Lucas 1 - 2 y Salmo 113
En resumen:
Dios cumple su plan de toda la Biblia por las naciones en Jesucristo.
Dios cumple su plan de toda la Biblia por las naciones en Jesucristo.
En más detalle:
Importante en nuestra lectura del evangelio de Lucas es la situación que lo produjo. Mateo y Marcos son autores cristianos de procedencia judía; escriben para lectores judíos y gentiles con un buen conocimiento del Antiguo Testamento y las costumbres asociados con el templo. Mateo conoció a Jesucristo directamente; fue uno de los 12 apóstoles principales (Mateo 9:9; 10:3). Marcos era un joven que probablemente conoció a Jesucristo también; su familia era cristiana por lo menos desde los primeros años de la iglesia (Hechos 12:12). Tradicionalmente, su evangelio es ligado al testimonio de Pedro (se supone este enlace por la referencia que Pedro hace a Marcos en 1 Pedro 5:13; note que la palabra “hijo” es un título de cariño). Lucas es un médico gentil que nunca conoció personalmente a Jesucristo; probablemente se convirtió en la llegada del evangelio a Antioquía en Hechos 11:19-26. Intenta a poner en orden la historia de Jesucristo por entrevistar a otros que lo conocieron: Tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra (Lucas 1:2). Lo hace para otro discípulo gentil relativamente nuevo en la fe para que conozca la verdad de las cosas en las cuales ha sido instruido (Lucas 1:3-4). Por eso, mientras los tres autores escriben para fines instructivos, Lucas va a hacer más énfasis en la explicación de estas verdades para la experiencia de un lector gentil en las comunidades cristianas lejos de Jerusalén en la primera generación que nunca conoció a Jesucristo directamente.
Por eso, la narrativa frecuentemente incluye no sólo las acciones de Jesús y sus enseñanzas sino un trasfondo amplio, los pensamientos y los motivos de muchas personas diferentes con explicaciones claras de su relación con la acción principal. Por ejemplo, de Zacarías sabemos no sólo la acción principal (un ángel le anunció con anticipación el nacimiento de Juan el Bautista) sino que era un sacerdote de la clase de Abías y descendiente de Aarón, junto con su esposa era irreprensible en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor, servía según el orden de su clase en el templo, le tocó en suerte ofrecer el incienso, el ángel estuvo de pie a la derecha del altar de incienso, Zacarías se turbó al ver al ángel y le sobrecogió temor, dudó del anuncio y se quedó mudo por castigo, el pueblo lo esperaba y se extrañaba de que demoraba en el santuario, habló por señas, cumplió los días de su ministerio en el templo y volvió a su casa. ¡Todo esto sobre un hombre que no recibe ninguna mención en los evangelios de Mateo y Marcos! Estamos muy lejos del “inmediatamente” y “entonces” que nos llevó a volada por el evangelio de Marcos.
También Lucas introduce detalles cronológicos en estos primeros capítulos que esperaban encontrar los lectores griegos de historias: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea (Lucas 1:5)… Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria (Lucas 2:1-2). El ancla cronológica de Lucas se encuentra en el mundo gentil, un cambio impresionante del evangelio de Mateo que primero nos radicó en la historia judía bíblica al contar la genealogía de Jesús, y completamente diferente que Marcos, que sólo dio el antecedente profético del ministerio de Juan el Bautista para entrar su narrativa. Todo esto nos prepara por un evangelio que no será simplemente una repetición de lo que leímos en Mateo y Marcos sino una tercera perspectiva o faceta complementaria a la historia cuyos eventos principales ya conocemos.
¡Y cuán llamativos son los primeros dos capítulos! Sólo nos faltan los fuegos artificiales. Por narrar en amplio detalle el nacimiento de Jesucristo, Lucas quiere comunicarnos que su llegada es el motivo de gran gozo en el Espíritu Santo.
En esta lectura hay dos nacimientos anunciados por el ángel Gabriel. Luego en el nacimiento mismo de Jesús, ¡toda una multitud de ángeles lo celebran! María canta un salmo para glorificar a Dios, y luego Zacarías canta otro. Pastores testifican de la visita de los huestes celestiales y glorifican y alaban a Dios. Simeón alaba a Dios y profetiza sobre Jesús y María, acompañado por la profetisa Ana. Ni ha empezado a hablar Jesús, pero ¡todos los creyentes fieles cantan de Él, glorifican a Dios por Él y lo alaban!
