Romanos 9 - 11
En resumen:
¿Cómo es posible la justificación por fe en Jesucristo cuando la gran mayoría del pueblo escogido de Dios – los judíos – no lo aceptan como Mesías? Pablo contesta esta pregunta en Romanos 9 – 11.
¿Cómo es posible la justificación por fe en Jesucristo cuando la gran mayoría del pueblo escogido de Dios – los judíos – no lo aceptan como Mesías? Pablo contesta esta pregunta en Romanos 9 – 11.
En más detalle:
Pablo termina Romanos 8 con una de las descripciones más lindas en toda la Biblia sobre la seguridad eterna de nuestra relación con Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Pero alguien en el público todavía no está convencido.
Dirá esa persona: Si Pablo dice que la justicia de Dios viene por fe en Cristo Jesús sin las obras de la ley, y si insiste como en Romanos 8:29-39 que esta relación con Dios por su gracia es permanente, ¿qué pasa con la gran mayoría de los israelitas? Ellos no creen en Cristo Jesús por su justicia delante de Dios. Muchos de ellos confían en las obras de la ley para justificarse. Dios les hizo promesas de una relación permanente también. Primero, ¿qué pasa con ellos? Segundo, si Dios ha abandonado sus promesas a ellos, ¿no sería posible que abandone sus promesas a los cristianos también?
Pablo demuestra que estas preguntas no son simplemente académicas; le impactan personalmente: Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne (Romanos 9:1-3). Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 10:1).
La respuesta no se encuentra en que la palabra de Dios ha fallado (Romanos 9:6); en cambio, Pablo va a demostrar en la lectura para hoy que el endurecimiento de Israel va completamente de acuerdo con la palabra de Dios.
Primero, empieza por hacer la distinción: No todos los que descienden de Israel son israelitas (Romanos 9:6). Por los ejemplos de Isaac (en vez de Ismael) y Jacob (en vez de Esaú) demuestra: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes (Romanos 9:8). La salvación no es un derecho que recibimos de nuestra familia de origen sino siempre una manifestación de la gracia de Dios.
Segundo, nos da la perspectiva de Dios sobre nuestra salvación. Él es completamente soberano en la elección de los suyos. Nos hace recordar que así fue la elección de Jacob en vez de Esaú: Cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor (Romanos 9:10-12 y Génesis 25:23). Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia (Romanos 9:16).
Tercero, en su soberanía Dios ha decidido llamar a gran número de gentiles por el evangelio: Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente (Romanos 9:25-26). A la vez, Dios en su soberanía ha decidido endurecer a gran parte de Israel contra el evangelio. Reveló aún con anticipación: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo (Romanos 9:27). De acuerdo con estos decretos de Dios, Pablo observa: Los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley… Ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 9:30-32; 10:3-4).
El endurecimiento de la gran mayoría de los israelitas contra el evangelio no quiere decir que Dios ha abandonado a Israel: Aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia (Romanos 11:5). Dios ha permitido la salvación de un gran número de gentiles para provocar a Israel a celos (Romanos 11:11) y en el futuro lo salvará por medio de la fe en Jesucristo también: Ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo (Romanos 11:25-26). Y al poner en evidencia Dios su soberanía en el endurecimiento y en la salvación ambos de Israel y de los gentiles, manifiesta la gloria de su gracia y su misericordia: Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).
Al considerar todo lo que Dios ha revelado en estos 11 capítulos – la salvación por el evangelio, la justificación por medio de la fe sin obras de la ley, el ministerio del Espíritu que supera el ministerio de la ley, el endurecimiento de Israel para la entrada de los gentiles a la salvación, la futura salvación de todo Israel y la soberanía de Dios en todo este proceso – Pablo sólo puede responder en adoración: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!... Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén (Romanos 11:33, 36).
Si usted es cristiano, ¿cómo responde a las noticias de la salvación que Pablo declara en estos 11 capítulos? Si es por confusión, siga estudiando la carta a los romanos; mándenos sus preguntas, y dialoguemos para que entienda estos temas esenciales del cristianismo. Si es por molestia y discusiones, a lo mejor hay algún punto en que usted se ha apartado de la doctrina bíblica. Si es por aburrimiento, debe volver a examinar si de veras entiende la necesidad por la salvación. Si es por adoración, ya entiende estos capítulos de la carta a los romanos; que su adoración se profundice cada vez que lee esta carta y contempla sus verdades.
