Ester 1 - 4
En resumen:
En la corte persa, estamos en un dominio completamente distinto a lo que dirigió a los reyes más justos de Judá. ¿Será que Jehová tiene dominio allá?
En la corte persa, estamos en un dominio completamente distinto a lo que dirigió a los reyes más justos de Judá. ¿Será que Jehová tiene dominio allá?
En más detalle:
En Esdras y Nehemías leímos de la presencia de Jehová con los que volvieron del exilio para reedificar a Jerusalén. Pero, ¿qué hará Jehová con los muchos judíos que no volvieron del exilio? ¿Los va a abandonar? ¿Serán considerados el pueblo de Jehová cuando viven fuera de la tierra prometida por generaciones? El libro de Ester nos va a decir.
Ester 1 y 2 nos cuentan mucho sobre el reino persa en los días de Asuero (como vimos en la introducción a esta unidad de la Biblia, él reinó en los años entre Esdras 6 y 7). ¡Cuán lejos estamos de los reinados justos de David, Salomón, Ezequías o Josías! Mientras estos reyes judíos dieron ejemplo de la justicia terrenal de acuerdo con el dominio justo de Jehová, la corte persa es de otra mentalidad:
La prosperidad impresionante es para el consumo de los ricos. Acuérdese de nuestra lectura sobre Salomón y la reina de Sabá en 1 Reyes 10 y 2 Crónicas 9. La prosperidad de Salomón la impresionó para dar gloria a Jehová por su ungido. Fue un reflejo de su dominio justo: Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti ponerte sobre su trono como rey para Jehová tu Dios; por cuanto tu Dios amó a Israel para afirmarlo perpetuamente, por eso te ha puesto por rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia (2 Crónicas 9:8). Pero en la descripción de la corte persa en Ester 1 – 2, no hay mención de Jehová ni de ningún dios. Asuero y sus preferidos están en el centro. Si se trata de los banquetes que duran por días, o de la belleza incomparable de las mujeres, o de los diez mil talentos de plata que Amán ofrece por la destrucción de los judíos, la prosperidad existe simplemente para satisfacer los deseos de los privilegiados.
La ley es para proteger los privilegios de los ricos. Acuérdese de una de las razones por la cual Jehová les dio su ley a los israelitas: Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? (Deuteronomio 4:6-8) Pero en Ester 1 –4, la ley se basa en la inteligencia humana, no en la revelación de Jehová, y se formula para preservar los privilegios: El decreto que dicte el rey será oído en todo su reino, aunque es grande, y todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor (Ester 1:20). Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos (Ester 3:8-9). Lo bueno se define por lo que preserva y beneficia a los privilegiados; lo malo se define por lo que amenaza su autoridad. Temas relacionados con el dominio justo ni entran en consideración. Por eso, Asuero y Amán pueden decretar la exterminación de todo un grupo étnico e inmediatamente sentarse a tomar sin ningún remordimiento (Ester 3:15).
En este medioambiente creado por la soberbia de los gobernantes, los judíos como Mardoqueo y Ester intentan a sobrevivir. El bienestar de los no-privilegiados depende de cuánto benefician a los privilegiados y de la evasión de cualquier acción que les desagrada. Por eso es tan llamativa la insistencia de Mardoqueo en no arrodillarse delante de Amán. ¿Por qué insiste en una acción que va a perjudicar a sí mismo… y como leemos, a toda su nación?
Mardoqueo responde que es judío: Lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío (Ester 3:4). Por eso algunos piensan que tal vez había una ley que prohibía que los judíos se arrodillaran delante de otros, o delante de los gentiles. Pero no hay ninguna ley así en la Biblia. Además, Ester no ve nada malo en echarse en sumisión a los pies de Asuero para pedirle un favor en 8:3. En cambio, el texto comunica que la inacción de Mardoqueo es personal – lo denuncian a Amán, no al rey (Ester 3:4), aunque era el orden del rey que desobedecía. También dice: Vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él (Ester 3:5). Y si seguimos el hilo personal, podemos ver por qué Mardoqueo no se arrodillaba delante de ese hombre.
El rey Asuero engrandeció a Amán, hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él (Ester 3:1). Como repiten Ester 8:5 y 9:24, Amán es descendiente de Agag, de la casa real de los amalecitas. Ellos habían atacado a Israel en su éxodo de Egipto en Éxodo 17:8-16. Moisés dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación (Éxodo 17:16). Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides (Deuteronomio 25:17-19). Agag es el rey de Amalec a quien Saúl tiene que destruir en 1 Samuel 15, pero éste desobedeció a Jehová y no lo mató (el profeta Samuel luego cumplió su sentencia de muerte). Y ahora está en Susa este descendiente de Agag, de la sangre real de los amalecitas, puesto en alto sobre todos los príncipes de Persia. Mientras tanto, Mardoqueo era: Hijo de Jair, hijo de Simei, hijo de Cis, del linaje de Benjamín (Ester 2:5), es decir, de la misma casa que el rey Saúl, hijo de Cis. Amán, un descendiente de sangre real de los amalecitas, se enfrenta con Mardoqueo, un descendiente de la previa casa real de los israelitas. Por eso vemos que Mardoqueo rehúsa arrodillarse delante de Amán, y Amán desea vengarse no sólo de Mardoqueo sino de todos los israelitas.
