Cantar de los Cantares 3:6 - 5:1
En resumen:
La pareja enamorada y toda la comunidad celebran su boda.
La pareja enamorada y toda la comunidad celebran su boda.
En más detalle:
Acuérdese de la primera de las tres reglas de la interpretación del Cantar de los Cantares que vimos ayer – tenemos que apuntar quiénes están hablando en este diálogo. Por eso, notemos las siguientes divisiones:
Cantares 3:6-11 – Habla un narrador que anuncia la boda de la pareja
Cantares 4:1-15 – Habla el enamorado
Cantares 4:16 – Habla la enamorada
Cantares 5:1 – Habla el enamorado y la última invitación, un narrador
De acuerdo con la segunda regla (que es un poema de amor entre una pareja, no un triángulo que incluye el rey Salomón), aquí vemos la boda de la pareja descrita en las imágenes y el vocabulario de una boda real. Aparentemente Cantares 3:6-11 habla del rey Salomón histórico… hasta que nos acordamos de que estamos en un poema del amor apasionado con ricas imágenes, no una narrativa histórica. Note que la atención primero no está en Salomón sino en la enamorada: ¿Quién es ésta que sube del desierto…? (Cantares 3:6) Se acerca la litera de Salomón donde reposa y está transportada la enamorada para su boda (Cantares 3:6-8). ¿Quiénes son los sesenta valientes que la rodean, de los fuertes de Israel? (Cantares 3:7) Si tenemos razón al decir que esta escena es de la boda de la pareja enamorada y no una narrativa de una boda del Salomón histórico, estos valientes son los jóvenes que acompañan a la novia, una procesión para guiarla a la boda igual como las damas de honor en una boda hoy.
Tal vez uno quiere preguntar: Pero, ¿no sería una exageración llamar a los amigos de la pareja ‹‹sesenta valientes… de los fuertes de Israel›› si no son del ejército personal de Salomón? Claro que sí… pero, no en la imaginación de la pareja y los invitados. Vemos lo mismo hoy si ha asistido alguna vez una quinceañera. Unos jóvenes acompañan a la que cumple 15 años y sus amigas. Fuera de la fiesta uno los conoce; son adolescentes que hacen sus travesuras en la escuela pública, que juegan al fútbol en cada oportunidad, que no ponen en serio el mundo de los adultos… pero al vestirlos en smokings rentados, al darles unas lecciones y prácticas sobre el vals y al ponerles el título de ‹‹chambelanes››, en la imaginación de la comunidad por una noche son transformados a valientes de cuna y roce, a jóvenes de los más nobles, guardianes que aportan los valores de la comunidad a una generación en crecimiento. Aunque no sabemos nada de la vida personal de los 60 valientes de Cantares 3:7, no importa; participamos en la imaginación de la comunidad que celebra algo de gran gozo e importancia – el amor comprometido de la pareja, elevado y confirmado por el pacto que es su boda.
Así entendemos también la llegada del rey Salomón en Cantares 3:9-11. No es el rey Salomón histórico sino el novio, ahora esposo, elevado por la comunidad a ser rey más excelso en su boda. Y en Cantares 4:1-15 cumple una tradición de bodas todavía seguida en algunas comunidades del Medio Oriente – alaba la hermosura de su nueva esposa en cántico. Empieza de arriba con los ojos y los cabellos en Cantares 4:1 y baja poco a poco en su descripción hasta los pechos en Cantares 4:5-6 cuando ya no se puede contener más y le invita a huir con él a lo más lejano y privado en Cantares 4:8. Su belleza le ha vencido: Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; has apresado mi corazón con uno de tus ojos, con una gargantilla de tu cuello (Cantares 4:9). El nuevo esposo todavía ve a su nueva esposa como difícil de alcanzar y anhela ser recibido por ella: Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada (Cantares 4:12). Y la esposa por fin habla y lo recibe en amor: Levántate, Aquilón, y ven, Austro; soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, y coma de su dulce fruta (Cantares 4:16). Por fin disfrutan juntos su amor comprometido, sus cuerpos compartidos: Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido (Cantares 5:1). Y la invitación se extiende a que toda la comunidad celebre su boda también: Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados (Cantares 5:1).
