Génesis 3 - 5
En resumen:
En su justicia, Jehová juzga el pecado de los primeros seres humanos... y a la vez, manifiesta su misericordia por la promesa de redimirlos.
En su justicia, Jehová juzga el pecado de los primeros seres humanos... y a la vez, manifiesta su misericordia por la promesa de redimirlos.
En más detalle:
Adán y Eva desobedecen a Jehová. Pecan. En una acción decisiva, rebelan contra su gobierno justo y misericordioso por pensar que su propia inteligencia, justicia y capacidad para gobernar podrían igualar o
sobrepasar a Dios. Y las consecuencias de su rebelión son graves.
Se manifiestan en el dolor físico: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos (Génesis 3:16). Se manifiestan en la discordia matrimonial: Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti (Génesis 3:16).
Se manifiestan en la impotencia en medio del trabajo duro: Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá… con el sudor de tu rostro comerás el pan (Génesis 3:17-19). Encima de todo, se manifiestan en la muerte: Polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:19).
Y las consecuencias de la rebelión se aceleran. En capítulo 4, la discordia entre los seres humanos sube al punto de que uno mata a otro. La injusticia y la soberbia crecen a tal punto que Lamec anuncia una ley nueva, haciendo burla de la ley de Jehová sobre Caín: Que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será (Génesis 4:23-24). Y en capítulo 5, la genealogía impresionante de los descendientes de Adán por su hijo Set, se repiten dos palabras como el tañido de una campana funeraria: Fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió (Génesis 5:5). Fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió (5:8). Fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió (5:11)… Es cierto lo que nos va a anunciar Romanos 6:23 en el Nuevo Testamento: La paga del pecado es muerte.
Pero Dios, mientras condena justamente la rebelión contra su gobierno, también revela su misericordia.
En la lectura de ayer, vimos la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Jehová dijo: El día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17). Pero el día que comieron del árbol, ¡no los mató! En cambio, les prometió una descendencia (“darás a luz los hijos”) y la promesa de un descendiente particular que, aunque herido por la serpiente, la va a vencer: Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Génesis 3:15). En medio del juicio merecido aparece la promesa de uno, un descendiente de la pareja, que les va a salvar del juicio y vencer al enemigo. Y mientras leemos toda la Biblia este año, veremos que uno de sus temas principales es la promesa y la llegada de esta simiente, Jesucristo.
Note también la reacción de Adán a estas noticias. A primera vista parece completamente fuera de lugar: Jehová termina su decreto de juicio: Polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:19), y de repente se anuncia el nombre de la mujer: Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva (Génesis 3:20). Pero tiene sentido si reconocemos que es una reacción de fe de Adán a la promesa de la simiente que Jehová les declaró en 3:15. Adán cree la promesa que Jehová les acaba de anunciar, y por fe cambia el nombre de su esposa: antes se llamaba Varona (Génesis 2:23); ahora: Llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes (Génesis 3:20). Aunque no les ha nacido ningún hijo todavía, Adán le da a su esposa un nombre que responde a la misericordia de Jehová y declara su fe en la promesa de la salvación futura por su
simiente.
Note también que Jehová Dios no simplemente pasó por alto el pecado de Adán y Eva. Hubo cadáveres ese día: Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió (Génesis 3:21). El propósito de las pieles no sólo era para cubrir su desnudez sino para mostrarles que acepta la muerte de un sustituto por ellos. La vida de esa víctima inocente sería aceptada en cambio de la vida culpable de los seres humanos. La sangre de esa víctima fue derramada en lugar de la sangre de ellos. Dios los vistió con pieles ajenas para demostrar que ahora estaban vestidos con una justicia ajena también.
La Biblia nos va a contar mucho sobre las consecuencias aceleradas del pecado: el dolor físico, el duro trabajo, la violencia, la injusticia, la soberbia de los poderosos y sobre todo, la muerte. También nos va a contar mucho sobre la misericordia de Dios en medio del sufrimiento causado por el pecado: el descendiente prometido que vence a la serpiente, la fe en las noticias sobre él, el sustituto inmolado por nuestros pecados y la vestidura de una justicia ajena. Y su misericordia se extenderá a tal punto que la muerte misma será vencida: Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros (Isaías 25:8). Sorbida es la muerte en victoria (1 Corintios 15:54).
