Jeremías 13 - 15 y Salmo 40
En resumen:
El juicio severo de Jehová combate la soberbia de Judá y la convierte en humillación.
El juicio severo de Jehová combate la soberbia de Judá y la convierte en humillación.
En más detalle:
La serie de profecías en la lectura para hoy incluye:
· un acto simbólico que subraya el mensaje del profeta (el cinto de lino en Jeremías 13:1-11),
· un dicho transformado proféticamente (sobre las tinajas de vino en Jeremías 13:12-14),
· dos profecías directamente enlazadas con eventos contemporáneos (la pérdida de autoridad del rey y de la reina en Jeremías 13:15-27 y la sequía en Jeremías 14:1-6), y
· la intercesión rechazada del profeta (Jeremías 14:7 – 15:21).
Las profecías tienen en común el hilo de la soberbia convertida a humillación. Examinemos todas individualmente.
El acto simbólico: El cinto de lino podrido (Jeremías 13:1-11). Los profetas a veces hacían actos simbólicos llamativos que despertaban el interés de sus oyentes y subrayaban el mensaje verbal que los acompañaban. Por ejemplo, leímos un acto simbólico profético en Isaías 20 cuando Isaías se quedó desnudo y descalzo por tres años para señalar que Egipto y Etiopía iban a ser llevados cautivos por el rey de Asiria, así que los israelitas no debían confiar en la protección de esos países. Vamos a leer muchos ejemplos más de esta clase de profecía en Ezequiel. Por ahora, note que el profeta recibe la palabra: Así me dijo Jehová: Ve y cómprate un cinto de lino, y cíñelo sobre tus lomos, y no lo metas en agua (Jeremías 13:1).
Acuérdese que el lino es una tela fina de que se vestían los sacerdotes y los levitas mientras cumplían sus quehaceres en el tabernáculo o el templo (Éxodo 28:6, 15, 39-40). También era la vestidura de los más ricos y de los que tenían más autoridad (Génesis 41:42; Ester 8:15 y Lucas 16:19, por ejemplo). Pero hasta ahora, Jehová no le ha dado la razón por su mandato; Jeremías simplemente tiene que obedecer: Y compré el cinto conforme a la palabra de Jehová, y lo puse sobre mis lomos (Jeremías 13:2). Encima de su ropa ordinaria el profeta lucía una prenda nueva que pertenecía a los más privilegiados de su sociedad.
Vino a mi segunda vez palabra de Jehová, diciendo: Toma el cinto que compraste, que está sobre tus lomos, y levántate y vete al Éufrates, y escóndelo allá en la hendidura de una peña (Jeremías 13:3-4). Jehová le mandó en un viaje de varios meses, y cuando sus vecinos y compañeros lo vuelven a ver después de tantos meses de ausencia, ya no tiene su acostumbrada prenda luciente. ¿Qué le pasó? Fui, pues, y lo escondí junto al Éufrates, como Jehová me mandó (Jeremías 13:5).
La explicación no viene por mucho tiempo: Y sucedió que después de muchos días me dijo Jehová: Levántate y vete al Éufrates, y toma de allí el cinto que te mandé esconder allá. Entonces fui al Éufrates, y cavé, y tomé el cinto del lugar donde lo había escondido; y he aquí que el cinto se había podrido; para ninguna cosa era bueno (Jeremías 13:6-7). ¿Qué lección hay en eso para Jeremías y su pueblo? Así ha dicho Jehová: Así haré podrir la soberbia de Judá, y la mucha soberbia de Jerusalén (Jeremías 13:9). El privilegio y la prosperidad que disfrutaba el pueblo de Jehová sólo produjeron la soberbia. Y como consecuencia: Este pueblo malo, que no quiere oír mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón, y que va en pos de dioses ajenos para servirles, y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que para ninguna cosa es bueno (Jeremías 13:10). Debe haber lucido como un cinto de lino nuevo: Porque como el cinto se junta a los lomos del hombre, así hice juntar a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, dice Jehová, para que fuesen por pueblo y por fama, por alabanza y por honra; pero no escucharon (Jeremías 13:11).
