:14). Ahora que el objetivo ha cambiado a la glorificación del varón que está en contra al ungido, se ha preparado para su propia caída. Husai no sabe todavía si van a seguir su consejo en 2 Samuel 17:15-16 cuando le manda el mensaje a David que cruce el río Jordán para poner esa gran barrera natural entre él y sus enemigos. Pero Ahitofel ve la mano de Jehová en todo lo que está pasando: Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó, y así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre (2 Samuel 17:23). Llevó su rechazo del ungido de Jehová hasta a la tumba. Sabe que sólo es cuestión de tiempo antes de que el ungido de Jehová se levante en victoria otra vez. Note que David todavía no ha capturado el significado completo de la batalla como el conflicto de la soberbia encarnada en rebelión contra Jehová y su ungido: El rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón (2 Samuel 18:5). Por eso Joab tiene que empujar la batalla a su conclusión, ambos por matar a Absalón y por reprender al rey para que felicitara a sus tropas por la victoria (2 Samuel 18:14-15; 19:5-7). De allí todos se apuran a ser los primeros para recibir al ungido de Jehová y ayudarle a cruzar el río Jordán de vuelta a Jerusalén y (como en el caso de Simei) de disfrutar su perdón abundante. Pero de la ofensa que tomó las 10 tribus por las palabras violentas de Judá, se surge otra rebelión, esta vez dirigida por Seba (2 Samuel 20:1). Note que David le castiga a Joab por la desobediencia a sus órdenes sobre Absalón cuando le quita el puesto de general y lo ofrece permanentemente en perdón a Amasa, el que había dirigido las tropas de Absalón (2 Samuel 17:25; 19:13). Y note también que cuando Amasa tarda en reunir las tropas contra Seba, Joab se junta con su parte del ejército otra vez, traiciona y mata a Amasa y toma la carga de general otra vez (2 Samuel 20:6-11). Joab demuestra un apoyo firme al ungido, pero en sus propios términos, sometido a la persona del ungido pero no a su autoridad. Y así se queda en su puesto de general al apagar la rebelión de Seba: Así quedó Joab sobre todo el ejército de Israel, y Benaía hijo de Joiada sobre los cereteos y peleteos, y Adoram sobre los tributos, y Josafat hijo de Ahilud era el cronista. Seva era escriba, y Sadoc y Abiatar, sacerdotes, e Ira jaireo fue también sacerdote de David (2 Samuel 20:23-26). Todo el gobierno del ungido de Jehová se pone en orden y funciona otra vez, y la rebelión de Absalón ya pasa a la historia… pero no sin revelar algunos elementos preocupantes: 1) Hay una rotura entre las 10 tribus del norte y Judá; ésas muestran una tendencia de no querer ser gobernados por la casa de David. La división que temía la generación de la conquista en Josué 22 no cayó en la geografía del río Jordán sino en la falta de sumisión al cetro que lleva la tribu de Judá. 2) Todavía hay una parte del pueblo representado por Simei que anhela la vuelta del reino a la casa de Saúl. 3) Ahora que han muerto los dos herederos indicados para el trono de David (Amnón, el primogénito asesinado por Absalón y luego Absalón mismo), ¿quién será el heredero del reino? 4) David no es el ejemplo perfecto de la justicia y la sabiduría. ¿Habrá otro rey después de él que sea ejemplar en la justicia, la rectitud y la sabiduría? Pero a pesar de estas preocupaciones, otros elementos positivos se ponen en evidencia: 1) Jehová en su celo preserva la autoridad de su ungido y derrama su ira sobre los que lo oponen. 2) Jehová maneja aún los planes y consejos de los poderosos, sin violar sus voluntades personales individuales, de acuerdo con su voluntad perfecta. 3) Los que se identifican con el ungido en sus tribulaciones al fin encontrarán la paz y la amplia recompensa por sus labores. Por eso: Oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:10-12). Después del pecado con Betsabé y su castigo, la narrativa cambia decisivamente en torno al rey David. El que reinaba en justicia y sabiduría en los capítulos anteriores ahora se encuentra sin palabras a veces, fuera de los acontecimientos más significativos en su propia casa. Empezó con la conquista de Rabá que casi se ocurre sin que esté el rey presente (2 Samuel 12:27-28). Luego cuando su primogénito Amnón se angustia en su deseo por su media hermana Tamar, es un sobrino de David el que le da los consejos descarados de la impiedad que siembran la violación y la muerte en la casa real, consejos que manipulan a David como títere de los malos deseos (2 Samuel 13:3-7). Cuando David se entera de la violación: se enojó mucho (2 Samuel 13:21), pero igual como Jacob en la violación de Dina en Génesis 34, no hizo nada para resolverla en justicia y abrió paso a la amargura y la violencia excesivo de un hijo (2 Samuel 13:22-29). Pero
