Jeremías 7 - 9
En resumen:
Una nueva serie de profecías sin referencia cronológica directa decreta el juicio contra la adoración superficial (es decir, no acompañada con el arrepentimiento) y la falta del conocimiento de la justicia de Jehová.
Una nueva serie de profecías sin referencia cronológica directa decreta el juicio contra la adoración superficial (es decir, no acompañada con el arrepentimiento) y la falta del conocimiento de la justicia de Jehová.
En más detalle:
Al anunciar el juicio de Jehová contra Judá, Jeremías tuvo que enfrentar varios obstáculos, entre ellos la falsa seguridad del pueblo en el templo.
No es por accidente que Jehová le llama a Jeremías a profetizar en el templo (Jeremías 7:2). Tampoco es por ser un lugar central y espacioso que le permitiría a alcanzar a mucha gente. Jehová quiere que su palabra luche directamente contra la seguridad falsa que los israelitas han puesto ese lugar de adoración. No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este (Jeremías 7:4).
¿Por qué dice que éstas son ‹‹palabras de mentira››? ¿No es ese edificio en medio de Jerusalén verdaderamente el templo de Jehová, construido por Salomón, dedicado por muchos sacrificios y admirado por todo el pueblo de Jehová? ¿Cómo será la identificación de este lugar una mentira?
Podemos preguntar: ¿De veras será el lugar ese, el ‹‹templo de Jehová››? Porque si fuera el templo de Jehová, sus devotos seguirían la ley de Jehová decretada en el libro de Éxodo: Si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduvieres en pos de dioses ajenos para mal vuestro, os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre (Jeremías 7:5-7). Pero: He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan (Jeremías 7:8). Piensan que el lugar geográfico con el nombre de su Dios garantiza su presencia aunque no practican su ley: Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones? (Jeremías 7:9-10)
Note que la asistencia a la casa de Dios sin el arrepentimiento no tiene valor en sus ojos; en cambio, es una ofensa notoria. Note también cómo Jehová se aleja de una asociación directa con este lugar geográfico. No le llama: ‹‹Templo de Jehová›› como dice su pueblo. Lo describe como: Este lugar (Jeremías 7:7) o Esta casa sobre la cual es invocado mi nombre (Jeremías 7:10, 11). Es un edificio nada más, uno que la gente ha asociado con su Dios por el tiempo. No se santificará la gente simplemente por presentarse allí; tiene que acercarse con corazones arrepentidos y sumisos, obedientes a la palabra y listos a encontrarse con el Dios viviente. Por eso Jehová no concuerda con su pueblo para darle su nombre al lugar. En cambio dice: ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? (Jeremías 7:11) Por las acciones de los devotos este lugar se asocia con todo lo contrario de Jehová. Su pueblo tiene que entender que no lo salvan las piedras mudas y ciegas que forman el edificio sino el Dios viviente cuya presencia mora allí: He aquí que también yo lo veo, dice Jehová (Jeremías 7:11).
Para dar otro golpe a la seguridad mal fundada de su pueblo, Jehová les da una lección sobre la historia: Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio (Jeremías 7:12). Hace referencia al tabernáculo en Silo de que leímos en 1 Samuel 1 – 4, en particular a la derrota de Israel frente a los filisteos y la pérdida del arca (1 Samuel 4:1-11). ¿Se acuerda de cómo los israelitas fueron vencidos delante de los filisteos el primer día de la batalla? (1 Samuel 4:2) ¿Se acuerda de cómo pensaron que el traer el arca de Jehová a la batalla les garantizaría la victoria al día siguiente? (1 Samuel 4:3-4) ¿Y se acuerda de cómo fueron derrotados decisivamente, aún con el arca entre ellos? (1 Samuel 4:10-11) Aún de más importancia, ¿se acuerda de cómo todo esto ocurrió por el pecado tolerado en el tabernáculo, porque el sumo sacerdote Elí no reprendió a sus hijos por sus pecados y no los quitó del sacerdocio? (1 Samuel 2:12-17, 22-36) El pueblo de Jehová está en peligro de repetir la misma lección. La asistencia a los lugares sagrados y la manipulación de los objetos de la devoción no cubren el pecado no arrepentido. Antes bien, hace que esos devotos falsos se queden en más culpa. Por eso: Ved lo que hice por la maldad de mi pueblo Israel (Jeremías 7:12).