Jehová señala el mismo pecado que en Jeremías 5:13; 6:10, 19; 8:9; 9:13-14; y especialmente en 11:8: la falta de atención a su palabra. Aquí se lo señala por un acto simbólico y llamativo para que una vez más su pueblo tenga la oportunidad de prestar atención a la palabra de su Dios… y por lo menos saber la razón por la cual su juicio viene.
El dicho transformado: Otra forma por lo cual Jehová se comunica por sus profetas es por la transformación de dichos comunes entre el pueblo. Vimos un ejemplo cuando Jehová tomó la evaluación que su pueblo daba a sus profetas: Los profetas serán como viento, porque no hay en ellos palabra (Jeremías 5:13) y lo convirtió en palabras de juicio: Así se hará a ellos (es decir, a los que juzgan a los profetas así; serán llevados por el viento; Jeremías 5:13). Así hace Jehová aquí con un dicho común y corriente del pueblo: Toda tinaja se llenará de vino (Jeremías 13:12). Tal vez fue una expresión que decían los que se emborrachaban en las fiestas para llenar sus copas una vez más; tal vez fue una expresión de confianza en una prosperidad siempre creciente. Lo que sea su significado exacto, lo usaba Israel para expresar algo que pensaban que era positivo, relacionado con el vino, su felicidad y la seguridad con que lo tomaban. Y todos estaban acostumbrados a decirlo y escucharlo: Y ellos te dirán: ¿No sabemos que toda tinaja se llenará de vino? (Jeremías 13:12)
Pero esta vez Jehová cambia su significado, de la percepción positiva de Israel a la realidad dolorosa de su juicio venidero: He aquí que yo lleno de embriaguez a todos los moradores de esta tierra, y a los reyes de la estirpe de David que se sientan sobre su trono, a los sacerdotes y profetas, y a todos los moradores de Jerusalén (Jeremías 13:13). Igual como todos desde el rey abajo usaban o por lo menos reconocían este dicho, todos iban a sufrir la embriaguez y la vergüenza de su juicio. En una posible referencia a la quebradura de copas baratas de tierra en un brindis añade: Los quebrantaré el uno contra el otro, los padres con los hijos igualmente, dice Jehová; no perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia, para no destruirlos (Jeremías 13:14). Como todas las generaciones se han entregado a la borrachera o al placer pecaminoso sin límites, todos serán quebrantados en el juicio venidero.
Dos profecías directamente enlazadas con eventos contemporáneos: La primera profecía está ligada a uno de los tres exilios que sufrió Judá y Jerusalén, probablemente el de 598 a.C. (acuérdese de la historia de época de Jeremías que se puede encontrar por hacer clic aquí). El rey y la reina a que se refiere Jeremías 13:18 posiblemente son Joaquín y su madre, Nehusta (2 Reyes 24:8, 12). Como en las dos profecías anteriores, el profeta quiere despertar al oído para apagar la soberbia: Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado (Jeremías 13:15). Específicamente les llama a humillarse delante de Jehová porque su juicio inescapable está por aparecer: Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas (Jeremías 13:15-16).
La decisión a favor de la soberbia tendrá graves consecuencias: Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo (Jeremías 13:17). ¿Reconocerán que su rebaño es de Jehová, no de ellos mismos? Por su soberbia el rey y la reina perderán sus tronos: Humillaos, sentaos en tierra; porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas (Jeremías 13:18). No habrá forma de escaparse hacia el sur, hacia Egipto, porque los caldeos se han apoderado de la Neguev (Jeremías 13:19). Con la pérdida del sur, serán aplastados por la invasión del norte (Jeremías 13:20). ¿No lo ven? ¿Qué orgullo hay en ser rey y reina si no tienen pueblo a que gobernar? (Jeremías 13:20)
En vez del orgullo, el juicio en la invasión y el exilio va a traer el dolor de una mujer que está de parto (Jeremías 13:21), la destrucción completa (Jeremías 13:24) y la vergüenza de la violación, la desnudez y la fornicación (Jeremías 13:22, 26-27).
El segundo evento contemporáneo es la sequía descrita en Jeremías 14:1-6. Acuérdese que Jehová les había dicho a los israelitas: Si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto… quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce (Levítico 26:14-15, 19). Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas (Deuteronomio 28:23-24). De acuerdo con las maldiciones de Levítico 26: 19, las descripciones de la sequía en Jeremías 14:1-6 combinan descripciones de la vergüenza con el sufrimiento físico de la sequía: Los nobles enviaron sus criados al agua; vinieron a las lagunas, y no hallaron agua; volvieron con sus vasijas vacías; se avergonzaron, se confundieron, y cubrieron sus cabezas (Jeremías 14:3).
