Isaías 40 - 44:5
En resumen:
En Isaías 39 vimos que a pesar de la gran salvación de la amenaza de Asiria, la soberbia ha continuado en el pueblo de Dios. Como consecuencia, será llevado al cautiverio en Babilonia. ¿Se han acabado las misericordias de Dios a su pueblo, entonces? ¿El pecado del pueblo apagará la gracia prometida en los pactos a Abraham, Moisés y David? Isaías 40 encabeza una nueva sección del libro de Isaías que anuncia la perseverancia de la gracia de Jehová y describe su celo por quitar el pecado que estorba la relación entre Jehová y su remanente.
En Isaías 39 vimos que a pesar de la gran salvación de la amenaza de Asiria, la soberbia ha continuado en el pueblo de Dios. Como consecuencia, será llevado al cautiverio en Babilonia. ¿Se han acabado las misericordias de Dios a su pueblo, entonces? ¿El pecado del pueblo apagará la gracia prometida en los pactos a Abraham, Moisés y David? Isaías 40 encabeza una nueva sección del libro de Isaías que anuncia la perseverancia de la gracia de Jehová y describe su celo por quitar el pecado que estorba la relación entre Jehová y su remanente.
En más detalle:
Después del anuncio del exilio a Babilonia, y después de reconocer la profundidad del pecado de la soberbia en el pueblo por la respuesta de Ezequías al final de capítulo 39, probablemente esperamos leer más profecías de juicio y de condenación. Por eso nos sorprende las primeras palabras de Isaías 40: Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios (Isaías 40:1). Aunque el exilio a Babilonia todavía viene, las palabras de Jehová son para consuelo y para afirmar su gracia al pueblo escogido. Les llama: Pueblo mío; y se identifica como: vuestro Dios; de acuerdo con las promesas del pacto dadas a Abraham: Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti… y seré el Dios de ellos (Génesis 17:7, 8). Sigue vigente la promesa declarada en el Monte Sinaí: Vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa (Éxodo 19:5-6). Y el mensaje que le anuncia al pueblo es de consolación para sostenerlo en medio del exilio que viene.
Habrá un tiempo cuando el exilio nuevo terminará: Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados (Isaías 40:2). Aunque el remanente futuro se sentirá abandonado, se le manifestará la gloria de Jehová (Isaías 40:3-5). Aunque el pueblo pase por muerte y ve solamente la muerte alrededor, pueden consolarse al recordar: Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre (Isaías 40:8), incluyendo las promesas del pacto y la llegada futura de su gloria. Por eso el profeta puede declarar con anticipación y gozo: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro (Isaías 40:9-10). Y en vez de la soberbia que había en reyes como Ezequías, Jehová mismo va a tratar a los suyos en verdadera justicia y amor: Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas (Isaías 40:11).
Que el pueblo se acuerde de que esta promesa viene de un Dios incomparable, como expresa Isaías 40:12-17. No habla el profeta de un dios fabricado por las manos (Isaías 40:18-21). Jehová el Creador ejerce dominio justo y autoridad sobre toda la tierra a tal punto que aún los imperios internacionales como Asiria y Babilonia no son nada delante de Él (Isaías 40:22-24). Que no se desespere en el exilio: Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio (Isaías 40:26). Se consolará al acordarse: El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán (Isaías 40:29-31).
También nos sorprende la extensión de este anuncio. No es válida solamente en la tierra prometida sino delante de todas las naciones (Isaías 41:1-4). Aunque las naciones se espantaron y se dedicaron a la idolatría (Isaías 41:5-7), Jehová manifestó su gracia a Abraham (Isaías 41:8-9), y por eso a la descendencia de Abraham entre las naciones puede declarar: No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10). Aunque parece de pocas fuerzas como un gusano, o que son pocos en número, Jehová los va a sostener (Isaías 41:11-21); así hará para demostrar su gloria entre las naciones: Para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó (Isaías 41:20). ¿A qué dios pagano se comparará Jehová? A comparación con la vanidad de ellos, Jehová anuncia con anticipación no sólo el exilio a Babilonia sino las buenas nuevas del regreso del remanente a Jerusalén para repoblarla (Isaías 41:22-29).
