Josué 13 - 17 y Salmo 47
Según el testimonio de Caleb en Josué 14:10, la conquista ha durado cinco años. Pero todavía es incompleta: Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer (Josué 13:1). Pero la obra de la conquista no depende de un solo hombre sino de Jehová. Al indicar toda la tierra que todavía no se ha sometido a los israelitas, Jehová promete: Yo los exterminaré delante de los hijos de Israel (Josué 13:6). El papel de Josué entonces cambia a la repartición: Solamente repartirás tú por suerte el país a los israelitas por heredad, como te he mandado (Josué 13:6).
Hoy nos cuesta leer las listas de las ciudades y las descripciones de las fronteras entre las tribus, pero queremos intentar a apreciar lo que significaban para los israelitas de esa época. Para ellos no era aburrido sino un regalo físico concreto de la mano de Dios.
Imagine la lista de las ciudades de Judá de Josué 15:20-62, pero con los nombres de los pueblos del lugar de origen de usted, o del lugar donde vive ahora. (En mi caso, sería el pueblo de Monroe, el principal donde vivo, e incluiría muchas comunidades cercanas como Conyers, Lawrenceville, Loganville, Social Circle, Winder, Auburn, Dacula, etc., lugares sin fama internacional pero muy importantes para la gente que tiene sus hogares y sus familias acá.) Recórralos en su mente si no en carro, apreciando a cada uno: sus subidas y bajadas, sus ventajas, sus posibilidades económicas, sus vistas lindas, sus rincones agradables, los lugares que necesitan ser desarrollados, los que han sido destruidos y necesitan ser reconstruidos, su infraestructura o falta de la
misma…
Ahora imagine que Dios les ha regalado todo ese territorio a usted y a sus familiares juntos con otros familiares más lejanos. Además de compartir los mismos antepasados de hace varias generaciones, todos juntos han sufrido años en el desierto, han pasado por el río Jordán milagrosamente, han batallado cinco años contra cananeos y han visto la mano de Jehová en su protección y su victoria. Juntos adoran a Jehová y van al tabernáculo para presentar sus ofrendas; han celebrado la Pascua, la fiesta de los panes sin levadura y mucho más; juntos han aprendido a guardar todas las leyes de Jehová sobre sus relaciones económicas, sus relaciones familiares, sobre la pureza y la inmundicia, y han empezado a contar a sus hijos las maravillas de Jehová de que han sido testigos oculares. Los une mucho, mucho más que sólo la carne y la sangre. Y Jehová les dice: Estos lugares son suyos. Sojúzguenlos; disfrútenlos; háganlos producir. Reposen acá… ¿No serían muchísimo más interesantes los nombres como Itnán, Zif, Telem, Bealot, Hazor-hadata, si entendiéramos nuestra participación en los mismos así?
Así tenemos que entender la distribución de la tierra, el entusiasmo de Caleb por conquistar su heredad y la inquietud de ver algunas tribus que no sojuzgan lo suyo. Es bendición; es posibilidad; es dominio; es el cumplimiento de Jehová de su promesa por gracia, recibido con agradecimiento por su pueblo escogido.
Hoy nos cuesta leer las listas de las ciudades y las descripciones de las fronteras entre las tribus, pero queremos intentar a apreciar lo que significaban para los israelitas de esa época. Para ellos no era aburrido sino un regalo físico concreto de la mano de Dios.
Imagine la lista de las ciudades de Judá de Josué 15:20-62, pero con los nombres de los pueblos del lugar de origen de usted, o del lugar donde vive ahora. (En mi caso, sería el pueblo de Monroe, el principal donde vivo, e incluiría muchas comunidades cercanas como Conyers, Lawrenceville, Loganville, Social Circle, Winder, Auburn, Dacula, etc., lugares sin fama internacional pero muy importantes para la gente que tiene sus hogares y sus familias acá.) Recórralos en su mente si no en carro, apreciando a cada uno: sus subidas y bajadas, sus ventajas, sus posibilidades económicas, sus vistas lindas, sus rincones agradables, los lugares que necesitan ser desarrollados, los que han sido destruidos y necesitan ser reconstruidos, su infraestructura o falta de la
misma…
Ahora imagine que Dios les ha regalado todo ese territorio a usted y a sus familiares juntos con otros familiares más lejanos. Además de compartir los mismos antepasados de hace varias generaciones, todos juntos han sufrido años en el desierto, han pasado por el río Jordán milagrosamente, han batallado cinco años contra cananeos y han visto la mano de Jehová en su protección y su victoria. Juntos adoran a Jehová y van al tabernáculo para presentar sus ofrendas; han celebrado la Pascua, la fiesta de los panes sin levadura y mucho más; juntos han aprendido a guardar todas las leyes de Jehová sobre sus relaciones económicas, sus relaciones familiares, sobre la pureza y la inmundicia, y han empezado a contar a sus hijos las maravillas de Jehová de que han sido testigos oculares. Los une mucho, mucho más que sólo la carne y la sangre. Y Jehová les dice: Estos lugares son suyos. Sojúzguenlos; disfrútenlos; háganlos producir. Reposen acá… ¿No serían muchísimo más interesantes los nombres como Itnán, Zif, Telem, Bealot, Hazor-hadata, si entendiéramos nuestra participación en los mismos así?
Así tenemos que entender la distribución de la tierra, el entusiasmo de Caleb por conquistar su heredad y la inquietud de ver algunas tribus que no sojuzgan lo suyo. Es bendición; es posibilidad; es dominio; es el cumplimiento de Jehová de su promesa por gracia, recibido con agradecimiento por su pueblo escogido.