La intercesión rechazada del profeta: Tanto sufrimiento y vergüenza motivan al profeta a la intercesión y la confesión de pecados: Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado (Jeremías 14:7). Compara los atributos anhelados de Jehová con su falta percibida en este crisis (Jeremías 14:8, 9). De todos modos, expresa la seguridad de que Jehová va a salvar a su pueblo: Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares (Jeremías 14:9).
Pero Jehová en respuesta se acuerda de sus pecados: Se deleitaron en vagar, y no dieron reposo a sus pies; por tanto, Jehová no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad, y castigará sus pecados (Jeremías 14:10). ¡Y rechaza completamente más intercesión de Jeremías por ellos! Me dijo Jehová: No ruegues por este pueblo para bien (Jeremías 14:11). Tampoco escuchará las oraciones del pueblo mismo: Cuando ayunen, yo no oiré su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda no lo aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia (Jeremías 14:12).
Jeremías lamenta que no se predica este mensaje al pueblo sino uno contrario: Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí que los profetas les dicen: No veréis espada, ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera (Jeremías 14:13). Responde Jehová que tales profetizan falsamente, y no sólo serán juzgados todos ellos conforme a sus profecías falsas sino todos los que reciben su mentira (Jeremías 14:14-16). En cambio, Jeremías les tiene que predicar la respuesta verdadera a su intercesión: Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas noche y día, y no cesen; porque de gran quebrantamiento es quebrantada la virgen hija de mi pueblo, de plaga muy dolorosa. Si salgo al campo, he aquí muertos a espada; y si entro en la ciudad, he aquí enfermos de hambre; porque tanto el profeta como el sacerdote anduvieron vagando en la tierra, y no entendieron (Jeremías 14:17-18). Jeremías tiene que anunciar un mensaje de juicio devastador, un mensaje completamente opuesto al de los falsos profetas, de un juicio que ellos experimentarán también.
Jeremías vuelve a interceder de una forma impresionante, con otra confesión del pecado de su pueblo, un ruego apasionado por el pacto y un clamor por su Dios Jehová (Jeremías 14:19-22). ¡Y otra vez Jehová rechaza la intercesión! Si Moisés y Samuel me pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia, y salgan (Jeremías 15:1). Aún los profetas más destacados en la intercesión – Moisés que intercedió por el pueblo después del pecado del becerro de oro (Éxodo 33) y Samuel que intercedió cuando Jehová derrotó a los filisteos en Eben-ezer (1 Samuel 7:7-17) – aún si estuvieran ellos para orar por el pueblo, su pecado no le sería perdonado. Lo único que le espera es cuatro géneros de castigo que los dejarán para terror a todos los reinos de la tierra (Jeremías 15:2-4). La hora ha llegado para el juicio por los pecados horribles del largo reinado de Manasés (de quien leímos en 2 Reyes 21:1-16 y 2 Crónicas 33:1-9), el de quien leímos: Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel… Derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová (2 Reyes 21:9-16). Pero note que el juicio por el pecado no viene sólo por la culpa de Manasés. Todo Jerusalén tiene la culpa (Jeremías 15:5) y a pesar de ser castigado repetidas veces, no vuelve a Jehová (Jeremías 15:6-9).
Jeremías se sorprende; lamenta la respuesta y la obligación de predicar este mensaje de juicio (Jeremías 15:10). Otra vez clama en intercesión a Jehová (Jeremías 15:11). Pero rápidamente le contesta Jehová (al profeta y por extensión al pueblo que representa) por subrayar la imposibilidad de cambiar o resistir el juicio (Jeremías 15:12-14).
No hay remedio. Si Jeremías no puede interceder por el pueblo, por lo menos puede interceder que sea protegido en el juicio severo que viene (Jeremías 15:15-18). Jehová recibe esta petición de su siervo con tal que ande en el arrepentimiento: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos (Jeremías 15:19). Y será establecido como muro fortificado de bronce contra la persecución del pueblo (Jeremías 15:20); la protección que Jerusalén habría recibido si hubiera arrepentido será dada a Jeremías (Jeremías 15:20-21).
