Números 11 - 12
En resumen:
Salen los israelitas en marcha a la tierra prometida, pero pronto se enfrentan a enemigos feroces... la inconformidad, la codicia y la rebelión en sus propios corazones.
Salen los israelitas en marcha a la tierra prometida, pero pronto se enfrentan a enemigos feroces... la inconformidad, la codicia y la rebelión en sus propios corazones.
En más detalle:
¡Por fin la estructura espiritual israelita está en su lugar! Han entrado en pacto con Jehová. Consagraron el tabernáculo y a los sacerdotes. Son instruidos en los sacrificios aceptables y el calendario ritual, y sus primeros sacrificios en el tabernáculo han sido aceptados por Jehová. Todas las tribus saben su lugar alrededor de la Presencia de Jehová y las responsabilidades que tienen que cumplir. Y han iniciado su marcha a la tierra prometida.
Parece que ha pasado mucho tiempo desde que Jehová les prometió: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa (Éxodo 19:5-6). Su formación espiritual en los últimos nueve meses ha sido impresionante. Luce el nuevo tabernáculo en medio de ellos, y los sacerdotes los guían en una relación estrecha con Jehová que nunca pudieron disfrutar en todos los siglos en Egipto. Ya no se parecen al grupo de esclavos inestables, recién redimidos de Egipto de quienes leímos en la primera mitad del libro de Éxodo.
O… tal vez sí, se parecen mucho todavía al grupo de esclavos inestables, recién redimidos de Egipto de quienes leímos en la primera mitad del libro de Éxodo. No han pasado mucho tiempo en marcha cuando leemos de su primera queja en Números 11: Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová (Números 11:1). No sabemos el motivo de las quejas, sólo que despertó en ellos una actitud de molestia e inconformidad… contra Jehová mismo: Lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento (Números 11:1).
Moisés tiene experiencia en la intercesión y la pone en práctica otra vez: Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió (Números 11:2). La memoria de esta rebelión se queda grabada en la mente de los israelitas; le dan el nombre Tabera al lugar, que significa“Incendio”: porque el fuego de Jehová se encendió en ellos (Números 11:3). Cuarenta años después, Moisés se va a acordar del lugar cuando pone en lista las veces que Israel provocó a ira a Jehová (Deuteronomio 9:22).
Pero ésta es sólo la primera de tres rebeliones contra Jehová en la lectura para hoy. Luego la gente se va a quejar de la falta de variedad en la comida. Empieza con “la gente extranjera que se mezcló con ellos” (Números 11:4) y corre entre todos, familia por familia. El sentido general de fastidio parece llegar hasta a Moisés: ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? (Números 11:12)
Jehová responde en alivio para Moisés y juicio para el pueblo. Una palabra clave en esta sección es el hebreo “ruah”, traducida “Espíritu” en Números 11:25, 26 y 29 y “viento” en Números 11:31. Jehová lo pone en los 70 ancianos para que profeticen y ayuden a Moisés a gobernar al pueblo, y a la vez su “ruah” trae codornices del mar y las deja sobre el campamento en juicio (Victor Hamilton, Handbook on the Pentateuch, Baker Academic, 2005, pág. 324).
De allí podemos ver la diferencia entre la reacción de Moisés y la del pueblo: El pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento (Números 11:32). Acuérdese que en Éxodo 16:16, los israelitas pueden comer un gomer de maná por persona por día, aproximadamente 2.2 litros (el gomer es la décima parte de una efa (Éxodo 16:36), identificado por el historiador Josefo como 22 litros). La palabra traducida en Números 11:32 como diez “montones” es otra palabra hebrea de medida, “homer”, que equivale a 220 litros. Es decir, ¡el que recogió menos en Números 11:32, recogió 2200 litros de carne para su uso personal! No nos sorprende entonces, después del juicio de Jehová, que llaman al lugar Kibrot-hataava, que significa “Tumbas de la codicia”: por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso (Números 11:34).