Por eso da Jehová más que una lección; da una decreto de juicio: Ahora, pues, por cuanto vosotros habéis hecho todas estas obras, dice Jehová, y aunque os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os llamé, y no respondisteis; haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo (Jeremías 7:13-14). Y deben reconocer que este castigo justo dio Jehová no sólo una vez en la historia sino otra vez aún en la historia más reciente. En referencia al exilio de las tribus del norte en 722 a.C. por los asirios les dice: Os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la generación de Efraín (Jeremías 7:15).
En la seguridad de la venida de este juicio, Jehová le dirige a su profeta: Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré (Jeremías 7:16). No responderá Jehová a la intercesión como Moisés hizo por los israelitas después de la idolatría con el becerro de oro en Éxodo 32 – 34. En ese entonces los levitas su pusieron al lado de Jehová contra sus hermanos (Éxodo 32:26-29). Los israelitas se arrepintieron de su pecado (Éxodo 33:4, 6-8). Pero esta vez todas las familias se han profundizado en la idolatría: ¿No ves lo que éstos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira (Jeremías 7:17-18). Pero el perjudicado no será Jehová sino ellos mismos (Jeremías 7:19). Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que mi furor y mi ira se derramarán sobre este lugar, sobre los hombres, sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra (Jeremías 7:20). Note que el castigo será tan grande que para la tierra prometida, ¡la obra de la creación se va a deshacer, al revés! Y no será anegada por el agua como en el diluvio de Génesis 7 sino por el fuego: Se encenderán, y no se apagarán (Jeremías 7:20).
El tema de la adoración superficial continúa en la próxima profecía. Los sacrificios de que leímos en Levítico 1 – 7 han perdido su significado por ser presentados por corazones apóstatas. Por eso ahora leemos: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos sobre vuestros sacrificios, y comed la carne (Jeremías 7:21). Él no va a aceptar la carne, entonces que ellos la comen. Lo que le instruyó a Israel para la devoción a su santidad se ha degenerado a una barbacoa familiar. El pueblo de Jehová se ha fijado en los sacrificios (como en el templo en el principio del capítulo) a expensas del arrepentimiento. En vez de manifestar verdaderamente la devoción por los sacrificios, el pueblo sólo los utiliza para amortiguar su consciencia y cubrir su falta de arrepentimiento. Esperan dar evidencia de una relación aprobada con Jehová cuando en realidad sólo practican ritos divorciados de sus realidades espirituales.
Por eso Jehová señala algo más básico que los sacrificios: No hablé yo con vuestros padres, ni nada les mandé acerca de holocaustos y de víctimas el día que los saqué de la tierra de Egipto (Jeremías 7:22). Los sacrificios no son la fundación de su relación con Jehová sino la gracia por la cual le dio las promesas a Abraham en Génesis 12 y por la cual los redimió de la esclavitud en Egipto. Es por gracia, el amor iniciado en Jehová por su propia voluntad, derramado en abundancia sobre un pueblo que no lo merece, y sólo por esa gracia que el pueblo fue redimido y ahora se puede relacionar con Jehová. A esa gracia hace referencia Éxodo 19:4, antes de darle los diez mandamientos y toda la ley, antes de las instrucciones sobre los sacrificios en Levítico 1 – 7: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí (Éxodo 19:4). Y por consiguiente, en agradecimiento por su gracia, el pueblo fue mandado a prestar atención a la palabra de su Dios de gracia: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5). Jehová les lleva esto a la memoria en Jeremías 7:23: Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien.
Pero la generación de Jeremías es la culminación de una continua actitud de rebelión desde esos días: Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante, desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy (Jeremías 7:24, 25). En vez de recibir su palabra, la ha rechazado continuamente: Y os envié todos los profetas mis siervos, enviándolos desde temprano y sin cesar; pero no me oyeron ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres (Jeremías 7:25, 26).
