Jeremías 16 - 18 y Salmo 38
En resumen:
Las profecías de Jeremías enfatizan el abandono de las relaciones naturales – para retratar el abandono del pueblo a Jehová y el de Jehová a su pueblo pecaminoso.
Las profecías de Jeremías enfatizan el abandono de las relaciones naturales – para retratar el abandono del pueblo a Jehová y el de Jehová a su pueblo pecaminoso.
En más detalle:
Sirve de buena introducción a la lectura de hoy una cita del comentarista J.A. Thompson sobre Jeremías 16: ‹‹El requisito divino a Jeremías fue severo. Cualquier miembro de un pueblo pequeño era estrechamente entretejido al pueblo entero en circunstancias normales. Cuando uno de los miembros se alejaba de eventos significativos como bodas o funerales, se portaba de forma extraña en que no buscaba el matrimonio, avergonzaba a su pueblo por exponer el pecado nacional tal como hacía Jeremías, perdía la seguridad social y sicológica básica que pertenecía a cada miembro del pueblo. Cortado del sistema de apoyo que estaba disponible a todos los miembros del pueblo, estaba solo en el mundo. Dios era su único apoyo.›› (Thompson, J.A., The Book of Jeremiah. The New International Commentary on the Old Testament. 1980: Grand Rapids, Eerdmans, pág. 415).
Al entender esta dinámica dentro de un pueblo típico, podemos entender cómo se expresa Jehová su relación con el pueblo Anatot (y por extensión, con todo Judá y Jerusalén) por medio de uno de sus moradores, el profeta Jeremías.
Primero: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar (Jeremías 16:2). En una sociedad que subraya la importancia de tener una familia numerosa (lea por ejemplo Salmo 127:3-5), será visto como extraño que el joven Jeremías no busque esposa. Aún en los pueblos tradicionales típicos hoy en día, esta condición sirve como tema de chismes y acusaciones sobre las supuestas incapacidades físicas, emocionales o morales de uno que decide ser soltero. Pero en el caso de Jeremías no hay necesidad de chismear; Jehová ha dado la respuesta: Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra: De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra (Jeremías 16:3-4). Al alejarse del papel tradicional de esposo y padre, Jeremías refleja el alejamiento de Jehová de este papel en relación con su pueblo. Cuando venga el juicio, Jehová no reaccionará como alguien que se ha invertido emocionalmente como esposo o padre de familia; se quedará a la distancia.
Segundo: Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles (Jeremías 16:5). Cuando hay un funeral, uno de los temas predominantes de la plática es identificar y agradecer a los que vinieron para expresar sus condolencias… y también preocuparse y aún indignarse por la ausencia de los notables que no se presentaron. Una tras otra vez, aún por los funerales de sus familiares más cercanos, está ausente Jeremías. ¿Por qué se aleja de los compromisos más básicos de la familia y del pueblo? ¿Los odia a todos? ¿Les guarda rencor a todos? Otra vez, Jehová les da la respuesta: Porque yo he quitado mi paz sobre este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades. Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos; ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre (Jeremías 16:5, 6-7). Jeremías actúa así porque así actuará Jehová con todos ellos cuando viene la masacre del norte en su juicio justo.
Tercero: Asimismo no entres en casa de banquete, para sentarte con ellos a comer o a beber (Jeremías 16:8). Cuando hay celebración en la familia o en la comunidad, la expectativa es que todos en unidad compartan la alegría… y siempre está ausente Jeremías. Otra vez, así refleja a Jehová: Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo haré cesar en este lugar, delante de vuestros ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y toda voz de alegría, y toda voz de esposo y toda voz de esposa (Jeremías 16:9).
¡Estas ofensas repetidas a las expectativas culturales más básicas no van a pasar sin comentario fuerte! Y acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán ellos: ¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová Dios nuestro? (Jeremías 16:10) Por eso Jehová tiene otra respuesta preparada por su profeta: Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, y los sirvieron, y ante ellos se postraron, y me dejaron a mí y no guardaron mi ley; y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado corazón, no oyéndome a mí (Jeremías 16:11-12). Jehová sólo está demostrando el mismo abandono que ellos le han demostrado a Él.
