Marcos 8 - 10
En resumen:
Mientras Jesús da más evidencias de su gloria, también insiste en que su gloria incluye el sufrimiento y la muerte de la cruz.
Mientras Jesús da más evidencias de su gloria, también insiste en que su gloria incluye el sufrimiento y la muerte de la cruz.
En más detalle:
En los primeros siete capítulos del evangelio de Marcos, Jesús nos ha dado muchos ejemplos de su gloria. Pero en la lectura para hoy, les empieza a enseñar a sus discípulos que su gloria tiene otra faceta también, otra que parece más de vergüenza que de gloria: Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días (Marcos 8:31).
Pedro no acepta la vergüenza y el sufrimiento juntos con la gloria del Mesías: Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle (Marcos 8:32). Inmediatamente Jesús le reprende: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres (Marcos 8:33). No existe otra opción; el plan de Dios depende en esta combinación de gloria y sufrimiento.
Jesús también junta la gloria y el sufrimiento en su transfiguración. Es glorificado delante de los ojos de Pedro, Jacobo y Juan, pero después hay una referencia a su muerte: les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos (Marcos 9:9-10). Aunque los discípulos no la entienden ahora, la gloria de Jesucristo no existe aparte de su sufrimiento y su muerte.
Jesús les prepara a sus discípulos por su muerte otra vez en Marcos 9:30-32 y 10:32-34. Su gloria se manifestará no sólo en milagros sino en la humillación del sufrimiento, la tortura y la muerte que terminarán en su resurrección. Los discípulos todavía no la entienden; Jacobo y Juan piensan en la gloria visible del dominio y se atreven a pedirle: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda (Marcos 10:37). Jesús les indica que hay una brecha entre la gloria que han concebido y la gloria que va a manifestar: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es para mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado (Marcos 10:38-40). Su gloria no será definida por el mundo ni por sus discípulos. Da una nueva definición de la gloria: El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:43-45). Su gloria no sólo incluirá su sufrimiento, vergüenza y muerte sino que será el ejemplo de la gloria que seguirán sus discípulos también.
En los primeros siete capítulos del evangelio de Marcos, Jesús nos ha dado muchos ejemplos de su gloria. Pero en la lectura para hoy, les empieza a enseñar a sus discípulos que su gloria tiene otra faceta también, otra que parece más de vergüenza que de gloria: Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días (Marcos 8:31).
Pedro no acepta la vergüenza y el sufrimiento juntos con la gloria del Mesías: Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle (Marcos 8:32). Inmediatamente Jesús le reprende: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres (Marcos 8:33). No existe otra opción; el plan de Dios depende en esta combinación de gloria y sufrimiento.
Jesús también junta la gloria y el sufrimiento en su transfiguración. Es glorificado delante de los ojos de Pedro, Jacobo y Juan, pero después hay una referencia a su muerte: les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos (Marcos 9:9-10). Aunque los discípulos no la entienden ahora, la gloria de Jesucristo no existe aparte de su sufrimiento y su muerte.
Jesús les prepara a sus discípulos por su muerte otra vez en Marcos 9:30-32 y 10:32-34. Su gloria se manifestará no sólo en milagros sino en la humillación del sufrimiento, la tortura y la muerte que terminarán en su resurrección. Los discípulos todavía no la entienden; Jacobo y Juan piensan en la gloria visible del dominio y se atreven a pedirle: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda (Marcos 10:37). Jesús les indica que hay una brecha entre la gloria que han concebido y la gloria que va a manifestar: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es para mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado (Marcos 10:38-40). Su gloria no será definida por el mundo ni por sus discípulos. Da una nueva definición de la gloria: El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:43-45). Su gloria no sólo incluirá su sufrimiento, vergüenza y muerte sino que será el ejemplo de la gloria que seguirán sus discípulos también.