Salmo 18 y 2 Samuel 8 - 10
Al anunciar su pacto con David, Jehová le dijo: Yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos (2 Samuel 7:10-11). Inmediatamente en 2 Samuel 8, Jehová empieza a cumplirlo.
La lectura pone en resumen la paz que el ungido David impuso o recibió de todos sus vecinos. Empieza con los filisteos, los que más habían afligido a Israel en su historia reciente: Después de esto [del anuncio del pacto], aconteció que David derrotó a los filisteos y los sometió (2 Samuel 8:1). Luego pone en resumen como hizo someter a Moab, a Soba, a los sirios y a Edom. Toi rey de Hamat se somete voluntariamente. Aunque tal vez nos gustaría saber más detalles sobre las batallas llamativas y las campañas heroicas, al Autor de la Biblia no le interesa decírnoslos. Quiere que nos quedemos impresionados con el poder de Jehová sobre las naciones y la fidelidad con que cumplió su palabra prometida en 2 Samuel 7:10-11, y así nos dice brevemente y dos veces: Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue (2 Samuel 8:6, 14). Y este tema de la sumisión de las naciones al ungido de Jehová va a sonar por el resto de la Biblia.
Note que al imponer la paz sobre las naciones, David se enriquece: Tomó los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén. Asimismo de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer, tomó el rey David gran cantidad de bronce (2 Samuel 8:7-8). Pero estas riquezas fueron dirigidas al proyecto de edificar una casa a Jehová, el proyecto que iba a cumplir su descendiente prometido en el pacto: Joram llevaba en su mano utensilios de plata, de oro y de bronce; los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido (2 Samuel 8:10-11). Mientras continuamos a leer sobre la sumisión de las naciones en el Antiguo Testamento, note también las referencias al hecho de que las naciones mandarán sus tesoros a Jerusalén, la ciudad del ungido de Jehová.
No sólo vemos el cumplimiento del pacto de 2 Samuel 7 en el éxito militar contra los vecinos sino en el dominio justo del ungido: Reinó David sobre todo Israel; y David administraba justicia y equidad a todo su pueblo (2 Samuel 8:15). Y 2 Samuel 9 nos cuenta un ejemplo destacado de su justicia y su equidad, la misericordia de David a Mefi-boset. En una época cuando era común matar a todos los hijos de la pasada casa real para solidificar el nuevo reino (acuérdese de la matanza que hizo Abimelec contra sus setenta hermanos, todos los hijos de Gedeón en Jueces 9:1-6), David busca a un descendiente de Jonatán para bendecirle. Más fuerte que cualquier deseo de venganza es su deseo de cumplir el pacto que Jonatán había hecho con él: No apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David (1 Samuel 20:15). Y ahora que Jehová le ha dado paz con todos sus enemigos, bendice, protege y provee por uno que no puede ofrecerle ninguna ventaja militar, económica ni social sino que lo hace por misericordia y amor a Jonatán: Moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies (2 Samuel 9:13).
Al continuar su dominio justo en 2 Samuel 10, David intenta a demostrar misericordia a un vecino: Después de esto, aconteció que murió el rey de los hijos de Amón, y reinó en lugar suyo Hanún su hijo. Y dijo David: Yo haré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la hizo conmigo (2 Samuel 10:1-2). Pero Hanún responde a su misericordia con dureza y humillación; despierta otra guerra en la cual se manifiesta el poder de Jehová para hacer someter a sus enemigos: Viendo, pues, todos los reyes que ayudaban a Hadad-ezer, cómo habían sido derrotados delante de Israel, hicieron paz con Israel y le sirvieron; y de allí en adelante los sirios temieron ayudar más a los hijos de Amón (2 Samuel 10:19). No es una cosa leve el burlarse del ungido de Jehová: Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se
inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:10-12).
Por eso vemos que la lectura para hoy es bastante importante. Después del pacto de 2 Samuel 7, vemos que su cumplimiento se inicia inmediatamente por la paz del ungido de Jehová impuesta por fuerza u ofrecida voluntariamente a las naciones y su dominio justo y misericordioso a todos los que admiten la amonestación para recibirlo.