La serie de profecías en la lectura para hoy incluye:
· un acto simbólico que subraya el mensaje del profeta (el cinto de lino en Jeremías 13:1-11),
· un dicho transformado proféticamente (sobre las tinajas de vino en Jeremías 13:12-14),
· dos profecías directamente enlazadas con eventos contemporáneos (la pérdida de autoridad del rey y de la reina en Jeremías 13:15-27 y la sequía en Jeremías 14:1-6), y
· la intercesión rechazada del profeta (Jeremías 14:7 – 15:21).
Las profecías tienen en común el hilo de la soberbia convertida a humillación. Examinemos todas individualmente.
El acto simbólico: El cinto de lino podrido (Jeremías 13:1-11). Los profetas a veces hacían actos simbólicos llamativos que despertaban el interés de sus oyentes y subrayaban el mensaje verbal que los acompañaban. Por ejemplo, leímos un acto simbólico profético en Isaías 20 cuando Isaías se quedó desnudo y descalzo por tres años para señalar que Egipto y Etiopía iban a ser llevados cautivos por el rey de Asiria, así que los israelitas no debían confiar en la protección de esos países. Vamos a leer muchos ejemplos más de esta clase de profecía en Ezequiel. Por ahora, note que el profeta recibe la palabra: Así me dijo Jehová: Ve y cómprate un cinto de lino, y cíñelo sobre tus lomos, y no lo metas en agua (Jeremías 13:1).
Acuérdese que el lino es una tela fina de que se vestían los sacerdotes y los levitas mientras cumplían sus quehaceres en el tabernáculo o el templo (Éxodo 28:6, 15, 39-40). También era la vestidura de los más ricos y de los que tenían más autoridad (Génesis 41:42; Ester 8:15 y Lucas 16:19, por ejemplo). Pero hasta ahora, Jehová no le ha dado la razón por su mandato; Jeremías simplemente tiene que obedecer: Y compré el cinto conforme a la palabra de Jehová, y lo puse sobre mis lomos (Jeremías 13:2). Encima de su ropa ordinaria el profeta lucía una prenda nueva que pertenecía a los más privilegiados de su sociedad.
Vino a mi segunda vez palabra de Jehová, diciendo: Toma el cinto que compraste, que está sobre tus lomos, y levántate y vete al Éufrates, y escóndelo allá en la hendidura de una peña (Jeremías 13:3-4). Jehová le mandó en un viaje de varios meses, y cuando sus vecinos y compañeros lo vuelven a ver después de tantos meses de ausencia, ya no tiene su acostumbrada prenda luciente. ¿Qué le pasó? Fui, pues, y lo escondí junto al Éufrates, como Jehová me mandó (Jeremías 13:5).
La explicación no viene por mucho tiempo: Y sucedió que después de muchos días me dijo Jehová: Levántate y vete al Éufrates, y toma de allí el cinto que te mandé esconder allá. Entonces fui al Éufrates, y cavé, y tomé el cinto del lugar donde lo había escondido; y he aquí que el cinto se había podrido; para ninguna cosa era bueno (Jeremías 13:6-7). ¿Qué lección hay en eso para Jeremías y su pueblo? Así ha dicho Jehová: Así haré podrir la soberbia de Judá, y la mucha soberbia de Jerusalén (Jeremías 13:9). El privilegio y la prosperidad que disfrutaba el pueblo de Jehová sólo produjeron la soberbia. Y como consecuencia: Este pueblo malo, que no quiere oír mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón, y que va en pos de dioses ajenos para servirles, y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que para ninguna cosa es bueno (Jeremías 13:10). Debe haber lucido como un cinto de lino nuevo: Porque como el cinto se junta a los lomos del hombre, así hice juntar a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, dice Jehová, para que fuesen por pueblo y por fama, por alabanza y por honra; pero no escucharon (Jeremías 13:11).
Jehová señala el mismo pecado que en Jeremías 5:13; 6:10, 19; 8:9; 9:13-14; y especialmente en 11:8: la falta de atención a su palabra. Aquí se lo señala por un acto simbólico y llamativo para que una vez más su pueblo tenga la oportunidad de prestar atención a la palabra de su Dios… y por lo menos saber la razón por la cual su juicio viene.
