Juan 4 - 6
En resumen:
El desfile de testigos sobre la identidad de Jesucristo continúa en Juan 4 – 5 y aumenta en autoridad, llamándole con urgencia al lector que confíe en Jesucristo por la vida eterna. Pero en Juan 6, vemos que muchos rechazan este llamado.
El desfile de testigos sobre la identidad de Jesucristo continúa en Juan 4 – 5 y aumenta en autoridad, llamándole con urgencia al lector que confíe en Jesucristo por la vida eterna. Pero en Juan 6, vemos que muchos rechazan este llamado.
En más detalle:
El desfile de testigos sobre la identidad de Jesucristo continúa en Juan 4 – 5 y aumenta en autoridad.
Incluye a una mujer samaritana y muchos de su ciudad, un oficial del rey en Capernaum y un hombre sanado en Jerusalén después de 38 años de parálisis.
Pero el testimonio de tantos aún no se compara con los que cita Jesús al final de Juan 5: Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad (Juan 5:33). Acuérdese que Jesús había dicho de él: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mateo 11:11). Pero aquí continúa: Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado (Juan 5:36).
Los testimonios del mayor profeta mandado por Dios y de las obras milagrosas de Jesucristo deben ser decisivos para cualquier persona que con sinceridad desea identificarlo y conocerlo.
Pero testimonios de más peso y autoridad nos esperan todavía: También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí (Juan 5:37). Y confirma: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39). No penséis que yo voy a
acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él (Juan 5:45-46).
Primero, pause un momento y deje que estas declaraciones le impacten. ¿Quién de nosotros podemos decir lo que Jesús acaba de declarar?
1) Que Dios ha levantado el mayor profeta en toda la historia humana para testificar precisamente de uno mismo;
2) Que nuestras obras milagrosas demuestran que no somos de este mundo sino de los cielos;
3) Que el Padre celestial da testimonio de que entre todos los seres humanos, uno mismo es el único escogido por él para ser su Mediador entre el cielo y la tierra;
4) Que las Sagradas Escrituras fueron escritas para identificar y testificar de uno mismo.
¡Cuán atrevidas son estas declaraciones!
Los primeros cinco capítulos han enfatizado los testimonios sobre los primeros versículos del evangelio: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:1-3). Todas las demás declaraciones únicas y atrevidas que estamos por leer en el evangelio de Juan sobre Jesucristo son apoyadas por los mismos testimonios.
Pero en Juan 6 muchos rechazan estos testimonios de autoridad. Después del milagro de los panes de cebada y los peces, Jesús reprende a la multitud que lo buscaba: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre (Juan 6:26-27). Identifica su propia carne y sangre, que serán sacrificadas por ellos en la cruz en capítulo 19, como la comida que desciende del cielo y que a vida eterna permanece: El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo (Juan 6:51). Y les indica cada vez más gráficamente la única respuesta aceptable a sus señales: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Juan 6:29). De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna (Juan 6:47). El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6:54). La fe comprometida en Cristo Jesús, una fe segura, constante y creciente en la realidad de su crucifixión, es la única respuesta aceptable a los testimonios sobre Jesucristo, sus señales y su enseñanza.
Pero muchos lo rechazan: Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él (Juan 6:66). Aun entre los doce hay uno que no cree: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce (Juan 6:70-71). Igual como vimos en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, hay una oposición contra Jesús que se endurece con el tiempo, una oposición que aparentemente lo va a destruir pero que en realidad sólo logra poner en movimiento los hechos que serán para la salvación de todos los que creen en él.
A base de los testimonios, los milagros y la enseñanza de Jesús, ¿cómo responde usted a su identidad y a su crucifixión?
El desfile de testigos sobre la identidad de Jesucristo continúa en Juan 4 – 5 y aumenta en autoridad.
Incluye a una mujer samaritana y muchos de su ciudad, un oficial del rey en Capernaum y un hombre sanado en Jerusalén después de 38 años de parálisis.
Pero el testimonio de tantos aún no se compara con los que cita Jesús al final de Juan 5: Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad (Juan 5:33). Acuérdese que Jesús había dicho de él: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mateo 11:11). Pero aquí continúa: Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado (Juan 5:36).
Los testimonios del mayor profeta mandado por Dios y de las obras milagrosas de Jesucristo deben ser decisivos para cualquier persona que con sinceridad desea identificarlo y conocerlo.
Pero testimonios de más peso y autoridad nos esperan todavía: También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí (Juan 5:37). Y confirma: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39). No penséis que yo voy a
acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él (Juan 5:45-46).
Primero, pause un momento y deje que estas declaraciones le impacten. ¿Quién de nosotros podemos decir lo que Jesús acaba de declarar?
1) Que Dios ha levantado el mayor profeta en toda la historia humana para testificar precisamente de uno mismo;
2) Que nuestras obras milagrosas demuestran que no somos de este mundo sino de los cielos;
3) Que el Padre celestial da testimonio de que entre todos los seres humanos, uno mismo es el único escogido por él para ser su Mediador entre el cielo y la tierra;
4) Que las Sagradas Escrituras fueron escritas para identificar y testificar de uno mismo.
¡Cuán atrevidas son estas declaraciones!
Los primeros cinco capítulos han enfatizado los testimonios sobre los primeros versículos del evangelio: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:1-3). Todas las demás declaraciones únicas y atrevidas que estamos por leer en el evangelio de Juan sobre Jesucristo son apoyadas por los mismos testimonios.
Pero en Juan 6 muchos rechazan estos testimonios de autoridad. Después del milagro de los panes de cebada y los peces, Jesús reprende a la multitud que lo buscaba: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre (Juan 6:26-27). Identifica su propia carne y sangre, que serán sacrificadas por ellos en la cruz en capítulo 19, como la comida que desciende del cielo y que a vida eterna permanece: El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo (Juan 6:51). Y les indica cada vez más gráficamente la única respuesta aceptable a sus señales: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Juan 6:29). De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna (Juan 6:47). El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6:54). La fe comprometida en Cristo Jesús, una fe segura, constante y creciente en la realidad de su crucifixión, es la única respuesta aceptable a los testimonios sobre Jesucristo, sus señales y su enseñanza.
Pero muchos lo rechazan: Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él (Juan 6:66). Aun entre los doce hay uno que no cree: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce (Juan 6:70-71). Igual como vimos en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, hay una oposición contra Jesús que se endurece con el tiempo, una oposición que aparentemente lo va a destruir pero que en realidad sólo logra poner en movimiento los hechos que serán para la salvación de todos los que creen en él.
A base de los testimonios, los milagros y la enseñanza de Jesús, ¿cómo responde usted a su identidad y a su crucifixión?