Números 21 y Salmo 66
En resumen:
En camino de Horma, alrededor de Edom, Moab y Amón, hasta el otro lado del río Arnón, una nueva generación aprende a andar en obediencia a Jehová. Como un buen padre a sus hijos, Jehová les castiga por su desobediencia, les señala los límites que tienen que respetar y les da bendición por la fe y la obediencia.
En camino de Horma, alrededor de Edom, Moab y Amón, hasta el otro lado del río Arnón, una nueva generación aprende a andar en obediencia a Jehová. Como un buen padre a sus hijos, Jehová les castiga por su desobediencia, les señala los límites que tienen que respetar y les da bendición por la fe y la obediencia.
En más detalle:
Después de que Jehová declaró su castigo a los israelitas en Números 14 por murmurar contra Él y por no querer entrar la tierra prometida, algunos de los israelitas confesaron su pecado y decidieron entrarla. Moisés les mandó que no lo hicieran porque Jehová no iba a estar con ellos: Sin embargo, se obstinaron en subir a la cima del monte; pero el arca del pacto de Jehová, y Moisés, no se apartaron de en medio del campamento. Y descendieron el amalecita y el cananeo que habitaron en aquel monte, y los hirieron y los derrotaron, persiguiéndolos hasta Horma (Números 14:44-45).
Ahora, unos 38 años después de la vergüenza de Horma, los israelitas regresan, y van a tener resultados muy diferentes: Cuando el cananeo, el rey de Arad, que habitaba en el Neguev, oyó que venía Israel por el camino de Atarim, peleó contra Israel, y tomó de él prisioneros. Entonces Israel hizo voto a Jehová, y dijo: Si en efecto entregares este pueblo en mi mano, yo destruiré sus ciudades (Números 21:1-2). En otras palabras, destruirían las ciudades y no tomarían nada del botín, de las personas ni de los animales para sí mismos. Y Jehová escuchó la voz de Israel, y entregó al cananeo, y los destruyó a ellos y a sus ciudades; y llamó el nombre de aquel lugar Horma (Números 21:3).
“Horma” significa“destrucción”. Es la primera victoria de los israelitas contra los cananeos. Quita la vergüenza de la primera batalla de Horma. Sólo se puede imaginar el entusiasmo que corrió por todo el campamento; ¡Jehová les dio victoria sobre los cananeos que les infundieron tanto miedo cuatro décadas antes! ¿Quién los puede detener ahora? Seguramente van directamente al norte para conquistar por fin la tierra prometida.
Pero Jehová tiene otros planes: Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom (Números 21:4). En vez de continuar en victoria para el norte, ¡Jehová los guía en la dirección opuesta! Han ganado la victoria, pero retroceden como si hubieran perdido. Por eso: Se desanimó el pueblo por el camino (Números 21:4).
Jehová disciplina a su pueblo otra vez… y lo salva también (veremos más sobre este tema abajo). Continúan alrededor de Edom, Moab y Amón. Como Jehová les explica en Deuteronomio 2:4-5, 9, 19, no les permite a los israelitas que los ataquen porque son parientes lejanos (Edom / Esaú fue hermano de Israel / Jacob; Moab y Amón fueron hijos de Lot, el sobrino de Abraham) y porque Jehová les había entregado el territorio que poseen. Por eso los israelitas marchan en dirección al norte pero muy al este de la tierra prometida… hasta alcanzar el territorio de los amorreos (una de las tribus de los cananeos).
Sube el ánimo del pueblo otra vez. Brotan cánticos mientras se acercan a la tierra prometida. Derrotan a Sehón, rey de los amorreos, y por la primera vez desde el patriarca Jacob, los israelitas toman una tierra como su propia posesión: Así habitó Israel en la tierra del amorreo (Números 21:31; de Jacob, vea Génesis 48:22). Aún preservan unos proverbios o un poema de los amorreos que derrotaron para conservar la información sobre la frontera de su nuevo territorio (Números 21:26-30).
Luego Og, rey de Basán, se prepara a atacar a los israelitas: Entonces Jehová dijo a Moisés: No le tengas miedo, porque en tu mano lo he entregado, a él y a todo su pueblo, y a su tierra; y harás de él como hiciste de Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón (Números 21:34). Después de décadas de espera, Moisés por fin ve el inicio del cumplimiento de las promesas de Jehová sobre la tierra, primero en Sehón y ahora en Og: E hirieron a él y a sus hijos, y a toda su gente, sin que le quedara uno, y se apoderaron de su tierra (Números 21:35). ¡Gloria a Jehová por su fidelidad! Aunque no son parte de la tierra prometida a Abraham, estas regiones recién conquistadas al este del río Jordán van a ser parte de Israel por muchas generaciones.
El movimiento de los israelitas y sus primeras tres victorias sobre los cananeos son el tema principal de este capítulo. Pero los cristianos lo apreciamos por otra razón también. Cuando Jehová envía serpientes ardientes entre los israelitas, se arrepienten, y Moisés intercede en oración por ellos. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía (Números 21:8-9). Si los israelitas miran a la serpiente con fe en lo que dijo Jehová, Él les salva y sana de las mordidas fatales ocasionadas por su pecado.