Pablo termina Romanos 8 con una de las descripciones más lindas en toda la Biblia sobre la seguridad eterna de nuestra relación con Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Pero alguien en el público todavía no está convencido.
Dirá esa persona: Si Pablo dice que la justicia de Dios viene por fe en Cristo Jesús sin las obras de la ley, y si insiste como en Romanos 8:29-39 que esta relación con Dios por su gracia es permanente, ¿qué pasa con la gran mayoría de los israelitas? Ellos no creen en Cristo Jesús por su justicia delante de Dios. Muchos de ellos confían en las obras de la ley para justificarse. Dios les hizo promesas de una relación permanente también. Primero, ¿qué pasa con ellos? Segundo, si Dios ha abandonado sus promesas a ellos, ¿no sería posible que abandone sus promesas a los cristianos también?
Pablo demuestra que estas preguntas no son simplemente académicas; le impactan personalmente: Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne (Romanos 9:1-3). Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 10:1).
La respuesta no se encuentra en que la palabra de Dios ha fallado (Romanos 9:6); en cambio, Pablo va a demostrar en la lectura para hoy que el endurecimiento de Israel va completamente de acuerdo con la palabra de Dios.
Primero, empieza por hacer la distinción: No todos los que descienden de Israel son israelitas (Romanos 9:6). Por los ejemplos de Isaac (en vez de Ismael) y Jacob (en vez de Esaú) demuestra: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes (Romanos 9:8). La salvación no es un derecho que recibimos de nuestra familia de origen sino siempre una manifestación de la gracia de Dios.
Segundo, nos da la perspectiva de Dios sobre nuestra salvación. Él es completamente soberano en la elección de los suyos. Nos hace recordar que así fue la elección de Jacob en vez de Esaú: Cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor (Romanos 9:10-12 y Génesis 25:23). Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia (Romanos 9:16).
Tercero, en su soberanía Dios ha decidido llamar a gran número de gentiles por el evangelio: Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente (Romanos 9:25-26). A la vez, Dios en su soberanía ha decidido endurecer a gran parte de Israel contra el evangelio. Reveló aún con anticipación: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo (Romanos 9:27). De acuerdo con estos decretos de Dios, Pablo observa: Los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley… Ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 9:30-32; 10:3-4).
El endurecimiento de la gran mayoría de los israelitas contra el evangelio no quiere decir que Dios ha abandonado a Israel: Aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia (Romanos 11:5). Dios ha permitido la salvación de un gran número de gentiles para provocar a Israel a celos (Romanos 11:11) y en el futuro lo salvará por medio de la fe en Jesucristo también: Ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo (Romanos 11:25-26). Y al poner en evidencia Dios su soberanía en el endurecimiento y en la salvación ambos de Israel y de los gentiles, manifiesta la gloria de su gracia y su misericordia: Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).
Al considerar todo lo que Dios ha revelado en estos 11 capítulos – la salvación por el evangelio, la justificación por medio de la fe sin obras de la ley, el ministerio del Espíritu que supera el ministerio de la ley, el endurecimiento de Israel para la entrada de los gentiles a la salvación, la futura salvación de todo Israel y la soberanía de Dios en todo este proceso – Pablo sólo puede responder en adoración: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!... Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén (Romanos 11:33, 36).
Si usted es cristiano, ¿cómo responde a las noticias de la salvación que Pablo declara en estos 11 capítulos? Si es por confusión, siga estudiando la carta a los romanos; mándenos sus preguntas, y dialoguemos para que entienda estos temas esenciales del cristianismo. Si es por molestia y discusiones, a lo mejor hay algún punto en que usted se ha apartado de la doctrina bíblica. Si es por aburrimiento, debe volver a examinar si de veras entiende la necesidad por la salvación. Si es por adoración, ya entiende estos capítulos de la carta a los romanos; que su adoración se profundice cada vez que lee esta carta y contempla sus verdades.