Levítico 23 - 25 y Salmo 54
En resumen:
Por su calendario ritual distinto, los israelitas santificarán todo el diario vivir presente y futuro a Jehová.
Por su calendario ritual distinto, los israelitas santificarán todo el diario vivir presente y futuro a Jehová.
En más detalle:
En otra manifestación de la santidad, los israelitas van a seguir un calendario de celebraciones religiosas distinto a los de los pueblos alrededor, un calendario que les hace recordar las bendiciones pasadas de Jehová, les anima a celebrar su fidelidad presente, y los dirige a mirar hacia el cumplimiento futuro de sus promesas.
Lo encontramos en Levítico 23: La celebración más básica de todas es el día de reposo: Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis (Levítico 23:3). Note que los israelitas dejan de trabajar ese día, se reúnen con otros creyentes y dedican el día a Jehová. Note también que concuerda con el séptimo día de la creación en Génesis 2:1-3 (como vimos en Éxodo 20:11). No hay ningún fenómeno planetario ni observación terrenal que forma la base de una semana de siete días, sólo el hecho de la creación. Así que en lo más básico, los israelitas le dan gracias a Jehová por la creación y por sus vidas, por este regalo de su misericordia de que dependen todas las demás bendiciones.
En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová (Levítico 23:5). Tal vez nos sorprende que, en un libro tan detallado como Levítico, una fiesta tan importante sea mencionada en un solo versículo, pero tiene sentido si recordamos “el álgebra” de la ley: ya nos la explicó en mucho detalle en Éxodo 12; no hay necesidad de repetirla.
A los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura (Levítico 23:6). Otra vez encontramos poca descripción de esta fiesta porque nos la explicó Éxodo 13.
Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega (Levítico 23:10). Esta fiesta se celebra el día después del día de reposo, después de la Pascua, y dan de ofrenda los primeros granos maduros de la cebada en agradecimiento por toda la cosecha que está por madurar.
Contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová (Levítico 23:15-16). Esta fiesta de las semanas celebran los israelitas el cierre de la cosecha del trigo y presentan dos panes cocidos con levadura como primicias para Jehová entre otras ofrendas. Por la traducción griega de los cincuenta días que cuentan, también es conocida por el nombre Pentecostés.
En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas,
y una santa convocación (Levítico 23:24). Las trompetas llaman al pueblo al agradecimiento y el regocijo por la
cosecha de la fruta de los árboles que está por terminar y al examen de sus caminos y al arrepentimiento para pedir la lluvia necesaria por la siembra del año que viene.
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová (Levítico 23:27). Esta fiesta llamada Yom Kippur por los israelitas vimos en detalle en Levítico 16.
A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová por siete días… Tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días… En tabernáculos habitaréis siete días… para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto (Levítico 23:34, 40, 42, 43).
Entonces, además de los días de reposo cada siete días (lo que llamamos el sábado), Levítico 23 indica siete fiestas anuales que celebran a Jehová. Pero hay más, porque Jehová les manda celebrar también fiestas por ciclos de años. Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña (Levítico 25:2-4).
Y en siete ciclos de siete años, la celebración llega a ser aún más especial: Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia (Levítico 25:9-10). Se borran las deudas de todos los moradores; las familias que han vendido su heredad por presiones económicas ahora pueden volver a tomarlas. Todos tienen la oportunidad de empezar de nuevo, espiritualmente por el día de la expiación y económicamente por el año del jubileo.
Y vemos en común en todas estas fiestas el reposo – el descanso completo para reunirse como comunidad, enfocarse en Jehová y agradecerle por sus bendiciones pasadas, presentes y futuras. Mientras seguimos leyendo la Biblia, veremos el desarrollo de este tema especial, el descanso futuro prometido por Jehová.
Lo encontramos en Levítico 23: La celebración más básica de todas es el día de reposo: Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis (Levítico 23:3). Note que los israelitas dejan de trabajar ese día, se reúnen con otros creyentes y dedican el día a Jehová. Note también que concuerda con el séptimo día de la creación en Génesis 2:1-3 (como vimos en Éxodo 20:11). No hay ningún fenómeno planetario ni observación terrenal que forma la base de una semana de siete días, sólo el hecho de la creación. Así que en lo más básico, los israelitas le dan gracias a Jehová por la creación y por sus vidas, por este regalo de su misericordia de que dependen todas las demás bendiciones.