¿Cómo vencerá la misericordia de Dios a las consecuencias aceleradas del pecado? Arriba citamos Romanos 6:23; ahora leemos el resto del versículo: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
sobrepasar a Dios. Y las consecuencias de su rebelión son graves.
Se manifiestan en el dolor físico: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos (Génesis 3:16). Se manifiestan en la discordia matrimonial: Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti (Génesis 3:16).
Se manifiestan en la impotencia en medio del trabajo duro: Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá… con el sudor de tu rostro comerás el pan (Génesis 3:17-19). Encima de todo, se manifiestan en la muerte: Polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:19).
Y las consecuencias de la rebelión se aceleran. En capítulo 4, la discordia entre los seres humanos sube al punto de que uno mata a otro. La injusticia y la soberbia crecen a tal punto que Lamec anuncia una ley nueva, haciendo burla de la ley de Jehová sobre Caín: Que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será (Génesis 4:23-24). Y en capítulo 5, la genealogía impresionante de los descendientes de Adán por su hijo Set, se repiten dos palabras como el tañido de una campana funeraria: Fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió (Génesis 5:5). Fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió (5:8). Fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió (5:11)… Es cierto lo que nos va a anunciar Romanos 6:23 en el Nuevo Testamento: La paga del pecado es muerte.
Pero Dios, mientras condena justamente la rebelión contra su gobierno, también revela su misericordia.
En la lectura de ayer, vimos la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Jehová dijo: El día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17). Pero el día que comieron del árbol, ¡no los mató! En cambio, les prometió una descendencia (“darás a luz los hijos”) y la promesa de un descendiente particular que, aunque herido por la serpiente, la va a vencer: Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Génesis 3:15). En medio del juicio merecido aparece la promesa de uno, un descendiente de la pareja, que les va a salvar del juicio y vencer al enemigo. Y mientras leemos toda la Biblia este año, veremos que uno de sus temas principales es la promesa y la llegada de esta simiente, Jesucristo.
Note también la reacción de Adán a estas noticias. A primera vista parece completamente fuera de lugar: Jehová termina su decreto de juicio: Polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:19), y de repente se anuncia el nombre de la mujer: Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva (Génesis 3:20). Pero tiene sentido si reconocemos que es una reacción de fe de Adán a la promesa de la simiente que Jehová les declaró en 3:15. Adán cree la promesa que Jehová les acaba de anunciar, y por fe cambia el nombre de su esposa: antes se llamaba Varona (Génesis 2:23); ahora: Llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes (Génesis 3:20). Aunque no les ha nacido ningún hijo todavía, Adán le da a su esposa un nombre que responde a la misericordia de Jehová y declara su fe en la promesa de la salvación futura por su
simiente.
Note también que Jehová Dios no simplemente pasó por alto el pecado de Adán y Eva. Hubo cadáveres ese día: Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió (Génesis 3:21). El propósito de las pieles no sólo era para cubrir su desnudez sino para mostrarles que acepta la muerte de un sustituto por ellos. La vida de esa víctima inocente sería aceptada en cambio de la vida culpable de los seres humanos. La sangre de esa víctima fue derramada en lugar de la sangre de ellos. Dios los vistió con pieles ajenas para demostrar que ahora estaban vestidos con una justicia ajena también.
La Biblia nos va a contar mucho sobre las consecuencias aceleradas del pecado: el dolor físico, el duro trabajo, la violencia, la injusticia, la soberbia de los poderosos y sobre todo, la muerte. También nos va a contar mucho sobre la misericordia de Dios en medio del sufrimiento causado por el pecado: el descendiente prometido que vence a la serpiente, la fe en las noticias sobre él, el sustituto inmolado por nuestros pecados y la vestidura de una justicia ajena. Y su misericordia se extenderá a tal punto que la muerte misma será vencida: Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros (Isaías 25:8). Sorbida es la muerte en victoria (1 Corintios 15:54).
