restauración: Aún llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo (Job 8:21).
Job no tiene discusión con Bildad sobre la justicia de Dios en su sentido general – se manifiesta en su poder sobre la creación y el orden justo con que la domina (Job 9:5-10). Pero quiere saber, ¿cómo se aplica la justicia de Dios en casos de injusticia, especialmente la que está sufriendo Job? Lo que la hace más dolorosa es que para Job, Dios mismo ha causado esta injusticia: Me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa (Job 9:17). Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aún me hundirás en el hoyo, y mis propios vestidos me abominarán (Job 9:30-31). Para Job, ¿quién va a
determinar la justicia cuando Dios es el que ha actuado injustamente? No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos (Job 9:33).
De allí imagina en voz alta lo que diría a Dios si podría exponerle su queja: Hazme entender por qué contiendes conmigo. ¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra de tus manos, y que favorezcas los designios de los impíos? (Job 10:2-3) Pero al final no ve la posibilidad de ganarle a Dios su caso: Si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas; y vuelves a hacer en mí maravillas. Renuevas contra mí tus pruebas, y aumentas conmigo tu furor como tropas de relevo (Job 10:16-17). Al final, piensa encontrar alivio sólo en la muerte: Cesa, pues, y déjame, para que me consuele un poco, antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte; tierra de oscuridad, lóbrega, como sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como densas tinieblas (Job 10:20-22).
Para resumir, Job desea saber cómo se va a rectificar una injusticia cometida por Dios mismo. No encuentra ninguna posibilidad de resolución sino sólo en la muerte… pero, la conversación no ha terminado.