En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová (Levítico 23:5). Tal vez nos sorprende que, en un libro tan detallado como Levítico, una fiesta tan importante sea mencionada en un solo versículo, pero tiene sentido si recordamos “el álgebra” de la ley: ya nos la explicó en mucho detalle en Éxodo 12; no hay necesidad de repetirla.
A los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura (Levítico 23:6). Otra vez encontramos poca descripción de esta fiesta porque nos la explicó Éxodo 13.
Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega (Levítico 23:10). Esta fiesta se celebra el día después del día de reposo, después de la Pascua, y dan de ofrenda los primeros granos maduros de la cebada en agradecimiento por toda la cosecha que está por madurar.
Contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová (Levítico 23:15-16). Esta fiesta de las semanas celebran los israelitas el cierre de la cosecha del trigo y presentan dos panes cocidos con levadura como primicias para Jehová entre otras ofrendas. Por la traducción griega de los cincuenta días que cuentan, también es conocida por el nombre Pentecostés.
En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas,
y una santa convocación (Levítico 23:24). Las trompetas llaman al pueblo al agradecimiento y el regocijo por la
cosecha de la fruta de los árboles que está por terminar y al examen de sus caminos y al arrepentimiento para pedir la lluvia necesaria por la siembra del año que viene.
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová (Levítico 23:27). Esta fiesta llamada Yom Kippur por los israelitas vimos en detalle en Levítico 16.
A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová por siete días… Tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días… En tabernáculos habitaréis siete días… para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto (Levítico 23:34, 40, 42, 43).
Entonces, además de los días de reposo cada siete días (lo que llamamos el sábado), Levítico 23 indica siete fiestas anuales que celebran a Jehová. Pero hay más, porque Jehová les manda celebrar también fiestas por ciclos de años. Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña (Levítico 25:2-4).
Y en siete ciclos de siete años, la celebración llega a ser aún más especial: Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia (Levítico 25:9-10). Se borran las deudas de todos los moradores; las familias que han vendido su heredad por presiones económicas ahora pueden volver a tomarlas. Todos tienen la oportunidad de empezar de nuevo, espiritualmente por el día de la expiación y económicamente por el año del jubileo.
Y vemos en común en todas estas fiestas el reposo – el descanso completo para reunirse como comunidad, enfocarse en Jehová y agradecerle por sus bendiciones pasadas, presentes y futuras. Mientras seguimos leyendo la Biblia, veremos el desarrollo de este tema especial, el descanso futuro prometido por Jehová.
Citas de otros autores:
Me quedo sentado al borde de mi cama tratando de desarrollar una teología del sueño. ¿Por qué Dios nos diseñó para que necesitemos dormir? Dormimos una tercera parte de nuestras vidas. Simplemente piénselo: una tercera parte de nuestras vidas la pasamos como cadáveres. Piense en todo lo que se deja sin hacer que se pudiera llevar a cabo si Dios no nos hubiera diseñado para que necesitáramos dormir. Con certeza no hay duda de que él podía habernos creado sin necesidad de sueño. Y qué asombroso hubiera sido: todos pudieran dedicarse a dos carreras y no sentirse cansados. Toda persona pudiera ser un “obrero cristiano a tiempo completo” y todavía conserva su empleo. Hay tanto de los negocios de nuestro Padre a lo que nos podríamos dedicar.
¿Por qué Dios inventó el sueño? ¡Él nunca duerme! Él concibió la idea de la nada. La pensó para sus criaturas terrenales. ¿Por qué? El Salmo 127:2 dice: Es en vano que ustedes se levantan temprano y se van tarde a descansar, comiendo el pan de afán de la ansiedad; porque él da a su amado en su sueño (traducción del autor). Según este pasaje, el sueño es un don de amor, pero el don a menudo se desdeña por el afán de la ansiedad. El sueño pacífico es lo opuesto a la ansiedad. Dios no quiere que sus hijos estén afanosos, sino que confíen en él. Por consiguiente, concluyo que Dios hizo el sueño como un constante recordatorio de que no debemos estar afanosos sino que debemos descansar en él.
El sueño es un recordatorio diario de Dios de que nosotros no somos Dios. Jamás duermo si se adormece el que cuida de Israel (Salmo 121:4). Pero nosotros sí; porque no somos Dios. Una vez al día Dios nos manda a la cama como pacientes enfermos. Tal enfermedad es una tendencia crónica a pensar que nosotros tenemos el control y que nuestro trabajo es indispensable. Para curarnos de esta enfermedad Dios nos convierte en sacos de arena inútiles una vez al día. Qué humillante para el ejecutivo de una corporación que se ha hecho a sí mismo el que tenga que ceder todo el control y convertirse en un ser tan impotente como un infante de pecho todos los días.
