Job 8 - 10
Después de que Job rechaza la teología de Elifaz, Bildad se queda asombrado y ofendido: ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán como viento impetuoso? (Job 8:2) Su ofensa específicamente se basa en la queja de Job contra la justicia de Jehová: ¿Acaso torcerá Dios el derecho, o pervertirá el Todopoderoso la justicia? (Job 8:3) Vuelve al punto principal de la teología de Elifaz: Si tú de mañana buscares a Dios, y rogares al Todopoderoso; si fueres limpio y recto, ciertamente luego se despertará por ti, y hará próspera la morada de tu justicia (Job 8:6). Compara al pecador no arrepentido a una planta arrancada de su lugar – se secará en breve (Job 8:11-19). Cree que la condición de Job es prueba suficiente de que no es justo: He aquí, Dios no aborrece al perfecto (Job 8:20). También, Job no puede esperar ningún
alivio mientras encubre su pecado: Ni apoya la mano de los malignos (Job 8:20). La única opción que le queda es el arrepentimiento del pecado no identificado, y viene con una promesa de restauración: Aún llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo (Job 8:21).
Job no tiene discusión con Bildad sobre la justicia de Dios en general – se manifiesta en su poder sobre la creación y el orden justo con que la domina (Job 9:5-10). Pero quiere saber, ¿cómo se aplica la justicia de Dios en casos de injusticia, especialmente la que está sufriendo Job? Lo que la hace más dolorosa es que para Job, Dios mismo ha causado esta injusticia: Me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa (Job 9:17). Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aún me hundirás en el hoyo, y mis propios vestidos me abominarán (Job 9:30-31). Para Job, ¿quién va a determinar la justicia cuando Dios es el que ha actuado injustamente? No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos (Job 9:33).
De allí imagina en voz alta lo que diría a Dios si podría exponerle su queja: Hazme entender por qué contiendes conmigo. ¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra de tus manos, y que favorezcas los designios de los impíos? (Job 10:2-3) Pero al final no ve la posibilidad de ganarle a Dios su caso: Si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas; y vuelves a hacer en mí maravillas. Renuevas contra mí tus pruebas, y aumentas conmigo tu furor como tropas de relevo (Job 10:16-17). Al final, piensa encontrar alivio sólo en la muerte: Cesa, pues, y déjame, para que me consuele un poco, antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte; tierra de oscuridad, lóbrega, como sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como densas tinieblas (Job 10:20-22).
Para resumir, Job desea saber cómo se va a rectificar una injusticia cometida por Dios mismo. No encuentra ninguna posibilidad de resolución sino sólo en la muerte… pero, la conversación no ha terminado.
alivio mientras encubre su pecado: Ni apoya la mano de los malignos (Job 8:20). La única opción que le queda es el arrepentimiento del pecado no identificado, y viene con una promesa de restauración: Aún llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo (Job 8:21).
Job no tiene discusión con Bildad sobre la justicia de Dios en general – se manifiesta en su poder sobre la creación y el orden justo con que la domina (Job 9:5-10). Pero quiere saber, ¿cómo se aplica la justicia de Dios en casos de injusticia, especialmente la que está sufriendo Job? Lo que la hace más dolorosa es que para Job, Dios mismo ha causado esta injusticia: Me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa (Job 9:17). Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aún me hundirás en el hoyo, y mis propios vestidos me abominarán (Job 9:30-31). Para Job, ¿quién va a determinar la justicia cuando Dios es el que ha actuado injustamente? No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos (Job 9:33).
De allí imagina en voz alta lo que diría a Dios si podría exponerle su queja: Hazme entender por qué contiendes conmigo. ¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra de tus manos, y que favorezcas los designios de los impíos? (Job 10:2-3) Pero al final no ve la posibilidad de ganarle a Dios su caso: Si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas; y vuelves a hacer en mí maravillas. Renuevas contra mí tus pruebas, y aumentas conmigo tu furor como tropas de relevo (Job 10:16-17). Al final, piensa encontrar alivio sólo en la muerte: Cesa, pues, y déjame, para que me consuele un poco, antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte; tierra de oscuridad, lóbrega, como sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como densas tinieblas (Job 10:20-22).
Para resumir, Job desea saber cómo se va a rectificar una injusticia cometida por Dios mismo. No encuentra ninguna posibilidad de resolución sino sólo en la muerte… pero, la conversación no ha terminado.