Primero, se aclara que el sacrificio por la culpa (el sacrificio por el pecado que incluye la restitución, de que leímos en Levítico 5:14 – 6:7; 7:1-7) incluye la confesión del delito (Números 5:5-7). Si el damnificado ya no vive, la recompensa más la quinta parte será dada a sus parientes. Y si no hay pariente vivo, el sacerdote recibirá la recompensa más la quinta parte (Números 5:8-10). De esta forma, no habrá ninguna contaminación sobre el tabernáculo, ni de pecados viejos cuya restitución sería imposible de cumplir.
Segundo, se presenta una ofrenda por el adulterio sospechado pero no probado. Acuérdese del castigo por el adulterio: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su próximo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos (Levítico 20:10). En este caso se sospecha el adulterio, pero no hay evidencia concreta. Si ocurrió, la pareja culpable prefiere esconder su pecado, evitar la vergüenza y preservar sus vidas… pero el tabernáculo se queda contaminado. No sólo el esposo engañado sino todo el pueblo se quedan perjudicados por un pecado cometido a escondidas.
Como la corte humana no puede determinar si había pecado o no, se presenta el caso a Jehová. El rito pide que Él haga evidente lo que pasó en secreto. Las aguas que dan maldición tendrán uno de dos impactos: o entrarán en la mujer para descubrir su inmundicia escondida de una forma física evidente o no pasará nada – en este caso es vindicada por Jehová y aún bendecida con hijos. La integridad del tabernáculo será vindicada a la vista de todos también.
Tercero, se describen los sacrificios asociados con el voto de nazareo. (Note que no dice “nazareno”, una palabra en el Nuevo Testamento para alguien del pueblo de Nazaret.) El nazareo toma un voto de entrega personal a Jehová, normalmente por un tiempo limitado. Era un voto personal, pero su cumplimiento (como lo de todos los votos) tenía un impacto sobre toda la comunidad. Por eso Números 6 clarifica algunas de las reglas del voto, explica qué hacer si el nazareo se contamina por accidente y da las instrucciones por el cumplimiento del tiempo de su voto. Note que incluye todos los sacrificios principales de una vez: el holocausto, el sacrificio por el pecado, la ofrenda de grano y el sacrificio de paz.
Cuarto, en Números 7 vemos dos ofrendas por los líderes de las tribus para el transporte de los enseres del tabernáculo y para abastecerlo por ofrendas futuras (así Jacob Milgrom, Numbers, The Jewish Publication Society, 1989, pág. 363-64). Aunque la lectura tal vez nos parece aburrida hoy, la experiencia seguramente no fue así para los israelitas que lo vio. Cada tribu celebra con igualdad su inclusión por gracia delante la Presencia de Jehová. Y al presentar ofrendas para el uso futuro del tabernáculo, demuestran la fe en su Presencia continua con ellos y con el cumplimiento futuro de sus promesas.
Al ver las cuatro ofrendas en Números 5 – 7 (el sacrificio por la culpa si no vive el damnificado, la ofrenda por el adulterio sospechado, los sacrificios del voto del nazareo y la ofrenda para abastecer el tabernáculo), vemos el énfasis en la santidad personal junto con el gozo de la participación de un pueblo santo en adoración a Jehová. La santidad personal no es moribunda sino un paso esencial para gozarse de la comunión con Él. Como nos dice el salmista: ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. Él recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob (Salmo 24:3-6).
Por eso es apropiado leer en estos capítulos la bendición de Jehová a su pueblo santo por medio de los sacerdotes: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz (Números 6:24-26). Entre tantos detalles y tanta repetición, que no perdamos en Números 5 – 7 el retrato del pueblo santo y sin tacha, bendecido por Jehová, que responde a su gracia en santa ofrenda y adoración.