Jeremías 44 - 46
En resumen:
Jehová reprende al remanente desobediente de Judá que busca refugio en Egipto.
Jehová reprende al remanente desobediente de Judá que busca refugio en Egipto.
En más detalle:
Hace años que Jeremías escribió una carta a los exiliados en Babilonia. Aunque esperaban volver pronto de su cautiverio, Jeremías les informó de que su exilio iba a durar 70 años. Pero no les escribió para reprenderles con las noticias sino para animarles: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed el fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis (Jeremías 29:5-6). Al pasar el tiempo del juicio, iban a experimentar de pleno la gracia de Jehová otra vez: Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar (Jeremías 29:12-14). Los exiliados en Babilonia han sufrido mucho pero ahora empieza un tiempo nuevo de bendición en medio de su tribulación, de esperanza que a su tiempo será cumplido.
Pero para los judíos que voluntariamente se han refugiado en la dirección opuesta, que abandonaron la tierra prometida para refugiarse en Egipto, no hay noticias de esperanza. Pensaban huir del juicio de Jehová sólo para continuar en sus pecados. Por eso Jeremías les repite las profecías del juicio que evitaron en Jerusalén.
1. Les repite una de las razones principales por la destrucción de Jerusalén: la idolatría continua sin arrepentimiento (Jeremías 44:2-6).
2. Les acusa de los mismos pecados y les pregunta por qué no han aprendido del juicio de Jerusalén para arrepentirse (Jeremías 44:7-10).
3. Les anuncia que por eso el juicio que evitaron en Jerusalén saldrá a encontrarlos en Egipto (Jeremías 44:11-14).
Sigue una de las expresiones más descaradas de la rebelión en todo el libro de Jeremías. Antes vimos la participación familiar en la idolatría en Jerusalén (Jeremías 7:17-18); esta vez leemos una expresión abierta que justifica su práctica (Jeremías 44:15-19). Reinterpreta la historia de las generaciones antes del exilio para asociar la prosperidad pasada con la adoración a la reina del cielo (practicada por ejemplo durante el largo y próspero reinado del idólatra Manasés, 2 Reyes 21:3, 5, 7; 2 Crónicas 33:3). Creen que el juicio vino por haber dejado esas prácticas, y por consiguiente las van a continuar en unanimidad en la tierra de Egipto (Jeremías 44:18-19).
Jeremías brevemente corrige su interpretación errónea de la historia (Jeremías 44:20-23). Pero más que todo anuncia el juicio que les vendrá por su obstinación en la idolatría, una extensión de lo que sufrieron sus compatriotas en Jerusalén (Jeremías 44:24-27). Su castigo será evidencia a los refugiados recién venidos a Egipto que la palabra de Jehová tiene más autoridad que la de los devotos a la reina del cielo (Jeremías 44:28). Que sepan que el poder de Jehová se extiende sobre Egipto también (Jeremías 44:29). Por señal les quitará la seguridad que han buscado en el gobierno del Faraón Hofra por entregarlo a Nabucodonosor igual como le ha entregado el rey Sedequías (Jeremías 44:30).
De repente el editor del libro de Jeremías nos lleva a una reprensión profética a Baruc, el secretario del profeta, declarada muchos años antes cuando Judá todavía tenía su integridad física y económica bajo el reinado de Joacim, todavía unos años antes de la gran segunda ola del exilio (Jeremías 45:1). Cuando Baruc dejó escapar una queja sobre su propio bienestar en medio de tanto juicio (Jeremías 45:3), Jehová dirige su atención al corazón divino y a los que iban a sufrir el ardor de su ira (Jeremías 45:4). Que Baruc se contente de poder sobrevivir estos eventos por la gracia de Jehová (Jeremías 45:5). Seguramente el recuerdo de esta profecía le animó a seguir adelante frente a la resistencia del pueblo y una nueva experiencia del juicio de Jehová en Egipto.
Jeremías 46 sigue el tema del juicio contra Egipto y a la vez abre una nueva sección de profecías en el libro. Muchos titulan Jeremías 46 – 51 ‹‹Profecías contra las naciones›› porque el texto mismo lo declara (Jeremías 46:1) y porque el tema de las profecías se alarga a muchas naciones alrededor de Judá. Pero no queremos perder el hilo con los capítulos anteriores:
1. Jeremías 46 contesta la obstinación de los refugiados judíos por dar un ejemplo específico de la soberanía de Jehová en Egipto, y
