Génesis 18:16 - 21:34
En resumen:
Los eventos de estos capítulos son difíciles de entender a menos que consideremos el papel de la gracia de Jehová a los que benefician de su pacto.
Los eventos de estos capítulos son difíciles de entender a menos que consideremos el papel de la gracia de Jehová a los que benefician de su pacto.
En más detalle:
En este pasaje se frustran muchas de nuestras expectativas como lectores.
Primero, Abraham intercede en oración por las ciudades de Sodoma y Gomorra. Persiste en clamar por la misericordia de Jehová hasta tener su promesa segura de que si sólo hay diez justos en la ciudad, no la va a destruir. Después de tanta intercesión, seguramente van a encontrar diez justos allá, ¿verdad? No; y el día siguiente, Abraham ve toda la región en ceniza y humo.
Segundo, Lot, considerado como justo, les ofrece a los hombres del pueblo que violen a sus hijas para proteger a sus invitados. Después, él y los pocos de su casa que creen las noticias de la destrucción venidera ¡no quieren dejar la ciudad que está a punto de ser abrasada! Casi tienen que ser arrastrados a su salvación. Luego sus hijas lo engañan para que entre en relaciones incestuosas para continuar su linaje.
Luego, Abraham miente a Abimelec sobre su esposa Sara. Aunque Abraham pensó: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer (Génesis 20:11), el pagano Abimelec demuestra más integridad y temor a Jehová que él. Pero en vez de pedirle Abraham perdón a Abimelec por su mentira, ¡es Abimelec el que tiene que pedirle la intercesión a Abraham para que no muera! El hombre que más temía a Jehová termina por prosperar al hombre que le mintió.
Después, nace Isaac, y en pocos años Agar e Ismael son expulsados… ¡con la aprobación de Jehová!
Abraham manda a su primer hijo, un hijo por quien tiene amor y cariño, al desierto donde casi muere. Poco
después, Abimelec pide un pacto con el hombre que le mintió antes, y el pasaje termina con Abraham en adoración, invocando el nombre de Jehová Dios eterno.
Si leemos con las siguientes expectativas: que la justicia de Dios sea clara e inmediata, que los hombres de Dios sean completamente íntegros y rectos y que el afecto humano reine sobre cualquier otra consideración, todas estas acciones nos van a frustrar. Tal vez lanzamos algunas tentativas hacia una resolución de nuestras
frustraciones por decir:
1) Dios no está bajo la obligación de explicarnos y aclararnos su justicia inmediatamente;
2) Los hombres de Dios no son ejemplares en todo lo que hacen sino seres defectuosos y pecaminosos como nosotros, y
3) El amor y la obediencia a Dios son de más prioridad que el afecto cariñoso a los familiares.
Muy bien, todas estas frases son verdaderas; pero, todavía no nos satisfacen si queremos contestar la pregunta: ¿Cómo permitió Jehová estas injusticias?
Creo que parte de la respuesta encontramos en lo que se llama “la gracia”. Hice referencia a la gracia brevemente hace unos días, cuando hablamos de “la ira de Dios” y el juicio justo en el diluvio. Leímos: Noé halló gracia ante los ojos de Jehová (Génesis 6:8), y notamos algo constante en la ira de Jehová en toda la Biblia: siempre salva a un pequeño remanente por gracia. Así definimos la gracia: Es el favor inmerecido de Jehová al hombre, el amor nacido en él que, sin motivo de obligación ni de recompensa, activamente bendice a un
ser humano. Ahora vamos a expandir esta definición para entender la lectura de hoy.
Primero, note que hay diferencias en el amor de Dios. Hay un amor común que da a todos los hombres que los teólogos llaman “la benevolencia”: [Dios] hace salir su sol sobre malos y buenos… hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Cuando Dios deja caer la lluvia, no sólo riega los campos de los buenos y deja en seco los campos de los malos; derrama su lluvia a todos. Nos da a todos nosotros, buenos o malos, la vida y los beneficios de la creación. Esta se llama la benevolencia de Dios.