El dicho transformado: Otra forma por lo cual Jehová se comunica por sus profetas es por la transformación de dichos comunes entre el pueblo. Vimos un ejemplo cuando Jehová tomó la evaluación que su pueblo daba a sus profetas: Los profetas serán como viento, porque no hay en ellos palabra (Jeremías 5:13) y lo convirtió en palabras de juicio: Así se hará a ellos (es decir, a los que juzgan a los profetas así; serán llevados por el viento; Jeremías 5:13). Así hace Jehová aquí con un dicho común y corriente del pueblo: Toda tinaja se llenará de vino (Jeremías 13:12). Tal vez fue una expresión que decían los que se emborrachaban en las fiestas para llenar sus copas una vez más; tal vez fue una expresión de confianza en una prosperidad siempre creciente. Lo que sea su significado exacto, lo usaba Israel para expresar algo que pensaban que era positivo, relacionado con el vino, su felicidad y la seguridad con que lo tomaban. Y todos estaban acostumbrados a decirlo y escucharlo: Y ellos te dirán: ¿No sabemos que toda tinaja se llenará de vino? (Jeremías 13:12)
Pero esta vez Jehová cambia su significado, de la percepción positiva de Israel a la realidad dolorosa de su juicio venidero: He aquí que yo lleno de embriaguez a todos los moradores de esta tierra, y a los reyes de la estirpe de David que se sientan sobre su trono, a los sacerdotes y profetas, y a todos los moradores de Jerusalén (Jeremías 13:13). Igual como todos desde el rey abajo usaban o por lo menos reconocían este dicho, todos iban a sufrir la embriaguez y la vergüenza de su juicio. En una posible referencia a la quebradura de copas baratas de tierra en un brindis añade: Los quebrantaré el uno contra el otro, los padres con los hijos igualmente, dice Jehová; no perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia, para no destruirlos (Jeremías 13:14). Como todas las generaciones se han entregado a la borrachera o al placer pecaminoso sin límites, todos serán quebrantados en el juicio venidero.
Dos profecías directamente enlazadas con eventos contemporáneos: La primera profecía está ligada a uno de los tres exilios que sufrió Judá y Jerusalén, probablemente el de 598 a.C. (acuérdese de la historia de época de Jeremías que se puede encontrar por hacer clic aquí). El rey y la reina a que se refiere Jeremías 13:18 posiblemente son Joaquín y su madre, Nehusta (2 Reyes 24:8, 12). Como en las dos profecías anteriores, el profeta quiere despertar al oído para apagar la soberbia: Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado (Jeremías 13:15). Específicamente les llama a humillarse delante de Jehová porque su juicio inescapable está por aparecer: Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas (Jeremías 13:15-16).
La decisión a favor de la soberbia tendrá graves consecuencias: Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo (Jeremías 13:17). ¿Reconocerán que su rebaño es de Jehová, no de ellos mismos? Por su soberbia el rey y la reina perderán sus tronos: Humillaos, sentaos en tierra; porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas (Jeremías 13:18). No habrá forma de escaparse hacia el sur, hacia Egipto, porque los caldeos se han apoderado de la Neguev (Jeremías 13:19). Con la pérdida del sur, serán aplastados por la invasión del norte (Jeremías 13:20). ¿No lo ven? ¿Qué orgullo hay en ser rey y reina si no tienen pueblo a que gobernar? (Jeremías 13:20)
En vez del orgullo, el juicio en la invasión y el exilio va a traer el dolor de una mujer que está de parto (Jeremías 13:21), la destrucción completa (Jeremías 13:24) y la vergüenza de la violación, la desnudez y la fornicación (Jeremías 13:22, 26-27).
El segundo evento contemporáneo es la sequía descrita en Jeremías 14:1-6. Acuérdese que Jehová les había dicho a los israelitas: Si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto… quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce (Levítico 26:14-15, 19). Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas (Deuteronomio 28:23-24). De acuerdo con las maldiciones de Levítico 26: 19, las descripciones de la sequía en Jeremías 14:1-6 combinan descripciones de la vergüenza con el sufrimiento físico de la sequía: Los nobles enviaron sus criados al agua; vinieron a las lagunas, y no hallaron agua; volvieron con sus vasijas vacías; se avergonzaron, se confundieron, y cubrieron sus cabezas (Jeremías 14:3).
