Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses (Números 25:1). ¿Se acuerda de Éxodo 32, cuando las divinas instrucciones del tabernáculo en el monte Sinaí terminaron con la revelación de la idolatría del becerro de oro? Aquí las gloriosas bendiciones de Jehová anunciadas en la cumbre de Peor terminan con la revelación de otra idolatría: Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel (Números 25:3).
La ira de Jehová se va a acabar con los líderes de Israel: Y Jehová dijo a Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel (Números 25:4). Y mientras Moisés y los israelitas lloran a la puerta del tabernáculo la llegada de este decreto, pasa un escándalo demasiado atrevido: He aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel (Números 25:6).
Note que los madianitas están en liga con los moabitas en su deseo de maldecir al pueblo de Jehová (Números 22:4, 7). No se conforman con la alabanza de Jehová que Jetro, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, anunció en Éxodo 18. Ahora presentan la tentación de que les advirtió Jehová a los israelitas décadas antes: No te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios; o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas (Éxodo 34:14-16). Y se puso en evidencia la verdad de estas palabras cuando, delante de los ojos de todo Israel angustiado por el castigo de Jehová, este joven israelita y su novia idólatra, sin lágrimas y sin vergüenza, pasan a una tienda juntos como si nada de importancia hubiera ocurrido, como si sus acciones privadas no tuvieran ningún impacto en el pueblo.
Vimos una mención breve de Finees hace mucho tiempo; es hijo del sumo sacerdote Eleazar y nieto de Aarón (Éxodo 6:25). Cuando alancea a los dos, probablemente están en el acto sexual. Lo que podemos decir con seguridad es que su acción de celos por la santidad de Jehová salvó al pueblo: Cesó la mortandad de los hijos de Israel (Números 25:8).
Como los levitas fueron consagrados a Jehová por su celo en el caso del becerro de oro (Éxodo 32:29), Finees es nombrado por un pacto especial por Jehová, un pacto de paz y de sacerdocio perpetuo: Por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel (Números 25:13). Y reparte Jehová no sólo una bendición perpetua a Finees sino un decreto contra los madianitas: Hostigad a los madianitas, y heridlos, por cuanto ellos os afligieron a vosotros con sus ardides con que os han engañado en lo tocante a Baal-peor (Números 25:17-18). Veremos el cumplimiento de este decreto en Números 31.
Este decreto contra los madianitas es el motivo más inmediato por el segundo censo de Números 26: Tomad el censo de toda la congregación de los hijos de Israel, de veinte años arriba, por las casas de sus padres, todos los que pueden salir a la guerra en Israel (Números 26:2). Pero su enfoque no sólo es la guerra contra Madián sino también las guerras por venir en quitar la tierra prometida de los cananeos y en su repartición a las familias israelitas: Y habló Jehová a Moisés, diciendo: A éstos se repartirá la tierra en heredad, por la cuenta de los nombres. A los más darás mayor heredad, y a los menos menor; y a cada uno se le dará su heredad conforme a sus contados (Números 26:52-54).
El censo a la vez motiva la petición de las hijas de Zelofehad en la primera parte de Números 27. Jehová decide a su favor que sí, en caso de que no haya hijos para pasar la heredad a próxima generación, las hijas puedan recibirla para continuar su posesión en la familia.
El censo también indica la llegada de la próxima generación para recibir las promesas de Jehová de acuerdo con su decreto en el desierto de Parán: Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis (Números 14:31). Ahora el censo nos informa: Estos son los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó. Y entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón, quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí. Porque Jehová había dicho de ellos: Morirán en el desierto; y no quedó varón de ellos, sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun (Números 26:63-65).
Pero se queda otro tema pendiente, la prohibición de Moisés y de Aarón de entrar la tierra prometida (Números 20:12-13). Aarón murió en el monte Hor, pero Moisés todavía dirige al pueblo. La lectura de hoy también prepara al pueblo por ese paso en informarle a Moisés de su muerte que pronto sucederá y por darle a Josué la autoridad para dirigir la próxima generación (Números 27:12-23).
La lectura para hoy indica un paso decisivo para el cumplimiento de las promesas de Jehová. A pesar del pecado de Baal-peor y el castigo justo de Jehová contra su pueblo, nadie detendrá la gracia con que bendecirá a su pueblo: ni Balaam, ni el rey de Moab, ni el pecado mismo de los israelitas. Jehová es justo y celoso por su santidad… y también su misericordia es imparable.