Pero la justicia y la santidad de Jehová no requieren solamente una reacción igual, a la par de su abandono de Dios, sino una que vindique su santidad y cumpla su justicia por las maldiciones del pacto: Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido, y allá serviréis a dioses ajenos de día y de noche; porque no os mostraré clemencia (Jeremías 16:13).
Pero aún en esta expresión santa y severa de su justicia se manifestará su misericordia: No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres (Jeremías 16:14-15). Es decir, la vuelta del exilio será tan gloriosa que sobrepasará aún el éxodo en comparación. El juicio severo de la invasión del norte y el exilio no sólo castigará sino que purificará a un remanente para disfrutar las bendiciones que sus antepasados rechazaron.
Antes del cumplimiento de la bendición al remanente le espera al pueblo mucho sufrimiento y dolor (Jeremías 16:16-18), pero Jeremías puede ver proféticamente la futura llegada de las naciones a Jehová, en ese día no para invadir la tierra sino para arrepentirse de su idolatría (Jeremías 16:19-20). Por eso Jehová les va a manifestar ahora su juicio justo contra la idolatría, demostrándoles que no es aceptable en la gente que lleva su nombre (Jeremías 16:21). El pecado de su pueblo se ha hecho permanente (Jeremías 17:1-3), y por eso el único remedio es la pérdida de los privilegios del pacto: Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá (Jeremías 17:3, 4).
Luego Jehová pone en contraste al varón que confía en el hombre (Jeremías 17:5-6) y el que confía en Jehová (Jeremías 17:7-8) con muchas de las mismas imágenes que el Salmo 1. Pone bajo examen el corazón humano (que produce las imaginaciones idólatras y falsas profecías según Jeremías 3:17; 4:4, 14; 5:21-24; 7:24; 9:14; 11:8; 13:10; 14:14; 16:12), y hace lucir que las riquezas amontonadas injustamente no se comparan con su gloria (Jeremías 17:9-13). Todas estas noticias sobre la vuelta del remanente a la tierra (Jeremías 16:15), la llegada de las naciones a Jehová en arrepentimiento (Jeremías 16:19), la perseverancia y la bendición al que confía en Jehová (Jeremías 17:7-8) y el trono de gloria de Jehová, excelso desde el principio (Jeremías 17:12) dan esperanza al creyente fiel como los rayos del sol que brotan de entre las nubes de una tormenta. Por eso es apropiado que Jeremías clama a Jehová como en un salmo, expresando a la vez su sufrimiento y su confianza en la justicia de su Dios (Jeremías 17:14-18).
Siguen dos profecías declaradas en lugares comunes y fácilmente reconocidos en esa época: Ve y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y ponte en todas las puertas de Jerusalén (Jeremías 17:19) y: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras (Jeremías 18:2). La primera les llama a todos: Oíd; y les manda a guardar el día de reposo (Jeremías 17:20-22). Les señala el ejemplo de desobediencia que tienen que evitar (Jeremías 17:23), las bendiciones abundantes que recibirán por obedecer (Jeremías 17:24-26) y el castigo severo por desobedecer (Jeremías 17:27). La segunda señala a su propio ejemplo como el malo (Jeremías 18:6-7) pero les extiende la invitación al arrepentimiento (Jeremías 18:8-9) para evitar el juicio severo y justo (Jeremías 18:10). Las dos prometen abundantes bendiciones a los que se someten a la palabra de Jehová. Una fue declarada por todas las puertas de la ciudad (Jeremías 17:19); la otra, a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén (Jeremías 18:11)… Y las dos son contestadas concisa y rotundamente: Es en vano, porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón (Jeremías 18:12).
Jehová juzga este rechazo completo en Jeremías 18:13-17. Todas las naciones pondrán atención y serán testigos del juicio justo que ejecutará Jehová contra Israel. Y el rechazo de Jehová por Israel también se extiende a su profeta fiel (Jeremías 18:18); por eso, Jeremías pide ver también la descarga del juicio justo de Jehová contra sus enemigos (Jeremías 18:19-23).
¿Parece chocante a nuestros oídos modernos el deseo de Jeremías de ver la destrucción de sus enemigos cercanos? Si es chocante, acuérdese que chocante es también la actitud del pueblo que rechaza al Dios misericordioso, que niega cada llamado al arrepentimiento. Ese rechazo mutuo entre Jehová y su pueblo se manifiesta en la falta de participación de Jeremías en los eventos más básicos de celebración y condolencia de la comunidad mientras se espera la invasión del norte, la llegada del juicio justo y severo de Jehová.