Amán ejerce más autoridad y privilegio que Mardoqueo. La influencia que tiene Ester con el rey se está disminuyendo: No he sido llamada para ver al rey estos treinta días (Ester 4:11). ¿Vendrá la redención de parte de Alguien con más influencia que Amán? Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley (Ester 4:16). ¿Habrá Alguien con más autoridad que la ley de Persia?
Ester 1 y 2 nos cuentan mucho sobre el reino persa en los días de Asuero (como vimos en la introducción a esta unidad de la Biblia, él reinó en los años entre Esdras 6 y 7). ¡Cuán lejos estamos de los reinados justos de David, Salomón, Ezequías o Josías! Mientras estos reyes judíos dieron ejemplo de la justicia terrenal de acuerdo con el dominio justo de Jehová, la corte persa es de otra mentalidad:
La prosperidad impresionante es para el consumo de los ricos. Acuérdese de nuestra lectura sobre Salomón y la reina de Sabá en 1 Reyes 10 y 2 Crónicas 9. La prosperidad de Salomón la impresionó para dar gloria a Jehová por su ungido. Fue un reflejo de su dominio justo: Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti ponerte sobre su trono como rey para Jehová tu Dios; por cuanto tu Dios amó a Israel para afirmarlo perpetuamente, por eso te ha puesto por rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia (2 Crónicas 9:8). Pero en la descripción de la corte persa en Ester 1 – 2, no hay mención de Jehová ni de ningún dios. Asuero y sus preferidos están en el centro. Si se trata de los banquetes que duran por días, o de la belleza incomparable de las mujeres, o de los diez mil talentos de plata que Amán ofrece por la destrucción de los judíos, la prosperidad existe simplemente para satisfacer los deseos de los privilegiados.
La ley es para proteger los privilegios de los ricos. Acuérdese de una de las razones por la cual Jehová les dio su ley a los israelitas: Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? (Deuteronomio 4:6-8) Pero en Ester 1 –4, la ley se basa en la inteligencia humana, no en la revelación de Jehová, y se formula para preservar los privilegios: El decreto que dicte el rey será oído en todo su reino, aunque es grande, y todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor (Ester 1:20). Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos (Ester 3:8-9). Lo bueno se define por lo que preserva y beneficia a los privilegiados; lo malo se define por lo que amenaza su autoridad. Temas relacionados con el dominio justo ni entran en consideración. Por eso, Asuero y Amán pueden decretar la exterminación de todo un grupo étnico e inmediatamente sentarse a tomar sin ningún remordimiento (Ester 3:15).
En este medioambiente creado por la soberbia de los gobernantes, los judíos como Mardoqueo y Ester intentan a sobrevivir. El bienestar de los no-privilegiados depende de cuánto benefician a los privilegiados y de la evasión de cualquier acción que les desagrada. Por eso es tan llamativa la insistencia de Mardoqueo en no arrodillarse delante de Amán. ¿Por qué insiste en una acción que va a perjudicar a sí mismo… y como leemos, a toda su nación?
Mardoqueo responde que es judío: Lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío (Ester 3:4). Por eso algunos piensan que tal vez había una ley que prohibía que los judíos se arrodillaran delante de otros, o delante de los gentiles. Pero no hay ninguna ley así en la Biblia. Además, Ester no ve nada malo en echarse en sumisión a los pies de Asuero para pedirle un favor en 8:3. En cambio, el texto comunica que la inacción de Mardoqueo es personal – lo denuncian a Amán, no al rey (Ester 3:4), aunque era el orden del rey que desobedecía. También dice: Vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él (Ester 3:5). Y si seguimos el hilo personal, podemos ver por qué Mardoqueo no se arrodillaba delante de ese hombre.
El rey Asuero engrandeció a Amán, hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él (Ester 3:1). Como repiten Ester 8:5 y 9:24, Amán es descendiente de Agag, de la casa real de los amalecitas. Ellos habían atacado a Israel en su éxodo de Egipto en Éxodo 17:8-16. Moisés dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación (Éxodo 17:16). Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides (Deuteronomio 25:17-19). Agag es el rey de Amalec a quien Saúl tiene que destruir en 1 Samuel 15, pero éste desobedeció a Jehová y no lo mató (el profeta Samuel luego cumplió su sentencia de muerte). Y ahora está en Susa este descendiente de Agag, de la sangre real de los amalecitas, puesto en alto sobre todos los príncipes de Persia. Mientras tanto, Mardoqueo era: Hijo de Jair, hijo de Simei, hijo de Cis, del linaje de Benjamín (Ester 2:5), es decir, de la misma casa que el rey Saúl, hijo de Cis. Amán, un descendiente de sangre real de los amalecitas, se enfrenta con Mardoqueo, un descendiente de la previa casa real de los israelitas. Por eso vemos que Mardoqueo rehúsa arrodillarse delante de Amán, y Amán desea vengarse no sólo de Mardoqueo sino de todos los israelitas.
Amán ejerce más autoridad y privilegio que Mardoqueo. La influencia que tiene Ester con el rey se está disminuyendo: No he sido llamada para ver al rey estos treinta días (Ester 4:11). ¿Vendrá la redención de parte de Alguien con más influencia que Amán? Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley (Ester 4:16). ¿Habrá Alguien con más autoridad que la ley de Persia?