Pero Dios también tiene un amor especial reservado sólo para algunos. Esta es la gracia. Dios hizo su pacto con Abraham, no con Faraón ni con ningún otro hombre de su generación. No prometió la tierra de Canaán y una descendencia innumerable a Fulano de Tal en la ciudad de Ur. Lo podemos comparar al matrimonio. Amo a todas las mujeres de nuestra iglesia igualmente… pero amo a mi esposa más que a todas las demás. Tengo una relación especial con ella, el matrimonio, que no tengo con ninguna otra. Hay beneficios en nuestra relación que son reservadas sólo para ella (por lo menos, ¡espero que ella los vea como beneficios!) En una forma parecida, Jehová tiene una relación especial con Abraham, Sara y su casa en Génesis 18 – 21 con promesas y beneficios que los demás no tienen. Este amor especial de Jehová se llama la gracia.
Segundo, algo que se destaca en la lectura para hoy: La gracia es inmerecida y dada a impíos. Así la explica el apóstol Pablo concisamente del ejemplo de Abraham en Romanos 4:1-8, y aún utiliza la palabra “impío” o “pecador” (Romanos 4:5). No tenemos tiempo para reproducir toda su presentación aquí, pero vamos a ver sólo un versículo que cita de Salmo 32:1: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas (Romanos 4:7). ¡Bienaventurados, bendecidos por Dios!... ¿los que han cometido iniquidades? ¡Sí, los que han cometido iniquidades! Porque sus iniquidades son perdonadas por Dios. Jehová les manifestó su gracia por hacerles algo que no hace a todos: les perdonó sus pecados. Y así podemos hablar de cualquier de los beneficios del pacto.
Tercero, si entendemos la gracia así, podemos verla de tres perspectivas distintas. Para los que están fuera del pacto, la gracia puede parecer injusta (¿Por qué reciben esos pecadores beneficios de Jehová que no tengo yo?) Para Dios, su gracia es gran generosidad. Para los que reciben su gracia con corazón humilde, es amor inmerecido que despierta profundo agradecimiento, fidelidad y aún temor. Si tiene tiempo, lea la parábola de Mateo 20:1-16 donde se ve estas tres perspectivas en acción: los obreros que han trabajado todo el día (a quienes la gracia del señor de la viña a los demás obreros parece injusticia), el señor de la viña (que pagó
a los últimos obreros por gracia, en generosidad) y los últimos obreros (que seguramente están agradecidos porque no recibieron lo debido sino mucho más).
Ahora, si ha seguido y entendido la descripción de la gracia hasta este punto, podemos volver a Génesis 18:16 – 21:34. ¿Cómo permitió Jehová tanta injusticia?
Si miramos esta lectura desde fuera del pacto, sin consideración de la gracia de Jehová, solamente fijados en su justicia, así nos parecen estos eventos: injusticia lamentable, digna de castigo y condenación.
Si los miramos desde la perspectiva de Jehová, los vemos por gracia abundante ministrado por medio y aún más allá del pacto: conservó vidas, perdonó pecados, protegió a sus escogidos, bendijo en abundancia
a los que no lo merecen (incluyendo a Ismael, que se burló del escogido Isaac y por eso fue echado de la comunidad del pacto pero que también recibió la promesa de que sería una gran nación).
Y si miramos Génesis 18 –21 desde la perspectiva de los que participan en el pacto, lo vemos por profundo agradecimiento y aún temor. Si no fuera por la gracia de Jehová, ¿cómo se habría salvado Lot de la destrucción de Sodoma y Gomorra? ¿Cómo se habrían protegido los forasteros Abraham y Sara de un hombre tan poderoso como Abimelec… al punto de tener paz con él? ¿Cómo tendrían un hijo? ¿Cómo lo habrían protegido del menosprecio y la competencia de su medio-hermano mayor? Los que recibieron los beneficios los deben contemplar en agradecimiento y temor que se despierta en adoración a Jehová.
Ahora para cerrar: ¿Qué pasó entonces con la justicia de Jehová? ¿La botó a favor de la gracia por su pacto? Claro que no. La gracia y el pacto no son contrarios a la justicia de Jehová sino ministraciones de la
misma. Dios mediante, veremos la respuesta a esta pregunta en la lectura de mañana.