Note también que este gran gozo es empoderado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo llena a Juan el Bautista (Lucas 1:15), concibe a Jesús en el vientre de María (Lucas 1:35), llena a Elisabet (Lucas 1:41), llena a Zacarías (Lucas 1:67) y mueve a Simeón (Lucas 2:27). Todos estos anuncios y profecías inspiradas por el Espíritu nos preparan por la entrada carnal de Dios en su pueblo y su respuesta gozosa y agradecida.
Específicamente, Gabriel, María, Elisabet, Zacarías, Simeón y Ana celebran uno de los temas principales que va a desarrollar Lucas en todo su evangelio: el plan de Dios por su pueblo Israel se cumple en Jesucristo. Lo declara el ángel Gabriel cuando anuncia sobre Juan el Bautista: Irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos (Lucas 1:17), una referencia a la profecía de Malaquías 4:5-6 con que Dios cierra el Antiguo Testamento. Gabriel también se lo anuncia a María cuando le dice sobre Jesús: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33), para cumplir el pacto con David en 2 Samuel 7:12-13, 16. María lo celebra cuando canta: Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre (Lucas 1:54-55). Zacarías lo reconoce al decir: Nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio (Lucas 1:69-70). Los pastores también escuchan las buenas nuevas: He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (Lucas 2:10-11). Por la llegada de Jesucristo en la carne, Dios está cumpliendo sus promesas dadas a Israel en el Antiguo Testamento.
Pero llega otra sorpresa cuando habla Simeón: Han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos (Lucas 2:30-31). Note que la bendición, el cumplimiento de las promesas, ¡no sólo llega a Israel sino que se extiende a todas las naciones! La separación de las naciones del plan de Jehová que vimos en su dispersión en Génesis 11 y que se puso en evidencia tantas veces en el Antiguo Testamento por su enemistad contra Jehová y su pueblo ahora será borrada en Cristo Jesús; los gentiles serán integrados a la salvación por Dios. Jesucristo es: Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel (Lucas 2:32). Al escuchar la palabra “gentiles” por primera vez en el evangelio de Lucas, ni pueden hablar José y María: José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él (Lucas 2:33). Pero estas noticias no son una negación de Israel; al contrario, su obra redentora empezará entre ellos: Esta [Ana], presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:38). O como va a decir el apóstol Pablo varias décadas más tarde: No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (Romanos 1:16).
Por eso nosotros los gentiles cristianos también podemos responder con gozo en el Espíritu Santo al lado de los judíos como Zacarías, María y los demás por el nacimiento de nuestro Redentor. Celebramos y alabamos a Dios por su fidelidad, por cumplir en Jesucristo su plan desde el libro de Génesis en adelante por el pueblo de Israel y por todas las naciones.
Importante en nuestra lectura del evangelio de Lucas es la situación que lo produjo. Mateo y Marcos son autores cristianos de procedencia judía; escriben para lectores judíos y gentiles con un buen conocimiento del Antiguo Testamento y las costumbres asociados con el templo. Mateo conoció a Jesucristo directamente; fue uno de los 12 apóstoles principales (Mateo 9:9; 10:3). Marcos era un joven que probablemente conoció a Jesucristo también; su familia era cristiana por lo menos desde los primeros años de la iglesia (Hechos 12:12). Tradicionalmente, su evangelio es ligado al testimonio de Pedro (se supone este enlace por la referencia que Pedro hace a Marcos en 1 Pedro 5:13; note que la palabra “hijo” es un título de cariño). Lucas es un médico gentil que nunca conoció personalmente a Jesucristo; probablemente se convirtió en la llegada del evangelio a Antioquía en Hechos 11:19-26. Intenta a poner en orden la historia de Jesucristo por entrevistar a otros que lo conocieron: Tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra (Lucas 1:2). Lo hace para otro discípulo gentil relativamente nuevo en la fe para que conozca la verdad de las cosas en las cuales ha sido instruido (Lucas 1:3-4). Por eso, mientras los tres autores escriben para fines instructivos, Lucas va a hacer más énfasis en la explicación de estas verdades para la experiencia de un lector gentil en las comunidades cristianas lejos de Jerusalén en la primera generación que nunca conoció a Jesucristo directamente.
