Salmo 124 e Isaías 1 - 4
En resumen:
La lectura para hoy es notable porque rápidamente toca algunos de los temas principales que se repiten por todo el libro de Isaías. Primero, los vamos a tratar en general:
Isaías 1 profetiza el juicio contra Judá. Identifica su pecado, les llama al arrepentimiento, y les advierte del celo de Jehová para purificar a su pueblo en ira justa si no se arrepiente.
Isaías 2:1-4 describe el fin del celo purificador de Jehová: un Jerusalén que imita su dominio justo en la tierra.
Isaías 2:5-22 profetiza la venida del juicio en un día destacado: [El] día de Jehová de los ejércitos (Isaías 2:12). La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día (Isaías 2:17). Los hombres tendrán vergüenza de sus pecados al tener que enfrentar la santidad de Jehová. Así urge a Judá que se arrepienta antes.
En Isaías 3:1-15, el juicio de Jehová quita la seguridad a Judá por remover su gobierno injusto para dejarlo sin gobierno. Isaías 3:16 – 4:1 cuenta el impacto vergonzoso en las mujeres de Judá que ahora lucen en su orgullo y ornamentación.
Isaías 4:2-6 describe la santidad de la Jerusalén purificada que se va a quedar después del juicio de
Jehová.
Después de este breve resumen, note que según el bosquejo de J. Alec Motyer que vimos en la introducción a esta unidad de la Biblia, todos los temas principales de Isaías se encuentran en forma de semilla en estos cuatro capítulos:
1) “la amenaza horrible que constituye la santidad para un pueblo indigno y descuidado que rechaza o no
responde a su Dios (capítulos 1 –37)” – Aquí lo vemos en la reprensión de Jehová a la hipocresía religiosa en capítulo 1, a la idolatría en 2:5-22 y al materialismo en 3:16 – 4:1.
2) “el esfuerzo que va a ejercer el Dios Santo para quitarle su pecado, rescatar al pecador y crear a un pueblo justo para Él (capítulos 40 – 55)” – lo vemos en forma de semilla cuando habla del Día de Jehová de los
ejércitos en 2:12-22, especialmente en 2:17 donde dice: Solo Jehová será exaltado en aquel día. Los capítulos por venir nos dirán más sobre esta exaltación.
3) “y el estado eterno de la santidad que va a preparar por ellos donde se recrearán en Él para siempre (capítulos 56 – 66)” – Lo encontramos en las bellas descripciones de la Jerusalén santificada en 2:1-4 y 4:2-6.
Si leemos las profecías individuales de Isaías 1 – 4 rápida y superficialmente, nos dan la impresión de un caos… pero si nos acordamos de los temas principales del libro, vemos que Isaías ha presentado en forma de semilla todo lo que va a exponer en más detalle en los capítulos que vienen.
La lectura para hoy es notable porque rápidamente toca algunos de los temas principales que se repiten por todo el libro de Isaías. Primero, los vamos a tratar en general:
Isaías 1 profetiza el juicio contra Judá. Identifica su pecado, les llama al arrepentimiento, y les advierte del celo de Jehová para purificar a su pueblo en ira justa si no se arrepiente.
Isaías 2:1-4 describe el fin del celo purificador de Jehová: un Jerusalén que imita su dominio justo en la tierra.
Isaías 2:5-22 profetiza la venida del juicio en un día destacado: [El] día de Jehová de los ejércitos (Isaías 2:12). La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día (Isaías 2:17). Los hombres tendrán vergüenza de sus pecados al tener que enfrentar la santidad de Jehová. Así urge a Judá que se arrepienta antes.
En Isaías 3:1-15, el juicio de Jehová quita la seguridad a Judá por remover su gobierno injusto para dejarlo sin gobierno. Isaías 3:16 – 4:1 cuenta el impacto vergonzoso en las mujeres de Judá que ahora lucen en su orgullo y ornamentación.
Isaías 4:2-6 describe la santidad de la Jerusalén purificada que se va a quedar después del juicio de
Jehová.
Después de este breve resumen, note que según el bosquejo de J. Alec Motyer que vimos en la introducción a esta unidad de la Biblia, todos los temas principales de Isaías se encuentran en forma de semilla en estos cuatro capítulos:
1) “la amenaza horrible que constituye la santidad para un pueblo indigno y descuidado que rechaza o no
responde a su Dios (capítulos 1 –37)” – Aquí lo vemos en la reprensión de Jehová a la hipocresía religiosa en capítulo 1, a la idolatría en 2:5-22 y al materialismo en 3:16 – 4:1.
2) “el esfuerzo que va a ejercer el Dios Santo para quitarle su pecado, rescatar al pecador y crear a un pueblo justo para Él (capítulos 40 – 55)” – lo vemos en forma de semilla cuando habla del Día de Jehová de los
ejércitos en 2:12-22, especialmente en 2:17 donde dice: Solo Jehová será exaltado en aquel día. Los capítulos por venir nos dirán más sobre esta exaltación.
