Éxodo 33 - 34 y Salmo 85
En resumen:
Jehová revela la profunda gracia a su pueblo pecador.
Jehová revela la profunda gracia a su pueblo pecador.
En más detalle:
Éxodo 33 parece empezar con una mezcla de buenas y de malas noticias: Ande, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino (Éxodo 33:1-3). El pueblo de Israel sabe que aún una bendición tan grande como la conquista de la tierra prometida no tiene valor sin la Presencia de Jehová entre ellos: Oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos (Éxodo 33:4).
Continúa la situación delicada. Los israelitas esperan en arrepentimiento; el tabernáculo donde Jehová se
reunía con Moisés ahora está lejos, fuera del campamento… pero Jehová todavía se reúne cara a cara con el intercesor Moisés. Y por esta posibilidad se abre paso a una de las revelaciones más significativas del Antiguo Testamento.
Moisés intercede por el pueblo a base de la gracia que le ha demostrado Jehová: Si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo (Éxodo 33:13). Note que pide una extensión de la gracia de Jehová al pueblo, no para que consigan la bendición de la tierra prometida (ya ha sido confirmada) sino para que anden en la relación única prometida cuando primero llegaron al monte Sinaí: Si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5). No han dado oído a su voz ni han guardado su pacto, pero Moisés se atreve a pedir que Jehová se les extienda su amor inmerecido de todas maneras.
Jehová reconfirma su gracia con Moisés únicamente: Él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso (Éxodo 33:14; note el singular “contigo” y “te daré”). Moisés repite que la gracia que le ha hallado sea extendida al pueblo también: Si tu presencia no ha de ir conmigo [singular] no nos saques [plural] de aquí (Éxodo 33:15). Otra vez se identifica con el pueblo: ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? (Éxodo 33:16) Para que el resplandor de la gloria de Jehová sea conocido por las naciones, Moisés le ruega que se extienda esta gracia a los israelitas. Y Jehová aprueba la intercesión de Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre (Éxodo 33:17).
Moisés demuestra su gozo en la Presencia de Jehová con la petición que sigue: Te ruego que me muestres tu gloria (Éxodo 33:18). Su intercesión es mucho más que cumplir una misión, mucho más que simplemente lograr un objetivo en la larga lista de peticiones por el pueblo – anhela andar en comunión con Jehová; anhela conocerlo y disfrutar de su Presencia. Inmediatamente Jehová le corresponde: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente (Éxodo 33:19). Pero a la vez hay límites en el compañerismo entre el hombre y su Dios, límites debidos no a ninguna debilidad de Dios sino a la incapacidad del ser creado de conocer su santidad: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá (Éxodo 33:20).
E igual que la revelación de Jehová en el monte Sinaí en Éxodo 20, Moisés no ve ninguna forma sino escucha su palabra: Pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:6-7). Igual como en Éxodo 3, la gloria de Jehová se enlaza con su nombre. Siempre era, siempre es y siempre será fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad. Su gloria, su poder, su misericordia – y toda su esencia – son estables eternamente. A su pueblo pecador son gloriosas noticias el anuncio de que guarda misericordia a millares y que perdona toda clase de maldad: la iniquidad, la rebelión y el pecado. Y su misericordia no es débil ni permisiva; en ningún momento niega su justicia: De ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:7). Estos dos versículos nos declaran la gloria de Jehová y sonarán varias veces más en el resto de la Biblia (véase por ejemplo Salmo 86:15-16; 103:8-12; 145:5-9).
Moisés responde de acuerdo con una revelación tan gloriosa: Apresurándose, bajo la cabeza hacia el suelo y adoró (Éxodo 34:8). También expresa uno de los anhelos predominantes de los que han experimentado la gloria de Jehová –el deseo de permanecerse en su Presencia y ver que otros la gocen también: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad (Éxodo 34:9). Jehová responde que sí: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo (Éxodo 34:10). Su gracia supera al pecado de su pueblo sin que renuncie su justicia. Y en respuesta, su pueblo andará en arrepentimiento y justicia. Vivirán por su Dios celoso (Éxodo 34:14); se separarán de los moradores de Canaán y destruirán toda evidencia de su devoción idólatra (Éxodo 34:12-13, 15-16). Guardarán celosamente los ritos y el calendario centrados en Jehová (Éxodo 34:17-26). Y de nuevo está Moisés en su Presencia, como antes del pecado con el becerro de oro pero con un aprecio más profundo de su gracia.