tampoco ejerce David la justicia contra Absalón, y 2 Samuel 13 termina con un David no decisivo otra vez, con deseos de recibir a Absalón pero sin salida de la ley para hacerlo (2 Samuel 13:37-39). Joab piensa resolver la situación en la lectura que empieza hoy. Probablemente se quedó muy impresionado por la parábola de Natán y cómo prendió a David para que reconociera su pecado, y por eso intenta a hacer lo mismo. Dirige a una mujer astuta para que se presente al rey una parábola en vivo (2 Samuel 14:2-3). Pero la parábola inventada por Joab no tiene en nosotros los lectores el mismo impacto como la palabra de Jehová por Natán. Hay varios detalles que no concuerdan con el caso de David y Absalón. Por ejemplo, a la mujer sólo le queda un hijo que merece morir pero por quien pide perdón para que no se le apague la descendencia de su esposo… pero David tiene muchos hijos más que Absalón; su descendencia no se le va a apagar al ejercer la justicia contra él. Los dos hijos de la mujer riñeron en el campo cuando, por no tener a nadie para separarlos, uno mató al otro (2 Samuel 14:6); pero Absalón premeditó la muerte de Amnón, alimentando sus planes con dos años de amargura (2 Samuel 13:22-28). Al revelar su parábola, Natán pudo tronar: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel (2 Samuel 12:7); pero la parábola de capítulo 14 viene sólo con la autoridad de Joab (2 Samuel 14:19). Al fin y al cabo, aunque Joab se queda muy contento con la recepción de su parábola (2 Samuel 14:22), los lectores no estamos persuadidos de la necesidad ni la sabiduría de esta decisión. Y resulta que en permitir la vuelta de Absalón, David y Joab han soltado al tigre. David reconoce que la venida de Absalón no cumple la justicia que merecen sus acciones y por eso intenta a poner un límite a su recepción: Váyase a su casa, y no vea mi rostro (2 Samuel 14:24). Pero en dos años Absalón se atreve a sobrepasar ese límite, prendiendo con fuego al campo de Joab para llamarle la atención y desafiando a su padre que tome una decisión directa acerca de él: Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en mi pecado, máteme (2 Samuel 14:32). El capítulo 14 termina con una paz aparente (2 Samuel 14:33), pero a los lectores nos debe preocupar que no veamos la mano directa de Jehová en ninguno de estos acontecimientos. Cuando Absalón se hace de carros y caballos y 50 hombres que corran delante de él, no podemos evitar de pensar en Abimelec, otro joven que tenía deseos de reinar sobre todo Israel (Jueces 9:1-4). Empieza a manipular los corazones de los israelitas por denigrar al rey y elevar las expectativas de los que buscaban la justicia: Entonces Absalón le decía: Mira, tus palabras son buenas y justas; mas no tienes de quien te oiga del parte del rey. Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia! (2 Samuel 15:3-4) De esta manera hacía con todos los israelitas que venían al rey a juicio; y así robaba Absalón el corazón de los de Israel (2 Samuel 15:6). Y otra vez David es manipulado como títere –sin enterarse de lo que hacía Absalón o sin deseo de tomar alguna decisión en contra él, le da permiso a ir a Hebrón… donde Absalón se proclama rey (2 Samuel 15:7-10). En vez de poner a toda la capital a riesgo de ser destruida, David decide huir de la ciudad (2 Samuel 15:14). También le da la seguridad de que todos los que huyen con él de veras lo desean servir (2 Samuel 15:15); ningún enemigo se va a enlistar para compartir las tribulaciones cuando parece que está por ser derrotado. De allí se dividen todos según su fidelidad al ungido de Jehová o según el manipulador atractivo que promete mucho pero que no ha sido levantado por Jehová. Y esta es la única esperanza que tiene David, de que Jehová va a proteger y a exaltar a su ungido, porque según todas las apariencias, Jehová le ha abandonado y Absalón va a ganar el trono: Decía Simei, maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario (2 Samuel 16:8). Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios (2 Samuel 16:23). Aunque reforzado por sus siervos fieles, David claramente está a la desventaja. Por eso es impresionante leer con estos capítulos el Salmo 3, el salmo que escribió David cuando huía de Absalón. Los primeros cuatro versículos describen la misma situación de que acabamos de leer – la multiplicación de los enemigos y su percepción de que Dios lo ha abandonado (Salmo 3:1-2). Pero cuando David levanta la vista de los enemigos alrededor hacia Él que reina en los cielos, todo el ambiente del salmo cambia: Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza (Salmo 3:3). En su desesperación el ungido clama a Jehová, y siguen las palabras de gran gracia: Él me respondió desde su monte santo (Salmo 3:4). La bendición que sigue parece tan simple, pero es a la vez tan profunda. Mientras sufre David esta gran tribulación, puede decir: Yo me acosté y dormí, y desperté (Salmo 3:5). Los enemigos no lo alcanzaron en la noche; no le quitaron la vida cuando menos esperaba. No se dormía levantándose cada cinco minutos para ver quién se acercaba ni se dormía rechinándose los dientes por ansiedad. Pudo dormir tranquilo, sin píldoras ni medicinas: Porque Jehová me sustentaba (Salmo 3:5). ¡Todo esto sin que Jehová le haya dado victoria ni tregua con los enemigos que se multiplicaban alrededor! Por esta seguridad en la misericordia presente de Jehová, por saber que está en el hueco de su mano divino aunque rodeado de tribulaciones, puede declarar David tranquilamente: No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí (Salmo 3:6). Y por eso puede ver por fe cumplida la victoria que tiene delante: Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los perversos quebrantaste (Salmo 3:7). El arma más eficaz que han ejercido contra el ungido de Jehová será quebrado – el arma de la mandíbula que contra David proclamó: No hay para él salvación en Dios (Salmo 3:2). No va a poder rugir más contra él; quebrado, su silencio testificará que Jehová salva a su ungido. Y por eso David puede proclamar otra frase tan simple pero a la vez significativa: La salvación es de Jehová (Salmo 3:8). No viene de los méritos de David ni de su sabiduría ni su destreza diplomática - ¡acuérdese cuán desubicado está David en la sabiduría y la justicia en 2 Samuel 13 – 16! La salvación de Jehová es por Él y por su gracia, dada libre y abundantemente al que quiere darla. Y David mira más allá de sus propias tribulaciones para ver y pedir la llegada de esta gracia a muchos más en Israel: Sobre tu pueblo sea tu bendición (Salmo 3:8). Que la misma gracia de Jehová que sostiene a David llegue a sostener y a bendecir a todos los que le claman en fe. Primero que todo hoy, deseo subrayar algunos de los detalles del pecado de David para que veamos cuán escandaloso es. Lo hago no para denigrar a David sino
para que veamos algunos detalles importantes que no son evidentes las primeras veces que leemos 2 Samuel 11. Aunque David no reconoció a Betsabé a primera vista, le habría reconocido por los nombres de sus familiares: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo (2 Samuel 11:3). Urías es uno de los treinta soldados más valientes y más celebrados del rey David (2 Samuel 23:39; 1 Crónicas 11:41). Así es Eliam también (2 Samuel 23:34). Y el abuelo de Betsabé es Ahitofel, el consejero más confiable que David tiene (2 Samuel 15:12; 16:23; 23:34). Esos hombres se han arriesgado las vidas constantemente en devoción y apoyo al rey David. Son parte del círculo íntimo que lo respalda. Y David está por traicionarlos por acostarse con su esposa / hija / nieta. Este hecho hace más dolorosa la comparación entre los engaños de David y la valentía de Urías. David piensa cubrir el embarazo de Betsabé por llamarle a Urías del campo de batalla por un pretexto; confía que al volver a su casa en Jerusalén, se acostará con su