Isaías 44:6 - 46:13 y Salmo 82
En resumen:
¿Qué otro dios puede salvar a Israel de su pecado y levantar al rey futuro que lo hará salir del exilio en Babilonia? Los dioses paganos no son nada en comparación con Jehová.
¿Qué otro dios puede salvar a Israel de su pecado y levantar al rey futuro que lo hará salir del exilio en Babilonia? Los dioses paganos no son nada en comparación con Jehová.
En más detalle:
Los tres títulos de Jehová en Isaías 44:6 y la declaración de que es incomparable van a dirigir toda la lectura de hoy: Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios (Isaías 44:6).
Por eso, el pensar que se puede reducir a Jehová a una imagen de talla es ridículo (Isaías 44:9-20). Sólo Jehová puede declarar el futuro (Isaías 44:7-8); sólo Jehová formó a Israel (Isaías 44:21); sólo Jehová redime a su pueblo de sus pecados (Isaías 44:22). Es digno de la alabanza de toda la creación por su obra incomparable de gracia a su pueblo: Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo, profundidades de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza; bosque, y todo árbol que en él está; porque Jehová redimió a Jacob, y en Israel será glorificado (Isaías 44:23).
Por su gracia formó a Israel (Isaías 44:24; 45:9-11; 46:3-4), y por su gracia los sostiene desde su concepción hasta su vejez (Isaías 46:3-4). Por su gracia redimirá a su pueblo del exilio en Babilonia por su siervo Ciro (Isaías 44:28 – 45:13), y por su gracia Jerusalén y las ciudades de Judá serán reedificadas (Isaías 44:26; 45:13). Por su gracia su salvación será eterna y llamará la atención de las naciones a abandonar su idolatría para adorar al Dios de Israel (Isaías 45:14-17). Por eso puede declarar con gozo no sólo a Israel sino a todas las naciones: Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados (Isaías 45:22-24). Y por su gracia, todas las naciones, y primero que todo Israel, van a disfrutar esta justificación: En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel (Isaías 45:25). Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel (Isaías 46:13).
¡La gloria sea a Jehová por su gracia, su amor inmerecido que salva, redime, justifica y santifica a su pueblo para que lo adore y ande en una relación viva y eterna con Él!
Los tres títulos de Jehová en Isaías 44:6 y la declaración de que es incomparable van a dirigir toda la lectura de hoy: Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios (Isaías 44:6).
Por eso, el pensar que se puede reducir a Jehová a una imagen de talla es ridículo (Isaías 44:9-20). Sólo Jehová puede declarar el futuro (Isaías 44:7-8); sólo Jehová formó a Israel (Isaías 44:21); sólo Jehová redime a su pueblo de sus pecados (Isaías 44:22). Es digno de la alabanza de toda la creación por su obra incomparable de gracia a su pueblo: Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo, profundidades de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza; bosque, y todo árbol que en él está; porque Jehová redimió a Jacob, y en Israel será glorificado (Isaías 44:23).
Por su gracia formó a Israel (Isaías 44:24; 45:9-11; 46:3-4), y por su gracia los sostiene desde su concepción hasta su vejez (Isaías 46:3-4). Por su gracia redimirá a su pueblo del exilio en Babilonia por su siervo Ciro (Isaías 44:28 – 45:13), y por su gracia Jerusalén y las ciudades de Judá serán reedificadas (Isaías 44:26; 45:13). Por su gracia su salvación será eterna y llamará la atención de las naciones a abandonar su idolatría para adorar al Dios de Israel (Isaías 45:14-17). Por eso puede declarar con gozo no sólo a Israel sino a todas las naciones: Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados (Isaías 45:22-24). Y por su gracia, todas las naciones, y primero que todo Israel, van a disfrutar esta justificación: En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel (Isaías 45:25). Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel (Isaías 46:13).
¡La gloria sea a Jehová por su gracia, su amor inmerecido que salva, redime, justifica y santifica a su pueblo para que lo adore y ande en una relación viva y eterna con Él!
Citas de otros autores:
La mente humana, por ser creada, se siente una inquietud entendible sobre el No-Creado. Nos incomoda la presencia de Uno que está totalmente fuera del círculo de nuestro conocimiento común. Nos tiende a irritar el pensamiento sobre Uno que no nos rinde cuentas por su existencia, que no admite la responsabilidad a ningún otro, que existe de por sí, auto-dependiente y auto-suficiente.