De nuevo, a primera vista los eventos de Génesis 18 – 21 parecen un desorden frustrante y aun escandaloso, pero si los consideramos en relación con el pacto descrito en los capítulos anteriores, podemos temblar también ante la gracia inmerecida, abundante y fiel de Jehová a sus escogidos.
Primero, Abraham intercede en oración por las ciudades de Sodoma y Gomorra. Persiste en clamar por la misericordia de Jehová hasta tener su promesa segura de que si sólo hay diez justos en la ciudad, no la va a destruir. Después de tanta intercesión, seguramente van a encontrar diez justos allá, ¿verdad? No; y el día siguiente, Abraham ve toda la región en ceniza y humo.
Segundo, Lot, considerado como justo, les ofrece a los hombres del pueblo que violen a sus hijas para proteger a sus invitados. Después, él y los pocos de su casa que creen las noticias de la destrucción venidera ¡no quieren dejar la ciudad que está a punto de ser abrasada! Casi tienen que ser arrastrados a su salvación. Luego sus hijas lo engañan para que entre en relaciones incestuosas para continuar su linaje.
Luego, Abraham miente a Abimelec sobre su esposa Sara. Aunque Abraham pensó: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer (Génesis 20:11), el pagano Abimelec demuestra más integridad y temor a Jehová que él. Pero en vez de pedirle Abraham perdón a Abimelec por su mentira, ¡es Abimelec el que tiene que pedirle la intercesión a Abraham para que no muera! El hombre que más temía a Jehová termina por prosperar al hombre que le mintió.
Después, nace Isaac, y en pocos años Agar e Ismael son expulsados… ¡con la aprobación de Jehová!
Abraham manda a su primer hijo, un hijo por quien tiene amor y cariño, al desierto donde casi muere. Poco
después, Abimelec pide un pacto con el hombre que le mintió antes, y el pasaje termina con Abraham en adoración, invocando el nombre de Jehová Dios eterno.
Si leemos con las siguientes expectativas: que la justicia de Dios sea clara e inmediata, que los hombres de Dios sean completamente íntegros y rectos y que el afecto humano reine sobre cualquier otra consideración, todas estas acciones nos van a frustrar. Tal vez lanzamos algunas tentativas hacia una resolución de nuestras
frustraciones por decir:
1) Dios no está bajo la obligación de explicarnos y aclararnos su justicia inmediatamente;
2) Los hombres de Dios no son ejemplares en todo lo que hacen sino seres defectuosos y pecaminosos como nosotros, y
3) El amor y la obediencia a Dios son de más prioridad que el afecto cariñoso a los familiares.
Muy bien, todas estas frases son verdaderas; pero, todavía no nos satisfacen si queremos contestar la pregunta: ¿Cómo permitió Jehová estas injusticias?
Creo que parte de la respuesta encontramos en lo que se llama “la gracia”. Hice referencia a la gracia brevemente hace unos días, cuando hablamos de “la ira de Dios” y el juicio justo en el diluvio. Leímos: Noé halló gracia ante los ojos de Jehová (Génesis 6:8), y notamos algo constante en la ira de Jehová en toda la Biblia: siempre salva a un pequeño remanente por gracia. Así definimos la gracia: Es el favor inmerecido de Jehová al hombre, el amor nacido en él que, sin motivo de obligación ni de recompensa, activamente bendice a un
ser humano. Ahora vamos a expandir esta definición para entender la lectura de hoy.
Primero, note que hay diferencias en el amor de Dios. Hay un amor común que da a todos los hombres que los teólogos llaman “la benevolencia”: [Dios] hace salir su sol sobre malos y buenos… hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Cuando Dios deja caer la lluvia, no sólo riega los campos de los buenos y deja en seco los campos de los malos; derrama su lluvia a todos. Nos da a todos nosotros, buenos o malos, la vida y los beneficios de la creación. Esta se llama la benevolencia de Dios.
