Igual como el tercer libro, el quinto empieza con una referencia a la bondad de Jehová: Alabad a Jehová, porque él es bueno (Salmo 107:1); pero esta vez no la pone en duda como en el Salmo 73, sino que ha aprendido cómo refugiarse en la eterna misericordia de Jehová: Porque para siempre es su misericordia (Salmo 107:1). Y no sólo espera la misericordia de Jehová sino que la ha experimentado de nuevo, como nos dice el versículo que sigue: Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo (Salmo 107:2).
Y la salvación que celebra es una específica. El cuarto libro había terminado con la petición a su misericordia: Sálvanos, Jehová Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones (Salmo 106:47). Ahora el Salmo 107 celebra esta salvación: Y los ha congregado de las tierras, del oriente y del occidente, del norte y del sur (Salmo 107:3). Después de la larga y difícil espera, el pueblo experimenta la salvación de Jehová, y por eso espera con más confianza y anhelo las nuevas manifestaciones de la misericordia futura: ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro contra el adversario, porque vana es la ayuda del hombre. En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos (Salmo 108:10-13).
Como acabamos de ver, vuelven también las referencias al ungido de Jehová, al pacto davídico que casi había desaparecido en el cuarto libro. Pero es un pacto transformado, un pacto que descubre nuevas vistas más grandes y gloriosas que las experimentadas en el reino de David. Resulta que el Mesías futuro supera aún a David: Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies (Salmo 110:1). Jesús observa: Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? (Mateo 22:45; véase también Marcos 12:37 y Lucas 20:44) Es decir, ¿cómo puede un antepasado, especialmente uno que es el rey más famoso de Israel, someterse a uno de sus descendientes? Ese descendiente tiene que ser mucho más glorioso y superior a lo que se habría imaginado. Así reconoce David en Salmo 110; el Mesías futuro, Jesucristo, viene de aún antes que él y reinará en justicia con la victoria completa sobre sus enemigos. Lo que David experimentó personalmente en el pacto con Jehová es simplemente un reflejo del glorioso pacto que tiene Dios con el Ungido por excelencia.
Un corazón agradecido por la salvación responde en alabanza y adoración, y por eso el quinto libro dedica salmos largos en pura adoración a Jehová, salmos que llaman a todo el pueblo y aún a toda la creación a alabarle: Alabad a Jehová desde los cielos; alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos (Salmo 148:1-2). Todo lo que respira alaba a JAH (Salmo 150:6). Que nuestra lectura de todos los salmos y toda la Biblia fortalezca nuestra fe por las temporadas de tribulación y que nos despierte en alabanza a nuestro Salvador.