Jeremías 34 - 36 y Salmo 35
En resumen:
Tres ejemplos nos señalan las razones por el juicio contra Jerusalén.
Tres ejemplos nos señalan las razones por el juicio contra Jerusalén.
En más detalle:
A pesar de la narrativa quebrada y revuelta del libro de Jeremías, podemos discernir un movimiento de las profecías a la última invasión del norte y el sitio final de Jerusalén. Así nos cuenta claramente la profecía a Sedequías en Jeremías 34:1-7: He aquí yo entregaré esta ciudad al rey de Babilonia, y la quemará con fuego; y no escaparás tú de su mano, sino que ciertamente serás apresado, y en su mano serás entregado; y tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, y te hablará boca a boca, y en Babilonia entrarás (Jeremías 34:2-3). Así les dice cuando la invasión había inundado todo el país, dejando únicamente dos ciudades amuralladas que estaban bajo sitio, Laquis y Azeca (Jeremías 34:7).
Luego se destacan tres eventos que retratan las razones por el juicio severo contra Jerusalén. Primero, Jehová reprende la anulación de la libertad promulgada a todos los siervos hebreos. Parece que mientras estaba bajo sitio Jerusalén, el rey hizo pacto con todo el pueblo para promulgar libertad a todos los siervos hebreos (Jeremías 34:8). Era un pacto declarado y celebrado formalmente de acuerdo con todos los pasos legales (Jeremías 34:8, 15, 18-19). Aunque no nos dice los motivos del rey (posiblemente para animar a los siervos a pelear por la ciudad y no entregarse al enemigo en búsqueda de la libertad), Jehová ve sólo una razón por hacerlo: Yo hice pacto con vuestros padres el día que yo los saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre, diciendo: Al cabo de siete años dejará cada uno a su hermano hebreo que fuere vendido; le servirá seis años, y lo enviará libre (Jeremías 34:13-14; también Levítico 25:38-42). Fue parte del pacto con Jehová, pero su pueblo nunca la puso en práctica: Vuestros padres no me oyeron, ni inclinaron su oído (Jeremías 34:14). Al darse cuenta o no, la promulgación de libertad a los siervos cumplió la ley de Jehová que habían dejado en negligencia: Y vosotros habéis hoy convertido, y hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habéis hecho pacto en mi presencia, en la casa en la cual es invocado mi nombre (Jeremías 34:15).
Pero cuando se alivió por un tiempo el sitio (cuando Nabucodonosor lo dejó para enfrentar a Faraón, Jeremías 34:21-22 y 37:5), sujetaron de nuevo a todos los siervos (Jeremías 34:11, 16). Su cambio de idea por conveniencia no sólo menospreció a todos los que habían sido liberados sino que menospreció a Jehová: Pero os habéis vuelto y profanado mi nombre (Jeremías 34:16). Por eso, Jehová les va a recompensar por proclamarles libertad al rey y los demás gobernantes y dueños de siervos… pero no la libertad que anhelan (que el fin del sitio sea permanente): Vosotros no me habéis oído para promulgar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su compañero; he aquí que yo promulgo libertad, dice Jehová, a la espada y a la pestilencia y al hambre; y os pondré por afrenta ante todos los reinos de la tierra (Jeremías 34:17). Nabucodonosor va a volver para reiniciar el sitio (Jeremías 34:21-22). Igual como el becerro del pacto fue partido en dos, ellos serán partidos por sus enemigos, y sus cuerpos muertos se quedarán sin ser enterrados, para comida de las aves y las bestias de la tierra (Jeremías 34:18-20).
Segundo, el evento positivo de los recabitas sirve de trasfondo para la vergüenza del pueblo en Jerusalén. Parece que los recabitas eran un pueblo nómada relacionado con los ceneos (1 Crónicas 2:55). Debían estar en el campo libre pero se han refugiado en Jerusalén por temor a los caldeos y los sirios (Jeremías 35:11). Se distinguían de los demás pueblos por una regla nómada estricta que renunciaba cualquier forma de vida sedentaria y aún sus frutos: No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos; ni edificaréis casa, ni sembraréis sementera, ni plantaréis viña, ni la retendréis; sino que moraréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros habitáis (Jeremías 35:6-7). Aun cuando el profeta de Jehová, en la casa de Jehová, les pone delante tazas y copas llenas de vino y les da una invitación abierta a beber, no lo hacen: Nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó… Moramos, pues, en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó Jonadab nuestro padre (Jeremías 35:8, 10).
De allí es el ejemplo de vergüenza para los moradores de Jerusalén. Los recabitas se han comprometido a obedecer a su antepasado terrenal; ¿no deben haber obedecido los moradores de Jerusalén a su Dios? ¿No deben haber obedecido a sus profetas que tenían mucha más autoridad que Jonadab hijo de Recab? (Jeremías 35:13-15). Jehová se declara el juicio contra Jerusalén por uno de los temas principales del libro de Jeremías: Porque les hablé, y no oyeron; los llamé, y no han respondido (Jeremías 35:17).