Por eso, la narrativa frecuentemente incluye no sólo las acciones de Jesús y sus enseñanzas sino un trasfondo amplio, los pensamientos y los motivos de muchas personas diferentes con explicaciones claras de su relación con la acción principal. Por ejemplo, de Zacarías sabemos no sólo la acción principal (un ángel le anunció con anticipación el nacimiento de Juan el Bautista) sino que era un sacerdote de la clase de Abías y descendiente de Aarón, junto con su esposa era irreprensible en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor, servía según el orden de su clase en el templo, le tocó en suerte ofrecer el incienso, el ángel estuvo de pie a la derecha del altar de incienso, Zacarías se turbó al ver al ángel y le sobrecogió temor, dudó del anuncio y se quedó mudo por castigo, el pueblo lo esperaba y se extrañaba de que demoraba en el santuario, habló por señas, cumplió los días de su ministerio en el templo y volvió a su casa. ¡Todo esto sobre un hombre que no recibe ninguna mención en los evangelios de Mateo y Marcos! Estamos muy lejos del “inmediatamente” y “entonces” que nos llevó a volada por el evangelio de Marcos.
También Lucas introduce detalles cronológicos en estos primeros capítulos que esperaban encontrar los lectores griegos de historias: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea (Lucas 1:5)… Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria (Lucas 2:1-2). El ancla cronológica de Lucas se encuentra en el mundo gentil, un cambio impresionante del evangelio de Mateo que primero nos radicó en la historia judía bíblica al contar la genealogía de Jesús, y completamente diferente que Marcos, que sólo dio el antecedente profético del ministerio de Juan el Bautista para entrar su narrativa. Todo esto nos prepara por un evangelio que no será simplemente una repetición de lo que leímos en Mateo y Marcos sino una tercera perspectiva o faceta complementaria a la historia cuyos eventos principales ya conocemos.
¡Y cuán llamativos son los primeros dos capítulos! Sólo nos faltan los fuegos artificiales. Por narrar en amplio detalle el nacimiento de Jesucristo, Lucas quiere comunicarnos que su llegada es el motivo de gran gozo en el Espíritu Santo.
En esta lectura hay dos nacimientos anunciados por el ángel Gabriel. Luego en el nacimiento mismo de Jesús, ¡toda una multitud de ángeles lo celebran! María canta un salmo para glorificar a Dios, y luego Zacarías canta otro. Pastores testifican de la visita de los huestes celestiales y glorifican y alaban a Dios. Simeón alaba a Dios y profetiza sobre Jesús y María, acompañado por la profetisa Ana. Ni ha empezado a hablar Jesús, pero ¡todos los creyentes fieles cantan de Él, glorifican a Dios por Él y lo alaban!
Note también que este gran gozo es empoderado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo llena a Juan el Bautista (Lucas 1:15), concibe a Jesús en el vientre de María (Lucas 1:35), llena a Elisabet (Lucas 1:41), llena a Zacarías (Lucas 1:67) y mueve a Simeón (Lucas 2:27). Todos estos anuncios y profecías inspiradas por el Espíritu nos preparan por la entrada carnal de Dios en su pueblo y su respuesta gozosa y agradecida.
Específicamente, Gabriel, María, Elisabet, Zacarías, Simeón y Ana celebran uno de los temas principales que va a desarrollar Lucas en todo su evangelio: el plan de Dios por su pueblo Israel se cumple en Jesucristo. Lo declara el ángel Gabriel cuando anuncia sobre Juan el Bautista: Irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos (Lucas 1:17), una referencia a la profecía de Malaquías 4:5-6 con que Dios cierra el Antiguo Testamento. Gabriel también se lo anuncia a María cuando le dice sobre Jesús: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33), para cumplir el pacto con David en 2 Samuel 7:12-13, 16. María lo celebra cuando canta: Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre (Lucas 1:54-55). Zacarías lo reconoce al decir: Nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio (Lucas 1:69-70). Los pastores también escuchan las buenas nuevas: He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (Lucas 2:10-11). Por la llegada de Jesucristo en la carne, Dios está cumpliendo sus promesas dadas a Israel en el Antiguo Testamento.
Pero llega otra sorpresa cuando habla Simeón: Han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos (Lucas 2:30-31). Note que la bendición, el cumplimiento de las promesas, ¡no sólo llega a Israel sino que se extiende a todas las naciones! La separación de las naciones del plan de Jehová que vimos en su dispersión en Génesis 11 y que se puso en evidencia tantas veces en el Antiguo Testamento por su enemistad contra Jehová y su pueblo ahora será borrada en Cristo Jesús; los gentiles serán integrados a la salvación por Dios. Jesucristo es: Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel (Lucas 2:32). Al escuchar la palabra “gentiles” por primera vez en el evangelio de Lucas, ni pueden hablar José y María: José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él (Lucas 2:33). Pero estas noticias no son una negación de Israel; al contrario, su obra redentora empezará entre ellos: Esta [Ana], presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:38). O como va a decir el apóstol Pablo varias décadas más tarde: No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (Romanos 1:16).
