Isaías 21 - 23
En resumen:
Isaías 21 – 23 incluye algunas de las profecías más oscuras de todo el libro. Pero todavía hay esperanza en Jehová.
Isaías 21 – 23 incluye algunas de las profecías más oscuras de todo el libro. Pero todavía hay esperanza en Jehová.
En más detalle:
Isaías 21:1 se identifica como: Profecía sobre el desierto del mar. Versículo 9 nos sorprende cuando identifica con más precisión ese desierto – la gran ciudad de Babilonia, ahora destruida: Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra (Isaías 21:9). El horror que expresan los versículos en medio no son para advertirles a los caldeos de su destrucción venidera; son para el pueblo de Israel, para que no pongan la esperanza en la Babilonia de fuerza aparentemente en crecimiento, en la Babilonia que se presenta como una potencia mundial a la par o superior a Asiria: Oh pueblo mío, trillado y aventado, os he dicho lo que oí de Jehová de los ejércitos, Dios de Israel (Isaías 21:10). Aunque se jacta Babilonia de su poder y su potencial ahora, Jehová le ha revelado cómo va a terminar. ¿Qué sentido tendrá la confianza puesta en ella?
La profecía breve sobre Duma, un pueblo edomita, tiene lugar en la noche con voces de Seir (la capital edomita) que preguntan cuándo la noche va a terminar. La respuesta anuncia que la mañana viene, y luego la noche otra vez; que sigan preguntando. Es decir, predomina la noche, y la mañana será seguida por noche. No hay razón por la esperanza como la que tiene el remanente de Jehová a quien fue anunciado: El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos (Isaías 9:2). La esperanza sólo encontrará el pueblo que sigue al Ungido de la casa de David, descrito en Isaías 9:6-7.
La profecía sobre Arabia en los demás versículos de capítulo 21 continúa la misma desesperación que la profecía breve de Duma. Manda que socorren a los refugiados de la guerra que pronto sucederá: Porque así me ha dicho Jehová: De aquí a un año, semejante a años de jornalero, toda la gloria de Cedar será deshecha (Isaías 21:16). De nuevo, no hay estabilidad fuera del pacto de Jehová con David.
Isaías 22 profetiza la gran destrucción que llegará a Jerusalén también. Pero en vez de responder a la palabra de Dios que les manda a deshacerse de la soberbia, a desconfiar de los poderes internacionales y a confiar únicamente en Jehová, Jerusalén le responde como si ninguna de las profecías destructoras fuera a acontecer: El Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio; y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos (Isaías 22:12-13). Más que la entrega cínica a una vida carnal, la última declaración expresa el descuido y la falta de fe completa en las profecías anteriores; por eso, son culpables delante de Jehová: Este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos (Isaías 22:14).
Aunque las próximas profecías de Isaías 22 se dirigen a personas individuales (a Sebna el mayordomo en 22:15-19 y a Eliaquim hijo de Hilcías en 22:20-25), se incluyen aquí como ejemplos para toda Jerusalén. La profecía a Sebna anuncia el juicio de Jehová a la soberbia de uno que quiere promocionarse en la vida y en la muerte. La profecía a Eliaquim parece noble y positivo… hasta 22:25 cuando vemos la incapacidad del hombre de cargar la confianza y la responsabilidad de tanta gente: En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, el clavo hincado en lugar firme será quitado; será quebrado y caerá, y la carga que sobre él se puso se echará a perder; porque Jehová habló (Isaías 22:25). Enseña Jehová que ningún hombre, no importa cuán bueno y noble sea, puede llevar la confianza y la responsabilidad que sólo puede llevar Jehová.
La profecía para Tiro en Isaías 23 hace eco de las lamentaciones que leímos por Babilonia, Duma, Arabia y Jerusalén: Aullad, naves de Tarsis, porque destruida es Tiro hasta no quedar casa, ni a donde entrar (Isaías 23:1). Hablando de parte de las otras ciudades marítimas que se quedan sorprendidas por la destrucción de una ciudad tan próspera y de renombre entre ellas, el profeta dice: ¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran nobles de la tierra? Jehová de los ejércitos lo decretó, para envilecer la soberbia de toda gloria, para abatir a todos los ilustres de la tierra (Isaías 23:9). La destrucción que le va a pasar a Babilonia también le pasará a ella (Isaías 23:13). Pero hay una gran diferencia para Tiro. Volverá a existir: Y acontecerá que al fin de los setenta años visitará Jehová a Tiro (Isaías 23:17). Superficialmente se va a parecer a la Tiro de antes: Volverá a comerciar, y otra vez fornicará
con todos los reinos del mundo sobre la faz de la tierra (Isaías 23:17). Pero en realidad habrá una transformación de carácter, a santidad en vez de materialismo, a generosidad en vez de codicia: Pero sus negocios y ganancias serán consagrados a Jehová; no se guardarán ni se atesorarán, porque sus ganancias serán para los que estuvieren delante de Jehová, para que coman hasta saciarse, y vistan espléndidamente (Isaías 23:18). Otra vez, la esperanza de los gentiles no se encuentra en el poder económico ni en la fuerza militar ni en la capacidad humana de ejercer la autoridad: la esperanza sólo se encuentra al someterse al Ungido de Jehová en la casa de David.
