Job 15 - 19
En Job 15 empieza el segundo ciclo de conversaciones con el mismo orden de Elifaz, Bildad y Zofar y las respuestas de Job a cada uno. Para Elifaz, el pecado de Job se manifiesta en su hablar: Tu boca declaró tu iniquidad, pues has escogido el hablar de los astutos. Tu boca te condenará, y no yo; y tus labios testificarán contra ti (Job 15:5-6). Insiste en la sabiduría de su retrato de la justicia, y le describe a Job los terrores del juicio que van a sufrir los injustos (Job 15:20-35). Esta vez no le extiende la invitación directa a arrepentirse y volver a encontrar la prosperidad; quiere que contemple las consecuencias de no aceptar: Las consolaciones de Dios, y las palabras que con dulzura se te dicen (Job 15:11).
Job rechaza su consejo otra vez y vuelve a declarar que Dios le ha atacado injustamente (Job 16:7-14) mientras él ha guardado su integridad y justicia (Job 16:15-17). Pero vuelve a su deseo de una entrevista con Dios en que será justificado: ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, como con su prójimo! (Job 16:21) Otra vez, se acuerda de su dolor y pierde la esperanza de ser vindicado.
Bildad intenta a atemorizar a Job por detallar las consecuencias del juicio de los impíos, varias de las cuales son exactamente lo que Job ha sufrido. Hace un eco más espantoso del discurso de Elifaz. Pero Job lo rechaza otra vez e insiste en la injusticia de Dios por haberlo tratado así: Sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red (Job 19:6). Acusa a sus amigos de haberse puesto en liga con Dios al atacarlo: ¿Por qué me perseguís como Dios, y ni aun de mi carne os saciáis? (Job 19:22) Pero a la vez se le vuelve a nacer la esperanza de que será vindicado: Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí (Job 19:25-27). Con la seguridad de que será vindicado, Job declara que no es él sino los amigos los que deben temblar por haber juzgado a Job y haberlo tratado injustamente.
Job rechaza su consejo otra vez y vuelve a declarar que Dios le ha atacado injustamente (Job 16:7-14) mientras él ha guardado su integridad y justicia (Job 16:15-17). Pero vuelve a su deseo de una entrevista con Dios en que será justificado: ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, como con su prójimo! (Job 16:21) Otra vez, se acuerda de su dolor y pierde la esperanza de ser vindicado.
Bildad intenta a atemorizar a Job por detallar las consecuencias del juicio de los impíos, varias de las cuales son exactamente lo que Job ha sufrido. Hace un eco más espantoso del discurso de Elifaz. Pero Job lo rechaza otra vez e insiste en la injusticia de Dios por haberlo tratado así: Sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red (Job 19:6). Acusa a sus amigos de haberse puesto en liga con Dios al atacarlo: ¿Por qué me perseguís como Dios, y ni aun de mi carne os saciáis? (Job 19:22) Pero a la vez se le vuelve a nacer la esperanza de que será vindicado: Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí (Job 19:25-27). Con la seguridad de que será vindicado, Job declara que no es él sino los amigos los que deben temblar por haber juzgado a Job y haberlo tratado injustamente.