¿Habrá remedio para esa generación? Jehová ya le mandó a Jeremías que no orara por ellos (Jeremías 7:16). Aunque le tiene que amonestar y profetizar, no debe esperar resultados positivos de sus prédicas: Tú, pues, les dirás todas estas palabras, pero no te oirán; los llamarás, y no te responderán (Jeremías 7:27). En cambio, tiene que decretar el juicio de Jehová: Les dirás, por tanto: Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección; pereció la verdad, y de la boca de ellos fue cortada (Jeremías 7:28).
Su prédica a esta generación será acompañada de llanto: Corta tu cabello, y arrójalo, y levanta llanto sobre las alturas; porque Jehová ha aborrecido y dejado la generación objeto de su ira (Jeremías 7:29). El llanto es motivado por otra faceta de la adoración rebelde de esta generación: Porque los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehová; pusieron sus abominaciones en la casa sobre la cual fue invocado mi nombre, amancillándola (Jeremías 7:30). Y no sólo han menospreciado la santidad de Jehová por juntar su devoción con reliquias idólatras de dioses falsos sino que han levantado otro centro por la adoración en su propio estilo: Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón (Jeremías 7:31). Además de la crueldad escandalosa de quemar vivos a sus hijos en esos ritos está la posible idea blasfema de que algunos lo hacían en conexión con la adoración a Jehová. No sólo rechaza ese concepto (‹‹cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón››) sino que juzga a los que lo practican: Por tanto, he aquí vendrán días, ha dicho Jehová, en que no se diga más, Tofet, ni valle del hijo del Hinom, sino Valle de la Matanza; y serán enterrados en Tofet, por no haber lugar (Jeremías 7:32).
Y este juicio será manifestado en el desorden y la vergüenza de una sociedad desintegrada y destruida a tal punto que ni pueden enterrar a sus muertos ni preservar los cementerios ancestrales (Jeremías 7:33 – 8:2). Pero el juicio será tan severo que aún este fin será preferible al de los que sobreviven: Escogerá la muerte antes que la vida todo el resto que quede de esta mala generación, en todos los lugares adonde arroje yo a los que queden, dice Jehová de los ejércitos (Jeremías 8:3).
De aquí las profecías de la lectura para hoy cambian de tema principal. Dejan de enfocar en la adoración sin el arrepentimiento y enfatizan la falta de conocimiento del juicio y de la justicia de Jehová. En Jerusalén saben menos que los animales sobre esos temas (Jeremías 8:4-7). Los llamados ‹‹sabios›› y los escribas sólo se dedican a la palabra de Jehová por el provecho económico que reciben, un provecho que van a perder en la invasión que viene (Jeremías 8:8-13). Se confundirán todos por la llegada del juicio de Jehová en la invasión del norte y por su contraste con todo lo que han creído incorrectamente sobre Él (Jeremías 8:14-17, 19, 20). Ya le fue prohibida a Jeremías la oración como intercesor del pueblo; sólo puede llorar profundamente y lamentar la llegada del juicio de Jehová con deseos de escaparse (Jeremías 8:18 – 9:2). Pero todo esto confirmará la justicia de Jehová: Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová (Jeremías 9:3).
El desconocimiento de la justicia de Jehová se manifiesta en las relaciones interpersonales destructivas que ya están en evidencia en toda esta generación (Jeremías 9:4-8). Jehová contesta el llanto del profeta por insistir en su justicia (Jeremías 9:9, 11), y en respuesta, el profeta llora y lamenta más (Jeremías 9:10). Así pone Jehová en vergüenza los ‹‹sabios›› de esta generación: ¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿Y a quién habló la boca de Jehová, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, hasta no haber quien pase? (Jeremías 9:12) Las razones por su juicio severo son claras por los que de veras conocen su ley (Jeremías 9:13-14). Nadie va a parar la descarga de su ira justa sobre su pueblo (Jeremías 9:15-16); por eso Jehová y su profeta les invitan a los otros a llorar también (Jeremías 9:17-22).
Y se pone fin a este nuevo tema de las profecías por señalar la verdadera sabiduría: Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová (Jeremías 9:23-24). Por desconocer la justicia de Jehová, por rechazar su temor y su sabiduría, Israel se queda como cualquier nación alrededor: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso… Todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón (Jeremías 9:25, 26).