esposa. Luego cuando se anuncia el embarazo, todos pensarán que Urías es el papá, y David se salva de este escándalo. Pero Urías se comporta con un compromiso excepcional a Jehová, a Israel, a su general y a sus compañeros de batalla: El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa (2 Samuel 11:11). Pero, ¿qué hizo David en las mismas condiciones, teniendo la oportunidad de demostrar la misma valentía? Se durmió con la mujer del hombre que le demostró tanta devoción. Cuando no puede quitarle la valentía de Urías ni por la insistencia ni por el alcohol, David hace que lleve la carta que ordena su propia ejecución. La misma fidelidad de Urías lo llevará a su muerte. Luego David se puede casar con la viuda y, cuando se hace evidente el embarazo, todos pueden felicitarle a David por ser papá de nuevo, sin saber las verdaderas circunstancias en que fue concebido. Encima de todo da su consolación insípida: No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas (2 Samuel 11:25). Todo va a continuar como normal, como si los pecados de David nunca hubieran ocurrido. Cualquier rey pagano habría sido impresionado con las mañas de David. Pero no Jehová: Esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová (2 Samuel 11:27). Ambos David y Betsabé deben morir: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos (Levítico 20:10). David merece morir dos veces si pudiera: No tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá (Números 35:31). El que celebró tantas veces la gloria de Jehová en los salmos hace que los enemigos de Jehová lo blasfeman (2 Samuel 12:14). Es en este trasfondo que tenemos que entender la misericordia de Jehová a David en no matarlo (2 Samuel 12:13), la severidad del castigo que va a sufrir (2 Samuel 12:11-12, 14), la gracia de Jehová en amar a Salomón (2 Samuel 12:24-25), su gracia en darle victoria sobre los amonitas (2 Samuel 12:26-31), y la mal que se manifiesta en su casa por todo 2 Samuel 13 en los hechos de su primogénito Amnón (mencionado por primera vez en 2 Samuel 3:2) y por Absalón. Los pecados de David en 1 Samuel 11 son escandalosos, de rebeldía e infidelidad inconcebibles y de consecuencias graves y extendidas. Además, note el choque en que estos pecados aparecen precisamente en esta parte de 2 Samuel. Si no fuera por el primer versículo de 2 Samuel 11, pensaríamos que estamos en otra década del reinado de David, en un punto cronológico muy lejano de las lecturas de 2 Samuel 5 – 7 y 8 – 10. El primer versículo encuadra los eventos de 2 Samuel 11 – 12 en línea con la conquista y fundación de Jerusalén, con la llegada del arca a la ciudad santa, con el pacto de Jehová con David, con su gracia profunda al prometerle un trono estable eternamente, con los grandes éxitos militares, con la paz impuesta sobre todas las naciones, con el enriquecimiento por la llegada de sus tesoros, con la misericordia demostrada a Mefi-boset y más recientemente con la victoria sobre los amonitas y sus aliados sirios en 2 Samuel 10:18-19 que ahora va a solidificar por el ataque contra la capital de Amón: Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá (2 Samuel 11:1). ¿Cómo puede haber pecado David tan descaradamente en medio de tanta abundancia de bendiciones y de gracia de Jehová? Tal vez intentamos a contestar la pregunta por el mismo versículo que nos dice: En el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab,… pero David se quedó en Jerusalén (2 Samuel 11:1). David no estaba donde debía estar. Si estuviera en el campo de batalla, no habría visto a Betsabé bañándose en el terrado; si no la habría visto, tampoco la habría llamado; no se habría adulterado con ella; no habría mandado a Urías a su muerte… Creo que hay algo de verdad en este razonamiento, pero es interesante que cuando David se arrepiente de su pecado en el Salmo 51, nunca dice: Perdóname, Señor: estaba en el lugar equivocado. En cambio, señala algo mucho más profundo como el motivo de su pecado: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmo 51:5). No quiere culparle a su mamá por lo que hizo, ni decir que fue concebido por el adulterio y por eso adultera, ni nada por el estilo. Dice que la maldad que le motivó a estos pecados