Muchos siglos después dirá Jesucristo sobre su propósito en venir y su crucifixión: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15). Jesucristo será levantado en una cruz por la salvación de su pueblo, para que todos los que lo miran con fe tengan vida eterna.
Si usted estuviera en viaje con los israelitas en el desierto y una serpiente lo mordiera, ¿miraría a la serpiente sobre una asta con fe para ser salvado de la muerte? De igual forma hoy: ¿mirará con fe a Jesucristo crucificado para ser salvado de la muerte eterna por sus pecados?
Ahora, unos 38 años después de la vergüenza de Horma, los israelitas regresan, y van a tener resultados muy diferentes: Cuando el cananeo, el rey de Arad, que habitaba en el Neguev, oyó que venía Israel por el camino de Atarim, peleó contra Israel, y tomó de él prisioneros. Entonces Israel hizo voto a Jehová, y dijo: Si en efecto entregares este pueblo en mi mano, yo destruiré sus ciudades (Números 21:1-2). En otras palabras, destruirían las ciudades y no tomarían nada del botín, de las personas ni de los animales para sí mismos. Y Jehová escuchó la voz de Israel, y entregó al cananeo, y los destruyó a ellos y a sus ciudades; y llamó el nombre de aquel lugar Horma (Números 21:3).
“Horma” significa“destrucción”. Es la primera victoria de los israelitas contra los cananeos. Quita la vergüenza de la primera batalla de Horma. Sólo se puede imaginar el entusiasmo que corrió por todo el campamento; ¡Jehová les dio victoria sobre los cananeos que les infundieron tanto miedo cuatro décadas antes! ¿Quién los puede detener ahora? Seguramente van directamente al norte para conquistar por fin la tierra prometida.
Pero Jehová tiene otros planes: Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom (Números 21:4). En vez de continuar en victoria para el norte, ¡Jehová los guía en la dirección opuesta! Han ganado la victoria, pero retroceden como si hubieran perdido. Por eso: Se desanimó el pueblo por el camino (Números 21:4).
Jehová disciplina a su pueblo otra vez… y lo salva también (veremos más sobre este tema abajo). Continúan alrededor de Edom, Moab y Amón. Como Jehová les explica en Deuteronomio 2:4-5, 9, 19, no les permite a los israelitas que los ataquen porque son parientes lejanos (Edom / Esaú fue hermano de Israel / Jacob; Moab y Amón fueron hijos de Lot, el sobrino de Abraham) y porque Jehová les había entregado el territorio que poseen. Por eso los israelitas marchan en dirección al norte pero muy al este de la tierra prometida… hasta alcanzar el territorio de los amorreos (una de las tribus de los cananeos).
Sube el ánimo del pueblo otra vez. Brotan cánticos mientras se acercan a la tierra prometida. Derrotan a Sehón, rey de los amorreos, y por la primera vez desde el patriarca Jacob, los israelitas toman una tierra como su propia posesión: Así habitó Israel en la tierra del amorreo (Números 21:31; de Jacob, vea Génesis 48:22). Aún preservan unos proverbios o un poema de los amorreos que derrotaron para conservar la información sobre la frontera de su nuevo territorio (Números 21:26-30).
Luego Og, rey de Basán, se prepara a atacar a los israelitas: Entonces Jehová dijo a Moisés: No le tengas miedo, porque en tu mano lo he entregado, a él y a todo su pueblo, y a su tierra; y harás de él como hiciste de Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón (Números 21:34). Después de décadas de espera, Moisés por fin ve el inicio del cumplimiento de las promesas de Jehová sobre la tierra, primero en Sehón y ahora en Og: E hirieron a él y a sus hijos, y a toda su gente, sin que le quedara uno, y se apoderaron de su tierra (Números 21:35). ¡Gloria a Jehová por su fidelidad! Aunque no son parte de la tierra prometida a Abraham, estas regiones recién conquistadas al este del río Jordán van a ser parte de Israel por muchas generaciones.
El movimiento de los israelitas y sus primeras tres victorias sobre los cananeos son el tema principal de este capítulo. Pero los cristianos lo apreciamos por otra razón también. Cuando Jehová envía serpientes ardientes entre los israelitas, se arrepienten, y Moisés intercede en oración por ellos. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía (Números 21:8-9). Si los israelitas miran a la serpiente con fe en lo que dijo Jehová, Él les salva y sana de las mordidas fatales ocasionadas por su pecado.
Muchos siglos después dirá Jesucristo sobre su propósito en venir y su crucifixión: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15). Jesucristo será levantado en una cruz por la salvación de su pueblo, para que todos los que lo miran con fe tengan vida eterna.
Si usted estuviera en viaje con los israelitas en el desierto y una serpiente lo mordiera, ¿miraría a la serpiente sobre una asta con fe para ser salvado de la muerte? De igual forma hoy: ¿mirará con fe a Jesucristo crucificado para ser salvado de la muerte eterna por sus pecados?