Nehemías 11 - 13 y Salmo 119:17-24
En resumen:
Se cierre exitosamente el proyecto de reforma de Nehemías… y cuando vuelve a visitar Jerusalén años después, se revelan otros desafíos que tendrán que enfrentar los israelitas.
Se cierre exitosamente el proyecto de reforma de Nehemías… y cuando vuelve a visitar Jerusalén años después, se revelan otros desafíos que tendrán que enfrentar los israelitas.
En más detalle:
Ahora vemos con claridad la intención del censo y el repaso del libro de la genealogía en Nehemías 7: Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades. Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén (Nehemías 11:1-2). Los líderes y un israelita en diez van a repoblar la ciudad vacía, ahora llamada “Jerusalén, ciudad santa”; los demás continuarán a vivir en los pueblos del campo en reconocimiento y para sustentar la ciudad principal. Note que los nuevos moradores de Jerusalén incluyen a descendientes de Judá, Benjamín y Leví; los levitas se encargarán de sus responsabilidades en el templo incluyendo el sacerdocio (Nehemías 11:10-12), el mantenimiento del templo (Nehemías 11:16), la alabanza y la proclamación de acciones de gracias (Nehemías 11:17) y la protección de la santidad del templo (Nehemías 11:19). Note también que se nombran líderes de cada división de los nuevos moradores de la ciudad (Nehemías 11:9, 11, 14, 16, 17, 21, 22, 24). Lejos de una invitación abierta que los israelitas aceptan al azar, la repoblación de Jerusalén se hace ahora de forma organizada y determinada para que la ciudad vuelva a tomar las responsabilidades mandadas por Jehová.
Después sigue una lista de los pueblos fuera de Jerusalén que ocupan los israelitas en el tiempo de Nehemías (Nehemías 11:25-36). Es impresionante cuánto se redujo el territorio israelita de sus límites en la época de gloria bajo David y Salomón cuando leímos: Porque él [Salomón] señoreaba en toda la región al oeste del Éufrates, desde Tifsa hasta Gaza, sobre todos los reyes al oeste del Éufrates; y tuvo paz por todos lados alrededor. Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón (1 Reyes 4:24-25). La evidencia geográfica del castigo de Israel por su rebelión es asombrosa.
Pero aun esta repoblación reducida es un gran paso adelante en comparación con el exilio, y es digna de celebración y acción de gracias. Después de la lista en Nehemías 12 de sacerdotes y levitas para verificar la genealogía de los nuevos que se presentan para servir en el templo, se dedica el nuevo muro de Jerusalén. Buscaron a los levitas de todos sus lugares para traerlos a Jerusalén, para hacer la dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras (Nehemías 12:27). Todos los participantes se purifican, y Nehemías organiza una procesión doble que marcha en dos partes diferentes del muro y se reúne en el templo. Sacrificaron aquel día numerosas víctimas, y se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento; se alegraron también las mujeres y los niños; y el alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos (Nehemías 12:43). ¡Qué gozoso debe haber sido en especial por Nehemías que vio cumplida su petición de Nehemías 1!
La obra de reconstrucción continúa: En aquel día fueron puestos varones sobre las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para recoger en ellas, de los ejidos de las ciudades, las porciones legales para los sacerdotes y levitas; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y levitas que servían (Nehemías 12:44). Hay que obedecer la ley mosaica sobre el apoyo de los levitas, especialmente ahora que muchos de ellos se trasladan a Jerusalén para dedicarse al servicio de Jehová. También hay una reforma en la santidad del pueblo en relación con los extranjeros: Aquel día se leyó en el libro de Moisés, oyéndolo el pueblo, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que lo maldijera; mas nuestro Dios volvió la maldición en bendición. Cuando
oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros (Nehemías 13:1-3; véase Números 21:10 – 24:25 y especialmente Deuteronomio 23:3-6).
Así que cuando Nehemías cumple su asignación como gobernador y vuelve a la capital del imperio persa después de 12 años de servir (comparando Nehemías 2:1 y 13:6), puede volver en acción de gracias. Por la gracia de Jehová se ha reconstruido y dedicado el muro de defensa a la ciudad, se ha repoblado la ciudad casi vacía, se ha organizado el apoyo a los levitas que sirven en el templo y se ha fortalecido su ministerio. Se apagó la opresión económica entre israelitas y se elevó la integridad israelita entre sus vecinos. El pueblo se ha comprometido a seguir el pacto con Jehová y disfruta una época de reforma. ¡Que toda la gloria sea a Jehová!