Pero el que de veras escucha la palabra de Jehová por Jeremías, el que recibe la amonestación de sus profecías, se va a enfocar en la justicia de Jehová por su palabra. Le va a adorar en temor y en arrepentimiento por sus pecados, acordándose de que se relación con Jehová se ha establecido por gracia, no por ninguna obra piadosa que se imagina haberle dado.
Al anunciar el juicio de Jehová contra Judá, Jeremías tuvo que enfrentar varios obstáculos, entre ellos la falsa seguridad del pueblo en el templo.
No es por accidente que Jehová le llama a Jeremías a profetizar en el templo (Jeremías 7:2). Tampoco es por ser un lugar central y espacioso que le permitiría a alcanzar a mucha gente. Jehová quiere que su palabra luche directamente contra la seguridad falsa que los israelitas han puesto ese lugar de adoración. No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este (Jeremías 7:4).
¿Por qué dice que éstas son ‹‹palabras de mentira››? ¿No es ese edificio en medio de Jerusalén verdaderamente el templo de Jehová, construido por Salomón, dedicado por muchos sacrificios y admirado por todo el pueblo de Jehová? ¿Cómo será la identificación de este lugar una mentira?
Podemos preguntar: ¿De veras será el lugar ese, el ‹‹templo de Jehová››? Porque si fuera el templo de Jehová, sus devotos seguirían la ley de Jehová decretada en el libro de Éxodo: Si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduvieres en pos de dioses ajenos para mal vuestro, os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre (Jeremías 7:5-7). Pero: He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan (Jeremías 7:8). Piensan que el lugar geográfico con el nombre de su Dios garantiza su presencia aunque no practican su ley: Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones? (Jeremías 7:9-10)
Note que la asistencia a la casa de Dios sin el arrepentimiento no tiene valor en sus ojos; en cambio, es una ofensa notoria. Note también cómo Jehová se aleja de una asociación directa con este lugar geográfico. No le llama: ‹‹Templo de Jehová›› como dice su pueblo. Lo describe como: Este lugar (Jeremías 7:7) o Esta casa sobre la cual es invocado mi nombre (Jeremías 7:10, 11). Es un edificio nada más, uno que la gente ha asociado con su Dios por el tiempo. No se santificará la gente simplemente por presentarse allí; tiene que acercarse con corazones arrepentidos y sumisos, obedientes a la palabra y listos a encontrarse con el Dios viviente. Por eso Jehová no concuerda con su pueblo para darle su nombre al lugar. En cambio dice: ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? (Jeremías 7:11) Por las acciones de los devotos este lugar se asocia con todo lo contrario de Jehová. Su pueblo tiene que entender que no lo salvan las piedras mudas y ciegas que forman el edificio sino el Dios viviente cuya presencia mora allí: He aquí que también yo lo veo, dice Jehová (Jeremías 7:11).
Para dar otro golpe a la seguridad mal fundada de su pueblo, Jehová les da una lección sobre la historia: Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio (Jeremías 7:12). Hace referencia al tabernáculo en Silo de que leímos en 1 Samuel 1 – 4, en particular a la derrota de Israel frente a los filisteos y la pérdida del arca (1 Samuel 4:1-11). ¿Se acuerda de cómo los israelitas fueron vencidos delante de los filisteos el primer día de la batalla? (1 Samuel 4:2) ¿Se acuerda de cómo pensaron que el traer el arca de Jehová a la batalla les garantizaría la victoria al día siguiente? (1 Samuel 4:3-4) ¿Y se acuerda de cómo fueron derrotados decisivamente, aún con el arca entre ellos? (1 Samuel 4:10-11) Aún de más importancia, ¿se acuerda de cómo todo esto ocurrió por el pecado tolerado en el tabernáculo, porque el sumo sacerdote Elí no reprendió a sus hijos por sus pecados y no los quitó del sacerdocio? (1 Samuel 2:12-17, 22-36) El pueblo de Jehová está en peligro de repetir la misma lección. La asistencia a los lugares sagrados y la manipulación de los objetos de la devoción no cubren el pecado no arrepentido. Antes bien, hace que esos devotos falsos se queden en más culpa. Por eso: Ved lo que hice por la maldad de mi pueblo Israel (Jeremías 7:12).
