Nehemías 7 - 8
En resumen:
Con los muros de Jerusalén reconstruidos, Nehemías se concentra en la organización del pueblo, especialmente en su sumisión bajo la ley de Jehová.
Con los muros de Jerusalén reconstruidos, Nehemías se concentra en la organización del pueblo, especialmente en su sumisión bajo la ley de Jehová.
En más detalle:
Ahora que se han acabado los muros de defensa, todavía hay mucho por hacer para que Jerusalén sea una ciudad viva otra vez: La ciudad era espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no había casas reedificadas (Nehemías 7:4). Organiza la protección de la ciudad (Nehemías 7:1-3); acuérdese de que no había garantía de que los enemigos los dejarían en paz. También note que dice: Entonces puso Dios en mi corazón que reuniese a los nobles y oficiales y al pueblo, para que fuesen empadronados según sus genealogías (Nehemías 7:5). La intención es muy diferente a lo que pasó siglos antes cuando: Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel (1 Crónicas 21:1). La intención es que algunos representativos de cada familia vengan a repoblar a Jerusalén. Es durante este proceso cuando encuentra el libro de genealogía de los primeros que vinieron a repoblar Jerusalén (Nehemías 7:5). Note que muchos de ellos, en vez de repoblar Jerusalén, se radicaron en el campo (Nehemías 7:73). Por eso es importante que vuelvan a reunirse en Jerusalén, que la vuelvan a ver como el centro de la devoción a Jehová y el centro de su vida nacional.
Note las comparaciones entre la lectura de la ley en Nehemías 8 con un culto cristiano tradicional hoy en día.
El escriba Esdras estaba sobre el púlpito de madera que habían hecho para ello (Nehemías 8:4). En una iglesia cristiana, el centro de la atención no es ningún altar sino el púlpito donde se lee la palabra de Dios y se anuncia el evangelio (las buenas noticias) de Jesucristo a la congregación.
Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento (Nehemías 8:5). También, el momento más importante de un culto cristiano es la lectura y la explicación de la Biblia. En las iglesias cristianas, no existe la teología de la gracia transmitida por los sacramentos, así que el centro del culto no es ningún sacramento ni rito. En cambio, el apóstol Pablo nos dice: La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Si “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17), el oír la palabra de Dios con fe es el ápice del culto cristiano.
Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra (Nehemías 8:6). La lectura y la explicación de la Biblia en un culto cristiano no es un mero discurso intelectual; el Espíritu de Jehová Dios está presente, y la lectura y el sermón es el eje de toda expresión de bendición, alabanza y adoración en el resto del culto.
Leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura (Nehemías 8:8). Si el predicador entiende bien su responsabilidad, no se motiva por entretener a la gente con chistes y anécdotas, ni por impresionarle con su retórica, ni por llamarle la atención por su originalidad, sino que simplemente desea leerle y explicarle la palabra de Dios de modo que entiendan la lectura.
Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito (Nehemías 8:14-15). La predicación desea motivar a la congregación a la obediencia. La palabra oída con fe también es la palabra obedecida.
Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito (Nehemías 8:18). Se espera que la predicación correcta de la Biblia despierte el deseo de escuchar más, que el pueblo de Dios anhele a conocer mejor a Dios por escuchar la palabra y su explicación diariamente.
Si hay muchas comparaciones entre la lectura para hoy y un culto cristiano, es porque deseamos ver los mismos frutos que ellos por su atención a la Sagrada Escritura. Que la explicación clara y diaria de la Biblia continúe a producir fruto para fe en Cristo Jesús, arrepentimiento, obediencia, alabanza y adoración en el pueblo de Dios.
Note las comparaciones entre la lectura de la ley en Nehemías 8 con un culto cristiano tradicional hoy en día.
El escriba Esdras estaba sobre el púlpito de madera que habían hecho para ello (Nehemías 8:4). En una iglesia cristiana, el centro de la atención no es ningún altar sino el púlpito donde se lee la palabra de Dios y se anuncia el evangelio (las buenas noticias) de Jesucristo a la congregación.
Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento (Nehemías 8:5). También, el momento más importante de un culto cristiano es la lectura y la explicación de la Biblia. En las iglesias cristianas, no existe la teología de la gracia transmitida por los sacramentos, así que el centro del culto no es ningún sacramento ni rito. En cambio, el apóstol Pablo nos dice: La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Si “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17), el oír la palabra de Dios con fe es el ápice del culto cristiano.
Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra (Nehemías 8:6). La lectura y la explicación de la Biblia en un culto cristiano no es un mero discurso intelectual; el Espíritu de Jehová Dios está presente, y la lectura y el sermón es el eje de toda expresión de bendición, alabanza y adoración en el resto del culto.
Leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura (Nehemías 8:8). Si el predicador entiende bien su responsabilidad, no se motiva por entretener a la gente con chistes y anécdotas, ni por impresionarle con su retórica, ni por llamarle la atención por su originalidad, sino que simplemente desea leerle y explicarle la palabra de Dios de modo que entiendan la lectura.
Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito (Nehemías 8:14-15). La predicación desea motivar a la congregación a la obediencia. La palabra oída con fe también es la palabra obedecida.
Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito (Nehemías 8:18). Se espera que la predicación correcta de la Biblia despierte el deseo de escuchar más, que el pueblo de Dios anhele a conocer mejor a Dios por escuchar la palabra y su explicación diariamente.
Si hay muchas comparaciones entre la lectura para hoy y un culto cristiano, es porque deseamos ver los mismos frutos que ellos por su atención a la Sagrada Escritura. Que la explicación clara y diaria de la Biblia continúe a producir fruto para fe en Cristo Jesús, arrepentimiento, obediencia, alabanza y adoración en el pueblo de Dios.