Y por su gracia abundante Jehová les extiende una bendición a los recabitas: Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días (Jeremías 35:18-19). Acuérdese como los gabaonitas fueron puestos a servirle a Jehová por cortar leña y sacar agua para el tabernáculo (Josué 9:23-27). Aquí no nos dice cómo algunos entre los recabitas van a servirle a Jehová, pero por ellos será una evidencia sorprendente de su gracia:
1. Porque recibe hasta a miembros de un grupo de gentiles para servirle en su presencia. Ahora de este grupo gentil siempre habrá algunos que pueden acercarse a la presencia de Jehová por su gracia.
2. Porque la gracia de Jehová a estos gentiles se pone en contraste fuerte contra el juicio severo de Jehová a su pueblo. Los moradores de Jerusalén que han recibido privilegios muchos mayores por el pacto ahora están por experimentar la vergüenza y la pérdida mayor de toda su historia hasta ese día. No es porque Dios ha cambiado; su gracia todavía estaba disponible para su pueblo… sólo que no le dieron oído.
3. En las generaciones futuras, la presencia de algunos de los recabitas cerca de la presencia de Jehová serviría de recordatorio a los judíos de la gracia de Dios – y la urgencia de atenderle a su palabra.
El tercer evento principal de esta lectura no sigue cronológicamente a los otros; remonta al cuarto año del reinado de Joacim, mucho antes de la segunda ola del exilio (Jeremías 36:1; los eventos de Jeremías 34 y 35 ocurren poco antes de la tercera). El editor inspirado del libro de Jeremías lo pone aquí para dramatizar la actitud del pueblo de Jehová a su palabra. Se juntan todas las profecías de Jehová por Jeremías a esa generación hasta ese día, todas sus palabras a Israel, a Judá y a las naciones, todas con el propósito de llamarles al arrepentimiento para encontrar el amplio perdón (Jeremías 36:2-3). Pero todo este cuidado y atención terminan en cenizas en el brasero del rey (Jeremías 36:23).
La reacción obstinada de Joacim escandaliza en comparación con la de su padre Josías hace años (compare Jeremías 36:24-26 con 2 Reyes 22:10-13 y 2 Crónicas 34:18-21). Pero no puede parar ni la proclamación de la palabra de Jehová (Jeremías 36:27-28) ni la llegada del juicio de Jehová (Jeremías 36:29-31). El descuido y la negación de la palabra de Jehová sólo hace que la llegada de su juicio sea más segura.
A pesar de la narrativa quebrada y revuelta del libro de Jeremías, podemos discernir un movimiento de las profecías a la última invasión del norte y el sitio final de Jerusalén. Así nos cuenta claramente la profecía a Sedequías en Jeremías 34:1-7: He aquí yo entregaré esta ciudad al rey de Babilonia, y la quemará con fuego; y no escaparás tú de su mano, sino que ciertamente serás apresado, y en su mano serás entregado; y tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, y te hablará boca a boca, y en Babilonia entrarás (Jeremías 34:2-3). Así les dice cuando la invasión había inundado todo el país, dejando únicamente dos ciudades amuralladas que estaban bajo sitio, Laquis y Azeca (Jeremías 34:7).
Luego se destacan tres eventos que retratan las razones por el juicio severo contra Jerusalén. Primero, Jehová reprende la anulación de la libertad promulgada a todos los siervos hebreos. Parece que mientras estaba bajo sitio Jerusalén, el rey hizo pacto con todo el pueblo para promulgar libertad a todos los siervos hebreos (Jeremías 34:8). Era un pacto declarado y celebrado formalmente de acuerdo con todos los pasos legales (Jeremías 34:8, 15, 18-19). Aunque no nos dice los motivos del rey (posiblemente para animar a los siervos a pelear por la ciudad y no entregarse al enemigo en búsqueda de la libertad), Jehová ve sólo una razón por hacerlo: Yo hice pacto con vuestros padres el día que yo los saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre, diciendo: Al cabo de siete años dejará cada uno a su hermano hebreo que fuere vendido; le servirá seis años, y lo enviará libre (Jeremías 34:13-14; también Levítico 25:38-42). Fue parte del pacto con Jehová, pero su pueblo nunca la puso en práctica: Vuestros padres no me oyeron, ni inclinaron su oído (Jeremías 34:14). Al darse cuenta o no, la promulgación de libertad a los siervos cumplió la ley de Jehová que habían dejado en negligencia: Y vosotros habéis hoy convertido, y hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habéis hecho pacto en mi presencia, en la casa en la cual es invocado mi nombre (Jeremías 34:15).