Por eso da Jehová más que una lección; da una decreto de juicio: Ahora, pues, por cuanto vosotros habéis hecho todas estas obras, dice Jehová, y aunque os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os llamé, y no respondisteis; haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo (Jeremías 7:13-14). Y deben reconocer que este castigo justo dio Jehová no sólo una vez en la historia sino otra vez aún en la historia más reciente. En referencia al exilio de las tribus del norte en 722 a.C. por los asirios les dice: Os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la generación de Efraín (Jeremías 7:15).
En la seguridad de la venida de este juicio, Jehová le dirige a su profeta: Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré (Jeremías 7:16). No responderá Jehová a la intercesión como Moisés hizo por los israelitas después de la idolatría con el becerro de oro en Éxodo 32 – 34. En ese entonces los levitas su pusieron al lado de Jehová contra sus hermanos (Éxodo 32:26-29). Los israelitas se arrepintieron de su pecado (Éxodo 33:4, 6-8). Pero esta vez todas las familias se han profundizado en la idolatría: ¿No ves lo que éstos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira (Jeremías 7:17-18). Pero el perjudicado no será Jehová sino ellos mismos (Jeremías 7:19). Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que mi furor y mi ira se derramarán sobre este lugar, sobre los hombres, sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra (Jeremías 7:20). Note que el castigo será tan grande que para la tierra prometida, ¡la obra de la creación se va a deshacer, al revés! Y no será anegada por el agua como en el diluvio de Génesis 7 sino por el fuego: Se encenderán, y no se apagarán (Jeremías 7:20).
El tema de la adoración superficial continúa en la próxima profecía. Los sacrificios de que leímos en Levítico 1 – 7 han perdido su significado por ser presentados por corazones apóstatas. Por eso ahora leemos: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos sobre vuestros sacrificios, y comed la carne (Jeremías 7:21). Él no va a aceptar la carne, entonces que ellos la comen. Lo que le instruyó a Israel para la devoción a su santidad se ha degenerado a una barbacoa familiar. El pueblo de Jehová se ha fijado en los sacrificios (como en el templo en el principio del capítulo) a expensas del arrepentimiento. En vez de manifestar verdaderamente la devoción por los sacrificios, el pueblo sólo los utiliza para amortiguar su consciencia y cubrir su falta de arrepentimiento. Esperan dar evidencia de una relación aprobada con Jehová cuando en realidad sólo practican ritos divorciados de sus realidades espirituales.
Por eso Jehová señala algo más básico que los sacrificios: No hablé yo con vuestros padres, ni nada les mandé acerca de holocaustos y de víctimas el día que los saqué de la tierra de Egipto (Jeremías 7:22). Los sacrificios no son la fundación de su relación con Jehová sino la gracia por la cual le dio las promesas a Abraham en Génesis 12 y por la cual los redimió de la esclavitud en Egipto. Es por gracia, el amor iniciado en Jehová por su propia voluntad, derramado en abundancia sobre un pueblo que no lo merece, y sólo por esa gracia que el pueblo fue redimido y ahora se puede relacionar con Jehová. A esa gracia hace referencia Éxodo 19:4, antes de darle los diez mandamientos y toda la ley, antes de las instrucciones sobre los sacrificios en Levítico 1 – 7: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí (Éxodo 19:4). Y por consiguiente, en agradecimiento por su gracia, el pueblo fue mandado a prestar atención a la palabra de su Dios de gracia: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5). Jehová les lleva esto a la memoria en Jeremías 7:23: Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien.
Pero la generación de Jeremías es la culminación de una continua actitud de rebelión desde esos días: Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante, desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy (Jeremías 7:24, 25). En vez de recibir su palabra, la ha rechazado continuamente: Y os envié todos los profetas mis siervos, enviándolos desde temprano y sin cesar; pero no me oyeron ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres (Jeremías 7:25, 26).
¿Habrá remedio para esa generación? Jehová ya le mandó a Jeremías que no orara por ellos (Jeremías 7:16). Aunque le tiene que amonestar y profetizar, no debe esperar resultados positivos de sus prédicas: Tú, pues, les dirás todas estas palabras, pero no te oirán; los llamarás, y no te responderán (Jeremías 7:27). En cambio, tiene que decretar el juicio de Jehová: Les dirás, por tanto: Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección; pereció la verdad, y de la boca de ellos fue cortada (Jeremías 7:28).
