Note las noticias que inspiraron su oración: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego (Nehemías 1:3). Ha pasado más de un siglo desde que Ciro decretó que los judíos pudieran volver a reconstruir
a Jerusalén, y todavía una gran parte de la ciudad se queda en ruinas y sin defensa. Aunque el grupo que vino con Zorobabel pudo terminar la construcción del templo y el grupo que vino con Esdras fue confirmado en la ley de Moisés, se queda Jerusalén físicamente insegura y en vergüenza.
Parte de la razón se encuentra en el éxito de los enemigos en estorbar la reconstrucción de la ciudad. Ya leímos una carta escrita a Artajerjes, el rey durante el libro de Nehemías, más temprano en su reinado: Sea notorio al rey, que los judíos que subieron de ti a nosotros vinieron a Jerusalén; y edifican la ciudad rebelde y mala, y levantan los muros y reparan los fundamentos. Ahora sea notorio al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será menoscabado (Esdras 4:12-13). Con la respuesta de Artajerjes, pudieron parar a fuerzas la reconstrucción de los muros (Esdras 4:23).
Nehemías se queda afectado por las noticias y presenta su petición, no delante del rey Artajerjes como hicieron sus enemigos, sino delante del Dios que tiene toda autoridad aún sobre Artajerjes: Ayuné y oré delante del Dios de los cielos (Nehemías 1:4). Su descripción de Jehová en Nehemías 1:5 hace eco de su revelación a Moisés en Éxodo 34:5-7 cuando éste le intercedió por misericordia después de la idolatría con el becerro de oro en el Monte Sinaí. Por esta referencia y por su referencia al pacto, Nehemías coloca su nueva petición en el molde de la intercesión de Moisés, pidiendo que Jehová le perdone a su pueblo por sus
idolatrías más recientes.
Igual que la confesión de pecados por Esdras en la lectura pasada, Nehemías se identifica con el pecado de su pueblo: Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo (Nehemías 1:6-7).
¿Cómo se atreve Nehemías a pedir perdón por su pueblo cuando merece la ira justa de Jehová por sus pecados? Cita el pacto de Jehová, un resumen de Deuteronomio 30:1-5: Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volveréis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre (Nehemías 1:8-9). Descansa en la seguridad de que las misericordias pasadas de Jehová en la redención de la esclavitud en Egipto significan que los visitará en misericordia otra vez: Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa (Nehemías 1:10).
Cierre su oración con su petición más inmediata: Concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón (Nehemías 1:11). “Aquel varón” es
Artajerjes, el rey más temible en toda la tierra, que tiene dominio sobre numerosos pueblos y naciones; pero ante Jehová, es simplemente “aquel varón”. En pocos meses, Jehová responde por medio de Artajerjes, y después de un siglo de espera, los muros de Jerusalén son reconstruidos en relativamente poco tiempo.
La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).