escandalosos está dentro de él, es parte de su ser, y que siempre ha sido parte de su ser desde el momento que fue concebido. Reconoce David que para él, lo más natural es pecar, aún en obstinada rebelión contra tanta gracia y privilegio de Jehová. Adolorido por este reconocimiento clama: Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve… Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí (Salmo 51:7, 9-10). Hay una limpieza del pecado y de su maldad que sólo puede hacer Jehová, y ésta le clama repetidas veces. David, el ungido de Jehová, reconoce que él mismo necesita a un Redentor, a Alguien que lo redima del pecado que hay en él. Y este anhelo nos dirige al otro Ungido de Jehová, al Ungido por excelencia, de quien la Biblia nos dirá: Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:5-6). Aún al rey David, en medio de tanta gracia y privilegio, le urgía recibir el perdón de pecados y el nuevo nacimiento que sólo podría procurar Jesucristo en su muerte en la cruz por nosotros. ¿Reconoce usted su naturaleza pecaminosa y que es capaz de manifestarse aún en medio de la gracia y el privilegio de Jehová? Si dice que sí, ¿le ha clamado a Jehová por la creación de un nuevo corazón, el nacimiento de nuevo que sólo viene por fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo? Al anunciar su pacto con David, Jehová le dijo: Yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos (2 Samuel 7:10-11).
Inmediatamente en 2 Samuel 8, Jehová empieza a cumplirlo. La lectura pone en resumen la paz que el ungido David impuso o recibió de todos sus vecinos. Empieza con los filisteos, los que más habían afligido a Israel en su historia reciente: Después de esto [del anuncio del pacto], aconteció que David derrotó a los filisteos y los sometió (2 Samuel 8:1). Luego pone en resumen como hizo someter a Moab, a Soba, a los sirios y a Edom. Toi rey de Hamat se somete voluntariamente. Aunque tal vez nos gustaría saber más detalles sobre las batallas llamativas y las campañas heroicas, al Autor de la Biblia no le interesa decírnoslos. Quiere que nos quedemos impresionados con el poder de Jehová sobre las naciones y la fidelidad con que cumplió su palabra prometida en 2 Samuel 7:10-11, y así nos dice brevemente y dos veces: Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue (2 Samuel 8:6, 14). Y este tema de la sumisión de las naciones al ungido de Jehová va a sonar por el resto de la Biblia. Note que al imponer la paz sobre las naciones, David se enriquece: Tomó los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén. Asimismo de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer, tomó el rey David gran cantidad de bronce (2 Samuel 8:7-8). Pero estas riquezas fueron dirigidas al proyecto de edificar una casa a Jehová, el proyecto que iba a cumplir su descendiente prometido en el pacto: Joram llevaba en su mano utensilios de plata, de oro y de bronce; los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido (2 Samuel 8:10-11). Mientras continuamos a leer sobre la sumisión de las naciones en el Antiguo Testamento, note también las referencias al hecho de que las naciones mandarán sus tesoros a Jerusalén, la ciudad del ungido de Jehová. No sólo vemos el cumplimiento del pacto de 2 Samuel 7 en el éxito militar contra los vecinos sino en el dominio justo del ungido: Reinó David sobre todo Israel; y David administraba justicia y equidad a todo su pueblo (2 Samuel 8:15). Y 2 Samuel 9 nos cuenta un ejemplo destacado de su justicia y su equidad, la misericordia de David a Mefi-boset. En una época cuando era común matar a todos los hijos de la pasada casa real para solidificar el nuevo reino (acuérdese de la matanza que hizo Abimelec contra sus setenta hermanos, todos los hijos de Gedeón en Jueces 9:1-6), David busca a un descendiente de Jonatán para bendecirle. Más fuerte que cualquier deseo de venganza es su deseo de cumplir el pacto que Jonatán había hecho con él: No apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David (1 Samuel 20:15). Y ahora que Jehová le ha dado paz con todos sus enemigos, bendice, protege y provee por uno que no puede ofrecerle ninguna ventaja militar, económica ni social sino que lo hace por misericordia y amor a