3) “y el estado eterno de la santidad que va a preparar por ellos donde se recrearán en Él para siempre (capítulos 56 – 66)” – Lo encontramos en las bellas descripciones de la Jerusalén santificada en 2:1-4 y 4:2-6.
Si leemos las profecías individuales de Isaías 1 – 4 rápida y superficialmente, nos dan la impresión de un caos… pero si nos acordamos de los temas principales del libro, vemos que Isaías ha presentado en forma de semilla todo lo que va a exponer en más detalle en los capítulos que vienen.
En más detalle - Isaías 1 - 4
Isaías no malgasta el tiempo en largas introducciones de retórica florida. Tan pronto como se presenta como el profeta de Jehová en los reinos de cuatro reyes de Judá, llega a la palabra más necesaria para leer todo el libro: Oíd (Isaías 1:2). Llama la atención. Su profecía no es para entretenernos ni para ser objeto de la curiosidad intelectual. Cuando nos habla Isaías, nos habla el Espíritu de Jehová mismo: Porque habla Jehová (Isaías 1:2). Por eso, hay que oír, recibir, examinarse y aún arrepentirse a base de lo que va a decir.
Oíd, cielos, y escucha tú, tierra (Isaías 1:2). Es un mensaje del juicio divino. Inmediatamente toda la creación se ha convertido en la corte celestial, y el profeta llama a los cielos y a la tierra para que confirmen por testimonio que los pecados israelitas son ofensas a toda la creación, completamente contrarias a la naturaleza, y casi incomparables en toda la historia de la creación.
Declara la ofensa: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí (Isaías 1:2). Mientras Jehová ha derramado su gracia, misericordia y bendiciones por lo largo de la historia de su pueblo escogido, la reacción de ellos ha sido de rebelión. Aun los animales más torpes saben reaccionar mejor que ellos: El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor (Isaías 1:3). Si estos animales no ofenden cuando se trata de recibir la atención o el alimento más básico, ¡cuán ofensivo es el pecado de Israel de rebelar contra las riquezas de la gracia de su Señor! En comparación con estos animales, su pueblo sale peor: Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento (Isaías 1:3).
Sus pecados se han amontonado: ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! (Isaías 1:4) ¿Cómo llegaron a este punto tan depravado y fuera de la naturaleza? Han abandonado a su Dios, y específicamente han menospreciado su santidad: Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás (Isaías 1:4).
Como hemos visto repetidas veces en los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio, la santidad de Jehová es pura y aterradora, y brota en contra a toda la nación cuando la ofende. Y así se ha descargado contra su pueblo escogido: Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada (Isaías 1:5-8).
Pero aún en medio de este castigo se hace evidente la gracia de Jehová: Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra (Isaías 1:9). Leímos de la destrucción completa de Sodoma y Gomorra en Génesis 19; así se habría quedado su pueblo escogido si no fuera por su gracia.
Pero la posibilidad de castigo no ha terminado. Si no se arrepiente, su pueblo puede sufrir aún más: Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra (Isaías 1:10). El profeta no está hablando a los que ya sufrieron la ira de Jehová en Génesis 19 sino a los príncipes de Israel y Judá, al pueblo escogido de su propia generación. Por su rebelión a Jehová se comparan con esos pueblos infames y merecen la ira de Jehová igual como ellos.
No han descuidado la práctica de los ritos y los sacrificios del templo: ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? (Isaías 1:12) Han dejado de lado la práctica de la santidad, de la preparación de un corazón que busca y anhela la santidad de Jehová. Por eso, a pesar de la abundancia ritual que en la superficie se ve como devoción, declara Jehová: Cuando extendáis vuestras manos [en oración], yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos (Isaías 1:15).
Pero en vez de satisfacer su ira justa contra Israel, con gran paciencia Jehová le llama al arrepentimiento: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda (Isaías 1:16-17). Y el camino de juicio en que están caminando se transformará a camino de aprobación: Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:18). Pero hoy es el día del arrepentimiento; esta oportunidad no se presentará para siempre: Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho (Isaías 1:19-20). ¿Cuál opción escogerá su pueblo?
Que no les quede duda de que responderá Jehová en justicia: Tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios (Isaías 1:24). ¡Aún cuando esos adversarios son de su propio pueblo, de la descendencia de Abraham! Tiene celo por purificar un remanente santo de su pueblo, y de castigar a todos que lo menosprecian: Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia. Pero los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová serán consumidos (Isaías 1:27-28).
Y aquí desde los primeros versículos tenemos algunos de los temas principales del mensaje profético de Isaías:
1) El juicio divino ha empezado a caerse sobre su pueblo y se descargará en toda su furia si no se arrepiente;
2) Jehová no tolera más la injusticia de pueblo que superficialmente se identifica con Él y le muestra una abundante devoción ritual pero que practica toda clase de injusticia fuera del templo y guarda su corazón muy lejos de Dios.
3) El celo de Jehová va a purificar a su pueblo en santidad, aún si tiene que tratar a los suyos como enemigos y reducirlos a muy pocos en número.
4) Por eso llama a su pueblo urgentemente al arrepentimiento: hoy es el día de decidir si se identifica con Jehová por fe o si continuará en las prácticas de sus enemigos.