La intercesión rechazada del profeta: Tanto sufrimiento y vergüenza motivan al profeta a la intercesión y la confesión de pecados: Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado (Jeremías 14:7). Compara los atributos anhelados de Jehová con su falta percibida en este crisis (Jeremías 14:8, 9). De todos modos, expresa la seguridad de que Jehová va a salvar a su pueblo: Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares (Jeremías 14:9).
Pero Jehová en respuesta se acuerda de sus pecados: Se deleitaron en vagar, y no dieron reposo a sus pies; por tanto, Jehová no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad, y castigará sus pecados (Jeremías 14:10). ¡Y rechaza completamente más intercesión de Jeremías por ellos! Me dijo Jehová: No ruegues por este pueblo para bien (Jeremías 14:11). Tampoco escuchará las oraciones del pueblo mismo: Cuando ayunen, yo no oiré su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda no lo aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia (Jeremías 14:12).
Jeremías lamenta que no se predica este mensaje al pueblo sino uno contrario: Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí que los profetas les dicen: No veréis espada, ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera (Jeremías 14:13). Responde Jehová que tales profetizan falsamente, y no sólo serán juzgados todos ellos conforme a sus profecías falsas sino todos los que reciben su mentira (Jeremías 14:14-16). En cambio, Jeremías les tiene que predicar la respuesta verdadera a su intercesión: Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas noche y día, y no cesen; porque de gran quebrantamiento es quebrantada la virgen hija de mi pueblo, de plaga muy dolorosa. Si salgo al campo, he aquí muertos a espada; y si entro en la ciudad, he aquí enfermos de hambre; porque tanto el profeta como el sacerdote anduvieron vagando en la tierra, y no entendieron (Jeremías 14:17-18). Jeremías tiene que anunciar un mensaje de juicio devastador, un mensaje completamente opuesto al de los falsos profetas, de un juicio que ellos experimentarán también.
Jeremías vuelve a interceder de una forma impresionante, con otra confesión del pecado de su pueblo, un ruego apasionado por el pacto y un clamor por su Dios Jehová (Jeremías 14:19-22). ¡Y otra vez Jehová rechaza la intercesión! Si Moisés y Samuel me pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia, y salgan (Jeremías 15:1). Aún los profetas más destacados en la intercesión – Moisés que intercedió por el pueblo después del pecado del becerro de oro (Éxodo 33) y Samuel que intercedió cuando Jehová derrotó a los filisteos en Eben-ezer (1 Samuel 7:7-17) – aún si estuvieran ellos para orar por el pueblo, su pecado no le sería perdonado. Lo único que le espera es cuatro géneros de castigo que los dejarán para terror a todos los reinos de la tierra (Jeremías 15:2-4). La hora ha llegado para el juicio por los pecados horribles del largo reinado de Manasés (de quien leímos en 2 Reyes 21:1-16 y 2 Crónicas 33:1-9), el de quien leímos: Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel… Derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová (2 Reyes 21:9-16). Pero note que el juicio por el pecado no viene sólo por la culpa de Manasés. Todo Jerusalén tiene la culpa (Jeremías 15:5) y a pesar de ser castigado repetidas veces, no vuelve a Jehová (Jeremías 15:6-9).
Jeremías se sorprende; lamenta la respuesta y la obligación de predicar este mensaje de juicio (Jeremías 15:10). Otra vez clama en intercesión a Jehová (Jeremías 15:11). Pero rápidamente le contesta Jehová (al profeta y por extensión al pueblo que representa) por subrayar la imposibilidad de cambiar o resistir el juicio (Jeremías 15:12-14).
No hay remedio. Si Jeremías no puede interceder por el pueblo, por lo menos puede interceder que sea protegido en el juicio severo que viene (Jeremías 15:15-18). Jehová recibe esta petición de su siervo con tal que ande en el arrepentimiento: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos (Jeremías 15:19). Y será establecido como muro fortificado de bronce contra la persecución del pueblo (Jeremías 15:20); la protección que Jerusalén habría recibido si hubiera arrepentido será dada a Jeremías (Jeremías 15:20-21).