Por eso nosotros los gentiles cristianos también podemos responder con gozo en el Espíritu Santo al lado de los judíos como Zacarías, María y los demás por el nacimiento de nuestro Redentor. Celebramos y alabamos a Dios por su fidelidad, por cumplir en Jesucristo su plan desde el libro de Génesis en adelante por el pueblo de Israel y por todas las naciones.
Citas de otros autores:
Lucas le escribió a Teófilo para asegurarle sobre las cosas que le habían sido enseñado (Lucas 1:4). Una suposición considerable de esta seguridad es el reconocimiento que Dios estaba obrando en estos eventos, eventos que fueron el cumplimiento de sus promesas (vv. 1-2). Sin embargo, dos aspectos de este cumplimiento propuesto serían preocupantes: un Salvador muerto y una comunidad de Dios perseguido que incluía a los gentiles cuando Israel guardaba la esperanza de la promesa. Debido a la persecución de la iglesia, retratada tan vívidamente en Hechos, Teófilo o cualquier creyente como él, se puede haber preguntado si la persecución era el juicio de Dios sobre la iglesia por ser demasiado liberal en su inclusión de todas las etnias en su salvación. ¿De veras estaba obrando Dios por la iglesia, y de veras estaba Jesús en el centro de su plan? ¿Cómo llegó a ser tan extensa la promesa, y cómo la podía lograr un Salvador muerto? Estas son las preguntas clave de la identidad comunitaria que se explica Lucas/Hechos.
Lucas/Hechos aseguró a Teófilo que la persecución de la iglesia no era señal de juicio. En cambio, la persecución fue profetizado y era un medio por la extensión del mensaje a aun más gente en el mundo. La obra retrata detalladamente a Jesús como el centro del plan de Dios, un plan que anticipó no sólo su muerte sino con aun más importancia su resurrección y ascensión a la diestra de Dios, donde como Señor ofrece los beneficios de la salvación a cualquier que se le acerca. Pablo, como el apóstol a los gentiles, visualizó la extensión de la misión amplia de la promesa. Su papel, como el de otros en la iglesia, no fue invención de su propia iniciativa sino un resultado directo de la obra de Dios. Por eso Dios y su actividad están en el centro de Lucas/Hechos…
El propósito de Lucas cubre temas importantes. Lucas/Hechos desea mostrar que la llegada de Jesús, el Cristo y el Hijo de Dios, lanzó el nuevo movimiento prometido de Dios. La comunidad que salió de su ministerio, el sufrimiento que experimentaron estos creyentes y la inclusión de los gentiles son parte del plan de Dios prometido en las Escrituras. En el mundo antiguo, diferente que el moderno, no tiene valor lo nuevo sino lo antiguo. Por eso Lucas explica que este movimiento aparentemente nuevo en realidad está arraigado en promesas antiguas y en un diseño que Dios prometió y que ahora ha ejecutado por Jesús, el prometido y mandado por Dios. Su comunidad sufre no por juicio sino por diseño, porque antes de la exaltación hay sufrimiento.
La inclusión controversial de los gentiles no fue un hecho rebelde de teólogos renegados pero un producto de la intervención directa de Dios. El ministerio de Pablo, como un ejemplo de esta misión y extensión a todos, no es fracaso pero ha llevado la palabra de Jesús al eje del mundo, a Roma, como Pablo fielmente sigue el llamado de Dios aun en medio de la persecución. Así funciona la comunidad en un mundo que frecuentemente rechaza el mensaje de Jesús y persigue a los creyentes. El poder de la palabra y el mensaje de Dios se manifiesta mejor cuando los perseguidos viven fiel y éticamente en una manera que refleja la fidelidad y la perseverancia de Cristo en medio de la persecución.
El poder se ve mejor en la fuerza dependiente. Tal poder es eficaz no según las medidas del mundo sino por la dependencia fiel en el cumplimiento de la misión de Dios con el carácter que Dios desea formar en su pueblo. Esta capacidad y poder viene del Espíritu que provee Jesús como resultado de la vindicación de Jesús por Dios en la provisión de una nueva era de promesa y capacitación por el Espíritu para que el pueblo de Dios pueda ser el pueblo de Dios en medio de un mundo hostil. Es un mensaje que todavía pertenece a la iglesia hoy. Por eso Lucas/Hechos ocupa una sección tan larga del Nuevo Testamento, y por eso la iglesia no puede desatender su mensaje.