Pero como vemos en Nehemías 13, esta obra es más larga que la del servicio de un gobernador. Cuando vuelve Nehemías a Jerusalén encuentra evidencia del descuido del pacto con Jehová. Por consideraciones familiares, el sumo sacerdote permite que Tobías amonita tenga una recámara en el templo, así contaminándolo (Nehemías 13:7). No se han cumplido la entrega de los diezmos, y por eso los levitas
abandonaron sus puestos en el templo para volver a sus tierras fuera de Jerusalén (Nehemías 13:10). No guardaban el día de reposo ni en Jerusalén ni en los otros pueblos (Nehemías 13:15-16). A pesar del reconocimiento de la separación de los amonitas y los moabitas por la ley, algunos se han casado con ellas y sus hijos ni hablaban el hebreo (Nehemías 13:23-24).
A estas rebeliones Nehemías responde por imponer por fuerza la ley mosaica y por reprender de acuerdo con la palabra. Arroja los muebles de Tobías del templo y manda que santifiquen el lugar de nuevo (Nehemías 13:8-9). Manda que los levitas vuelvan a sus puestos, que Judá traiga el diezmo y luego pone nuevos oficiales a la carga de recibir y distribuirlo (Nehemías 13:11-13, 30-31). Reprende ambos a los israelitas y a los mercaderes extranjeros por profanar el día de reposo y prepara a levitas para guardar las puertas y mantenerlas cerradas ese día (Nehemías 13:15, 17-22). Castigó y amenazó a algunos que se habían casado con extranjeras y aun excomulgó al hijo del sumo sacerdote (y sumo sacerdote potencial en el futuro) por haberlo hecho (Nehemías 13:25-28).
Así que de nuevo, a pesar de la disciplina del exilio, el enemigo más peligroso y persistente a los israelitas son ellos mismos. Su propia naturaleza pecaminosa hace que se descuidan en su devoción al pacto, que dejan de animarse los unos a los otros a la obediencia a la ley y que menosprecian la ley para seguir los deseos carnales. Aun sus líderes regularmente necesitan una fuerte reprensión externa para volver a obedecer. Y la desesperación por confrontar esa naturaleza pecaminosa en sus hermanos hace que Nehemías clama a Jehová una y otra vez: Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio (Nehemías 13:14). También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia (Nehemías 13:22). Acuérdate de mí, Dios mío, para bien (Nehemías 13:31).
¿Cómo responderá Jehová a esta desesperación por el pecado de su pueblo? ¿Tendrá que seguir castigándolo para siempre? ¿Será posible salvarlo? Veremos la respuesta sobre todo en nuestra lectura de los profetas y el Nuevo Testamento.
Ahora vemos con claridad la intención del censo y el repaso del libro de la genealogía en Nehemías 7: Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades. Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén (Nehemías 11:1-2). Los líderes y un israelita en diez van a repoblar la ciudad vacía, ahora llamada “Jerusalén, ciudad santa”; los demás continuarán a vivir en los pueblos del campo en reconocimiento y para sustentar la ciudad principal. Note que los nuevos moradores de Jerusalén incluyen a descendientes de Judá, Benjamín y Leví; los levitas se encargarán de sus responsabilidades en el templo incluyendo el sacerdocio (Nehemías 11:10-12), el mantenimiento del templo (Nehemías 11:16), la alabanza y la proclamación de acciones de gracias (Nehemías 11:17) y la protección de la santidad del templo (Nehemías 11:19). Note también que se nombran líderes de cada división de los nuevos moradores de la ciudad (Nehemías 11:9, 11, 14, 16, 17, 21, 22, 24). Lejos de una invitación abierta que los israelitas aceptan al azar, la repoblación de Jerusalén se hace ahora de forma organizada y determinada para que la ciudad vuelva a tomar las responsabilidades mandadas por Jehová.
Después sigue una lista de los pueblos fuera de Jerusalén que ocupan los israelitas en el tiempo de Nehemías (Nehemías 11:25-36). Es impresionante cuánto se redujo el territorio israelita de sus límites en la época de gloria bajo David y Salomón cuando leímos: Porque él [Salomón] señoreaba en toda la región al oeste del Éufrates, desde Tifsa hasta Gaza, sobre todos los reyes al oeste del Éufrates; y tuvo paz por todos lados alrededor. Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón (1 Reyes 4:24-25). La evidencia geográfica del castigo de Israel por su rebelión es asombrosa.