Jehová continúa a revelar las buenas noticias futuras por hacer referencia a su siervo que ejercerá dominio aún sobre toda la tierra: He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones (Isaías 42:1). No viene como conquistador sino con una paz y compasión impresionantes (Isaías 42:2-4), con una justicia incomparable (Isaías 42:5-7).
El anuncio del siervo de Jehová con anticipación es otra evidencia de que Jehová es incomparable (Isaías 42:8-9). Por eso es digno de alabanza, aún de la alabanza de todas las naciones (Isaías 42:10-12). Reconocerán la vanidad de sus ídolos cuando ven la misericordia de Jehová a su pueblo (Isaías 42:13-17).
Pero según Isaías 42:18-25, ha aparecido un gran estorbo en todas estas profecías gloriosas – el pecado de su pueblo. El supuesto siervo de Jehová es sordo y ciego; no pone atención a la ley de Jehová y peca contra su Dios que lo escogió. Aún se ha endurecido en su iniquidad: Derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerza de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso (Isaías 42:25). Pero de nuevo vienen palabras de consolación: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú… Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador (Isaías 43:1, 3). El pecado endurecido no será capaz de separar al pueblo de Jehová de su gracia.
Y por versículo tras versículo de Isaías 43:1-13, se anuncia la gracia de Jehová que supera el pecado de su pueblo, la gracia del Dios incomparable porque anuncia de antemano la redención con que rescatará a su pueblo de sus transgresiones. Su gracia lo va a alcanzar aún en medio del cautiverio en Babilonia (Isaías 43:14-21). No les será en recompensa de su devoción a Jehová, porque antes se cansaron de Él (Isaías 43:22-24). En cambio, su redención será por la pura gracia inmerecida de Jehová: Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados (Isaías 43:25). No van a poder discutir y alegar que su propia justicia merece mejor que el cautiverio: Habla tú para justificarte. Tu primer padre pecó, y tus enseñadores prevaricaron contra mí. Por tanto, yo profané los príncipes del santuario, y puse por anatema a Jacob y por oprobio a Israel (Isaías 43:26-28). Pero por la elección de Jehová por su gracia, los beneficios de pacto llegarán a su pueblo y aún alcanzarán a las naciones (Isaías 44:1-5).
¿Quién se habría imaginado al terminar Isaías 39 con el anuncio del juicio futuro por Babilonia y la evidencia de la soberbia de Ezequías, que se iban a despegar profecías celestiales de la gracia abundante, incomparable, imparable e inmerecida de Jehová por su pueblo? ¿Quién se habría imaginado profecías de tanta gloria en medio de noticias de tribulación? De veras debemos decir junto con el remanente de Israel: El Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra (Isaías 40:28)… Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis al mar, y cuanto hay en él, las costas y los moradores de ellas (Isaías 42:10).
Después del anuncio del exilio a Babilonia, y después de reconocer la profundidad del pecado de la soberbia en el pueblo por la respuesta de Ezequías al final de capítulo 39, probablemente esperamos leer más profecías de juicio y de condenación. Por eso nos sorprende las primeras palabras de Isaías 40: Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios (Isaías 40:1). Aunque el exilio a Babilonia todavía viene, las palabras de Jehová son para consuelo y para afirmar su gracia al pueblo escogido. Les llama: Pueblo mío; y se identifica como: vuestro Dios; de acuerdo con las promesas del pacto dadas a Abraham: Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti… y seré el Dios de ellos (Génesis 17:7, 8). Sigue vigente la promesa declarada en el Monte Sinaí: Vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa (Éxodo 19:5-6). Y el mensaje que le anuncia al pueblo es de consolación para sostenerlo en medio del exilio que viene.
Habrá un tiempo cuando el exilio nuevo terminará: Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados (Isaías 40:2). Aunque el remanente futuro se sentirá abandonado, se le manifestará la gloria de Jehová (Isaías 40:3-5). Aunque el pueblo pase por muerte y ve solamente la muerte alrededor, pueden consolarse al recordar: Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre (Isaías 40:8), incluyendo las promesas del pacto y la llegada futura de su gloria. Por eso el profeta puede declarar con anticipación y gozo: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro (Isaías 40:9-10). Y en vez de la soberbia que había en reyes como Ezequías, Jehová mismo va a tratar a los suyos en verdadera justicia y amor: Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas (Isaías 40:11).