Sirve de buena introducción a la lectura de hoy una cita del comentarista J.A. Thompson sobre Jeremías 16: ‹‹El requisito divino a Jeremías fue severo. Cualquier miembro de un pueblo pequeño era estrechamente entretejido al pueblo entero en circunstancias normales. Cuando uno de los miembros se alejaba de eventos significativos como bodas o funerales, se portaba de forma extraña en que no buscaba el matrimonio, avergonzaba a su pueblo por exponer el pecado nacional tal como hacía Jeremías, perdía la seguridad social y sicológica básica que pertenecía a cada miembro del pueblo. Cortado del sistema de apoyo que estaba disponible a todos los miembros del pueblo, estaba solo en el mundo. Dios era su único apoyo.›› (Thompson, J.A., The Book of Jeremiah. The New International Commentary on the Old Testament. 1980: Grand Rapids, Eerdmans, pág. 415).
Al entender esta dinámica dentro de un pueblo típico, podemos entender cómo se expresa Jehová su relación con el pueblo Anatot (y por extensión, con todo Judá y Jerusalén) por medio de uno de sus moradores, el profeta Jeremías.
Primero: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar (Jeremías 16:2). En una sociedad que subraya la importancia de tener una familia numerosa (lea por ejemplo Salmo 127:3-5), será visto como extraño que el joven Jeremías no busque esposa. Aún en los pueblos tradicionales típicos hoy en día, esta condición sirve como tema de chismes y acusaciones sobre las supuestas incapacidades físicas, emocionales o morales de uno que decide ser soltero. Pero en el caso de Jeremías no hay necesidad de chismear; Jehová ha dado la respuesta: Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra: De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra (Jeremías 16:3-4). Al alejarse del papel tradicional de esposo y padre, Jeremías refleja el alejamiento de Jehová de este papel en relación con su pueblo. Cuando venga el juicio, Jehová no reaccionará como alguien que se ha invertido emocionalmente como esposo o padre de familia; se quedará a la distancia.
Segundo: Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles (Jeremías 16:5). Cuando hay un funeral, uno de los temas predominantes de la plática es identificar y agradecer a los que vinieron para expresar sus condolencias… y también preocuparse y aún indignarse por la ausencia de los notables que no se presentaron. Una tras otra vez, aún por los funerales de sus familiares más cercanos, está ausente Jeremías. ¿Por qué se aleja de los compromisos más básicos de la familia y del pueblo? ¿Los odia a todos? ¿Les guarda rencor a todos? Otra vez, Jehová les da la respuesta: Porque yo he quitado mi paz sobre este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades. Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos; ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre (Jeremías 16:5, 6-7). Jeremías actúa así porque así actuará Jehová con todos ellos cuando viene la masacre del norte en su juicio justo.
Tercero: Asimismo no entres en casa de banquete, para sentarte con ellos a comer o a beber (Jeremías 16:8). Cuando hay celebración en la familia o en la comunidad, la expectativa es que todos en unidad compartan la alegría… y siempre está ausente Jeremías. Otra vez, así refleja a Jehová: Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo haré cesar en este lugar, delante de vuestros ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y toda voz de alegría, y toda voz de esposo y toda voz de esposa (Jeremías 16:9).
¡Estas ofensas repetidas a las expectativas culturales más básicas no van a pasar sin comentario fuerte! Y acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán ellos: ¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová Dios nuestro? (Jeremías 16:10) Por eso Jehová tiene otra respuesta preparada por su profeta: Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, y los sirvieron, y ante ellos se postraron, y me dejaron a mí y no guardaron mi ley; y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado corazón, no oyéndome a mí (Jeremías 16:11-12). Jehová sólo está demostrando el mismo abandono que ellos le han demostrado a Él.
Pero la justicia y la santidad de Jehová no requieren solamente una reacción igual, a la par de su abandono de Dios, sino una que vindique su santidad y cumpla su justicia por las maldiciones del pacto: Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido, y allá serviréis a dioses ajenos de día y de noche; porque no os mostraré clemencia (Jeremías 16:13).