Acuérdese de la primera de las tres reglas de la interpretación del Cantar de los Cantares que vimos ayer – tenemos que apuntar quiénes están hablando en este diálogo. Por eso, notemos las siguientes divisiones:
Cantares 3:6-11 – Habla un narrador que anuncia la boda de la pareja
Cantares 4:1-15 – Habla el enamorado
Cantares 4:16 – Habla la enamorada
Cantares 5:1 – Habla el enamorado y la última invitación, un narrador
De acuerdo con la segunda regla (que es un poema de amor entre una pareja, no un triángulo que incluye el rey Salomón), aquí vemos la boda de la pareja descrita en las imágenes y el vocabulario de una boda real. Aparentemente Cantares 3:6-11 habla del rey Salomón histórico… hasta que nos acordamos de que estamos en un poema del amor apasionado con ricas imágenes, no una narrativa histórica. Note que la atención primero no está en Salomón sino en la enamorada: ¿Quién es ésta que sube del desierto…? (Cantares 3:6) Se acerca la litera de Salomón donde reposa y está transportada la enamorada para su boda (Cantares 3:6-8). ¿Quiénes son los sesenta valientes que la rodean, de los fuertes de Israel? (Cantares 3:7) Si tenemos razón al decir que esta escena es de la boda de la pareja enamorada y no una narrativa de una boda del Salomón histórico, estos valientes son los jóvenes que acompañan a la novia, una procesión para guiarla a la boda igual como las damas de honor en una boda hoy.
Tal vez uno quiere preguntar: Pero, ¿no sería una exageración llamar a los amigos de la pareja ‹‹sesenta valientes… de los fuertes de Israel›› si no son del ejército personal de Salomón? Claro que sí… pero, no en la imaginación de la pareja y los invitados. Vemos lo mismo hoy si ha asistido alguna vez una quinceañera. Unos jóvenes acompañan a la que cumple 15 años y sus amigas. Fuera de la fiesta uno los conoce; son adolescentes que hacen sus travesuras en la escuela pública, que juegan al fútbol en cada oportunidad, que no ponen en serio el mundo de los adultos… pero al vestirlos en smokings rentados, al darles unas lecciones y prácticas sobre el vals y al ponerles el título de ‹‹chambelanes››, en la imaginación de la comunidad por una noche son transformados a valientes de cuna y roce, a jóvenes de los más nobles, guardianes que aportan los valores de la comunidad a una generación en crecimiento. Aunque no sabemos nada de la vida personal de los 60 valientes de Cantares 3:7, no importa; participamos en la imaginación de la comunidad que celebra algo de gran gozo e importancia – el amor comprometido de la pareja, elevado y confirmado por el pacto que es su boda.
Así entendemos también la llegada del rey Salomón en Cantares 3:9-11. No es el rey Salomón histórico sino el novio, ahora esposo, elevado por la comunidad a ser rey más excelso en su boda. Y en Cantares 4:1-15 cumple una tradición de bodas todavía seguida en algunas comunidades del Medio Oriente – alaba la hermosura de su nueva esposa en cántico. Empieza de arriba con los ojos y los cabellos en Cantares 4:1 y baja poco a poco en su descripción hasta los pechos en Cantares 4:5-6 cuando ya no se puede contener más y le invita a huir con él a lo más lejano y privado en Cantares 4:8. Su belleza le ha vencido: Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; has apresado mi corazón con uno de tus ojos, con una gargantilla de tu cuello (Cantares 4:9). El nuevo esposo todavía ve a su nueva esposa como difícil de alcanzar y anhela ser recibido por ella: Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada (Cantares 4:12). Y la esposa por fin habla y lo recibe en amor: Levántate, Aquilón, y ven, Austro; soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, y coma de su dulce fruta (Cantares 4:16). Por fin disfrutan juntos su amor comprometido, sus cuerpos compartidos: Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido (Cantares 5:1). Y la invitación se extiende a que toda la comunidad celebre su boda también: Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados (Cantares 5:1).