Jonatán: Moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies (2 Samuel 9:13). Al continuar su dominio justo en 2 Samuel 10, David intenta a demostrar misericordia a un vecino: Después de esto, aconteció que murió el rey de los hijos de Amón, y reinó en lugar suyo Hanún su hijo. Y dijo David: Yo haré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la hizo conmigo (2 Samuel 10:1-2). Pero Hanún responde a su misericordia con dureza y humillación; despierta otra guerra en la cual se manifiesta el poder de Jehová para hacer someter a sus enemigos: Viendo, pues, todos los reyes que ayudaban a Hadad-ezer, cómo habían sido derrotados delante de Israel, hicieron paz con Israel y le sirvieron; y de allí en adelante los sirios temieron ayudar más a los hijos de Amón (2 Samuel 10:19). No es una cosa leve el burlarse del ungido de Jehová: Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:10-12). Por eso vemos que la lectura para hoy es bastante importante. Después del pacto de 2 Samuel 7, vemos que su cumplimiento se inicia inmediatamente por la paz del ungido de Jehová impuesta por fuerza u ofrecida voluntariamente a las naciones y su dominio justo y misericordioso a todos los que admiten la amonestación para recibirlo. Hoy llegamos a una de las lecturas fundacionales para entender no sólo el Antiguo Testamento sino toda la Biblia.
Incluye la confirmación de David como rey sobre todo Israel (2 Samuel 5:1-3); la conquista decisiva de Jerusalén (2 Samuel 5:6-9; note que fue conquistada en Jueces 1:8, pero no la pudieron ocupar según Josué 15:63 y Jueces 1:21); la llegada del arca a Jerusalén (2 Samuel 6) y sobre todo el pacto de Jehová a David (2 Samuel 7). Después de muchos años de espera, Jehová echa los cimientos por la monarquía de su ungido en su ciudad santa. Y los parámetros por los cuales los israelitas y los cristianos pensamos en nuestra relación con el Dios viviente nunca van a ser iguales. David piensa levantar una casa para el arca de Dios (2 Samuel 7:1-2). Pero la gracia de Jehová es mucho más grande que cualquier bendición que David le puede regalar a Jehová; de hecho, David recibe las sorprendentes noticias de que Jehová le hará casa para él (2 Samuel 7:11). Va a levantar a un descendiente después de él y va a afirmar su reino para siempre (2 Samuel 7:12-13, 16). Este descendiente va a edificar casa a Jehová (2 Samuel 7:13). Por una parte refiere al descendiente de David que va a reinar y edificar el templo en la próxima generación, a Salomón. Pero las promesas sobre un trono afirmado para siempre, un trono estable eternamente, nos dirigen a un descendiente físico de David más grande que Salomón, uno que reinará eternamente: a Jesucristo. Y así entendemos los cristianos el cumplimiento de este pacto: parcialmente es por los descendientes físicos de David que reinaron en Jerusalén en las generaciones de que leemos en el Antiguo Testamento, pero sobre todo por el descendiente de David llamado “Señor de señores y Rey de reyes" (Apocalipsis 17:14), “la raíz y el linaje de David”(Apocalipsis 22:16), Él ante quien se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra y de quien confesará toda lengua que es Señor (Filipenses 2:10-11). Jesucristo es el Rey por excelencia a quien refieren estos versículos. Por eso celebramos los cristianos estas noticias con el rey David. Después de tantos años del ciclo espiritual en declive en las generaciones de los jueces y del rey Saúl, Jehová por su gracia revela un pacto declarando la estabilidad permanente del dominio justo de su ungido. Confirmamos la oración de David: Tú estableciste a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehová, fuiste a ellos por Dios. Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y has conforme a lo que has dicho (2 Samuel 7:24-25). Como sabemos que David fue ungido rey sobre Israel en 1 Samuel 16, tal vez nos sorprende que ahora, después de la muerte de Saúl, no sea reconocido como rey de Israel de una vez. Pero el ungido de Jehová y su pueblo pasan por más tribulaciones todavía. Aunque la tribu de Judá lo acepta como rey en 2 Samuel 2:4, pasan años de guerra civil, maquinaciones políticas y asesinatos antes de que reine sobre todo Israel.