Su prédica a esta generación será acompañada de llanto: Corta tu cabello, y arrójalo, y levanta llanto sobre las alturas; porque Jehová ha aborrecido y dejado la generación objeto de su ira (Jeremías 7:29). El llanto es motivado por otra faceta de la adoración rebelde de esta generación: Porque los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehová; pusieron sus abominaciones en la casa sobre la cual fue invocado mi nombre, amancillándola (Jeremías 7:30). Y no sólo han menospreciado la santidad de Jehová por juntar su devoción con reliquias idólatras de dioses falsos sino que han levantado otro centro por la adoración en su propio estilo: Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón (Jeremías 7:31). Además de la crueldad escandalosa de quemar vivos a sus hijos en esos ritos está la posible idea blasfema de que algunos lo hacían en conexión con la adoración a Jehová. No sólo rechaza ese concepto (‹‹cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón››) sino que juzga a los que lo practican: Por tanto, he aquí vendrán días, ha dicho Jehová, en que no se diga más, Tofet, ni valle del hijo del Hinom, sino Valle de la Matanza; y serán enterrados en Tofet, por no haber lugar (Jeremías 7:32).
Y este juicio será manifestado en el desorden y la vergüenza de una sociedad desintegrada y destruida a tal punto que ni pueden enterrar a sus muertos ni preservar los cementerios ancestrales (Jeremías 7:33 – 8:2). Pero el juicio será tan severo que aún este fin será preferible al de los que sobreviven: Escogerá la muerte antes que la vida todo el resto que quede de esta mala generación, en todos los lugares adonde arroje yo a los que queden, dice Jehová de los ejércitos (Jeremías 8:3).
De aquí las profecías de la lectura para hoy cambian de tema principal. Dejan de enfocar en la adoración sin el arrepentimiento y enfatizan la falta de conocimiento del juicio y de la justicia de Jehová. En Jerusalén saben menos que los animales sobre esos temas (Jeremías 8:4-7). Los llamados ‹‹sabios›› y los escribas sólo se dedican a la palabra de Jehová por el provecho económico que reciben, un provecho que van a perder en la invasión que viene (Jeremías 8:8-13). Se confundirán todos por la llegada del juicio de Jehová en la invasión del norte y por su contraste con todo lo que han creído incorrectamente sobre Él (Jeremías 8:14-17, 19, 20). Ya le fue prohibida a Jeremías la oración como intercesor del pueblo; sólo puede llorar profundamente y lamentar la llegada del juicio de Jehová con deseos de escaparse (Jeremías 8:18 – 9:2). Pero todo esto confirmará la justicia de Jehová: Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová (Jeremías 9:3).
El desconocimiento de la justicia de Jehová se manifiesta en las relaciones interpersonales destructivas que ya están en evidencia en toda esta generación (Jeremías 9:4-8). Jehová contesta el llanto del profeta por insistir en su justicia (Jeremías 9:9, 11), y en respuesta, el profeta llora y lamenta más (Jeremías 9:10). Así pone Jehová en vergüenza los ‹‹sabios›› de esta generación: ¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿Y a quién habló la boca de Jehová, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, hasta no haber quien pase? (Jeremías 9:12) Las razones por su juicio severo son claras por los que de veras conocen su ley (Jeremías 9:13-14). Nadie va a parar la descarga de su ira justa sobre su pueblo (Jeremías 9:15-16); por eso Jehová y su profeta les invitan a los otros a llorar también (Jeremías 9:17-22).
Y se pone fin a este nuevo tema de las profecías por señalar la verdadera sabiduría: Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová (Jeremías 9:23-24). Por desconocer la justicia de Jehová, por rechazar su temor y su sabiduría, Israel se queda como cualquier nación alrededor: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso… Todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón (Jeremías 9:25, 26).
Pero el que de veras escucha la palabra de Jehová por Jeremías, el que recibe la amonestación de sus profecías, se va a enfocar en la justicia de Jehová por su palabra. Le va a adorar en temor y en arrepentimiento por sus pecados, acordándose de que se relación con Jehová se ha establecido por gracia, no por ninguna obra piadosa que se imagina haberle dado.