Eclesiastés 9 - 12
En resumen:
El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:13-14).
El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:13-14).
En más detalle:
Por enfatizar la sabiduría de la perspectiva debajo del sol y por hacer poca referencia al pecado, la muerte se destaca como el enemigo más grande del ser humano. Consume a todos: Un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento (Eclesiastés 9:2). Pero el Predicador afirma la vida en reconocimiento que la muerte está cerca: Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría (Eclesiastés 9:9-10).
Aun expresa un poco de humor negro y melancólico al comparar el envejecimiento del cuerpo a la caída de una hacienda y el cambio de fuerzas en la naturaleza (Eclesiastés 12:2-8). El versículo: Antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia (Eclesiastés 12:2) retratan el cambio de la juventud a la vejez como la llegada de un día nublado después de la lluvia, un día más apropiado para la depresión que para el gozo en la luz del sol. Luego: Cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes (Eclesiastés 12:3) retrata poéticamente la pérdida de fuerzas y balance en los trabajadores que sirven en una hacienda por décadas (y por extensión, al cuerpo humano que nos sirve por décadas también), una pérdida de fuerzas no por la llegada de ningún enemigo sino por la llegada de la vejez. Cesarán las muelas porque han disminuido (Eclesiastés 12:3) refiere no sólo a las muelas de una hacienda vieja que se han desgastado y no son reemplazadas sino a los dientes que se desgastan en la vejez. Se oscurecerán los que miran por las ventanas (Eclesiastés 12:3) refiere a la pérdida de la vista con el tiempo. Las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas (Eclesiastés 12:4) retrata una hacienda que ha disminuido en la producción – el comercio y las visitas no pasan por su puerta como antes; los sonidos de los pájaros silvestres brotan donde antes sonaban las voces de trabajadores; no se escucha el canto de los niños y jóvenes porque ya no hay. Igual como el cuerpo que mientras se envejece no se siente las ganas de salir afuera como antes; no cumple las tareas de la producción como antes; la voz se debilita, y se le han olvidado los cantos de la juventud. Además: Cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino (Eclesiastés 12:5) refleja el temor de arriesgarse en el mundo de afuera; y: florecerá el almendro (Eclesiastés 12:5), la apariencia de las canas; y: la langosta será una carga (Eclesiastés 12:5), que ya se ha perdido la agilidad que antes le permitía saltar como chapulín. Se perderá el apetito (Eclesiastés 12:5) hace referencia a uno de los últimos pasos de la vejez, cuando ni quiere comer porque sabe que la muerte se acerca: Porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles (Eclesiastés 12:5). Luego siguen una serie de objetos preciosos que son destruidos y hechos inútiles, igual como la vida preciosa es destruida y hecha inútil por la muerte: Antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo (Eclesiastés 12:6).
¿Será que el Predicador se desliza a la depresión? Cierra su enseñanza por decir: Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad (Eclesiastés 12:8) ¿O podemos escuchar en su penúltimo versículo un grano de esperanza en que Dios supera la muerte? El polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7). Sin duda estamos muy lejos de la observación del apóstol Pablo que el morir y estar en la presencia de Cristo es ganancia, muchísimo mejor que vivir en la tierra (Filipenses 1:21, 23-24); de todos modos, parece que el Predicador de Eclesiastés no cierra la puerta al significado de la vida terrenal que viene de lo alto.
Será la tarea de otras partes de la Biblia el desarrollar completamente la doctrina de la resurrección de los muertos. Pero mientras tanto el Predicador de Eclesiastés cumple su propósito – quita cualquier ilusión falsa del significado en la vida terrenal en sí misma y a la vez afirma que esta vida, y aún la muerte, están en las manos del Dios soberano y excelso, benevolente y justo. Y: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:13-14).
Por enfatizar la sabiduría de la perspectiva debajo del sol y por hacer poca referencia al pecado, la muerte se destaca como el enemigo más grande del ser humano. Consume a todos: Un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento (Eclesiastés 9:2). Pero el Predicador afirma la vida en reconocimiento que la muerte está cerca: Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría (Eclesiastés 9:9-10).
Aun expresa un poco de humor negro y melancólico al comparar el envejecimiento del cuerpo a la caída de una hacienda y el cambio de fuerzas en la naturaleza (Eclesiastés 12:2-8). El versículo: Antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia (Eclesiastés 12:2) retratan el cambio de la juventud a la vejez como la llegada de un día nublado después de la lluvia, un día más apropiado para la depresión que para el gozo en la luz del sol. Luego: Cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes (Eclesiastés 12:3) retrata poéticamente la pérdida de fuerzas y balance en los trabajadores que sirven en una hacienda por décadas (y por extensión, al cuerpo humano que nos sirve por décadas también), una pérdida de fuerzas no por la llegada de ningún enemigo sino por la llegada de la vejez. Cesarán las muelas porque han disminuido (Eclesiastés 12:3) refiere no sólo a las muelas de una hacienda vieja que se han desgastado y no son reemplazadas sino a los dientes que se desgastan en la vejez. Se oscurecerán los que miran por las ventanas (Eclesiastés 12:3) refiere a la pérdida de la vista con el tiempo. Las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas (Eclesiastés 12:4) retrata una hacienda que ha disminuido en la producción – el comercio y las visitas no pasan por su puerta como antes; los sonidos de los pájaros silvestres brotan donde antes sonaban las voces de trabajadores; no se escucha el canto de los niños y jóvenes porque ya no hay. Igual como el cuerpo que mientras se envejece no se siente las ganas de salir afuera como antes; no cumple las tareas de la producción como antes; la voz se debilita, y se le han olvidado los cantos de la juventud. Además: Cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino (Eclesiastés 12:5) refleja el temor de arriesgarse en el mundo de afuera; y: florecerá el almendro (Eclesiastés 12:5), la apariencia de las canas; y: la langosta será una carga (Eclesiastés 12:5), que ya se ha perdido la agilidad que antes le permitía saltar como chapulín. Se perderá el apetito (Eclesiastés 12:5) hace referencia a uno de los últimos pasos de la vejez, cuando ni quiere comer porque sabe que la muerte se acerca: Porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles (Eclesiastés 12:5). Luego siguen una serie de objetos preciosos que son destruidos y hechos inútiles, igual como la vida preciosa es destruida y hecha inútil por la muerte: Antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo (Eclesiastés 12:6).
¿Será que el Predicador se desliza a la depresión? Cierra su enseñanza por decir: Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad (Eclesiastés 12:8) ¿O podemos escuchar en su penúltimo versículo un grano de esperanza en que Dios supera la muerte? El polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7). Sin duda estamos muy lejos de la observación del apóstol Pablo que el morir y estar en la presencia de Cristo es ganancia, muchísimo mejor que vivir en la tierra (Filipenses 1:21, 23-24); de todos modos, parece que el Predicador de Eclesiastés no cierra la puerta al significado de la vida terrenal que viene de lo alto.
Será la tarea de otras partes de la Biblia el desarrollar completamente la doctrina de la resurrección de los muertos. Pero mientras tanto el Predicador de Eclesiastés cumple su propósito – quita cualquier ilusión falsa del significado en la vida terrenal en sí misma y a la vez afirma que esta vida, y aún la muerte, están en las manos del Dios soberano y excelso, benevolente y justo. Y: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:13-14).