Jeremías 23:9 - 26:24 y Salmo 120
En resumen:
¿Quién es el profeta verdadero de Jehová a esta generación? Jeremías se destaca no sólo por denunciar a los falsos profetas sino por revelar la palabra genuina de Jehová a su pueblo, a todas las naciones y en medio de la persecución.
¿Quién es el profeta verdadero de Jehová a esta generación? Jeremías se destaca no sólo por denunciar a los falsos profetas sino por revelar la palabra genuina de Jehová a su pueblo, a todas las naciones y en medio de la persecución.
En más detalle:
La lectura previa juzgó a los reyes injustos de Judá por destruir y dispersar al rebaño de Jehová; esta lectura señala que los profetas falsos participaron en la obra.
Vamos a examinar esta lectura en tres partes que guardan en mente las diferencias entre el profeta verdadero y los falsos:
1) El verdadero profeta predica la palabra de Jehová tal como es, no adulterada.
2) El verdadero profeta identifica la realidad espiritual de su generación y anuncia la palabra de Jehová a las naciones.
3) En tiempos marcados por la falta del arrepentimiento, el verdadero profeta sufre persecución por anunciar la palabra de Jehová.
Primera parte: El verdadero profeta predica la palabra de Jehová tal como es, no adulterada. Jeremías se describe en Jeremías 23:9 en un estado alterado y desubicado, no por haber recibido la palabra de Jehová sino por tener que enfrentar a los falsos profetas. La situación verdadera es ésta:
· La tierra está llena de adulterios (Jeremías 23:10), un término para identificar no sólo el pecado sexual sino la infidelidad espiritual y la idolatría (Jeremías 3:6-9; 4:30; 5:7; 13:25-27). Los pecados del pueblo han contaminado la tierra.
· A causa de la maldición la tierra está desierta (Jeremías 23:10). Por ser contaminada la tierra, las maldiciones de Levítico 26 y Deuteronomio 28 están por cumplirse.
· Los pastizales del desierto se secaron (Jeremías 23:10). No importa si uno vive en la tierra más productiva o si se esconde en los lugares más remotos del desierto; el pueblo de Jehová no será sustentado. Su juicio será completo.
· La carrera de ellos fue mala (Jeremías 23:10). Han corrido en la maldad. Hay que identificar sus acciones tales como son: apasionadamente pecaminosos.
· Su valentía no es recta (Jeremías 23:10). A la vez que pecan sin límites, confían incorrectamente en sus obras de devoción para calmar la ira justa de Jehová contra ellos (Jeremías 7:21-22); cobran ánimo por palabras de mentira (Jeremías 5:31; 6:13-14; 7:8; 8:8-11; 14:13; 18:12; 20:6).
El profeta verdadero de Jehová tiene que comunicar esta realidad al pueblo; en cambio, los que se llaman profetas ministran y actúan de forma contraria: Tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová (Jeremías 23:11). Por eso, su juicio viene rápidamente (Jeremías 23:12).
El pecado de los sacerdotes y los falsos profetas ha sobrepasado los ejemplos históricos más infames. Por ejemplo: En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel (Jeremías 23:13). Todos los oyentes se acordarían de la idolatría que causó el exilio de las tribus del norte, del reino de Israel unos 120 años antes; todos sabrían que parte de la culpa se debía a los desatinos de sus profetas. Pero los falsos profetas en el día de Jeremías han superado esos desatinos: Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad (Jeremías 23:14). Multiplican las formas de estorbar o de prohibir el arrepentimiento del pueblo. Para encontrar un ejemplo histórico a la par de lo que se ocurre en Jerusalén, hay que remontar a un tiempo más lejano, a una gente más infame: Me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra (Jeremías 23:14). Por eso su juicio será amargo y venenoso: Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos contra aquellos profetas: He aquí que yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel (Jeremías 23:15). Como el ingerir un poco de comida amarga o venenosa afecta todo el cuerpo, así ha sido la influencia de los falsos profetas: De los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra (Jeremías 23:15).
