En más detalle: Aún antes de levantarse a ser un gran imperio, Babilonia está bajo la profecía de su caída: Desciende y siéntate en el polvo, virgen hija de Babilonia. Siéntate en tierra, sin trono, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán tierna y delicada (Isaías 47:1).
Como se describirá en más detalle en los capítulos que vienen, la caída de Babilonia va a suceder para que Jehová redima a su pueblo: Nuestro Redentor, Jehová de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel (Isaías 47:4). En la destrucción de Jerusalén y su exilio a Babilonia (todavía un siglo en el futuro para Isaías), Jehová utilizó a los caldeos como el instrumento de su ira justa: Me enojé
contra mi pueblo, profané mi heredad, y los entregué en tu mano (Isaías 47:6). Pero los caldeos sobrepasaron los límites de la justicia: No les tuviste compasión; sobre el anciano agravaste mucho tu yugo (Isaías 47:6). Crecieron en soberbia: Dijiste: Para siempre seré señora; y no has pensado en esto, ni te acordaste de tu postrimería (Isaías 47:7). Por eso Isaías les declara con anticipación el juicio de Jehová: Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiadamente, tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad. Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti, a pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos (Isaías 47:8-9). Parecida a la experiencia de Asiria, la soberbia, la maldad y la idolatría con que se siente
confiada Babilonia serán los motivos de su condenación.
Pero Israel no es digno de la redención. Son los que: Hacen memoria del Dios de Israel, mas no en verdad ni en justicia (Isaías 48:1). Jehová testifica: Te llamé rebelde desde el vientre (Isaías 48:8). Les informa de su redención con anticipación: Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce, te lo dije ya hace tiempo; antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras: Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas (Isaías 48:4-5). Y aunque Israel no merece la redención, Jehová lo hará de todas formas: Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro (Isaías 48:11). Jehová lo va a redimir porque es el Dios de gracia; por eso, su pueblo saldrá bendecido: Yo, yo
hablé, y le llamé y le traje; por tanto, será prosperado su camino (Isaías 48:15). Note que le han faltado muchas bendiciones a Israel por sus pecados: ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído de mi presencia (Isaías 48:18-19). Pero Jehová les abrirá una puerta de redención que nadie podrá cerrar: Salid de Babilonia, huid de entre los caldeos; dad nuevas de esto con voz de alegría, publicadlo, llevadlo hasta lo postrero de la tierra; decid: Redimió Jehová a Jacob su siervo (Isaías 48:20).
Con gozo y temblor, el pueblo de Jehová se puede beneficiar y alabarle a Dios por su gracia.