La lectura pone en resumen la paz que el ungido David impuso o recibió de todos sus vecinos. Empieza con los filisteos, los que más habían afligido a Israel en su historia reciente: Después de esto [del anuncio del pacto], aconteció que David derrotó a los filisteos y los sometió (2 Samuel 8:1). Luego pone en resumen como hizo someter a Moab, a Soba, a los sirios y a Edom. Toi rey de Hamat se somete voluntariamente. Aunque tal vez nos gustaría saber más detalles sobre las batallas llamativas y las campañas heroicas, al Autor de la Biblia no le interesa decírnoslos. Quiere que nos quedemos impresionados con el poder de Jehová sobre las naciones y la fidelidad con que cumplió su palabra prometida en 2 Samuel 7:10-11, y así nos dice brevemente y dos veces: Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue (2 Samuel 8:6, 14). Y este tema de la sumisión de las naciones al ungido de Jehová va a sonar por el resto de la Biblia.
Note que al imponer la paz sobre las naciones, David se enriquece: Tomó los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén. Asimismo de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer, tomó el rey David gran cantidad de bronce (2 Samuel 8:7-8). Pero estas riquezas fueron dirigidas al proyecto de edificar una casa a Jehová, el proyecto que iba a cumplir su descendiente prometido en el pacto: Joram llevaba en su mano utensilios de plata, de oro y de bronce; los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido (2 Samuel 8:10-11). Mientras continuamos a leer sobre la sumisión de las naciones en el Antiguo Testamento, note también las referencias al hecho de que las naciones mandarán sus tesoros a Jerusalén, la ciudad del ungido de Jehová.
No sólo vemos el cumplimiento del pacto de 2 Samuel 7 en el éxito militar contra los vecinos sino en el dominio justo del ungido: Reinó David sobre todo Israel; y David administraba justicia y equidad a todo su pueblo (2 Samuel 8:15). Y 2 Samuel 9 nos cuenta un ejemplo destacado de su justicia y su equidad, la misericordia de David a Mefi-boset. En una época cuando era común matar a todos los hijos de la pasada casa real para solidificar el nuevo reino (acuérdese de la matanza que hizo Abimelec contra sus setenta hermanos, todos los hijos de Gedeón en Jueces 9:1-6), David busca a un descendiente de Jonatán para bendecirle. Más fuerte que cualquier deseo de venganza es su deseo de cumplir el pacto que Jonatán había hecho con él: No apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David (1 Samuel 20:15). Y ahora que Jehová le ha dado paz con todos sus enemigos, bendice, protege y provee por uno que no puede ofrecerle ninguna ventaja militar, económica ni social sino que lo hace por misericordia y amor a Jonatán: Moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies (2 Samuel 9:13).
Al continuar su dominio justo en 2 Samuel 10, David intenta a demostrar misericordia a un vecino: Después de esto, aconteció que murió el rey de los hijos de Amón, y reinó en lugar suyo Hanún su hijo. Y dijo David: Yo haré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la hizo conmigo (2 Samuel 10:1-2). Pero Hanún responde a su misericordia con dureza y humillación; despierta otra guerra en la cual se manifiesta el poder de Jehová para hacer someter a sus enemigos: Viendo, pues, todos los reyes que ayudaban a Hadad-ezer, cómo habían sido derrotados delante de Israel, hicieron paz con Israel y le sirvieron; y de allí en adelante los sirios temieron ayudar más a los hijos de Amón (2 Samuel 10:19). No es una cosa leve el burlarse del ungido de Jehová: Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se
inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían (Salmo 2:10-12).
Por eso vemos que la lectura para hoy es bastante importante. Después del pacto de 2 Samuel 7, vemos que su cumplimiento se inicia inmediatamente por la paz del ungido de Jehová impuesta por fuerza u ofrecida voluntariamente a las naciones y su dominio justo y misericordioso a todos los que admiten la amonestación para recibirlo.