En cambio, los hombres de integridad que gobernaban en el principio del ministerio de Zacarías, hombres como Josué el sumo sacerdote y Zorobabel el gobernador, han pasado del escenario y son reemplazados por pastores de otra índole. En vez de la justicia, la paz y la salvación del Rey que viene, estos pastores buscan en la religión una fuente de ganancias y en los humildes, siervos que los apoyan: Apacienta las ovejas de la matanza, a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea Jehová, porque he enriquecido; ni sus pastores tienen piedad de ellas (Zacarías 11:4-5). Y los judíos que vinieron del exilio para reedificar a Jerusalén escuchan las noticias horribles: la tierra será asolada otra vez; se quebrará la gracia y la hermandad (Ataduras) en Israel; estarán bajo un pastor insensato e inútil en vez del Rey de paz.
Estas noticias deben ser de desesperación para los judíos de la época de Zacarías… y para nosotros también. ¿El exilio en Babilonia no fue suficiente para disciplinar al pueblo de Jehová a la justicia? ¿Ni en el remanente que repobló Jerusalén había suficiente de justicia y obediencia para cumplir la ley de Jehová? ¿Hasta cuándo no será propiciada la ira justa de Jehová Dios contra ellos?
Es como si todo el pueblo pudiera decir de acuerdo con el apóstol Pablo: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24) Gloria a Dios por la profecía de Zacarías 9:9-10 y la respuesta a la pregunta de Pablo en Romanos 7:25: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.