¿Cómo vencerá la misericordia de Dios a las consecuencias aceleradas del pecado? Arriba citamos Romanos 6:23; ahora leemos el resto del versículo: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Citas de otros autores:
Satanás, hablando por la serpiente, tentó a la mujer a comer el fruto que Jehová le había mandado: Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17). Satanás le dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal (Génesis 3:4-5). Satanás quitó el miedo de la muerte y lo remplazó con el cebo. Había tres incentivos que utilizó Satanás para enredar a la mujer en el pecado:
1) Satanás prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sus ojos serían abiertos. Satanás mintió. Sus ojos ya eran abiertos. Dios les había dado al hombre y a la mujer el regalo maravilloso de la vista. Les dio ojos abiertos para ver un mundo lleno de bondad. Tenían ojos que podían ver la gloria de Dios en todas partes alrededor de ellos. Todo lo que vieron sus ojos los llenaron de gozo y agradecimiento. Pero ahora Satanás tentó a la mujer con el pensamiento de que había más por ver, que había otro mundo entero lleno de cosas de que ella era ciega. Satanás insinuó que existieran cosas que sus ojos no vieron y su mente no sabía. Eso era verdad. El hombre y la mujer no habían visto nada malvado, nada feo, nada pecaminoso, nada vergonzoso. Sus mentes no sabían nada de estas cosas, y fue la bendición de Dios que fueron guardados de su vista. Pero ahora Satanás tentó a la mujer a sobrepasarse y a atravesar las fronteras y las barreras que Dios le había puesto por los ojos. Satanás le incitó con el deseo de ver más… más que Dios le había dado, como si Dios le hubiera guardado algo bueno de ella.
¡Ahora es el momento de ejercer la fe! La mujer tiene que confiar en Jehová; tiene que confiar en el amor de Jehová por ella. Tiene que confiar que los mandamientos de Dios son para el beneficio de ella. Tiene que creer que lo que dijo Dios era verdadero y recto y justo. Tiene que creer que lo que Dios guardó de ella no tenía valor. Es Dios a quien tiene que depender. Tiene que echar mano a la palabra de Dios, a la espada del Espíritu. Es Jehová y su ley que tiene que guardar cerca de su corazón. Tiene que asir de ellos… ¡por su vida! No debe abandonar todo lo que es bueno. No debe poner atención a las mentiras y las promesas huecas de la serpiente.
2) Satanás le prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sería como Dios. Satanás mintió. Ella ya era como Dios. El hombre y la mujer habían sido creados a la imagen de Dios. En su gracia, Dios le había regalado su imagen. Ninguna otra criatura en toda la tierra tenía ese regalo. El hombre y la mujer eran santos, semejante al Único que es SANTO, SANTO, SANTO. Al hombre y a la mujer les había sido dada la santidad, entonces ya eran como Dios. Pero ahora Satanás le tentó a la mujer con la idea de que había otro camino para ser como Dios, un camino que Dios guardó de ellos porque era celoso para guardar su puesto exaltado por sí mismo. Satanás sugirió que pudieran ser como Dios en su dominio independiente y soberano. ¿Por qué debe reinar Dios? ¿Por qué debe ser el Supremo? ¿Por qué Dios solo debe definir lo bueno y lo malo? ¿Por qué él solo debe dar los mandamientos para que los otros obedezcan? Satanás sugirió a la mujer que la igualdad con Dios fuera algo a que aferrarse y le infectó con el mismo deseo que estaba en él – el deseo de ser como Dios, ¡el deseo de ser Dios!
Ahora es el momento de ejercer la fe, una fe que no sólo confía sino que también se somete. La mujer tiene que someterse a la Ley de Dios porque él solo es Jehová. Su fe tiene que reconocer que Jehová es Dios y no hay otro. Ahora tiene que acordarse de que Dios solo es el Todopoderoso, el Creador del cielo y de la tierra y que ella era sólo una criatura que le debía su vida y su amor. Sí, ahora es el momento de amar a Jehová con todo su corazón y toda su alma y con toda su fuerza y con toda su mente. No debe escuchar a ninguna criatura (ni animal ni angélica ni su esposo mismo) que se atrevería a guiarla contra su Creador.