Pero cuando se alivió por un tiempo el sitio (cuando Nabucodonosor lo dejó para enfrentar a Faraón, Jeremías 34:21-22 y 37:5), sujetaron de nuevo a todos los siervos (Jeremías 34:11, 16). Su cambio de idea por conveniencia no sólo menospreció a todos los que habían sido liberados sino que menospreció a Jehová: Pero os habéis vuelto y profanado mi nombre (Jeremías 34:16). Por eso, Jehová les va a recompensar por proclamarles libertad al rey y los demás gobernantes y dueños de siervos… pero no la libertad que anhelan (que el fin del sitio sea permanente): Vosotros no me habéis oído para promulgar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su compañero; he aquí que yo promulgo libertad, dice Jehová, a la espada y a la pestilencia y al hambre; y os pondré por afrenta ante todos los reinos de la tierra (Jeremías 34:17). Nabucodonosor va a volver para reiniciar el sitio (Jeremías 34:21-22). Igual como el becerro del pacto fue partido en dos, ellos serán partidos por sus enemigos, y sus cuerpos muertos se quedarán sin ser enterrados, para comida de las aves y las bestias de la tierra (Jeremías 34:18-20).
Segundo, el evento positivo de los recabitas sirve de trasfondo para la vergüenza del pueblo en Jerusalén. Parece que los recabitas eran un pueblo nómada relacionado con los ceneos (1 Crónicas 2:55). Debían estar en el campo libre pero se han refugiado en Jerusalén por temor a los caldeos y los sirios (Jeremías 35:11). Se distinguían de los demás pueblos por una regla nómada estricta que renunciaba cualquier forma de vida sedentaria y aún sus frutos: No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos; ni edificaréis casa, ni sembraréis sementera, ni plantaréis viña, ni la retendréis; sino que moraréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros habitáis (Jeremías 35:6-7). Aun cuando el profeta de Jehová, en la casa de Jehová, les pone delante tazas y copas llenas de vino y les da una invitación abierta a beber, no lo hacen: Nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó… Moramos, pues, en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó Jonadab nuestro padre (Jeremías 35:8, 10).
De allí es el ejemplo de vergüenza para los moradores de Jerusalén. Los recabitas se han comprometido a obedecer a su antepasado terrenal; ¿no deben haber obedecido los moradores de Jerusalén a su Dios? ¿No deben haber obedecido a sus profetas que tenían mucha más autoridad que Jonadab hijo de Recab? (Jeremías 35:13-15). Jehová se declara el juicio contra Jerusalén por uno de los temas principales del libro de Jeremías: Porque les hablé, y no oyeron; los llamé, y no han respondido (Jeremías 35:17).
Y por su gracia abundante Jehová les extiende una bendición a los recabitas: Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días (Jeremías 35:18-19). Acuérdese como los gabaonitas fueron puestos a servirle a Jehová por cortar leña y sacar agua para el tabernáculo (Josué 9:23-27). Aquí no nos dice cómo algunos entre los recabitas van a servirle a Jehová, pero por ellos será una evidencia sorprendente de su gracia:
1. Porque recibe hasta a miembros de un grupo de gentiles para servirle en su presencia. Ahora de este grupo gentil siempre habrá algunos que pueden acercarse a la presencia de Jehová por su gracia.
2. Porque la gracia de Jehová a estos gentiles se pone en contraste fuerte contra el juicio severo de Jehová a su pueblo. Los moradores de Jerusalén que han recibido privilegios muchos mayores por el pacto ahora están por experimentar la vergüenza y la pérdida mayor de toda su historia hasta ese día. No es porque Dios ha cambiado; su gracia todavía estaba disponible para su pueblo… sólo que no le dieron oído.
3. En las generaciones futuras, la presencia de algunos de los recabitas cerca de la presencia de Jehová serviría de recordatorio a los judíos de la gracia de Dios – y la urgencia de atenderle a su palabra.
El tercer evento principal de esta lectura no sigue cronológicamente a los otros; remonta al cuarto año del reinado de Joacim, mucho antes de la segunda ola del exilio (Jeremías 36:1; los eventos de Jeremías 34 y 35 ocurren poco antes de la tercera). El editor inspirado del libro de Jeremías lo pone aquí para dramatizar la actitud del pueblo de Jehová a su palabra. Se juntan todas las profecías de Jehová por Jeremías a esa generación hasta ese día, todas sus palabras a Israel, a Judá y a las naciones, todas con el propósito de llamarles al arrepentimiento para encontrar el amplio perdón (Jeremías 36:2-3). Pero todo este cuidado y atención terminan en cenizas en el brasero del rey (Jeremías 36:23).
La reacción obstinada de Joacim escandaliza en comparación con la de su padre Josías hace años (compare Jeremías 36:24-26 con 2 Reyes 22:10-13 y 2 Crónicas 34:18-21). Pero no puede parar ni la proclamación de la palabra de Jehová (Jeremías 36:27-28) ni la llegada del juicio de Jehová (Jeremías 36:29-31). El descuido y la negación de la palabra de Jehová sólo hace que la llegada de su juicio sea más segura.