Luego se presenta otra profecía contra los falsos profetas ligada con la previa por el vocabulario del ingerir: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas (Jeremías 23:16). El peligro viene del origen de sus profecías: Hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová (Jeremías 23:16).
Vimos arriba la realidad de que: La tierra está llena de adulterios (Jeremías 23:10). Aquí los pecadores son identificados como: Los que me irritan (Jeremías 23:17). En vez de señalar su pecado de acuerdo con la realidad, los falsos profetas dan un mensaje contrario: Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis (Jeremías 23:17). En otras profecías hemos visto la relación entre la idolatría y el corazón engañoso (Jeremías 9:14; 13:10; 14:14; 16:12; 18:12); aquí los falsos profetas predican un mensaje contra el arrepentimiento por la idolatría: A cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros (Jeremías 23:17).
Pero ellos no han visto ni oído la palabra de Jehová (Jeremías 23:18). Jehová no ha declarado paz sino su opuesto: He aquí que la tempestad de Jehová saldrá con furor; y la tempestad que está preparada caerá sobre la cabeza de los malos (Jeremías 23:19). Han hablado de sus propios corazones, no del corazón de Jehová: No se apartará el furor de Jehová hasta que lo haya hecho, y hasta que haya cumplido los pensamientos de su corazón (Jeremías 23:20). Al final será vindicado el mensaje verdadero de Jehová: En los postreros días lo entenderéis cumplidamente (Jeremías 23:20).
De nuevo Jehová identifica el origen falso de su comisión como profetas (Jeremías 23:21) y el fruto falso de su ministerio (Jeremías 23:22). No reconocen la extensión de su santidad y su juicio (Jeremías 23:23); piensan esconder sus propios pecados de su vista (Jeremías 23:24). No disciernen entre sus propias imaginaciones y la palabra de Jehová (Jeremías 23:25-26), y hacen que el pueblo se desvíe de su camino (Jeremías 23:27). En cambio, el profeta verdadero puede discernir entre los sueños del hombre y la palabra de Jehová tanto como uno hace diferencia entre la paja y el trigo (Jeremías 23:28). Reconoce la palabra de su Señor como el fuego del juicio que quema la paja o el martillo que quebranta la piedra (Jeremías 23:29). Por eso declara Jehová tres veces su juicio contra los falsos profetas (Jeremías 23:30-32) y anuncia las cargas contra ellos:
1. Hurtan mis palabras cada uno de su más cercano (Jeremías 23:30).
2. Endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho (Jeremías 23:31).
3. Profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé (Jeremías 23:32).
4. En resumen: Ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová (Jeremías 23:32).
El tema del discernimiento de la verdadera palabra de Jehová continúa en la profecía de Jeremías 23:33-40. Se entiende mejor esta profecía al reconocer el juego de palabras en que se basa en el hebreo. La pregunta: ¿Cuál es la profecía de Jehová? (Jeremías 23:33) literalmente significa ¿cuál es la carga de Jehová? en referencia a su mensaje. Es una descripción común de su palabra en los profetas del Antiguo Testamento, especialmente por profecías contra las naciones (algunos ejemplos de muchos: Isaías 13:1 contra Babilonia; Isaías 14:28 contra Filistea; 15:1 contra Moab; Nahum 1:1 contra Nínive; Zacarías 9:1 contra Damasco; también Miqueas 1:1 contra Israel y Habacuc 1:1 contra Judá). La descripción literal ‹‹la carga de Jehová›› es traducida correctamente al español como ‹‹la profecía de Jehová›› pero se pierde la referencia de fondo a una carga pesada y por consiguiente el doble sentido de la palabra en: Esta es la profecía: Os dejaré, ha dicho Jehová (Jeremías 23:33). Es decir, la carga pesada de Jehová es su pueblo, y por eso lo arrojará de su espalda.