Moisés, por otro lado, no fue codicioso; no le dijo a Jehová: Quiero gobernar a más gente. Dame más responsabilidades y un pueblo más numeroso; deseo ser emperador. ¡Ojalá que me hubiera quedado en la casa de Faraón!... No fue codicioso por más autoridad y poder; en cambio, se alegró al compartir las responsabilidades del gobierno espiritual de Israel con otros: Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos (Números 11:29). ¡Que humildad! Es una actitud muy diferente que la de un líder espiritual que se entrega al ministerio por el afán de tener más y más almas bajo su dirección e influencia personal, por querer la fama de ser el director de una congregación numerosa. Mejor que sean pastoreadas las ovejas del Señor por muchos líderes llenos del Espíritu de Jehová.
La tercera rebelión toca muy personalmente a Moisés: María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado una mujer cusita (Números 12:1). La interpretación de este versículo parece andar en una de dos direcciones:
1) en esta época, sin darnos los detalles, Séfora murió o abandonó a Moisés, y él se casó con otra mujer, con una etíope (la tierra de Cus es Etiopía), o
2) habla de Séfora misma, que es de Cusán, una región estrechamente ligada con Madián en Habacuc 3:7, donde se refugió Moisés en las décadas antes del llamado de Jehová a rescatar a Israel de la esclavitud.
Si es la segunda, la gran mayoría probablemente no la conocieron hasta que llegó con Jetro a Sinaí en Éxodo 18. La clave en estas dos posibilidades es que Moisés se casó con una extranjera, con una que no es israelita de nacimiento. ¿Cómo se atreve el profeta de Israel casarse con una así? parece decir María.
Pero el narrador bíblico nos revela que la queja de María es más profunda que un disgusto con su cuñada: Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? (Números 12:2) ¿Es posible que María y Aarón tengan celos porque no fueron incluidos entre los que recibieron al Espíritu en Números 11? Lo que sea el motivo, desean más autoridad y reconocimiento por sus capacidades espirituales, y piensan que la forma de ganarlos es por aprovechar de un “defecto” en Moisés para que los israelitas les den más reconocimiento a ellos dos.
Jehová apaga esta rebelión rápidamente. Él es soberano en dar autoridad, reconocimiento, profecía y comunión viva con él, y es soberano en castigar la rebelión también. Y la mujer que pensaba promocionarse para dirigir a Israel ahora lo estanca por su lepra: Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos (Números 12:15).
“Incendio”, “Tumbas de la codicia” y Hazerot, donde María sufrió la lepra por su rebelión: tres lugares infames de rebelión en sólo dos capítulos. Por cierto, no hemos pasado un buen inicio en el viaje a la tierra prometida.
Parece que ha pasado mucho tiempo desde que Jehová les prometió: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa (Éxodo 19:5-6). Su formación espiritual en los últimos nueve meses ha sido impresionante. Luce el nuevo tabernáculo en medio de ellos, y los sacerdotes los guían en una relación estrecha con Jehová que nunca pudieron disfrutar en todos los siglos en Egipto. Ya no se parecen al grupo de esclavos inestables, recién redimidos de Egipto de quienes leímos en la primera mitad del libro de Éxodo.
O… tal vez sí, se parecen mucho todavía al grupo de esclavos inestables, recién redimidos de Egipto de quienes leímos en la primera mitad del libro de Éxodo. No han pasado mucho tiempo en marcha cuando leemos de su primera queja en Números 11: Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová (Números 11:1). No sabemos el motivo de las quejas, sólo que despertó en ellos una actitud de molestia e inconformidad… contra Jehová mismo: Lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento (Números 11:1).
Moisés tiene experiencia en la intercesión y la pone en práctica otra vez: Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió (Números 11:2). La memoria de esta rebelión se queda grabada en la mente de los israelitas; le dan el nombre Tabera al lugar, que significa“Incendio”: porque el fuego de Jehová se encendió en ellos (Números 11:3). Cuarenta años después, Moisés se va a acordar del lugar cuando pone en lista las veces que Israel provocó a ira a Jehová (Deuteronomio 9:22).