El sueño es una parábola de que Dios es Dios y nosotros somos meros hombres. Dios maneja el mundo muy bien mientras un hemisferio duerme. El sueño es como un disco rayado que vuelve con el mismo mensaje todos los días: el hombre no es soberano… el hombre no es soberano… el hombre no es soberano. No permita que se le olvide esta lección. Dios quiere que se confíe en él como el Gran Obrero que nunca se cansa y nunca duerme. Él ni siquiera se impresiona por el hecho de que nos vayamos a la cama a una hora avanzada y nos levantemos siendo aún de madrugada como lo hace ante la confianza pacífica del que echa sobre él todas las ansiedades y duerme. El Señor no se deleita en los bríos del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre, sino que se complace en los que le temen, en los que confían en su gran amor (Salmo 147:10-11).
(De John Piper, Prueba y observa: Saboreando la supremacía de Dios en todos los aspectos de la vida. Miami, Editorial Vida, 2007, pág. 391-92)
Me quedo sentado al borde de mi cama tratando de desarrollar una teología del sueño. ¿Por qué Dios nos diseñó para que necesitemos dormir? Dormimos una tercera parte de nuestras vidas. Simplemente piénselo: una tercera parte de nuestras vidas la pasamos como cadáveres. Piense en todo lo que se deja sin hacer que se pudiera llevar a cabo si Dios no nos hubiera diseñado para que necesitáramos dormir. Con certeza no hay duda de que él podía habernos creado sin necesidad de sueño. Y qué asombroso hubiera sido: todos pudieran dedicarse a dos carreras y no sentirse cansados. Toda persona pudiera ser un “obrero cristiano a tiempo completo” y todavía conserva su empleo. Hay tanto de los negocios de nuestro Padre a lo que nos podríamos dedicar.
¿Por qué Dios inventó el sueño? ¡Él nunca duerme! Él concibió la idea de la nada. La pensó para sus criaturas terrenales. ¿Por qué? El Salmo 127:2 dice: Es en vano que ustedes se levantan temprano y se van tarde a descansar, comiendo el pan de afán de la ansiedad; porque él da a su amado en su sueño (traducción del autor). Según este pasaje, el sueño es un don de amor, pero el don a menudo se desdeña por el afán de la ansiedad. El sueño pacífico es lo opuesto a la ansiedad. Dios no quiere que sus hijos estén afanosos, sino que confíen en él. Por consiguiente, concluyo que Dios hizo el sueño como un constante recordatorio de que no debemos estar afanosos sino que debemos descansar en él.
El sueño es un recordatorio diario de Dios de que nosotros no somos Dios. Jamás duermo si se adormece el que cuida de Israel (Salmo 121:4). Pero nosotros sí; porque no somos Dios. Una vez al día Dios nos manda a la cama como pacientes enfermos. Tal enfermedad es una tendencia crónica a pensar que nosotros tenemos el control y que nuestro trabajo es indispensable. Para curarnos de esta enfermedad Dios nos convierte en sacos de arena inútiles una vez al día. Qué humillante para el ejecutivo de una corporación que se ha hecho a sí mismo el que tenga que ceder todo el control y convertirse en un ser tan impotente como un infante de pecho todos los días.
El sueño es una parábola de que Dios es Dios y nosotros somos meros hombres. Dios maneja el mundo muy bien mientras un hemisferio duerme. El sueño es como un disco rayado que vuelve con el mismo mensaje todos los días: el hombre no es soberano… el hombre no es soberano… el hombre no es soberano. No permita que se le olvide esta lección. Dios quiere que se confíe en él como el Gran Obrero que nunca se cansa y nunca duerme. Él ni siquiera se impresiona por el hecho de que nos vayamos a la cama a una hora avanzada y nos levantemos siendo aún de madrugada como lo hace ante la confianza pacífica del que echa sobre él todas las ansiedades y duerme. El Señor no se deleita en los bríos del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre, sino que se complace en los que le temen, en los que confían en su gran amor (Salmo 147:10-11).
(De John Piper, Prueba y observa: Saboreando la supremacía de Dios en todos los aspectos de la vida. Miami, Editorial Vida, 2007, pág. 391-92)