2. En varias otras ocasiones Jeremías ha profetizado sobre las naciones (Jeremías 1:5; 25:11-14, 15-29, 30-38; 27:6-11).
Vuelve al mismo año de la integridad física y económica de Judá en el reinado de Joacim que la previa reprensión al secretario Baruc (Jeremías 45:1 y 46:2). Es una profecía sobre la pérdida de Faraón de la batalla de Carquemis cerca del río Éufrates en el año 605 a.C. (Jeremías 46:2), unas dos décadas antes de los eventos de Jeremías 45. Irónicamente son animados a prepararse para la batalla (Jeremías 46:3-4), sólo para describir luego su derrota vergonzosa y completa (Jeremías 46:5-6). Egipto depende del río Nilo que anualmente subía y pasaba sus riberas; aquí Jeremías compara el ejército egipcio al Nilo encabezado por la soberbia de Faraón: Subiré, cubriré la tierra, destruiré a la ciudad y a los que en ella moran (Jeremías 46:8). De nuevo les animan irónicamente para subir a la batalla (Jeremías 46:9), revelándoles que serán derrotados por Jehová como un sacrificio a su ira justa (Jeremías 46:10), que serán quebrantados completa y vergonzosamente (Jeremías 46:11-12). De hecho, la derrota completa de Egipto en la batalla de Carquemis permitió el dominio caldeo en toda la Siria y la Palestina y abrió lugar a todos los eventos que terminaron en la destrucción de Jerusalén… y todo se cumplió según el plan de Jehová.
Y los refugiados judíos en Egipto tienen que reconocer que el juicio de Jehová no ha terminado todavía: Palabra que habló Jehová al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor rey de Babilonia, para asolar la tierra de Egipto (Jeremías 46:13). Ya no suben a la ofensiva como dos décadas antes, pero su posición defensiva no va a protegerlos: ¿Por qué ha sido derribada tu fortaleza? No pudo mantenerse firme, porque Jehová la empujó (Jeremías 46:15). Entre las escenas de su caída segura, Egipto es comparado a una becerra (una representación común de uno de sus dioses principales) que huye de la destrucción del norte (Jeremías 46:16-21), a una serpiente (una representación principal del Faraón) perseguida por cortadores de leña (Jeremías 46:22-23). Jehová castigará a todo el país por su idolatría, pero permitirá que se vuelva a poblarlo (Jeremías 46:24-26).
Pero la repoblación de Egipto será sobrepasada por la repoblación por el Israel arrepentido (Jeremías 46:27-28). Volverá, descansará, será prosperado, vivirá seguro, verá la destrucción de sus enemigos y disfrutará la presencia de Jehová. Pero primero, hay que aceptar el castigo merecido de Dios.
Así las primeras dos profecías sobre las naciones, las dos profecías a Egipto de Jeremías 46, sirven por reprensión y llamado al arrepentimiento a los refugiados judíos obstinados en la idolatría. Su seguridad en Faraón y la reina de los cielos está mal puesta. Su supuesta autoridad y mando no pueden compararse con el dominio soberano de Jehová. Que aprendan de la lección de sus compatriotas en Jerusalén y se arrepientan antes de que sea demasiado tarde.
Hace años que Jeremías escribió una carta a los exiliados en Babilonia. Aunque esperaban volver pronto de su cautiverio, Jeremías les informó de que su exilio iba a durar 70 años. Pero no les escribió para reprenderles con las noticias sino para animarles: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed el fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis (Jeremías 29:5-6). Al pasar el tiempo del juicio, iban a experimentar de pleno la gracia de Jehová otra vez: Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar (Jeremías 29:12-14). Los exiliados en Babilonia han sufrido mucho pero ahora empieza un tiempo nuevo de bendición en medio de su tribulación, de esperanza que a su tiempo será cumplido.
Pero para los judíos que voluntariamente se han refugiado en la dirección opuesta, que abandonaron la tierra prometida para refugiarse en Egipto, no hay noticias de esperanza. Pensaban huir del juicio de Jehová sólo para continuar en sus pecados. Por eso Jeremías les repite las profecías del juicio que evitaron en Jerusalén.
1. Les repite una de las razones principales por la destrucción de Jerusalén: la idolatría continua sin arrepentimiento (Jeremías 44:2-6).
2. Les acusa de los mismos pecados y les pregunta por qué no han aprendido del juicio de Jerusalén para arrepentirse (Jeremías 44:7-10).
3. Les anuncia que por eso el juicio que evitaron en Jerusalén saldrá a encontrarlos en Egipto (Jeremías 44:11-14).
Sigue una de las expresiones más descaradas de la rebelión en todo el libro de Jeremías. Antes vimos la participación familiar en la idolatría en Jerusalén (Jeremías 7:17-18); esta vez leemos una expresión abierta que justifica su práctica (Jeremías 44:15-19). Reinterpreta la historia de las generaciones antes del exilio para asociar la prosperidad pasada con la adoración a la reina del cielo (practicada por ejemplo durante el largo y próspero reinado del idólatra Manasés, 2 Reyes 21:3, 5, 7; 2 Crónicas 33:3). Creen que el juicio vino por haber dejado esas prácticas, y por consiguiente las van a continuar en unanimidad en la tierra de Egipto (Jeremías 44:18-19).