Será castigado el hombre que utiliza esta frase por la palabra de Jehová porque la han corrompido, llamando la palabra de cualquier persona ‹‹la carga de Jehová›› (Jeremías 23:34-36), y así: Pervertisteis las palabras del Dios viviente, de Jehová de los ejércitos, Dios nuestro (Jeremías 23:36). El castigo por usar esa frase está de acuerdo con el juego de palabras en 23:33: Por tanto, he aquí que yo os echaré en olvido, y arrancaré de mi presencia a vosotros y a la ciudad que di a vosotros y a vuestros padres (Jeremías 23:39). No será un castigo de una vez sino permanente (Jeremías 23:40).
Segunda parte: El verdadero profeta identifica la realidad espiritual de su generación y anuncia la palabra de Jehová a las naciones. A diferencia de los profetas falsos, en Jeremías 24 tenemos una profecía del profeta autorizado de Jehová. Como las visiones de la vara de almendro (Jeremías 1:11-12), la olla que hierve con faz hacia el norte (Jeremías 1:13-16) y el trabajo del alfarero en su casa (Jeremías 18:1-12), Jehová pide que su profeta observe algo y luego le explica su sentido profético. Como trasfondo, nos explica que la visión ocurre después del exilio a Babilonia del rey Jeconías / Joaquín, los príncipes y los artesanos principales en 598 a.C. Se supone que los exiliados eran malos, merecidamente castigados por Jehová con el exilio por el mal manejo del gobierno y de la economía. Se supone también que los que se quedan en Jerusalén son buenos, favorecidos por Jehová y bendecidos con el privilegio de formar un nuevo gobierno y de revitalizar el sistema económico. Pero en la visión de las dos cestas Jehová dice: Al contrario: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien (Jeremías 24:5). La bendición para ellos no vendrá inmediatamente, pero es segura: Pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré (Jeremías 24:6). ¡Su bendición será el cumplimiento de las promesas del pacto antiguo! Les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón (Jeremías 24:7). En cambio los que están arriba por el momento, el gobierno del rey Sedequías y todos los que lo siguen, son los malos a largo plazo. Los daré por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra; por infamia, por ejemplo, por refrán y por maldición a todos los lugares adonde yo los arroje (Jeremías 24:9). Aunque están seguros mientras sus compañeros sufren el exilio, al final serán castigados severamente: Enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres (Jeremías 24:10). ¡Cuán diferente que la paz que predican los falsos profetas a la generación que Jehová ha llamado ‹‹mala››!
De acuerdo con la comisión de Jeremías en 1:5, 10, sus profecías se extienden a las naciones. La invasión del norte afectará no sólo a Judá sino a todas las naciones alrededor (Jeremías 25:9). La destrucción de Judá que cortará hasta las fibras más esenciales de su sociedad (Jeremías 7:34; 16:9) devastará a las demás naciones también (Jeremías 25:10). No sólo Judá sino todas las naciones alrededor serán castigadas por 70 años (Jeremías 25:11). Y al final demostrará Jehová su soberanía sobre Babilonia por castigarla también: Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre (Jeremías 25:12).
Vimos la asociación entre la embriaguez y el juicio en Jeremías 13:12-14; ahora la leemos en Jeremías 25:15-29. Todas las naciones tomarán y se embriagarán de la copa de la ira de Jehová; serán consumidas por la espada que envía entre ellos (Jeremías 25:27). Si Jehová juzga a su pueblo en santidad y en justicia, las demás naciones no serán absueltas (Jeremías 25:29). Compara la llegada de su juicio al ataque de un león contra un rebaño (Jeremías 25:30-38); aún lo sobrepasa, porque no sólo destruye al rebaño sino a los pastores y los pastos por la llegada de su ira.
Tercera parte: En tiempos marcados por la falta del arrepentimiento, el verdadero profeta sufre persecución por anunciar la palabra de Jehová. Hay un precio por predicar la palabra verdadera de Jehová en vez de endulzarla por el consumo de las multitudes, y Jeremías lo experimenta en capítulo 26.
