Ezequiel 8 - 11 y Salmo 11
En resumen:
Ezequiel es llevado de regreso a la ciudad de Jerusalén en una visión para que vea su pecado, para que entienda la justicia del juicio que pronto caerá, y que sea testigo de que la Presencia de Jehová ha abandonado la ciudad en preparación por su destrucción.
Ezequiel es llevado de regreso a la ciudad de Jerusalén en una visión para que vea su pecado, para que entienda la justicia del juicio que pronto caerá, y que sea testigo de que la Presencia de Jehová ha abandonado la ciudad en preparación por su destrucción.
En detalle:
Ezequiel 8 abre con una nueva visión que continúa por toda la lectura hoy. Será notable la diferencia entre el templo y la ciudad de Jerusalén en toda su contaminación por un lado y la gloria de Jehová como vio en Ezequiel 1 por el otro lado.
A pesar del transporte extraño a Jerusalén y los detalles raros, esta visión sigue las características generales que hemos visto en muchas profecías del juicio divino declaradas por Isaías y Jeremías:
1) se le descubre al profeta el pecado escondido, pero aquí por un medio llamativo, por cavar en un agujero en la pared (8:5-16);
2) Jehová decreta y pone en movimiento el juicio contra el pecado. Aquí toma otro paso llamativo, marcando las frentes de todos los que gimen y claman por las abominaciones que se han permitido en el templo (8:17 – 9:11; 11:1-13);
3) el profeta clama en intercesión intensa por el pueblo (9:8; 11:13);
4) Jehová responde a su intercesión y anuncia su misericordia al remanente (11:14-21).
Se destaca también la visión de la gloria de Jehová igual como la vio junto al río Quebar en los primeros capítulos del libro. Ahora el profeta entiende mejor los seres vivientes que vio y su función: Conocí que eran querubines (10:20). Igual como en capítulo 1, los querubines “transportan” la gloria de Jehová, pero su función es más evidente aquí… ¡al llevar la gloria de Jehová paso a paso fuera del templo inmundo! Los querubines son el patrón celestial del arca del testimonio, dirigidos por Jehová mismo para transportar su gloria como los pies obedientes de los levitas la transportaron en el desierto. Como los levitas llevaron la gloria de Jehová a la Tierra Prometida y eventualmente a Jerusalén, ahora el arca verdadera la transporta… pero fuera del templo para dejar que sea consumido por el juicio divino. ¡Es una situación digna de lamento y urgente intercesión!
Y al leer Ezequiel 8 – 11 hoy, debemos tener en mente que no estamos lejos de la situación descrita aquí. Piense en las iglesias que encontramos vacías, convertidas en museos, galerías de arte o teatros, iglesias donde tal vez moraba el Espíritu Santo en poder hace generaciones pero que ahora han sido abandonadas ambos por el Espíritu y por los verdaderos creyentes. ¿Hasta qué punto tolera Dios el pecado en su iglesia? Que el Señor no nos mande a ser testigos de su abandono de las iglesias. En cambio, que renovemos nuestro temor a Jehová Dios y andemos en arrepentimiento y en santidad para que el candelero de nuestras iglesias no sea removido de su lugar (Apocalipsis 2:5).
Ezequiel 8 abre con una nueva visión que continúa por toda la lectura hoy. Será notable la diferencia entre el templo y la ciudad de Jerusalén en toda su contaminación por un lado y la gloria de Jehová como vio en Ezequiel 1 por el otro lado.
A pesar del transporte extraño a Jerusalén y los detalles raros, esta visión sigue las características generales que hemos visto en muchas profecías del juicio divino declaradas por Isaías y Jeremías:
1) se le descubre al profeta el pecado escondido, pero aquí por un medio llamativo, por cavar en un agujero en la pared (8:5-16);
2) Jehová decreta y pone en movimiento el juicio contra el pecado. Aquí toma otro paso llamativo, marcando las frentes de todos los que gimen y claman por las abominaciones que se han permitido en el templo (8:17 – 9:11; 11:1-13);
3) el profeta clama en intercesión intensa por el pueblo (9:8; 11:13);
4) Jehová responde a su intercesión y anuncia su misericordia al remanente (11:14-21).
Se destaca también la visión de la gloria de Jehová igual como la vio junto al río Quebar en los primeros capítulos del libro. Ahora el profeta entiende mejor los seres vivientes que vio y su función: Conocí que eran querubines (10:20). Igual como en capítulo 1, los querubines “transportan” la gloria de Jehová, pero su función es más evidente aquí… ¡al llevar la gloria de Jehová paso a paso fuera del templo inmundo! Los querubines son el patrón celestial del arca del testimonio, dirigidos por Jehová mismo para transportar su gloria como los pies obedientes de los levitas la transportaron en el desierto. Como los levitas llevaron la gloria de Jehová a la Tierra Prometida y eventualmente a Jerusalén, ahora el arca verdadera la transporta… pero fuera del templo para dejar que sea consumido por el juicio divino. ¡Es una situación digna de lamento y urgente intercesión!
Y al leer Ezequiel 8 – 11 hoy, debemos tener en mente que no estamos lejos de la situación descrita aquí. Piense en las iglesias que encontramos vacías, convertidas en museos, galerías de arte o teatros, iglesias donde tal vez moraba el Espíritu Santo en poder hace generaciones pero que ahora han sido abandonadas ambos por el Espíritu y por los verdaderos creyentes. ¿Hasta qué punto tolera Dios el pecado en su iglesia? Que el Señor no nos mande a ser testigos de su abandono de las iglesias. En cambio, que renovemos nuestro temor a Jehová Dios y andemos en arrepentimiento y en santidad para que el candelero de nuestras iglesias no sea removido de su lugar (Apocalipsis 2:5).