Isaías 21:1 se identifica como: Profecía sobre el desierto del mar. Versículo 9 nos sorprende cuando identifica con más precisión ese desierto – la gran ciudad de Babilonia, ahora destruida: Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra (Isaías 21:9). El horror que expresan los versículos en medio no son para advertirles a los caldeos de su destrucción venidera; son para el pueblo de Israel, para que no pongan la esperanza en la Babilonia de fuerza aparentemente en crecimiento, en la Babilonia que se presenta como una potencia mundial a la par o superior a Asiria: Oh pueblo mío, trillado y aventado, os he dicho lo que oí de Jehová de los ejércitos, Dios de Israel (Isaías 21:10). Aunque se jacta Babilonia de su poder y su potencial ahora, Jehová le ha revelado cómo va a terminar. ¿Qué sentido tendrá la confianza puesta en ella?
La profecía breve sobre Duma, un pueblo edomita, tiene lugar en la noche con voces de Seir (la capital edomita) que preguntan cuándo la noche va a terminar. La respuesta anuncia que la mañana viene, y luego la noche otra vez; que sigan preguntando. Es decir, predomina la noche, y la mañana será seguida por noche. No hay razón por la esperanza como la que tiene el remanente de Jehová a quien fue anunciado: El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos (Isaías 9:2). La esperanza sólo encontrará el pueblo que sigue al Ungido de la casa de David, descrito en Isaías 9:6-7.
La profecía sobre Arabia en los demás versículos de capítulo 21 continúa la misma desesperación que la profecía breve de Duma. Manda que socorren a los refugiados de la guerra que pronto sucederá: Porque así me ha dicho Jehová: De aquí a un año, semejante a años de jornalero, toda la gloria de Cedar será deshecha (Isaías 21:16). De nuevo, no hay estabilidad fuera del pacto de Jehová con David.
Isaías 22 profetiza la gran destrucción que llegará a Jerusalén también. Pero en vez de responder a la palabra de Dios que les manda a deshacerse de la soberbia, a desconfiar de los poderes internacionales y a confiar únicamente en Jehová, Jerusalén le responde como si ninguna de las profecías destructoras fuera a acontecer: El Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio; y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos (Isaías 22:12-13). Más que la entrega cínica a una vida carnal, la última declaración expresa el descuido y la falta de fe completa en las profecías anteriores; por eso, son culpables delante de Jehová: Este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos (Isaías 22:14).
Aunque las próximas profecías de Isaías 22 se dirigen a personas individuales (a Sebna el mayordomo en 22:15-19 y a Eliaquim hijo de Hilcías en 22:20-25), se incluyen aquí como ejemplos para toda Jerusalén. La profecía a Sebna anuncia el juicio de Jehová a la soberbia de uno que quiere promocionarse en la vida y en la muerte. La profecía a Eliaquim parece noble y positivo… hasta 22:25 cuando vemos la incapacidad del hombre de cargar la confianza y la responsabilidad de tanta gente: En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, el clavo hincado en lugar firme será quitado; será quebrado y caerá, y la carga que sobre él se puso se echará a perder; porque Jehová habló (Isaías 22:25). Enseña Jehová que ningún hombre, no importa cuán bueno y noble sea, puede llevar la confianza y la responsabilidad que sólo puede llevar Jehová.
La profecía para Tiro en Isaías 23 hace eco de las lamentaciones que leímos por Babilonia, Duma, Arabia y Jerusalén: Aullad, naves de Tarsis, porque destruida es Tiro hasta no quedar casa, ni a donde entrar (Isaías 23:1). Hablando de parte de las otras ciudades marítimas que se quedan sorprendidas por la destrucción de una ciudad tan próspera y de renombre entre ellas, el profeta dice: ¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran nobles de la tierra? Jehová de los ejércitos lo decretó, para envilecer la soberbia de toda gloria, para abatir a todos los ilustres de la tierra (Isaías 23:9). La destrucción que le va a pasar a Babilonia también le pasará a ella (Isaías 23:13). Pero hay una gran diferencia para Tiro. Volverá a existir: Y acontecerá que al fin de los setenta años visitará Jehová a Tiro (Isaías 23:17). Superficialmente se va a parecer a la Tiro de antes: Volverá a comerciar, y otra vez fornicará
con todos los reinos del mundo sobre la faz de la tierra (Isaías 23:17). Pero en realidad habrá una transformación de carácter, a santidad en vez de materialismo, a generosidad en vez de codicia: Pero sus negocios y ganancias serán consagrados a Jehová; no se guardarán ni se atesorarán, porque sus ganancias serán para los que estuvieren delante de Jehová, para que coman hasta saciarse, y vistan espléndidamente (Isaías 23:18). Otra vez, la esperanza de los gentiles no se encuentra en el poder económico ni en la fuerza militar ni en la capacidad humana de ejercer la autoridad: la esperanza sólo se encuentra al someterse al Ungido de Jehová en la casa de David.