Pero aún en esta expresión santa y severa de su justicia se manifestará su misericordia: No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres (Jeremías 16:14-15). Es decir, la vuelta del exilio será tan gloriosa que sobrepasará aún el éxodo en comparación. El juicio severo de la invasión del norte y el exilio no sólo castigará sino que purificará a un remanente para disfrutar las bendiciones que sus antepasados rechazaron.
Antes del cumplimiento de la bendición al remanente le espera al pueblo mucho sufrimiento y dolor (Jeremías 16:16-18), pero Jeremías puede ver proféticamente la futura llegada de las naciones a Jehová, en ese día no para invadir la tierra sino para arrepentirse de su idolatría (Jeremías 16:19-20). Por eso Jehová les va a manifestar ahora su juicio justo contra la idolatría, demostrándoles que no es aceptable en la gente que lleva su nombre (Jeremías 16:21). El pecado de su pueblo se ha hecho permanente (Jeremías 17:1-3), y por eso el único remedio es la pérdida de los privilegios del pacto: Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá (Jeremías 17:3, 4).
Luego Jehová pone en contraste al varón que confía en el hombre (Jeremías 17:5-6) y el que confía en Jehová (Jeremías 17:7-8) con muchas de las mismas imágenes que el Salmo 1. Pone bajo examen el corazón humano (que produce las imaginaciones idólatras y falsas profecías según Jeremías 3:17; 4:4, 14; 5:21-24; 7:24; 9:14; 11:8; 13:10; 14:14; 16:12), y hace lucir que las riquezas amontonadas injustamente no se comparan con su gloria (Jeremías 17:9-13). Todas estas noticias sobre la vuelta del remanente a la tierra (Jeremías 16:15), la llegada de las naciones a Jehová en arrepentimiento (Jeremías 16:19), la perseverancia y la bendición al que confía en Jehová (Jeremías 17:7-8) y el trono de gloria de Jehová, excelso desde el principio (Jeremías 17:12) dan esperanza al creyente fiel como los rayos del sol que brotan de entre las nubes de una tormenta. Por eso es apropiado que Jeremías clama a Jehová como en un salmo, expresando a la vez su sufrimiento y su confianza en la justicia de su Dios (Jeremías 17:14-18).
Siguen dos profecías declaradas en lugares comunes y fácilmente reconocidos en esa época: Ve y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y ponte en todas las puertas de Jerusalén (Jeremías 17:19) y: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras (Jeremías 18:2). La primera les llama a todos: Oíd; y les manda a guardar el día de reposo (Jeremías 17:20-22). Les señala el ejemplo de desobediencia que tienen que evitar (Jeremías 17:23), las bendiciones abundantes que recibirán por obedecer (Jeremías 17:24-26) y el castigo severo por desobedecer (Jeremías 17:27). La segunda señala a su propio ejemplo como el malo (Jeremías 18:6-7) pero les extiende la invitación al arrepentimiento (Jeremías 18:8-9) para evitar el juicio severo y justo (Jeremías 18:10). Las dos prometen abundantes bendiciones a los que se someten a la palabra de Jehová. Una fue declarada por todas las puertas de la ciudad (Jeremías 17:19); la otra, a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén (Jeremías 18:11)… Y las dos son contestadas concisa y rotundamente: Es en vano, porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón (Jeremías 18:12).
Jehová juzga este rechazo completo en Jeremías 18:13-17. Todas las naciones pondrán atención y serán testigos del juicio justo que ejecutará Jehová contra Israel. Y el rechazo de Jehová por Israel también se extiende a su profeta fiel (Jeremías 18:18); por eso, Jeremías pide ver también la descarga del juicio justo de Jehová contra sus enemigos (Jeremías 18:19-23).
¿Parece chocante a nuestros oídos modernos el deseo de Jeremías de ver la destrucción de sus enemigos cercanos? Si es chocante, acuérdese que chocante es también la actitud del pueblo que rechaza al Dios misericordioso, que niega cada llamado al arrepentimiento. Ese rechazo mutuo entre Jehová y su pueblo se manifiesta en la falta de participación de Jeremías en los eventos más básicos de celebración y condolencia de la comunidad mientras se espera la invasión del norte, la llegada del juicio justo y severo de Jehová.