La filosofía y la ciencia no han sido amigables hacia la idea de Dios por ser dedicadas a la tarea de la contabilidad de las cosas y por ser impacientes con cualquier cosa que rehúsa el rendimiento de cuentas de sí mismo. El filósofo y el científico admiten que hay mucho que no saben, pero esta admisión es muy diferente que el admitir que hay algo que jamás pueden conocer, algo por el cual no tienen ninguna técnica para descubrirlo. El admitir que hay Uno que existe más allá de nuestro alcance, que existe fuera de todas nuestras categorías, que no será despedido con un nombre, que no se presentará en la corte de nuestra razón ni se someterá a nuestra examinación curiosa: esto requiere una gran humildad, más de lo que poseemos la gran mayoría de nosotros, por eso nos consolamos por pensar en Dios en nuestro nivel, bajándolo por lo menos a donde nosotros lo podemos imaginar. Pero, ¡cómo se nos escapa! Porque está en todo lugar a la vez que no está en ningún lugar, porque el “lugar” tiene que ver con la materia y el espacio, y Dios es independiente de los dos. No le afecta ni el tiempo ni la física; es completamente auto-dependiente y no debe nada a los mundos que sus manos han formado…
No es un pensamiento grato que los millones de nosotros que vivimos en una tierra llena de Biblias, que pertenecemos a iglesias y laboramos a promocionar la religión cristiana, tal vez pasemos todas nuestras vidas en este planeta sin haber pensado ni intentado a pensar seriamente sobre la existencia de Dios. Pocos entre nosotros hemos permitido que nuestros corazones contemplen en maravilla al gran YO SOY, el Ser auto-existente de quien ninguna criatura puede comprender. Tales pensamientos son demasiados dolorosos para nosotros. Preferimos pensar en lo que rendirá más beneficio terrenal – cómo fabricar una ratonera mejor, por ejemplo, o cómo hacer crecer dos briznas de pasto donde sólo crecía una antes. Y por eso estamos pagando un precio demasiado alto por la secularización de nuestra religión y la pudrición de nuestras vidas interiores…
Somos la obra de Dios, y por eso, todos nuestros problemas y sus soluciones son teológicos.
(De A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy: the attributes of God: their meaning in the Christian life. New York, HarperCollins Publishers, 1961, pág. 41-42)
La mente humana, por ser creada, se siente una inquietud entendible sobre el No-Creado. Nos incomoda la presencia de Uno que está totalmente fuera del círculo de nuestro conocimiento común. Nos tiende a irritar el pensamiento sobre Uno que no nos rinde cuentas por su existencia, que no admite la responsabilidad a ningún otro, que existe de por sí, auto-dependiente y auto-suficiente.
La filosofía y la ciencia no han sido amigables hacia la idea de Dios por ser dedicadas a la tarea de la contabilidad de las cosas y por ser impacientes con cualquier cosa que rehúsa el rendimiento de cuentas de sí mismo. El filósofo y el científico admiten que hay mucho que no saben, pero esta admisión es muy diferente que el admitir que hay algo que jamás pueden conocer, algo por el cual no tienen ninguna técnica para descubrirlo. El admitir que hay Uno que existe más allá de nuestro alcance, que existe fuera de todas nuestras categorías, que no será despedido con un nombre, que no se presentará en la corte de nuestra razón ni se someterá a nuestra examinación curiosa: esto requiere una gran humildad, más de lo que poseemos la gran mayoría de nosotros, por eso nos consolamos por pensar en Dios en nuestro nivel, bajándolo por lo menos a donde nosotros lo podemos imaginar. Pero, ¡cómo se nos escapa! Porque está en todo lugar a la vez que no está en ningún lugar, porque el “lugar” tiene que ver con la materia y el espacio, y Dios es independiente de los dos. No le afecta ni el tiempo ni la física; es completamente auto-dependiente y no debe nada a los mundos que sus manos han formado…
No es un pensamiento grato que los millones de nosotros que vivimos en una tierra llena de Biblias, que pertenecemos a iglesias y laboramos a promocionar la religión cristiana, tal vez pasemos todas nuestras vidas en este planeta sin haber pensado ni intentado a pensar seriamente sobre la existencia de Dios. Pocos entre nosotros hemos permitido que nuestros corazones contemplen en maravilla al gran YO SOY, el Ser auto-existente de quien ninguna criatura puede comprender. Tales pensamientos son demasiados dolorosos para nosotros. Preferimos pensar en lo que rendirá más beneficio terrenal – cómo fabricar una ratonera mejor, por ejemplo, o cómo hacer crecer dos briznas de pasto donde sólo crecía una antes. Y por eso estamos pagando un precio demasiado alto por la secularización de nuestra religión y la pudrición de nuestras vidas interiores…
Somos la obra de Dios, y por eso, todos nuestros problemas y sus soluciones son teológicos.
(De A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy: the attributes of God: their meaning in the Christian life. New York, HarperCollins Publishers, 1961, pág. 41-42)