Pero aun esta repoblación reducida es un gran paso adelante en comparación con el exilio, y es digna de celebración y acción de gracias. Después de la lista en Nehemías 12 de sacerdotes y levitas para verificar la genealogía de los nuevos que se presentan para servir en el templo, se dedica el nuevo muro de Jerusalén. Buscaron a los levitas de todos sus lugares para traerlos a Jerusalén, para hacer la dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras (Nehemías 12:27). Todos los participantes se purifican, y Nehemías organiza una procesión doble que marcha en dos partes diferentes del muro y se reúne en el templo. Sacrificaron aquel día numerosas víctimas, y se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento; se alegraron también las mujeres y los niños; y el alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos (Nehemías 12:43). ¡Qué gozoso debe haber sido en especial por Nehemías que vio cumplida su petición de Nehemías 1!
La obra de reconstrucción continúa: En aquel día fueron puestos varones sobre las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para recoger en ellas, de los ejidos de las ciudades, las porciones legales para los sacerdotes y levitas; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y levitas que servían (Nehemías 12:44). Hay que obedecer la ley mosaica sobre el apoyo de los levitas, especialmente ahora que muchos de ellos se trasladan a Jerusalén para dedicarse al servicio de Jehová. También hay una reforma en la santidad del pueblo en relación con los extranjeros: Aquel día se leyó en el libro de Moisés, oyéndolo el pueblo, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que lo maldijera; mas nuestro Dios volvió la maldición en bendición. Cuando
oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros (Nehemías 13:1-3; véase Números 21:10 – 24:25 y especialmente Deuteronomio 23:3-6).
Así que cuando Nehemías cumple su asignación como gobernador y vuelve a la capital del imperio persa después de 12 años de servir (comparando Nehemías 2:1 y 13:6), puede volver en acción de gracias. Por la gracia de Jehová se ha reconstruido y dedicado el muro de defensa a la ciudad, se ha repoblado la ciudad casi vacía, se ha organizado el apoyo a los levitas que sirven en el templo y se ha fortalecido su ministerio. Se apagó la opresión económica entre israelitas y se elevó la integridad israelita entre sus vecinos. El pueblo se ha comprometido a seguir el pacto con Jehová y disfruta una época de reforma. ¡Que toda la gloria sea a Jehová!
Pero como vemos en Nehemías 13, esta obra es más larga que la del servicio de un gobernador. Cuando vuelve Nehemías a Jerusalén encuentra evidencia del descuido del pacto con Jehová. Por consideraciones familiares, el sumo sacerdote permite que Tobías amonita tenga una recámara en el templo, así contaminándolo (Nehemías 13:7). No se han cumplido la entrega de los diezmos, y por eso los levitas
abandonaron sus puestos en el templo para volver a sus tierras fuera de Jerusalén (Nehemías 13:10). No guardaban el día de reposo ni en Jerusalén ni en los otros pueblos (Nehemías 13:15-16). A pesar del reconocimiento de la separación de los amonitas y los moabitas por la ley, algunos se han casado con ellas y sus hijos ni hablaban el hebreo (Nehemías 13:23-24).
A estas rebeliones Nehemías responde por imponer por fuerza la ley mosaica y por reprender de acuerdo con la palabra. Arroja los muebles de Tobías del templo y manda que santifiquen el lugar de nuevo (Nehemías 13:8-9). Manda que los levitas vuelvan a sus puestos, que Judá traiga el diezmo y luego pone nuevos oficiales a la carga de recibir y distribuirlo (Nehemías 13:11-13, 30-31). Reprende ambos a los israelitas y a los mercaderes extranjeros por profanar el día de reposo y prepara a levitas para guardar las puertas y mantenerlas cerradas ese día (Nehemías 13:15, 17-22). Castigó y amenazó a algunos que se habían casado con extranjeras y aun excomulgó al hijo del sumo sacerdote (y sumo sacerdote potencial en el futuro) por haberlo hecho (Nehemías 13:25-28).
Así que de nuevo, a pesar de la disciplina del exilio, el enemigo más peligroso y persistente a los israelitas son ellos mismos. Su propia naturaleza pecaminosa hace que se descuidan en su devoción al pacto, que dejan de animarse los unos a los otros a la obediencia a la ley y que menosprecian la ley para seguir los deseos carnales. Aun sus líderes regularmente necesitan una fuerte reprensión externa para volver a obedecer. Y la desesperación por confrontar esa naturaleza pecaminosa en sus hermanos hace que Nehemías clama a Jehová una y otra vez: Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio (Nehemías 13:14). También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia (Nehemías 13:22). Acuérdate de mí, Dios mío, para bien (Nehemías 13:31).
¿Cómo responderá Jehová a esta desesperación por el pecado de su pueblo? ¿Tendrá que seguir castigándolo para siempre? ¿Será posible salvarlo? Veremos la respuesta sobre todo en nuestra lectura de los profetas y el Nuevo Testamento.