Que el pueblo se acuerde de que esta promesa viene de un Dios incomparable, como expresa Isaías 40:12-17. No habla el profeta de un dios fabricado por las manos (Isaías 40:18-21). Jehová el Creador ejerce dominio justo y autoridad sobre toda la tierra a tal punto que aún los imperios internacionales como Asiria y Babilonia no son nada delante de Él (Isaías 40:22-24). Que no se desespere en el exilio: Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio (Isaías 40:26). Se consolará al acordarse: El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán (Isaías 40:29-31).
También nos sorprende la extensión de este anuncio. No es válida solamente en la tierra prometida sino delante de todas las naciones (Isaías 41:1-4). Aunque las naciones se espantaron y se dedicaron a la idolatría (Isaías 41:5-7), Jehová manifestó su gracia a Abraham (Isaías 41:8-9), y por eso a la descendencia de Abraham entre las naciones puede declarar: No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10). Aunque parece de pocas fuerzas como un gusano, o que son pocos en número, Jehová los va a sostener (Isaías 41:11-21); así hará para demostrar su gloria entre las naciones: Para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó (Isaías 41:20). ¿A qué dios pagano se comparará Jehová? A comparación con la vanidad de ellos, Jehová anuncia con anticipación no sólo el exilio a Babilonia sino las buenas nuevas del regreso del remanente a Jerusalén para repoblarla (Isaías 41:22-29).
Jehová continúa a revelar las buenas noticias futuras por hacer referencia a su siervo que ejercerá dominio aún sobre toda la tierra: He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones (Isaías 42:1). No viene como conquistador sino con una paz y compasión impresionantes (Isaías 42:2-4), con una justicia incomparable (Isaías 42:5-7).
El anuncio del siervo de Jehová con anticipación es otra evidencia de que Jehová es incomparable (Isaías 42:8-9). Por eso es digno de alabanza, aún de la alabanza de todas las naciones (Isaías 42:10-12). Reconocerán la vanidad de sus ídolos cuando ven la misericordia de Jehová a su pueblo (Isaías 42:13-17).
Pero según Isaías 42:18-25, ha aparecido un gran estorbo en todas estas profecías gloriosas – el pecado de su pueblo. El supuesto siervo de Jehová es sordo y ciego; no pone atención a la ley de Jehová y peca contra su Dios que lo escogió. Aún se ha endurecido en su iniquidad: Derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerza de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso (Isaías 42:25). Pero de nuevo vienen palabras de consolación: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú… Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador (Isaías 43:1, 3). El pecado endurecido no será capaz de separar al pueblo de Jehová de su gracia.
Y por versículo tras versículo de Isaías 43:1-13, se anuncia la gracia de Jehová que supera el pecado de su pueblo, la gracia del Dios incomparable porque anuncia de antemano la redención con que rescatará a su pueblo de sus transgresiones. Su gracia lo va a alcanzar aún en medio del cautiverio en Babilonia (Isaías 43:14-21). No les será en recompensa de su devoción a Jehová, porque antes se cansaron de Él (Isaías 43:22-24). En cambio, su redención será por la pura gracia inmerecida de Jehová: Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados (Isaías 43:25). No van a poder discutir y alegar que su propia justicia merece mejor que el cautiverio: Habla tú para justificarte. Tu primer padre pecó, y tus enseñadores prevaricaron contra mí. Por tanto, yo profané los príncipes del santuario, y puse por anatema a Jacob y por oprobio a Israel (Isaías 43:26-28). Pero por la elección de Jehová por su gracia, los beneficios de pacto llegarán a su pueblo y aún alcanzarán a las naciones (Isaías 44:1-5).
¿Quién se habría imaginado al terminar Isaías 39 con el anuncio del juicio futuro por Babilonia y la evidencia de la soberbia de Ezequías, que se iban a despegar profecías celestiales de la gracia abundante, incomparable, imparable e inmerecida de Jehová por su pueblo? ¿Quién se habría imaginado profecías de tanta gloria en medio de noticias de tribulación? De veras debemos decir junto con el remanente de Israel: El Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra (Isaías 40:28)… Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis al mar, y cuanto hay en él, las costas y los moradores de ellas (Isaías 42:10).