Acuérdese que en Jeremías 7:1-15 predicó contra la seguridad falsa en el templo y la comparó a la seguridad que se sentían los israelitas cuando batallaron a los filisteos con el arca en su presencia y luego fueron derrotados en Silo. Acuérdese también que se paró en el atrio del templo y anunció el juicio de Jehová por endurecer su cerviz para no oír sus palabras (Jeremías 19:14-15) y luego fue azotado por hacerlo (Jeremías 20:1-6). Ahora se juntan los dos mensajes en uno: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra (Jeremías 26:4-6).
Inmediatamente es arrestado y presentado para que los príncipes declaren su castigo (Jeremías 26:7-11). Jeremías no cambia la palabra por su propia protección; no la endulza para buscar el favor de los príncipes. En cambio, la repite claramente, llamando a todos sus oyentes al arrepentimiento (Jeremías 26:12-13). Está listo a morir si es necesario por declarar la palabra de Jehová (Jeremías 26:14-15).
Los príncipes identifican correctamente el origen de la palabra de Jeremías: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado (Jeremías 26:16). Reconocen la validez de su palabra por compararla con la misma predicada por el profeta Miqueas de Moreset en el tiempo de Ezequías, un mensaje recibido en arrepentimiento (Jeremías 26:17-19). Entonces identificaron el mensaje de Jehová correctamente y entendieron su propósito, el llamarles al arrepentimiento. Pero… ¿se arrepintieron sus oyentes?
El relato de otro profeta nos revela que no, no se arrepintieron. Urías hijo de Semaías profetizó contra la ciudad y la tierra conforme a todas las palabras de Jeremías… y el rey Joacim alcanzó a sacarlo del refugio en Egipto, lo mató a espada y le dio un entierro de menosprecio (Jeremías 26:20-23). Podemos imaginar que lo mismo le habría pasado a Jeremías: Pero, la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo (Jeremías 26:24).
Y así tenemos retratos tres características del verdadero profeta de Jehová: predica la palabra de Jehová sin adulteración, identifica la realidad espiritual de su generación y la anuncia a las naciones y sufre la persecución en los tiempos cuando el pueblo de Jehová no se arrepiente. Podemos identificar las mismas características en las vidas de Moisés y Elías entre otros profetas; las veremos otra vez en Ezequiel y Daniel, y continuarán en el Nuevo Testamento en Pedro, Pablo, Juan y sobretodo en el Señor Jesucristo. Es de mucho riesgo anunciar la palabra de Dios a oyentes que no se quieren arrepentir pero si no, ¿cómo escucharán?
La lectura previa juzgó a los reyes injustos de Judá por destruir y dispersar al rebaño de Jehová; esta lectura señala que los profetas falsos participaron en la obra.
Vamos a examinar esta lectura en tres partes que guardan en mente las diferencias entre el profeta verdadero y los falsos:
1) El verdadero profeta predica la palabra de Jehová tal como es, no adulterada.
2) El verdadero profeta identifica la realidad espiritual de su generación y anuncia la palabra de Jehová a las naciones.
3) En tiempos marcados por la falta del arrepentimiento, el verdadero profeta sufre persecución por anunciar la palabra de Jehová.
Primera parte: El verdadero profeta predica la palabra de Jehová tal como es, no adulterada. Jeremías se describe en Jeremías 23:9 en un estado alterado y desubicado, no por haber recibido la palabra de Jehová sino por tener que enfrentar a los falsos profetas. La situación verdadera es ésta:
· La tierra está llena de adulterios (Jeremías 23:10), un término para identificar no sólo el pecado sexual sino la infidelidad espiritual y la idolatría (Jeremías 3:6-9; 4:30; 5:7; 13:25-27). Los pecados del pueblo han contaminado la tierra.
· A causa de la maldición la tierra está desierta (Jeremías 23:10). Por ser contaminada la tierra, las maldiciones de Levítico 26 y Deuteronomio 28 están por cumplirse.
· Los pastizales del desierto se secaron (Jeremías 23:10). No importa si uno vive en la tierra más productiva o si se esconde en los lugares más remotos del desierto; el pueblo de Jehová no será sustentado. Su juicio será completo.
· La carrera de ellos fue mala (Jeremías 23:10). Han corrido en la maldad. Hay que identificar sus acciones tales como son: apasionadamente pecaminosos.