Pero Dios también tiene un amor especial reservado sólo para algunos. Esta es la gracia. Dios hizo su pacto con Abraham, no con Faraón ni con ningún otro hombre de su generación. No prometió la tierra de Canaán y una descendencia innumerable a Fulano de Tal en la ciudad de Ur. Lo podemos comparar al matrimonio. Amo a todas las mujeres de nuestra iglesia igualmente… pero amo a mi esposa más que a todas las demás. Tengo una relación especial con ella, el matrimonio, que no tengo con ninguna otra. Hay beneficios en nuestra relación que son reservadas sólo para ella (por lo menos, ¡espero que ella los vea como beneficios!) En una forma parecida, Jehová tiene una relación especial con Abraham, Sara y su casa en Génesis 18 – 21 con promesas y beneficios que los demás no tienen. Este amor especial de Jehová se llama la gracia.
Segundo, algo que se destaca en la lectura para hoy: La gracia es inmerecida y dada a impíos. Así la explica el apóstol Pablo concisamente del ejemplo de Abraham en Romanos 4:1-8, y aún utiliza la palabra “impío” o “pecador” (Romanos 4:5). No tenemos tiempo para reproducir toda su presentación aquí, pero vamos a ver sólo un versículo que cita de Salmo 32:1: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas (Romanos 4:7). ¡Bienaventurados, bendecidos por Dios!... ¿los que han cometido iniquidades? ¡Sí, los que han cometido iniquidades! Porque sus iniquidades son perdonadas por Dios. Jehová les manifestó su gracia por hacerles algo que no hace a todos: les perdonó sus pecados. Y así podemos hablar de cualquier de los beneficios del pacto.
Tercero, si entendemos la gracia así, podemos verla de tres perspectivas distintas. Para los que están fuera del pacto, la gracia puede parecer injusta (¿Por qué reciben esos pecadores beneficios de Jehová que no tengo yo?) Para Dios, su gracia es gran generosidad. Para los que reciben su gracia con corazón humilde, es amor inmerecido que despierta profundo agradecimiento, fidelidad y aún temor. Si tiene tiempo, lea la parábola de Mateo 20:1-16 donde se ve estas tres perspectivas en acción: los obreros que han trabajado todo el día (a quienes la gracia del señor de la viña a los demás obreros parece injusticia), el señor de la viña (que pagó
a los últimos obreros por gracia, en generosidad) y los últimos obreros (que seguramente están agradecidos porque no recibieron lo debido sino mucho más).
Ahora, si ha seguido y entendido la descripción de la gracia hasta este punto, podemos volver a Génesis 18:16 – 21:34. ¿Cómo permitió Jehová tanta injusticia?
Si miramos esta lectura desde fuera del pacto, sin consideración de la gracia de Jehová, solamente fijados en su justicia, así nos parecen estos eventos: injusticia lamentable, digna de castigo y condenación.
Si los miramos desde la perspectiva de Jehová, los vemos por gracia abundante ministrado por medio y aún más allá del pacto: conservó vidas, perdonó pecados, protegió a sus escogidos, bendijo en abundancia
a los que no lo merecen (incluyendo a Ismael, que se burló del escogido Isaac y por eso fue echado de la comunidad del pacto pero que también recibió la promesa de que sería una gran nación).
Y si miramos Génesis 18 –21 desde la perspectiva de los que participan en el pacto, lo vemos por profundo agradecimiento y aún temor. Si no fuera por la gracia de Jehová, ¿cómo se habría salvado Lot de la destrucción de Sodoma y Gomorra? ¿Cómo se habrían protegido los forasteros Abraham y Sara de un hombre tan poderoso como Abimelec… al punto de tener paz con él? ¿Cómo tendrían un hijo? ¿Cómo lo habrían protegido del menosprecio y la competencia de su medio-hermano mayor? Los que recibieron los beneficios los deben contemplar en agradecimiento y temor que se despierta en adoración a Jehová.
Ahora para cerrar: ¿Qué pasó entonces con la justicia de Jehová? ¿La botó a favor de la gracia por su pacto? Claro que no. La gracia y el pacto no son contrarios a la justicia de Jehová sino ministraciones de la
misma. Dios mediante, veremos la respuesta a esta pregunta en la lectura de mañana.
De nuevo, a primera vista los eventos de Génesis 18 – 21 parecen un desorden frustrante y aun escandaloso, pero si los consideramos en relación con el pacto descrito en los capítulos anteriores, podemos temblar también ante la gracia inmerecida, abundante y fiel de Jehová a sus escogidos.