3) Satanás le prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sabría el bien y el mal. Satanás mintió. Ya tenía el conocimiento del bien, que le fue dado por Dios. No podía ganar la sabiduría al desobedecer a Dios; sólo podía perderla. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia (Proverbios 2:6). Al obedecer la palabra, que vino de la boca de Jehová, la mujer ya tenía la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia. El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia (Proverbios 9:10). Su temor de Jehová, su temor de desobedecer a Dios, fue sabiduría, y su conocimiento de Jehová fue inteligencia. No le falta la sabiduría. Dios dice: Seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies (Romanos 16:19, 20). La maldad no fue materia en el currículo en que Dios quería educar a sus criaturas benditas y amadas. Pero Satanás les presentó el conocimiento de la maldad como si fuera una ventaja de que Dios les había desprovisto. Satanás era tan sutil; había torcido el nombre del árbol, que Dios había nombrado como una advertencia por el hombre y la mujer, a una invitación. Lo que Dios presentó como una opción pro y contra, Satanás presentó como una decisión todo inclusivo, sin riesgo. Dios les presentó al hombre y a la mujer una opción – bien o mal, bendición o condenación, vida o muerte. Satanás les prometió el conocimiento ambos del bien y del mal… sin costo…
Ahora es el momento de ejercer la fe por buscar a Dios. Es la primera presentación de la maldad al ser humano. Si este encuentro con la malvada presencia de Satanás alarma a la mujer o si sus promesas malvadas le confunden, si de repente se da cuenta de que hay algo más que la bondad en el mundo y hay algo que no entiende, ¡ahora es el momento de buscar a Dios! Jehová dice: Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Santiago 1:5). Si la mujer piensa que le falta sabiduría, sólo tiene que mirar a Jehová por la ayuda, y habría recibido la instrucción de Jehová mismo acerca del misterio de la maldad.
Pero, ¿responderá la mujer por fe? ¿Levantará el gran escudo de la fe para protegerse de los dardos de fuego del enemigo? ¿Se mantendrá firme en la fe contra este ataque? ¿Se mantendrá la mujer de pie, o se caerá?
(De Nancy E. Ganz, Genesis: A Commentary for Children. Wapwallopen, PA, Shepherd Press, 2002, pág. 77-80)
El pecado es esencialmente un abuso de confianza, una extensión ilícita de la falta de fe, una aseveración de la autonomía. La muerte espiritual de Adán y Eva se demuestra por la separación entre ellos, simbolizada por coser hojas de higuera como barrera, y su separación de Dios, simbolizada por esconderse entre los árboles. El pecado es una transgresión de los límites divinos que resulta en el aislamiento, la ecología que se deteriora y la muerte física.
(De Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary. Grand Rapids, MI, Zondervan, 2001, pág. 208-09)
Satanás, hablando por la serpiente, tentó a la mujer a comer el fruto que Jehová le había mandado: Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17). Satanás le dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal (Génesis 3:4-5). Satanás quitó el miedo de la muerte y lo remplazó con el cebo. Había tres incentivos que utilizó Satanás para enredar a la mujer en el pecado:
1) Satanás prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sus ojos serían abiertos. Satanás mintió. Sus ojos ya eran abiertos. Dios les había dado al hombre y a la mujer el regalo maravilloso de la vista. Les dio ojos abiertos para ver un mundo lleno de bondad. Tenían ojos que podían ver la gloria de Dios en todas partes alrededor de ellos. Todo lo que vieron sus ojos los llenaron de gozo y agradecimiento. Pero ahora Satanás tentó a la mujer con el pensamiento de que había más por ver, que había otro mundo entero lleno de cosas de que ella era ciega. Satanás insinuó que existieran cosas que sus ojos no vieron y su mente no sabía. Eso era verdad. El hombre y la mujer no habían visto nada malvado, nada feo, nada pecaminoso, nada vergonzoso. Sus mentes no sabían nada de estas cosas, y fue la bendición de Dios que fueron guardados de su vista. Pero ahora Satanás tentó a la mujer a sobrepasarse y a atravesar las fronteras y las barreras que Dios le había puesto por los ojos. Satanás le incitó con el deseo de ver más… más que Dios le había dado, como si Dios le hubiera guardado algo bueno de ella.
¡Ahora es el momento de ejercer la fe! La mujer tiene que confiar en Jehová; tiene que confiar en el amor de Jehová por ella. Tiene que confiar que los mandamientos de Dios son para el beneficio de ella. Tiene que creer que lo que dijo Dios era verdadero y recto y justo. Tiene que creer que lo que Dios guardó de ella no tenía valor. Es Dios a quien tiene que depender. Tiene que echar mano a la palabra de Dios, a la espada del Espíritu. Es Jehová y su ley que tiene que guardar cerca de su corazón. Tiene que asir de ellos… ¡por su vida! No debe abandonar todo lo que es bueno. No debe poner atención a las mentiras y las promesas huecas de la serpiente.