· Su valentía no es recta (Jeremías 23:10). A la vez que pecan sin límites, confían incorrectamente en sus obras de devoción para calmar la ira justa de Jehová contra ellos (Jeremías 7:21-22); cobran ánimo por palabras de mentira (Jeremías 5:31; 6:13-14; 7:8; 8:8-11; 14:13; 18:12; 20:6).
El profeta verdadero de Jehová tiene que comunicar esta realidad al pueblo; en cambio, los que se llaman profetas ministran y actúan de forma contraria: Tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová (Jeremías 23:11). Por eso, su juicio viene rápidamente (Jeremías 23:12).
El pecado de los sacerdotes y los falsos profetas ha sobrepasado los ejemplos históricos más infames. Por ejemplo: En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel (Jeremías 23:13). Todos los oyentes se acordarían de la idolatría que causó el exilio de las tribus del norte, del reino de Israel unos 120 años antes; todos sabrían que parte de la culpa se debía a los desatinos de sus profetas. Pero los falsos profetas en el día de Jeremías han superado esos desatinos: Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad (Jeremías 23:14). Multiplican las formas de estorbar o de prohibir el arrepentimiento del pueblo. Para encontrar un ejemplo histórico a la par de lo que se ocurre en Jerusalén, hay que remontar a un tiempo más lejano, a una gente más infame: Me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra (Jeremías 23:14). Por eso su juicio será amargo y venenoso: Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos contra aquellos profetas: He aquí que yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel (Jeremías 23:15). Como el ingerir un poco de comida amarga o venenosa afecta todo el cuerpo, así ha sido la influencia de los falsos profetas: De los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra (Jeremías 23:15).
Luego se presenta otra profecía contra los falsos profetas ligada con la previa por el vocabulario del ingerir: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas (Jeremías 23:16). El peligro viene del origen de sus profecías: Hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová (Jeremías 23:16).
Vimos arriba la realidad de que: La tierra está llena de adulterios (Jeremías 23:10). Aquí los pecadores son identificados como: Los que me irritan (Jeremías 23:17). En vez de señalar su pecado de acuerdo con la realidad, los falsos profetas dan un mensaje contrario: Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis (Jeremías 23:17). En otras profecías hemos visto la relación entre la idolatría y el corazón engañoso (Jeremías 9:14; 13:10; 14:14; 16:12; 18:12); aquí los falsos profetas predican un mensaje contra el arrepentimiento por la idolatría: A cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros (Jeremías 23:17).
Pero ellos no han visto ni oído la palabra de Jehová (Jeremías 23:18). Jehová no ha declarado paz sino su opuesto: He aquí que la tempestad de Jehová saldrá con furor; y la tempestad que está preparada caerá sobre la cabeza de los malos (Jeremías 23:19). Han hablado de sus propios corazones, no del corazón de Jehová: No se apartará el furor de Jehová hasta que lo haya hecho, y hasta que haya cumplido los pensamientos de su corazón (Jeremías 23:20). Al final será vindicado el mensaje verdadero de Jehová: En los postreros días lo entenderéis cumplidamente (Jeremías 23:20).
De nuevo Jehová identifica el origen falso de su comisión como profetas (Jeremías 23:21) y el fruto falso de su ministerio (Jeremías 23:22). No reconocen la extensión de su santidad y su juicio (Jeremías 23:23); piensan esconder sus propios pecados de su vista (Jeremías 23:24). No disciernen entre sus propias imaginaciones y la palabra de Jehová (Jeremías 23:25-26), y hacen que el pueblo se desvíe de su camino (Jeremías 23:27). En cambio, el profeta verdadero puede discernir entre los sueños del hombre y la palabra de Jehová tanto como uno hace diferencia entre la paja y el trigo (Jeremías 23:28). Reconoce la palabra de su Señor como el fuego del juicio que quema la paja o el martillo que quebranta la piedra (Jeremías 23:29). Por eso declara Jehová tres veces su juicio contra los falsos profetas (Jeremías 23:30-32) y anuncia las cargas contra ellos:
1. Hurtan mis palabras cada uno de su más cercano (Jeremías 23:30).
2. Endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho (Jeremías 23:31).
3. Profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé (Jeremías 23:32).
4. En resumen: Ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová (Jeremías 23:32).
El tema del discernimiento de la verdadera palabra de Jehová continúa en la profecía de Jeremías 23:33-40. Se entiende mejor esta profecía al reconocer el juego de palabras en que se basa en el hebreo. La pregunta: ¿Cuál es la profecía de Jehová? (Jeremías 23:33) literalmente significa ¿cuál es la carga de Jehová? en referencia a su mensaje. Es una descripción común de su palabra en los profetas del Antiguo Testamento, especialmente por profecías contra las naciones (algunos ejemplos de muchos: Isaías 13:1 contra Babilonia; Isaías 14:28 contra Filistea; 15:1 contra Moab; Nahum 1:1 contra Nínive; Zacarías 9:1 contra Damasco; también Miqueas 1:1 contra Israel y Habacuc 1:1 contra Judá). La descripción literal ‹‹la carga de Jehová›› es traducida correctamente al español como ‹‹la profecía de Jehová›› pero se pierde la referencia de fondo a una carga pesada y por consiguiente el doble sentido de la palabra en: Esta es la profecía: Os dejaré, ha dicho Jehová (Jeremías 23:33). Es decir, la carga pesada de Jehová es su pueblo, y por eso lo arrojará de su espalda.
Será castigado el hombre que utiliza esta frase por la palabra de Jehová porque la han corrompido, llamando la palabra de cualquier persona ‹‹la carga de Jehová›› (Jeremías 23:34-36), y así: Pervertisteis las palabras del Dios viviente, de Jehová de los ejércitos, Dios nuestro (Jeremías 23:36). El castigo por usar esa frase está de acuerdo con el juego de palabras en 23:33: Por tanto, he aquí que yo os echaré en olvido, y arrancaré de mi presencia a vosotros y a la ciudad que di a vosotros y a vuestros padres (Jeremías 23:39). No será un castigo de una vez sino permanente (Jeremías 23:40).
Segunda parte: El verdadero profeta identifica la realidad espiritual de su generación y anuncia la palabra de Jehová a las naciones. A diferencia de los profetas falsos, en Jeremías 24 tenemos una profecía del profeta autorizado de Jehová. Como las visiones de la vara de almendro (Jeremías 1:11-12), la olla que hierve con faz hacia el norte (Jeremías 1:13-16) y el trabajo del alfarero en su casa (Jeremías 18:1-12), Jehová pide que su profeta observe algo y luego le explica su sentido profético. Como trasfondo, nos explica que la visión ocurre después del exilio a Babilonia del rey Jeconías / Joaquín, los príncipes y los artesanos principales en 598 a.C. Se supone que los exiliados eran malos, merecidamente castigados por Jehová con el exilio por el mal manejo del gobierno y de la economía. Se supone también que los que se quedan en Jerusalén son buenos, favorecidos por Jehová y bendecidos con el privilegio de formar un nuevo gobierno y de revitalizar el sistema económico. Pero en la visión de las dos cestas Jehová dice: Al contrario: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien (Jeremías 24:5). La bendición para ellos no vendrá inmediatamente, pero es segura: Pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré (Jeremías 24:6). ¡Su bendición será el cumplimiento de las promesas del pacto antiguo! Les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón (Jeremías 24:7). En cambio los que están arriba por el momento, el gobierno del rey Sedequías y todos los que lo siguen, son los malos a largo plazo. Los daré por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra; por infamia, por ejemplo, por refrán y por maldición a todos los lugares adonde yo los arroje (Jeremías 24:9). Aunque están seguros mientras sus compañeros sufren el exilio, al final serán castigados severamente: Enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres (Jeremías 24:10). ¡Cuán diferente que la paz que predican los falsos profetas a la generación que Jehová ha llamado ‹‹mala››!