Como hemos visto en muchas otras ocasiones en el Antiguo Testamento: la santidad de Jehová es abrasadora. Hay que correr al arrepentimiento con todo el corazón o sufrir el ardor de su ira justa.
Isaías no malgasta el tiempo en largas introducciones de retórica florida. Tan pronto como se presenta como el profeta de Jehová en los reinos de cuatro reyes de Judá, llega a la palabra más necesaria para leer todo el libro: Oíd (Isaías 1:2). Llama la atención. Su profecía no es para entretenernos ni para ser objeto de la curiosidad intelectual. Cuando nos habla Isaías, nos habla el Espíritu de Jehová mismo: Porque habla Jehová (Isaías 1:2). Por eso, hay que oír, recibir, examinarse y aún arrepentirse a base de lo que va a decir.
Oíd, cielos, y escucha tú, tierra (Isaías 1:2). Es un mensaje del juicio divino. Inmediatamente toda la creación se ha convertido en la corte celestial, y el profeta llama a los cielos y a la tierra para que confirmen por testimonio que los pecados israelitas son ofensas a toda la creación, completamente contrarias a la naturaleza, y casi incomparables en toda la historia de la creación.
Declara la ofensa: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí (Isaías 1:2). Mientras Jehová ha derramado su gracia, misericordia y bendiciones por lo largo de la historia de su pueblo escogido, la reacción de ellos ha sido de rebelión. Aun los animales más torpes saben reaccionar mejor que ellos: El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor (Isaías 1:3). Si estos animales no ofenden cuando se trata de recibir la atención o el alimento más básico, ¡cuán ofensivo es el pecado de Israel de rebelar contra las riquezas de la gracia de su Señor! En comparación con estos animales, su pueblo sale peor: Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento (Isaías 1:3).
Sus pecados se han amontonado: ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! (Isaías 1:4) ¿Cómo llegaron a este punto tan depravado y fuera de la naturaleza? Han abandonado a su Dios, y específicamente han menospreciado su santidad: Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás (Isaías 1:4).
Como hemos visto repetidas veces en los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio, la santidad de Jehová es pura y aterradora, y brota en contra a toda la nación cuando la ofende. Y así se ha descargado contra su pueblo escogido: Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada (Isaías 1:5-8).
Pero aún en medio de este castigo se hace evidente la gracia de Jehová: Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra (Isaías 1:9). Leímos de la destrucción completa de Sodoma y Gomorra en Génesis 19; así se habría quedado su pueblo escogido si no fuera por su gracia.
Pero la posibilidad de castigo no ha terminado. Si no se arrepiente, su pueblo puede sufrir aún más: Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra (Isaías 1:10). El profeta no está hablando a los que ya sufrieron la ira de Jehová en Génesis 19 sino a los príncipes de Israel y Judá, al pueblo escogido de su propia generación. Por su rebelión a Jehová se comparan con esos pueblos infames y merecen la ira de Jehová igual como ellos.
No han descuidado la práctica de los ritos y los sacrificios del templo: ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? (Isaías 1:12) Han dejado de lado la práctica de la santidad, de la preparación de un corazón que busca y anhela la santidad de Jehová. Por eso, a pesar de la abundancia ritual que en la superficie se ve como devoción, declara Jehová: Cuando extendáis vuestras manos [en oración], yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos (Isaías 1:15).
Pero en vez de satisfacer su ira justa contra Israel, con gran paciencia Jehová le llama al arrepentimiento: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda (Isaías 1:16-17). Y el camino de juicio en que están caminando se transformará a camino de aprobación: Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:18). Pero hoy es el día del arrepentimiento; esta oportunidad no se presentará para siempre: Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho (Isaías 1:19-20). ¿Cuál opción escogerá su pueblo?
Que no les quede duda de que responderá Jehová en justicia: Tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios (Isaías 1:24). ¡Aún cuando esos adversarios son de su propio pueblo, de la descendencia de Abraham! Tiene celo por purificar un remanente santo de su pueblo, y de castigar a todos que lo menosprecian: Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia. Pero los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová serán consumidos (Isaías 1:27-28).
Y aquí desde los primeros versículos tenemos algunos de los temas principales del mensaje profético de Isaías:
1) El juicio divino ha empezado a caerse sobre su pueblo y se descargará en toda su furia si no se arrepiente;
2) Jehová no tolera más la injusticia de pueblo que superficialmente se identifica con Él y le muestra una abundante devoción ritual pero que practica toda clase de injusticia fuera del templo y guarda su corazón muy lejos de Dios.
3) El celo de Jehová va a purificar a su pueblo en santidad, aún si tiene que tratar a los suyos como enemigos y reducirlos a muy pocos en número.
4) Por eso llama a su pueblo urgentemente al arrepentimiento: hoy es el día de decidir si se identifica con Jehová por fe o si continuará en las prácticas de sus enemigos.
Como hemos visto en muchas otras ocasiones en el Antiguo Testamento: la santidad de Jehová es abrasadora. Hay que correr al arrepentimiento con todo el corazón o sufrir el ardor de su ira justa.