2) Satanás le prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sería como Dios. Satanás mintió. Ella ya era como Dios. El hombre y la mujer habían sido creados a la imagen de Dios. En su gracia, Dios le había regalado su imagen. Ninguna otra criatura en toda la tierra tenía ese regalo. El hombre y la mujer eran santos, semejante al Único que es SANTO, SANTO, SANTO. Al hombre y a la mujer les había sido dada la santidad, entonces ya eran como Dios. Pero ahora Satanás le tentó a la mujer con la idea de que había otro camino para ser como Dios, un camino que Dios guardó de ellos porque era celoso para guardar su puesto exaltado por sí mismo. Satanás sugirió que pudieran ser como Dios en su dominio independiente y soberano. ¿Por qué debe reinar Dios? ¿Por qué debe ser el Supremo? ¿Por qué Dios solo debe definir lo bueno y lo malo? ¿Por qué él solo debe dar los mandamientos para que los otros obedezcan? Satanás sugirió a la mujer que la igualdad con Dios fuera algo a que aferrarse y le infectó con el mismo deseo que estaba en él – el deseo de ser como Dios, ¡el deseo de ser Dios!
Ahora es el momento de ejercer la fe, una fe que no sólo confía sino que también se somete. La mujer tiene que someterse a la Ley de Dios porque él solo es Jehová. Su fe tiene que reconocer que Jehová es Dios y no hay otro. Ahora tiene que acordarse de que Dios solo es el Todopoderoso, el Creador del cielo y de la tierra y que ella era sólo una criatura que le debía su vida y su amor. Sí, ahora es el momento de amar a Jehová con todo su corazón y toda su alma y con toda su fuerza y con toda su mente. No debe escuchar a ninguna criatura (ni animal ni angélica ni su esposo mismo) que se atrevería a guiarla contra su Creador.
3) Satanás le prometió que el día que comiera el fruto prohibido no moriría sino que sabría el bien y el mal. Satanás mintió. Ya tenía el conocimiento del bien, que le fue dado por Dios. No podía ganar la sabiduría al desobedecer a Dios; sólo podía perderla. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia (Proverbios 2:6). Al obedecer la palabra, que vino de la boca de Jehová, la mujer ya tenía la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia. El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia (Proverbios 9:10). Su temor de Jehová, su temor de desobedecer a Dios, fue sabiduría, y su conocimiento de Jehová fue inteligencia. No le falta la sabiduría. Dios dice: Seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies (Romanos 16:19, 20). La maldad no fue materia en el currículo en que Dios quería educar a sus criaturas benditas y amadas. Pero Satanás les presentó el conocimiento de la maldad como si fuera una ventaja de que Dios les había desprovisto. Satanás era tan sutil; había torcido el nombre del árbol, que Dios había nombrado como una advertencia por el hombre y la mujer, a una invitación. Lo que Dios presentó como una opción pro y contra, Satanás presentó como una decisión todo inclusivo, sin riesgo. Dios les presentó al hombre y a la mujer una opción – bien o mal, bendición o condenación, vida o muerte. Satanás les prometió el conocimiento ambos del bien y del mal… sin costo…
Ahora es el momento de ejercer la fe por buscar a Dios. Es la primera presentación de la maldad al ser humano. Si este encuentro con la malvada presencia de Satanás alarma a la mujer o si sus promesas malvadas le confunden, si de repente se da cuenta de que hay algo más que la bondad en el mundo y hay algo que no entiende, ¡ahora es el momento de buscar a Dios! Jehová dice: Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Santiago 1:5). Si la mujer piensa que le falta sabiduría, sólo tiene que mirar a Jehová por la ayuda, y habría recibido la instrucción de Jehová mismo acerca del misterio de la maldad.
Pero, ¿responderá la mujer por fe? ¿Levantará el gran escudo de la fe para protegerse de los dardos de fuego del enemigo? ¿Se mantendrá firme en la fe contra este ataque? ¿Se mantendrá la mujer de pie, o se caerá?
(De Nancy E. Ganz, Genesis: A Commentary for Children. Wapwallopen, PA, Shepherd Press, 2002, pág. 77-80)
El pecado es esencialmente un abuso de confianza, una extensión ilícita de la falta de fe, una aseveración de la autonomía. La muerte espiritual de Adán y Eva se demuestra por la separación entre ellos, simbolizada por coser hojas de higuera como barrera, y su separación de Dios, simbolizada por esconderse entre los árboles. El pecado es una transgresión de los límites divinos que resulta en el aislamiento, la ecología que se deteriora y la muerte física.
(De Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary. Grand Rapids, MI, Zondervan, 2001, pág. 208-09)