(De Darrell Bock, God’s Promised Program, Realized for All Nations: A Theology of Luke and Acts. Grand Rapids, MI, Zondervan, 2012, pág. 29-30)
Lucas le escribió a Teófilo para asegurarle sobre las cosas que le habían sido enseñado (Lucas 1:4). Una suposición considerable de esta seguridad es el reconocimiento que Dios estaba obrando en estos eventos, eventos que fueron el cumplimiento de sus promesas (vv. 1-2). Sin embargo, dos aspectos de este cumplimiento propuesto serían preocupantes: un Salvador muerto y una comunidad de Dios perseguido que incluía a los gentiles cuando Israel guardaba la esperanza de la promesa. Debido a la persecución de la iglesia, retratada tan vívidamente en Hechos, Teófilo o cualquier creyente como él, se puede haber preguntado si la persecución era el juicio de Dios sobre la iglesia por ser demasiado liberal en su inclusión de todas las etnias en su salvación. ¿De veras estaba obrando Dios por la iglesia, y de veras estaba Jesús en el centro de su plan? ¿Cómo llegó a ser tan extensa la promesa, y cómo la podía lograr un Salvador muerto? Estas son las preguntas clave de la identidad comunitaria que se explica Lucas/Hechos.
Lucas/Hechos aseguró a Teófilo que la persecución de la iglesia no era señal de juicio. En cambio, la persecución fue profetizado y era un medio por la extensión del mensaje a aun más gente en el mundo. La obra retrata detalladamente a Jesús como el centro del plan de Dios, un plan que anticipó no sólo su muerte sino con aun más importancia su resurrección y ascensión a la diestra de Dios, donde como Señor ofrece los beneficios de la salvación a cualquier que se le acerca. Pablo, como el apóstol a los gentiles, visualizó la extensión de la misión amplia de la promesa. Su papel, como el de otros en la iglesia, no fue invención de su propia iniciativa sino un resultado directo de la obra de Dios. Por eso Dios y su actividad están en el centro de Lucas/Hechos…
El propósito de Lucas cubre temas importantes. Lucas/Hechos desea mostrar que la llegada de Jesús, el Cristo y el Hijo de Dios, lanzó el nuevo movimiento prometido de Dios. La comunidad que salió de su ministerio, el sufrimiento que experimentaron estos creyentes y la inclusión de los gentiles son parte del plan de Dios prometido en las Escrituras. En el mundo antiguo, diferente que el moderno, no tiene valor lo nuevo sino lo antiguo. Por eso Lucas explica que este movimiento aparentemente nuevo en realidad está arraigado en promesas antiguas y en un diseño que Dios prometió y que ahora ha ejecutado por Jesús, el prometido y mandado por Dios. Su comunidad sufre no por juicio sino por diseño, porque antes de la exaltación hay sufrimiento.
La inclusión controversial de los gentiles no fue un hecho rebelde de teólogos renegados pero un producto de la intervención directa de Dios. El ministerio de Pablo, como un ejemplo de esta misión y extensión a todos, no es fracaso pero ha llevado la palabra de Jesús al eje del mundo, a Roma, como Pablo fielmente sigue el llamado de Dios aun en medio de la persecución. Así funciona la comunidad en un mundo que frecuentemente rechaza el mensaje de Jesús y persigue a los creyentes. El poder de la palabra y el mensaje de Dios se manifiesta mejor cuando los perseguidos viven fiel y éticamente en una manera que refleja la fidelidad y la perseverancia de Cristo en medio de la persecución.
El poder se ve mejor en la fuerza dependiente. Tal poder es eficaz no según las medidas del mundo sino por la dependencia fiel en el cumplimiento de la misión de Dios con el carácter que Dios desea formar en su pueblo. Esta capacidad y poder viene del Espíritu que provee Jesús como resultado de la vindicación de Jesús por Dios en la provisión de una nueva era de promesa y capacitación por el Espíritu para que el pueblo de Dios pueda ser el pueblo de Dios en medio de un mundo hostil. Es un mensaje que todavía pertenece a la iglesia hoy. Por eso Lucas/Hechos ocupa una sección tan larga del Nuevo Testamento, y por eso la iglesia no puede desatender su mensaje.
(De Darrell Bock, God’s Promised Program, Realized for All Nations: A Theology of Luke and Acts. Grand Rapids, MI, Zondervan, 2012, pág. 29-30)