Por eso note cómo aparece el nombre de Jehová en estos capítulos. Algunos intentan a utilizarlo para bendecir y adelantar sus deseos políticos: He aquí la cabeza de Is-boset hijo de Saúl tu enemigo, que procuraba matarte; y Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey, de Saúl y de su linaje (2 Samuel 4:8). Otros, como Abner, están listos a reconocer a Jehová cuando les conviene: Se enojó Abner… y dijo: Así haga Dios a Abner y aun le añada, si como ha jurado Jehová a David, no haga yo así con él, trasladando el reino de la casa de Saúl, y confirmando el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Beerseba (2 Samuel 3:8, 9-10; vea también 2 Samuel 3:17-18). Pero la parte del ungido David es reinar en justicia de acuerdo con el dominio justo de Jehová. Por eso vemos que David hace referencia a su nombre en acciones llamativas de justicia: ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? (2 Samuel 1:14). Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis hecho esta misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura (2 Samuel 2:5; en vez de castigar a los hombres de Jabes de Galaad por sepultar a su “enemigo”, como muchos pensaban que era). Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner. Caiga sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre (2 Samuel 3:28-29). Vive Jehová que ha redimido mi alma de toda angustia, que cuando uno me dio nuevas, diciendo: He aquí Saúl ha muerto, imaginándose que traía buenas nuevas, yo lo prendí, y le maté en Siclag en pago de la nueva. ¿Cuánto más a los malos hombres que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su cama? (2 Samuel 3:9-11) En medio de tanta inseguridad y violencia, David busca la seguridad que sólo viene por conformarse al dominio justo de Jehová. En los primeros dos capítulos del evangelio de Lucas, ¡sólo nos faltan los fuegos artificiales!
Tenemos dos nacimientos anunciados por el ángel Gabriel. Luego en el nacimiento mismo de Jesús, ¡toda una multitud de ángeles lo celebran! María canta un salmo para glorificar a Dios, y luego Zacarías canta otro. Pastores testifican de la visita de los huestes celestiales y glorifican y alaban a Dios. Simeón alaba a Dios y profetiza sobre Jesús y María, acompañado por la profetisa Ana. El Espíritu Santo llena a Juan el Bautista (Lucas 1:15), concibe a Jesús en el vientre de María (Lucas 1:35), llena a Elisabet (Lucas 1:41), llena a Zacarías (Lucas 1:67) y mueve a Simeón (Lucas 2:27). Por todos estos anuncios y profecías inspiradas por el Espíritu, Lucas 1 – 2 describen una entrada impresionante de Dios en la historia de su pueblo y la respuesta gozosa y agradecida de su pueblo. Y así Lucas pone la fundación de uno de los temas principales de su evangelio: el plan de Dios por su pueblo Israel (y por los gentiles también) se cumple en Jesucristo. Lo declara el ángel Gabriel cuando anuncia sobre Juan el Bautista: Irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos (Lucas 1:17), una referencia a la profecía de Malaquías 4:5-6. Se lo declara a María cuando le dice sobre Jesús: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33), para cumplir el pacto con David en 2 Samuel 7:12-13, 16. María lo celebra cuando canta: Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre (Lucas 1:54-55). Zacarías lo reconoce también: Nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio (Lucas 1:69-70). Simeón añade: Han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos (Lucas 2:30-31). Ven en los futuros ministerios de Juan el Bautista y Jesús el plan de Dios cumplido, la integración y el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento en su época presente. Y si leemos con ojos de fe el evangelio de Lucas, vamos a responder como ellos. Vamos a alabar a Dios por su fidelidad, por cumplir en Jesucristo su plan por el pueblo de Israel. Todo lo que hemos leído este año, desde Génesis en adelante por todo el Antiguo Testamento, encuentra su fin en Jesucristo. |
AutorRev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU. Archivos
Abril 2014
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