Pero ésta es sólo la primera de tres rebeliones contra Jehová en la lectura para hoy. Luego la gente se va a quejar de la falta de variedad en la comida. Empieza con “la gente extranjera que se mezcló con ellos” (Números 11:4) y corre entre todos, familia por familia. El sentido general de fastidio parece llegar hasta a Moisés: ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? (Números 11:12)
Jehová responde en alivio para Moisés y juicio para el pueblo. Una palabra clave en esta sección es el hebreo “ruah”, traducida “Espíritu” en Números 11:25, 26 y 29 y “viento” en Números 11:31. Jehová lo pone en los 70 ancianos para que profeticen y ayuden a Moisés a gobernar al pueblo, y a la vez su “ruah” trae codornices del mar y las deja sobre el campamento en juicio (Victor Hamilton, Handbook on the Pentateuch, Baker Academic, 2005, pág. 324).
De allí podemos ver la diferencia entre la reacción de Moisés y la del pueblo: El pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento (Números 11:32). Acuérdese que en Éxodo 16:16, los israelitas pueden comer un gomer de maná por persona por día, aproximadamente 2.2 litros (el gomer es la décima parte de una efa (Éxodo 16:36), identificado por el historiador Josefo como 22 litros). La palabra traducida en Números 11:32 como diez “montones” es otra palabra hebrea de medida, “homer”, que equivale a 220 litros. Es decir, ¡el que recogió menos en Números 11:32, recogió 2200 litros de carne para su uso personal! No nos sorprende entonces, después del juicio de Jehová, que llaman al lugar Kibrot-hataava, que significa “Tumbas de la codicia”: por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso (Números 11:34).
Moisés, por otro lado, no fue codicioso; no le dijo a Jehová: Quiero gobernar a más gente. Dame más responsabilidades y un pueblo más numeroso; deseo ser emperador. ¡Ojalá que me hubiera quedado en la casa de Faraón!... No fue codicioso por más autoridad y poder; en cambio, se alegró al compartir las responsabilidades del gobierno espiritual de Israel con otros: Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos (Números 11:29). ¡Que humildad! Es una actitud muy diferente que la de un líder espiritual que se entrega al ministerio por el afán de tener más y más almas bajo su dirección e influencia personal, por querer la fama de ser el director de una congregación numerosa. Mejor que sean pastoreadas las ovejas del Señor por muchos líderes llenos del Espíritu de Jehová.
La tercera rebelión toca muy personalmente a Moisés: María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado una mujer cusita (Números 12:1). La interpretación de este versículo parece andar en una de dos direcciones:
1) en esta época, sin darnos los detalles, Séfora murió o abandonó a Moisés, y él se casó con otra mujer, con una etíope (la tierra de Cus es Etiopía), o
2) habla de Séfora misma, que es de Cusán, una región estrechamente ligada con Madián en Habacuc 3:7, donde se refugió Moisés en las décadas antes del llamado de Jehová a rescatar a Israel de la esclavitud.
Si es la segunda, la gran mayoría probablemente no la conocieron hasta que llegó con Jetro a Sinaí en Éxodo 18. La clave en estas dos posibilidades es que Moisés se casó con una extranjera, con una que no es israelita de nacimiento. ¿Cómo se atreve el profeta de Israel casarse con una así? parece decir María.
Pero el narrador bíblico nos revela que la queja de María es más profunda que un disgusto con su cuñada: Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? (Números 12:2) ¿Es posible que María y Aarón tengan celos porque no fueron incluidos entre los que recibieron al Espíritu en Números 11? Lo que sea el motivo, desean más autoridad y reconocimiento por sus capacidades espirituales, y piensan que la forma de ganarlos es por aprovechar de un “defecto” en Moisés para que los israelitas les den más reconocimiento a ellos dos.
Jehová apaga esta rebelión rápidamente. Él es soberano en dar autoridad, reconocimiento, profecía y comunión viva con él, y es soberano en castigar la rebelión también. Y la mujer que pensaba promocionarse para dirigir a Israel ahora lo estanca por su lepra: Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos (Números 12:15).
“Incendio”, “Tumbas de la codicia” y Hazerot, donde María sufrió la lepra por su rebelión: tres lugares infames de rebelión en sólo dos capítulos. Por cierto, no hemos pasado un buen inicio en el viaje a la tierra prometida.