Éxodo 33 parece empezar con una mezcla de buenas y de malas noticias: Ande, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino (Éxodo 33:1-3). El pueblo de Israel sabe que aún una bendición tan grande como la conquista de la tierra prometida no tiene valor sin la Presencia de Jehová entre ellos: Oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos (Éxodo 33:4).
Continúa la situación delicada. Los israelitas esperan en arrepentimiento; el tabernáculo donde Jehová se
reunía con Moisés ahora está lejos, fuera del campamento… pero Jehová todavía se reúne cara a cara con el intercesor Moisés. Y por esta posibilidad se abre paso a una de las revelaciones más significativas del Antiguo Testamento.
Moisés intercede por el pueblo a base de la gracia que le ha demostrado Jehová: Si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo (Éxodo 33:13). Note que pide una extensión de la gracia de Jehová al pueblo, no para que consigan la bendición de la tierra prometida (ya ha sido confirmada) sino para que anden en la relación única prometida cuando primero llegaron al monte Sinaí: Si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5). No han dado oído a su voz ni han guardado su pacto, pero Moisés se atreve a pedir que Jehová se les extienda su amor inmerecido de todas maneras.
Jehová reconfirma su gracia con Moisés únicamente: Él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso (Éxodo 33:14; note el singular “contigo” y “te daré”). Moisés repite que la gracia que le ha hallado sea extendida al pueblo también: Si tu presencia no ha de ir conmigo [singular] no nos saques [plural] de aquí (Éxodo 33:15). Otra vez se identifica con el pueblo: ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? (Éxodo 33:16) Para que el resplandor de la gloria de Jehová sea conocido por las naciones, Moisés le ruega que se extienda esta gracia a los israelitas. Y Jehová aprueba la intercesión de Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre (Éxodo 33:17).
Moisés demuestra su gozo en la Presencia de Jehová con la petición que sigue: Te ruego que me muestres tu gloria (Éxodo 33:18). Su intercesión es mucho más que cumplir una misión, mucho más que simplemente lograr un objetivo en la larga lista de peticiones por el pueblo – anhela andar en comunión con Jehová; anhela conocerlo y disfrutar de su Presencia. Inmediatamente Jehová le corresponde: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente (Éxodo 33:19). Pero a la vez hay límites en el compañerismo entre el hombre y su Dios, límites debidos no a ninguna debilidad de Dios sino a la incapacidad del ser creado de conocer su santidad: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá (Éxodo 33:20).
E igual que la revelación de Jehová en el monte Sinaí en Éxodo 20, Moisés no ve ninguna forma sino escucha su palabra: Pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:6-7). Igual como en Éxodo 3, la gloria de Jehová se enlaza con su nombre. Siempre era, siempre es y siempre será fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad. Su gloria, su poder, su misericordia – y toda su esencia – son estables eternamente. A su pueblo pecador son gloriosas noticias el anuncio de que guarda misericordia a millares y que perdona toda clase de maldad: la iniquidad, la rebelión y el pecado. Y su misericordia no es débil ni permisiva; en ningún momento niega su justicia: De ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:7). Estos dos versículos nos declaran la gloria de Jehová y sonarán varias veces más en el resto de la Biblia (véase por ejemplo Salmo 86:15-16; 103:8-12; 145:5-9).
Moisés responde de acuerdo con una revelación tan gloriosa: Apresurándose, bajo la cabeza hacia el suelo y adoró (Éxodo 34:8). También expresa uno de los anhelos predominantes de los que han experimentado la gloria de Jehová –el deseo de permanecerse en su Presencia y ver que otros la gocen también: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad (Éxodo 34:9). Jehová responde que sí: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo (Éxodo 34:10). Su gracia supera al pecado de su pueblo sin que renuncie su justicia. Y en respuesta, su pueblo andará en arrepentimiento y justicia. Vivirán por su Dios celoso (Éxodo 34:14); se separarán de los moradores de Canaán y destruirán toda evidencia de su devoción idólatra (Éxodo 34:12-13, 15-16). Guardarán celosamente los ritos y el calendario centrados en Jehová (Éxodo 34:17-26). Y de nuevo está Moisés en su Presencia, como antes del pecado con el becerro de oro pero con un aprecio más profundo de su gracia.