De acuerdo con la comisión de Jeremías en 1:5, 10, sus profecías se extienden a las naciones. La invasión del norte afectará no sólo a Judá sino a todas las naciones alrededor (Jeremías 25:9). La destrucción de Judá que cortará hasta las fibras más esenciales de su sociedad (Jeremías 7:34; 16:9) devastará a las demás naciones también (Jeremías 25:10). No sólo Judá sino todas las naciones alrededor serán castigadas por 70 años (Jeremías 25:11). Y al final demostrará Jehová su soberanía sobre Babilonia por castigarla también: Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre (Jeremías 25:12).
Vimos la asociación entre la embriaguez y el juicio en Jeremías 13:12-14; ahora la leemos en Jeremías 25:15-29. Todas las naciones tomarán y se embriagarán de la copa de la ira de Jehová; serán consumidas por la espada que envía entre ellos (Jeremías 25:27). Si Jehová juzga a su pueblo en santidad y en justicia, las demás naciones no serán absueltas (Jeremías 25:29). Compara la llegada de su juicio al ataque de un león contra un rebaño (Jeremías 25:30-38); aún lo sobrepasa, porque no sólo destruye al rebaño sino a los pastores y los pastos por la llegada de su ira.
Tercera parte: En tiempos marcados por la falta del arrepentimiento, el verdadero profeta sufre persecución por anunciar la palabra de Jehová. Hay un precio por predicar la palabra verdadera de Jehová en vez de endulzarla por el consumo de las multitudes, y Jeremías lo experimenta en capítulo 26.
Acuérdese que en Jeremías 7:1-15 predicó contra la seguridad falsa en el templo y la comparó a la seguridad que se sentían los israelitas cuando batallaron a los filisteos con el arca en su presencia y luego fueron derrotados en Silo. Acuérdese también que se paró en el atrio del templo y anunció el juicio de Jehová por endurecer su cerviz para no oír sus palabras (Jeremías 19:14-15) y luego fue azotado por hacerlo (Jeremías 20:1-6). Ahora se juntan los dos mensajes en uno: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra (Jeremías 26:4-6).
Inmediatamente es arrestado y presentado para que los príncipes declaren su castigo (Jeremías 26:7-11). Jeremías no cambia la palabra por su propia protección; no la endulza para buscar el favor de los príncipes. En cambio, la repite claramente, llamando a todos sus oyentes al arrepentimiento (Jeremías 26:12-13). Está listo a morir si es necesario por declarar la palabra de Jehová (Jeremías 26:14-15).
Los príncipes identifican correctamente el origen de la palabra de Jeremías: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado (Jeremías 26:16). Reconocen la validez de su palabra por compararla con la misma predicada por el profeta Miqueas de Moreset en el tiempo de Ezequías, un mensaje recibido en arrepentimiento (Jeremías 26:17-19). Entonces identificaron el mensaje de Jehová correctamente y entendieron su propósito, el llamarles al arrepentimiento. Pero… ¿se arrepintieron sus oyentes?
El relato de otro profeta nos revela que no, no se arrepintieron. Urías hijo de Semaías profetizó contra la ciudad y la tierra conforme a todas las palabras de Jeremías… y el rey Joacim alcanzó a sacarlo del refugio en Egipto, lo mató a espada y le dio un entierro de menosprecio (Jeremías 26:20-23). Podemos imaginar que lo mismo le habría pasado a Jeremías: Pero, la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo (Jeremías 26:24).
Y así tenemos retratos tres características del verdadero profeta de Jehová: predica la palabra de Jehová sin adulteración, identifica la realidad espiritual de su generación y la anuncia a las naciones y sufre la persecución en los tiempos cuando el pueblo de Jehová no se arrepiente. Podemos identificar las mismas características en las vidas de Moisés y Elías entre otros profetas; las veremos otra vez en Ezequiel y Daniel, y continuarán en el Nuevo Testamento en Pedro, Pablo, Juan y sobretodo en el Señor Jesucristo. Es de mucho riesgo anunciar la palabra de Dios a oyentes que no se quieren arrepentir pero si no, ¿cómo escucharán?