Jeremías brevemente corrige su interpretación errónea de la historia (Jeremías 44:20-23). Pero más que todo anuncia el juicio que les vendrá por su obstinación en la idolatría, una extensión de lo que sufrieron sus compatriotas en Jerusalén (Jeremías 44:24-27). Su castigo será evidencia a los refugiados recién venidos a Egipto que la palabra de Jehová tiene más autoridad que la de los devotos a la reina del cielo (Jeremías 44:28). Que sepan que el poder de Jehová se extiende sobre Egipto también (Jeremías 44:29). Por señal les quitará la seguridad que han buscado en el gobierno del Faraón Hofra por entregarlo a Nabucodonosor igual como le ha entregado el rey Sedequías (Jeremías 44:30).
De repente el editor del libro de Jeremías nos lleva a una reprensión profética a Baruc, el secretario del profeta, declarada muchos años antes cuando Judá todavía tenía su integridad física y económica bajo el reinado de Joacim, todavía unos años antes de la gran segunda ola del exilio (Jeremías 45:1). Cuando Baruc dejó escapar una queja sobre su propio bienestar en medio de tanto juicio (Jeremías 45:3), Jehová dirige su atención al corazón divino y a los que iban a sufrir el ardor de su ira (Jeremías 45:4). Que Baruc se contente de poder sobrevivir estos eventos por la gracia de Jehová (Jeremías 45:5). Seguramente el recuerdo de esta profecía le animó a seguir adelante frente a la resistencia del pueblo y una nueva experiencia del juicio de Jehová en Egipto.
Jeremías 46 sigue el tema del juicio contra Egipto y a la vez abre una nueva sección de profecías en el libro. Muchos titulan Jeremías 46 – 51 ‹‹Profecías contra las naciones›› porque el texto mismo lo declara (Jeremías 46:1) y porque el tema de las profecías se alarga a muchas naciones alrededor de Judá. Pero no queremos perder el hilo con los capítulos anteriores:
1. Jeremías 46 contesta la obstinación de los refugiados judíos por dar un ejemplo específico de la soberanía de Jehová en Egipto, y
2. En varias otras ocasiones Jeremías ha profetizado sobre las naciones (Jeremías 1:5; 25:11-14, 15-29, 30-38; 27:6-11).
Vuelve al mismo año de la integridad física y económica de Judá en el reinado de Joacim que la previa reprensión al secretario Baruc (Jeremías 45:1 y 46:2). Es una profecía sobre la pérdida de Faraón de la batalla de Carquemis cerca del río Éufrates en el año 605 a.C. (Jeremías 46:2), unas dos décadas antes de los eventos de Jeremías 45. Irónicamente son animados a prepararse para la batalla (Jeremías 46:3-4), sólo para describir luego su derrota vergonzosa y completa (Jeremías 46:5-6). Egipto depende del río Nilo que anualmente subía y pasaba sus riberas; aquí Jeremías compara el ejército egipcio al Nilo encabezado por la soberbia de Faraón: Subiré, cubriré la tierra, destruiré a la ciudad y a los que en ella moran (Jeremías 46:8). De nuevo les animan irónicamente para subir a la batalla (Jeremías 46:9), revelándoles que serán derrotados por Jehová como un sacrificio a su ira justa (Jeremías 46:10), que serán quebrantados completa y vergonzosamente (Jeremías 46:11-12). De hecho, la derrota completa de Egipto en la batalla de Carquemis permitió el dominio caldeo en toda la Siria y la Palestina y abrió lugar a todos los eventos que terminaron en la destrucción de Jerusalén… y todo se cumplió según el plan de Jehová.
Y los refugiados judíos en Egipto tienen que reconocer que el juicio de Jehová no ha terminado todavía: Palabra que habló Jehová al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor rey de Babilonia, para asolar la tierra de Egipto (Jeremías 46:13). Ya no suben a la ofensiva como dos décadas antes, pero su posición defensiva no va a protegerlos: ¿Por qué ha sido derribada tu fortaleza? No pudo mantenerse firme, porque Jehová la empujó (Jeremías 46:15). Entre las escenas de su caída segura, Egipto es comparado a una becerra (una representación común de uno de sus dioses principales) que huye de la destrucción del norte (Jeremías 46:16-21), a una serpiente (una representación principal del Faraón) perseguida por cortadores de leña (Jeremías 46:22-23). Jehová castigará a todo el país por su idolatría, pero permitirá que se vuelva a poblarlo (Jeremías 46:24-26).
Pero la repoblación de Egipto será sobrepasada por la repoblación por el Israel arrepentido (Jeremías 46:27-28). Volverá, descansará, será prosperado, vivirá seguro, verá la destrucción de sus enemigos y disfrutará la presencia de Jehová. Pero primero, hay que aceptar el castigo merecido de Dios.
Así las primeras dos profecías sobre las naciones, las dos profecías a Egipto de Jeremías 46, sirven por reprensión y llamado al arrepentimiento a los refugiados judíos obstinados en la idolatría. Su seguridad en Faraón y la reina de los cielos está mal puesta. Su supuesta autoridad y mando no pueden compararse con el dominio soberano de Jehová. Que aprendan de la lección de sus compatriotas en Jerusalén y se arrepientan antes de que sea demasiado tarde.